Unidad Sexta

  • November 2019
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  • Words: 2,152
  • Pages: 12
UNIDAD 6: VIOLENCIA SEXUAL. “… para que haya violencia es preciso que el pensamiento, la palabra o la acción, contengan una intención violenta, la intención de perjudicar al que se le ha dado el nombre adversario." Mahatma Gandhi Infortunadamente en muchas ocasiones, en el comportamiento socio sexual se termina ejerciendo violencia de manera inadvertida, en ausencia de esa intención premeditada de hacer daño, y por ello es más difícil de ver y de intervenir. Los roles sociosexuales que hemos construido como Cultura Occidental, los supuestos de ser hombre y de ser mujer, el escenario de la interacción y las propias reglas de juego, en muchas ocasiones, favorecen los actos violentos. Cuando pensamos en violencia sexual se vienen a la mente los comportamientos sexuales que involucran coacción o dominancia: abuso sexual, agresiones sexuales, y finalmente, la violación. Sin embargo, existen otros tipos de violencia sexual que son mucho más comunes que los anteriores y que causando tanto o más daño que ellos pasan la mayoría de las veces

desapercibidos. A lo largo de siguiente artículo vamos a reflexionar acerca de los diferentes tipos de violencia sexual: erótica, reproductora y sociosexual. De la misma manera, al hablar de violencia sexual en relación con los sexos siempre tipificamos de manera inmediata: la mujer, víctima; el hombre, victimario. Esperamos dejar claro en el siguiente artículo, que el círculo violento envuelve y afecta tanto al uno como al otro. Y que si tenemos una visión sesgada de la problemática, que siempre establezca la condición de agresor y agredido en relación con el sexo, no vamos a poder hacer una intervención adecuada para su resolución. Veámoslo con un ejemplo: Tenemos un par de gemelos de cinco años de edad, Juanita y Juanito. Juanita vestida de rosado y Juanito vestido de azul (para ponerlos un rol sociosexual tradicional). Están ambos jugando en su cuarto: Juanita con las muñecas y Juanito apilando cubos. Empieza la interacción: para llamar la atención, Juanita se acerca a Juanito y le tumba la pila de cubos que había acabado de levantar; Juanito su vez, ya molesto, se acerca a Juanita y le pega un golpe en la cabeza. Cuando nos acercamos a analizar lo ocurrido, le preguntamos a Juanita: cuantas veces te ha pegado Juanito, te pega más con la mano derecha o con la mano

izquierda, te pega más frecuentemente en la cabeza o en el hombro, etcétera, etcétera (de ese talante son los estudios y encuestas sobre violencia sexual). Pero nunca le preguntamos a Juanito si Juanita le ha pegado (porque, supuestamente, las víctimas son las Juanitas y los agresor de los Juanitos). De hecho, si se lo preguntáramos el nos diría que Juanita nunca le ha pegado; ¿por qué? Porque las Juanitas, la mayoría de las veces, no agreden a golpes. Comúnmente, se ha tenido esta interpretación de los hechos: la mujer víctima, el hombre victimario; y se han enfilado todos los esfuerzos con la intención de proteger a aquella de estos. Es importante comprender, que la mujer en su condición de tal no es una víctima, y a su vez, el hombre en su condición masculina no es una agresor; es el medio de interrelación sexual que construimos el que facilita el ejercicio de la violencia, muchas veces incluso, de manera inadvertida por sus protagonistas. Y es ahí, en las formas de interrelación, en donde un proceso serio debe intervenir la violencia sexual de género. Vamos a analizar brevemente los diferentes tipos de violencia sexual, en cada uno de ellos, veremos cómo son afectados ambos sexos (algunas veces malos hombres, algunas veces más las mujeres, pero la mayoría de las veces ambos).

VIOLENCIA ERÓTICA Ya lo discutimos en las unidades previas (especialmente en la número 4), pero pensemos en este momento cómo las supuestas demandas de desempeño sexual agreden en muchas ocasiones a las personas en el ejercicio de su erotismo. La idea ubicua que un encuentro sexual en pareja debe girar en torno a la penetración vaginal contrapuesto a la diferencia marcada que éste tiene como estímulo para el hombre y para la mujer, hace que muchas veces, tanto el uno como el otro, se vean agredidos en el ejercicio de su sexualidad. Él, supuesto maestro en las artes de la fornicación, se ve forzado a estar en función de posponer su momento eyaculatorio; y ella, supuesto sujeto pasivo, a tratar de apurar su ciclo de respuesta sexual para conseguir de manera pronta el anhelado orgasmo simultáneo, o a fingirlo. Se ejerce violencia erótica contra el hombre cuando se le demanda que siempre debe estar dispuesto a un encuentro sexual, que, como el lema de los boy scouts: “siempre listo” con una erección instantánea, fuerte y prolongada. Adicionalmente, en cualquier encuentro sexual, pero predominantemente en el coito vaginal, siempre debe ser capaz de demorase un poco más.

