Varios > Spinoza Apunte De Bodei

  • November 2019
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Spinoza Apunte de Bodei En el marco de una critica simétrica a sus contemporáneos, Spinoza combate en dos frentes. Por un lado, se dirige contra los partidarios del absolutismo monárquico y de la razón de Estado entre ellos Hobbes que sitúa la convivencia humana al amparo de una razón que nace del miedo a la muerte y que no amputa en absoluto el cordón umbilical que la ata a su origen: los políticos de la astucia, del disimulo y de la violencia, que juzgan la naturaleza humana, invariablemente malvada y consideran a las multitudes –por naturaleza- pasionales, supersticiosas y destinadas a ser gobernadas eternamente con los métodos de la “zorra” y del “león”. Por otro, polemiza contra los apóstoles de la esperanza terrenal y los predicadores de la felicidad celestial, es decir, cuantos imaginan a los hombres distintos de cómo son, proyectan sociedades utópicamente perfectas, donde razón y libertad reinan soberanas sobre las pasiones (aunque luego se refugien, desilusionados en una melancólica soledad o en una amarga pesadumbre ante el imperio del vicio). Spinoza resuelve el dilema aparentemente irresoluble considerar y tratar a los hombres como son en realidad (con sus irreformables y malvadas inclinaciones, a las que sólo puede contraponerse la fuerza o el engaño) o como deberían ser idealmente (purificados de las pasiones gracias a un simple compromiso moral o con relación a unas obligaciones religiosas). De ser su existencia menos precaria y de estar menos expuesta a los imprevisibles caprichos la “fortuna”, su razón se vería reforzáda automáticamente y su respeto por las leyes aumentaría en proporción. (...) El relativo fracaso de todas estas morales represivas o utópicamente sublimatorias de las pasiones depende, entre otras cosas de su inaceptable exigencia de un esfuerzo anómalo de renuncias y de autocontrol, que acaba por debilitar la “potencia de existir” del individuo. La ética no puede edificarse ascéticamente sobre la demolición sistemática, la humillación permanente o la desviación reiterada de todas las pasiones hacia el cielo del ideal. Dado que el deseo (cupiditas) constituye, en un sentido spinoziano, la esencia del hombre. (...)

La subordinación de las pasiones a rígidas normas racionales humanas y a mandamientos divinos amenazantes presenta múltiples inconvenientes, teóricos y prácticos. La finalidad del dominio de las pasiones no es otra que de interiorizar imperativos sociales y culturales, con objeto de acorazar o inmunizar al individuo (centralizando su yo y comprometiendo activamente sus energías) frente a potencias efectivamente desequilibradoras que se le presentan como extrañas, pero que viven desde siempre en él -que son, mejor dicho, él- y que, por añadidura, cuando se topan con las de otros hombres poseen una química virtualmente explosiva para el orden social. Pero las obligaciones impuestas por la moral y por la tradición (convertidas en institucionalmente aceptables por “servomecanismos” como los compromisos, las penas y el perdón) entran en conflicto con las otras exigencias y valores, de modo que las pasiones son a menudo dejadas de lado y obligadas a ocultarse en la clandestinidad de la conciencia, generando sentimientos de culpa, rencoros, malestar y descontento. Spinoza huye de una lógica semejante, mostrando cómo dentro de esta dimensión ética la felicidad rara vez se alcanza. En efecto, las pasiones son consideradas como enemigos que hay que someter o contener, ablandar o disminuir su potencia por medio de extenuantes guerras civiles de la voluntad, tormentos, estratagemas, subterfugios y rendiciones de la inteligencia, duros ejercicios físicos y espirituales, castigos o promesas. Nunca como algo que hay que comprender. Entre los efectos perversos de estas teorías o técnicas basadas en exorbitantes pretensiones de control y de auto-control encontramos la apatía y la sequedad afectivas, la esterilización mental y el empobrecimiento de la experiencia, el respeto ritual de las reglas y la santificación de los usos y costumbres; o, por el contrario, las trágicas antinomias del divorcio entre “razón” y “corazón”, la atracción obsesiva por la muerte o el sufrimiento, la confianza dogmática en poderes extrahumanos o en autoridades terrenas incuestionables.

En

resumen:

estupidez,

desgarramiento,

incoherencia,

resignación, falta de responsabilidad, regresión a esa zona de lo amorfo que se extiende mas allá de la ley, en el coto privado de una emotividad incomunicable

o en la zona pública de la obediencia a preceptos y obligaciones que no está acompañada de ninguna explicación aceptable. Spinoza no pide en modo alguno a los individuos el sacrificio de sí mismos y de sus pasiones, ni en nombre Estado ni en nombre de Dios. Es un defensor de la persecución de la utilitas, de la tendencia a la autoconservación de amplias miras y en nada miope, que se potencia en alegría, sociabilidad y “amor intelectual” de Dios (es decir de todos los seres concretos de la Naturaleza). Contraria a toda renuncia autopunitiva, incita hacía una felicidad posible dentro de los límites impuestos por la necesidad, en el ámbito de un universo cuyo poder inevitablemente nos supera, pero al que no debernos plegarnos servilmente, porque también nosotros formarnos parte él.

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