Abismo. Gracias maestros En la televisión mexicana existen dos programas que se transmiten en horario familiar: "Cero en conducta" y "Una familia de diez". El mensaje es claro: la educación no sirve y la familia es lo que vale. Pero cuando echamos relajo por considerar fútil algún conocimiento o porque el momento así lo dispone, cuando criticamos alguna postura filosófica, cuando solo escuchamos pretendiendo saber más, nosotros los alumnos podemos ser bastante injustos. Al hombre todo le sucede. Nosotros mismos pensamos que hacemos, pensamos que decimos, que decidimos, pensamos que pensamos, cuando en verdad todo nos sucede desde lo alto, el actuar, el hacer y el pensar, pues, bajo la mirada inexcrutable, Todo proviene del Creador. Se dice que existen dos ríos, en cuál estamos y hacia dónde nos dirigimos: corriente arriba o abajo. ¿Qué tipo de decisión, estudio y desarrollo podríamos emprender en estas circunstancias ya sea como alumnos, profesionistas u hombres, sino la simple contemplación? ¿Para qué servirían la ciencia y el estudio si en verdad solo debemos esperar la voluntad de Dios? ¿Qué es lo que hace un maestro si todo ha sido dispuesto para el alumno desde lo Alto? Un maestro bajo la mirada conciente de la Entidad Divina solo debería sensibilizar al alumno para reconocer al Ser Omnisciente y descubrir lo que Dios ha puesto en él, en su vida, en su presente y su futuro ¿Qué más podría agregar a ello con una serie de datos, cifras, modelos, creencias, argumentos, experiencias y opiniones? También la clave ha sido descrita. Él nos ha revelado en cuentos y parábolas que ha entregado a cada uno de nosotros ciertos talentos. También nos ha prevenido acerca del ser que por temor a fallar lo pierde todo. Existe un abismo entre lo que este mundo es, lo que significa estar vivos, la ciencia que todo lo duda, el eclectisismo y la contemplación pura. Pero entonces, ahora caigo en la cuenta, gracias maestros porque ignorando el abismo entre el creer hacer y el no hacer nada, el no experimentar por temor, prepotencia o flojera y a invitarnos o mostrarnos las formas de atrevernos a franquear nuestros propios límites, el estar dispuestos a aprender algo nuevo o simplemente recibir lo que decimos ya nuestro, con una valentía, tiempo y energía que solo proviene de su propio ser, cruzan, para nosotros sus alumnos, el abismo de ida y vuelta cada día para darnos la lección cotidiana en el salón de clases, con datos, cifras y experiencias que nos permiten vislumbrar desde puntos de vista diversos, alguno de esos talentos que nos han sido dados a cada uno de nosotros o bien alguna nueva perspectiva para afrontar nuestra tarea cotidiana. En la ciencia del contrapunto musical, una frase inicial dice que solo aprendemos las reglas para luego romperlas. Desde el mundo conciente se critica con bases bien establecidas que la educación es un conjunto de datos que a la larga no sirven para nada. Esto es bien cierto. Yo estudié 10 años, obtuve un trabajo, busqué a mi compañera, rompí algunas reglas, encontré decepciones, me separé y todo acabó. Todo esto, gracias a que realicé un esfuerzo sin saber porqué lo hacía o para quién trabajaba. Me pregunto que sería ahora de haber realizado mi esfuerzo de otra forma. De haber estado más cercano a mi familia original, tal vez, hubiera podido averiguar que eso había de suceder de cualquier forma, pero lo habría encarado desde el principio con una actitud más conciente. Por eso, la educación basada en datos fracasa. Algunos maestros pueden, no obstante, ver más allá y depositar algunos datos importantes provenientes de la conciencia. Por eso las ciencias, físicas, químicas, matemáticas y las ciencias naturales han llegado tan lejos. Tenemos que conectar las ciencias materiales con las ciencias del espíritu, la psicología y la religión. Por todo esto, gracias maestros por mostrarnos la ubicación de los puentes que nos permiten cruzar este enorme abismo o por permitirnos un espacio en el que podemos experimentar el temible salto sin rompernos alguna pierna. Y Dios los bendiga por ello.