84 Voces En Ruidea

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Boletín del Club de Lectura EL GRITO Temporada 6 / nov. 2008. Número 84

http://clubelgrito.blogspot.com http://www.clubelgrito.com

VOCES EN RUIDERA Francisco García Pavón Investigar a la española La editorial Rey Lear recupera la obra de Francisco García Pavón, creador del peculiar policía Plinio El año que viene se cumplen los 90 años de su nacimiento, los 20 de su muerte y los 40 desde que ganara el premio Nadal con 'Las hermanas coloradas', uno de los mejores relatos policiacos que se han escrito en nuestro país. Se llamaba Francisco García Pavón, había nacido en Tomelloso y creó a un peculiar policía -Manuel González, alias Plinio- que resolvía todos los asuntos tenebrosos que se presentaban en la localidad manchega. Plinio, como Sherlock Holmes, tenía un escudero, el veterinario don Lotario, y entre los dos solucionaban asesinatos, secuestros, robos de jamones e incluso bromas pesadas, como ocurría en 'El reinado de Witiza'. Plinio era jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso y sobrevivía a base de intuición y pálpitos. La editorial Rey Lear ha emprendido la tarea de rescatar todas las novelas protagonizadas por este policía manchego que aplica el sentido común y la sabiduría popular a los misterios de la vida. En ediciones muy cuidadas han ido apareciendo 'Plinio, primeras novelas', 'Voces en Ruidera' y 'Otra vez domingo'. Las tres primeras aventuras están ambientadas en la dictadura de Primo de Rivera; el resto en el franquismo. El año próximo verán la luz 'La cocina de Plinio' (recetario de sus platos

preferidos) y 'El hospital de los dormidos'. En 1971 Antonio Giménez Rico rodó una serie de televisión basada en estos relatos. En los guiones participaron José Luis Garci y el propio autor, que fue un gran éxito. Lo que permanece vivo de la literatura de García Pavón, a juicio de su hija Sonia, es la recreación de una época y el modo de hablar de los personajes, «sumamente evocadores». http://www.diariosur.es/20081229/cultura/investigar-espanola20081229.html

BREVE NOTICIA DE PLINIO

Página 2

(A manera de prólogo) En España nunca creció de manera vigorosa y diferenciada la novela policíaca y de aventuras. Lectores hay a miles. Transcriptores, simuladores y traductores de las novelas policíacas de otras geografías, a cientos. Nuestra literatura de cordel y crónica negra cuenta desastres y escatologías para todos los gustos y medidas; sin embargo, al escritor español, tan radical en sus gustos y disgustos, nunca le tentó este género que, tratado con arte e intención, podía haber alumbrado muchas parcelas de nuestra vida y distraído a infinitos lectores. Yo siempre tuve la vaga idea de escribir novelas policíacas muy españolas y con el mayor talento literario que Dios se permitiera prestarme. Novelas con la suficiente suspensión para el lector superficial que sólo quiere excitar sus nervios y la necesaria altura para que al lector sensible no se le cayeran de las manos. Conocía un ambiente entre rural y provinciana muy bien aprendido: el de mi pueblo, Tomelloso Unos tipos, costumbres y verbo popular que asomaron en mis libros más queridos: Cuentos de mamá, Cuentos republicanos y Los liberales. Sólo me faltaba encontrar al «detective», ya que los «cacos» se me darían por añadidura. A falta de imaginación, me bastaría recordar averías humanas y crímenes de por aquellas tierras que oí contar muchas veces y que algunas fueron afamadas en romances de ciego. Desgraciadamente en mi pueblo nunca hubo un policía de talla, es natural. Pero sí hubo un cierto jefe de la Guardia Municipal, cuyo físico, ademanes, manera de mirar, de palparse el sable y el revólver, desde chico me hicieron mucha gracia. El hombre, claro está, no pasó en su larga vida de servir a los alcaldes que le cupieron en suerte y apresar rateros, gitanos y placeras. Pero yo, observándole en el Casino o en la puerta del Ayuntamiento, daba en imaginármelo en aventuras de mayor empeño y lucimiento. Por fácil concatenación, hace pocos años se me ocurrió que mi «detective» podría ser aquel jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, que en seguida bauticé como Plinio, E intenté mi primera salida aplicándolo a desentrañar el famoso caso de las «Cuestas del hermano Diego», que me habían referido tantas veces camino de

