5 Cuentos, 5 Fabulas Cortas.docx

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El pajarito perezoso Había una vez un pajarito simpático, pero muy, muy perezoso. Todos los días, a la hora de levantarse, había que estar llamándole mil veces hasta que por fin se levantaba; y cuando había que hacer alguna tarea, lo retrasaba todo hasta que ya casi no quedaba tiempo para hacerlo. Todos le advertían constantemente: - ¡Eres un perezoso! No se puede estar siempre dejando todo para última hora... - Bah, pero si no pasa nada.-respondía el pajarito- Sólo tardo un poquito más que los demás en hacer las cosas. Los pajarillos pasaron todo el verano volando y jugando, y cuando comenzó el otoño y empezó a sentirse el frío, todos comenzaron los preparativos para el gran viaje a un país más cálido. Pero nuestro pajarito, siempre perezoso, lo iba dejando todo para más adelante, seguro de que le daría tiempo a preparar el viaje. Hasta que un día, cuando se levantó, ya no quedaba nadie. Como todos los días, varios amigos habían tratado de despertarle, pero él había respondido medio dormido que ya se levantaría más tarde, y había seguido descansando durante mucho tiempo. Ese día tocaba comenzar el gran viaje, y las normas eran claras y conocidas por todos: todo debía estar preparado, porque eran miles de pájaros y no se podía esperar a nadie. Entonces el pajarillo, que no sabría hacer sólo aquel larguísimo viaje, comprendió que por ser tan perezoso le tocaría pasar solo aquel largo y frío invierno. Al principio estuvo llorando muchísimo rato, pero luego pensó que igual que había hecho las cosas muy mal, también podría hacerlas muy bien, y sin dejar tiempo a la pereza, se puso a preparar todo a conciencia para poder aguantar solito el frío del invierno. Primero buscó durante días el lugar más protegido del frío, y allí, entre unas rocas, construyó su nuevo nido, que reforzó con ramas, piedras y hojas; luego trabajó sin descanso para llenarlo de frutas y bayas, de forma que no le faltase comida para aguantar todo el invierno, y finalmente hasta creó una pequeña piscina dentro del nido para poder almacenar agua. Y cuando vio que el nido estaba perfectamente preparado, él mismo se entrenó para aguantar sin apenas comer ni beber agua, para poder permanecer en su nido sin salir durante todo el tiempo que durasen las nieves más severas. Y aunque parezca increíble, todos aquellos preparativos permitieron al pajarito sobrevivir al invierno. Eso sí, tuvo que sufrir muchísimo y no dejó ni un día de arrepentirse por haber sido tan perezoso. Así que, cuando al llegar la primavera sus antiguos amigos regresaron de su gran viaje, todos se alegraron sorprendidísimos de encontrar al pajarito vivo, y les parecía mentira que aquel pajarito holgazán y perezoso hubiera podido preparar aquel magnífico nido y resistir él solito. Y cuando comprobaron que ya no quedaba ni un poquitín de pereza en su pequeño cuerpo, y que se había convertido en el más previsor y trabajador de la colonia, todos estuvieron de acuerdo en encargarle la organización del gran viaje para el siguiente año. Y todo estuvo tan bien hecho y tan bien preparado, que hasta tuvieron tiempo para inventar un despertador especial, y ya nunca más ningún pajarito, por muy perezoso que fuera, tuvo que volver a pasar solo el invierno. El gigante bonachón Sofía era una niña de apenas 9 años, llena de curiosidad pero muy tímida. Como no tenía padres, vivía junto a otras niñas en un orfanato de Inglaterra. Le gustaba estar sola y no tenía muchos amigos. Un día, o mejor dicho, una noche, algo le llamó la atención. Esa noche Sofía no

podía dormir, y se asomó a la ventana. Entonces le vio: era grande, muy grande... era un ¡gigante! Al principio Sofía tuvo miedo. Pensó que el gigante le haría daño. Pero el gigante le trató desde el principio con dulzura. Resultó ser un gigante bonachón. El gigante le llevó hasta el mundo en donde vivía. Le enseñó todos los secretos sobre su país y su gente. Por ejemplo, le contó por qué los gigantes tienen esas orejas tan grandes... ¿Quieres saberlo? Chsss.... pero es un secreto: Los gigantes pueden oír gracias a sus enormes orejas... ¡todos los secretos de las personas! Sí, los gigantes oyen sonidos que nadie puede escuchar. Escuchan los pensamientos y son capaces de oír a los corazones hablar. Los gigantes son capaces de volar, siempre que se toman Gasipum, una bebida especial. Además, corren muy deprisa, gracias a sus larguísimas piernas. El gigante bonachón no lee cuentos, sino sueños. Sus libros están escritos con sueños que consiguen cazar al vuelo. Gracias a los sueños que lee el gigante Bonachón, Sofía duerme tranquila y sin pesadillas, y por muy tontos que parezcan esos sueños, siempre funcionan. De hecho, el gigante Bonachón narra los sueños sobre los libros, unos libros mágicos. Cuando empieza a contarlos, ya no pueden parar. Pero no penséis que todos los gigantes son así de buenos. En el país de los gigantes, también hay malos. De hecho, uno de ellos quería hacer daño a Sofía y a todos los niños del planeta. El gigante bonachón decidió hacerles frente, con ayuda de Sofía y de la mismísima reina de Inglaterra. Todos juntos (incluidos los sueños atrapados por el gigante bonachón) pudieron parar a los gigantes malos. Desde entonces, y par evitar nuevos problemas, los gigantes decidieron esconderse en su mundo. Pero yo sé una cosa que muchos no saben: de vez en cuando, dejan entrar a algún niño, para contarles todos sus secretos. Que además, son muchos.

Uga la tortuga. - ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta constantemente Uga, la tortuga. Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona. - ¡Esto tiene que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas. Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano. - ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido. No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez. Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz. - ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré. Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres. Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo. - He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines. FIN

La estrella y sus nuevos amigos Hace mucho tiempo una estrella se cayó del cielo en medio de un bosque. El golpe fue tremendo y en el acto empezó a nacerle un chichón muy rojo. Los animalitos que allí dormían pronto se despertaron con el ruido. - ¿Qué ha pasado? -se preguntaban todos extrañados. - Allí, en el medio del bosque, se ve una luz, pero la luz de las luciérnagas es más pequeñita -dijo la señora Ardilla. La señora Zorra, el señor Buho, el abuelo Pájaro Carpintero, la señora Comadreja y la señora Ardilla se acercaron al momento para averiguar qué había pasado. La estrella al despertarse vio que muchos ojos la estaban observando. - ¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois vosotros? - dijo extrañada la estrella. - Somos los amigos del bosque y estás en nuestra casa - contestó la señora Comadreja. - ¡Pero yo no puedo estar aquí!, debo colgar en el cielo junto a mi mamá la Luna y mis hermanas las estrellas - explicó. - ¡No te preocupes! nosotros te ayudaremos a subir al cielo - cantaron todos a la vez -, pero primero te curaremos - añadió la señora Zorra. Mientras celebraban una reunión bajo el viejo pino todos los animalitos del bosque, para ver cómo podían subir a la estrella al cielo, la señora Ardilla vendó el chichón de la estrella con un bonito lazo verde que había fabricado con las hojas de un haya. Unos apuntaban a que el abuelo Pájaro Carpintero la subiera a su lomo y volara por encima de los árboles, pero ya estaba viejo y sabía que no podría subir tan alto. Otros querían que la señora Ardilla trepara con la estrella entre las ramas de los árboles más altos, pero temían que ésta se volviera a golpear. Estuvieron horas pensando en posibles soluciones, pero nada parecía funcionar.

El señor Buho, que había estado todo el tiempo callado, finalmente se atrevió a hablar: - Estornudaremos todos a la vez y provocaremos que la tierra se mueva y así expulsará hacia arriba a la estrella. Pero debemos estornudar muy fuerte, para que nuestro resoplido la impulse muy alto. Todos aplaudieron la idea y acordaron estornudar muy, pero muy fuerte, al contar hasta tres. - Una, dos y tres -contó el señor Buho. - ¡Achisssssssssssssssssssssssssssssssss! - estornudaron los animalitos del bosque. La estrella saltó por los aires y subió al cielo junto a sus hermanas gracias a la ayuda de todos sus nuevos amigos del bosque. Carrera de zapatillas Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales. La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos: - Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta. - Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo. - Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga. Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas! - Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa. Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo: - Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos. Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA!

Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad. Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son. FIN

Fabulas el adivino Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De repente se le acercó un vecino, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su interior. El adivino levantose de un salto y salió corriendo hacia su casa, desencajado y suspirando, para ver lo que había sucedido. Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr le dijo: -Oye, amigo, tú que te vanaglorias de prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué no has previsto lo que te sucedería a ti? El adivino no supo qué responder. Moraleja: no hay que fiarse de aquellos que dicen que pueden adivinar el futuro de los demás. Tan sólo pretenden estafarnos y quitarnos nuestro dinero. El congreso de los ratones Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya fuera de día o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados. Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos. El jefe de los ratones dijo a los presentes: - Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No podemos vivir así! - ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento-Atemos un cascabel al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda. El sonido nos pondrá en alerta y podremos escapar a tiempo. Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo. - ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una cuestión importante: ¿Quien de todos le pondrá el cascabel al gato? Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados, porque no podían contestar a aquella pregunta. De pronto todos comenzaron a sentir miedo. Y todos, absolutamente todos, corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes. Moraleja: Es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo

El lobo con piel de oveja Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor. Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada. Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante. Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño. Las ranitas y el tronco tallado Una familia de ranitas que vivía en un lago, sentía mucho temor por un tronco tallado que se veía desde la orilla. Estas ranitas amaban las fiestas y la diversión, pero sentían gran respeto por el tronco, así que en muchas oportunidades trataban de no hacer tanto ruido para no molestar al tronco. Seguramente este personaje al que tanto le temían, era un monumento de alguna tribu que ya no habitaba en el lugar, pero como no se animaban a acercarse para ver bien de que se trataba, solo podían divisar un rostro serio y que inspiraba mucha autoridad. Un cierto día, en que se desató una terrible tormenta, el tronco cayo al lago y en ese momento las ranitas pudieron ver con claridad, que era solo un tronco tallado que ningún daño podía hacerles. Se rieron mucho de los temores por los que habían pasado y comenzaron a jugar con él y usarlo de trampolín para sus zambullidas en el lago. Moraleja: Lo que por ignorancia atemoriza, a veces es sólo digno de risa.

La bruja Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo encantamientos y fórmulas para calmar la cólera de los dioses. Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía grandes cantidades de dinero de este modo de vida. Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los jueces supremos del país. Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la hicieron condenar a muerte. Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le dijo: - Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo no has podido persuadir a los hombres? Moraleja: hay que ser precavido con quienes prometen solucionar todo problema que tengas a cambio de dinero pero son incapaces de arreglar los suyos.

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