Manzanares, en cuyo «carreterín» se encuentran. Así surgió mi novela breve titulada Los carros vacíos, publicada por «Alfaguara», en su colección «La novela popular». Como la crítica me alabó el invento, inmediatamente escribí dos novelitas más: El carnaval y El charco de sangre, que componen este tomo. Aunque estos últimos «casos» son completamente imaginados, procuro retratar o reinventar tipos reales o propios del ambiente. Casos y tipos en proporción con el marco popular y la modesta ejecutoria de mi «agente» Plinio. Si a ustedes les gustan estas andanzas de Manuel González, alias Plinio, y su amigo don Lotario, el veterinario, creo que me animaré a sacar nuevas páginas de sus modestas y grandes historias . Y si las rechazan, las pondré en la alacena del olvido, en espera de que salga otro escritor con más pluma capaz de lograr este tipo de novela policíaca española que yo pretendo... Lo que nadie podrá negar es la nobleza de mi empeño. F. GARCÍA PAVÓN Prólogo aparecido en HISTORIAS DE PLINIO. Plaza & Janés 1972

Página 3

4

Un policía resucitado ENRIC GONZÁLEZ 02/11/2008 El País

Los escritores no suelen morir solos. La costumbre es enterrarlos con su obra. Desaparece el creador y desaparece lo creado: los personajes, las emociones, las páginas sublimes y las páginas fallidas, todo se evapora. Sea por la falta de novedades y de promoción publicitaria, sea porque los herederos se hacen un lío con el legado literario, sea por lo que sea, llega el olvido. Pero hay casos especiales. Algunos muertos que escribieron no sólo sufren el olvido ritual, sino una especie de exorcismo colectivo, más o menos inconsciente. Eso ocurrió, creo, con Francisco García Pavón. El pobre hombre, tan tranquilo, tan irónico, debió de notar en sus últimos años el frío del abandono. Sus obras, popularísimas en el tardofranquismo, se esfumaban de las librerías. Tentó la suerte con el epitafio. Quiso que sobre el tabique del nicho se escribiera lo siguiente: "Si queréis los mayores elogios, moríos". No funcionó. Hubo elogios, pero efímeros. ¿Cuál fue la culpa de este hombre? Fue una culpa muy grande: no encajó en la España que nos inventamos a partir de 1975. Como sabrán los más jóvenes, casi nadie trabajaba en los últimos años del dictador. Quien no estaba en la cárcel estaba en huelga, millones de personas militaban en el PSOE y afrontaban por ello inmensos peligros, Cataluña y Euskadi sufrían la ocupación castellana, el país vivía sumido en la clandestinidad. García Pavón fue de los pocos que publicaron bajo el Régimen. Y encima ganó premios. Y tuvo éxito. Un escándalo. No quiero ofender la memoria de quienes sí lucharon: fueron pocos y sufrieron por ello. La inmensa mayoría se limitó a buscarse la vida, a crearse pequeños rincones de bienestar personal y a esperar. En comparación con esta mayoría, García Pavón hizo mucho: escribió sobre la España real sin alardes ni arrebatos, como merecía la época. Fue un precursor de lo que luego, en el breve periodo que medió entre la desintegración física del general y la invención del pasado, se llamó desencanto. Otros fueron censores, o propagandistas del franquismo tecnocrático. Él, además de escribir con un estilo portentoso, se movió por donde podía moverse un liberal honesto, de tradición republicana: dirigió la Escuela de Arte Dramático, dirigió la Editorial Taurus y dio clases. Y creó a Plinio.

Francisco García Pavón y su hija

Yo era adolescente cuando leí por primera vez una aventura de Plinio, de nombre real Manuel González, jefe de la Policía Municipal de Tomelloso. Al principio, me pareció intolerable: aquel tipo no hacía otra cosa que liar cigarrillos de caldo, beber, comer, pasear y charlar con su compadre, don Lotario, veterinario y rentista. Comparado con Philip Marlowe, con Sam Spade o incluso con Pepe Carvalho, el tal Plinio era un muermo. Y, sin embargo, El reinado de Witiza acabó enamorándome. Igual que Las hermanas coloradas y El rapto de las Sabinas. Aún no sabía que esas novelas no eran, ni mucho menos, lo mejor de García Pavón. Aún no había descubierto los cuentos. Murió Franco y, entre todo aquel alboroto, se perdió la pista de Plinio. Un policía del franquismo, ya ven. Un policía monstruosamente longevo y aficionado a las dictaduras, porque sus andanzas comenzaban en tiempos de Primo de Rivera. Plinio vivió mucho. Ahora sabemos que murió poco. En primavera hará 20 años de la desaparición de García Pavón, y el jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso vuelve a pasear y a liar pitillos. En 2006, Destino reeditó varias de las novelas en un tomo titulado Plinio, casos célebres. Rey Lear acaba de editar Otra vez domingo, una deliciosa novela breve, escrita en 1978 con un ánimo ya crepuscular. En su momento no tuvo gran éxito. Debería tenerlo ahora. Como las demás historias de Plinio, que, supongo, serán también reeditadas, no pertenece al género negro, y quizá tampoco al policial. Es un género en sí mismo. Francisco García Pavón ha resucitado. Ahora falta Jorge Ibargüengoitia. Confiemos en que no tarde mucho.

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