Se ejerce violencia erótica contra la mujer cuando se le coarta la posibilidad de ser quien invita a un encuentro sexual, cuando por el contrario, se espera de ella que su respuesta en primera instancia a ese tipo de invitaciones sea un no. Cuando desde niña se le impide conocer su cuerpo y en la adolescencia se le censura su autoexploración, impidiendole así familiarizarse con su sensibilidad clitoridea; se ve entonces limitada a las destrezas de su pareja sexual, nuevamente, en el corto vaginal. VIOLENCIA REPRODUCTORA Se ven agredidas las personas cuando la construcción cultural de su sexualidad les impide asumir comportamientos reproductivos seguros: limitar el ejercicio sexual a lo coital y a las que denominábamos en la cuarta unidad “servidumbres sociales de lo erótico”. Cuando no pueden acceder a métodos que les aseguren tomar la opción procreativa en el momento vital que elijan como el más adecuado o ni siquiera se les permite percatarse que la maternidad es optativa. Cuando tomada la decisión, no pueden tener los cuidados gestacionales y la atención del parto adecuados.

Para mirar cómo la violencia de género se involucra en lo reproductor, analicemos el siguiente ejemplo en el escenario hipotético de un país en que esté despenalizada la interrupción del embarazo: Vamos a suponer que dos personas adultas, profesionales, establecen pareja afectiva y sexual. Como una decisión de ambos, utilizan un método anticonceptivo porque aunque quieren practicar el coito vaginal no desean una gestación. Por tal o cual razón, el método falla y se da un embarazo. Supongamos ahora un par de posibilidades: Primera, la mujer decide seguir adelante con la gestación; él le replica que desde el principio habían pactado que por el momento no iban a tener hijos. Ella sigue en su decisión y el embarazo llega a termino. Ante el hecho, el hombre, que desde el principio no quería una gestación, tiene que afrontar las consecuencias del fallo del método y de la decisión de su pareja y asumir la paternidad del recién nacido (la legislación así se lo demanda). Segunda, ella le cuenta a su pareja del fallo del método, del comienzo del embarazo y de su decisión, de acuerdo a como lo habían pactado desde antes, de no seguir adelante con la

gestación pues ese no es el momento adecuado. Ante la noticia, el replica que aunque esas no eran las intenciones iniciales, dadas las nuevas circunstancias, el quiere que sigan adelante con la gestación. Ella sigue en su decisión e interrumpe el embarazo. Ante el hecho, el hombre (incluso en los países en los que está despenalizada el aborto) no tiene recurso alguno que interponer y debe resignar su posibilidad de ser padre. Aunque es un caso hipotético, la reflexión va encaminada a lo siguiente. En el segundo supuesto, quién de ustedes estaría de acuerdo con que una ley obligara a la mujer a seguir adelante con una gestación que no buscó, que desde el principio no quería, simple y llanamente porque su pareja se lo demanda. ¿No sería esa obligación una agresión contra su persona, su función sexual y su opción procreativa? Parece más respetuoso que se ella (la Mujer) quien decida por encima de lo que su pareja (el Hombre) le demande. Pero miremos el caso contrario ejemplificado con el desenlace de las cosas en el primer supuesto (que si es de común ocurrencia en nuestro medio y que en la Costa Caribe se le llama “robar un hijo”), si el hombre desde el principio no quería, y desde el comienzo lo estableció y puso los medios disponibles para evitarlo, por qué se le obliga a que asuma la

paternidad de una criatura en esas condiciones ¿No sería esa obligación una agresión contra su persona, su función sexual y su opción procreativa?. El punto en discusión es ¿de quién es la decisión anticonceptiva y la opción procreativa? De la mujer, del hombre o de ambos. Si es de la primera ¿ella sola no debería haber asumido la patria potestad del recién nacido sin involucrar a su pareja que desde el principio expresó que no quería ejercer su opción procreativa? Si es del hombre o de ambos ¿Es respetuoso que una mujer sea obligada por su pareja masculina a ejercer su opción procreativa por encima de su decisión personal? La discusión y reflexiones que genera el ejercicio son por lo menos interesantes, e infortunadamente, inexploradas. VIOLENCIA SOCIOSEXUAL: Es esta la más vista de los tres tipos de violencia sexual y es la que se equipara con la violencia sexual de género. Baste decir que como lo hemos argumentado que junto con tener las mismas raíces que las anteriores es tan común como ellas. Que no podemos caer en la

apreciación lineal de la problemática y considerar ¡Qué pesar de las mujeres cómo sufren, las tenemos que proteger!1 Porque ese enfoque, el verlas como víctimas, es irrespetuoso con su condición humana. Tampoco se trata ahora de decir ¡Qué pesar, es que los hombres también sufren mucho y ni siquiera lo habíamos notado! La invitación es a comprender que no se trata de victimizar al uno o al otro sino de ver cómo el medio de interacción de ambos genera violencia y que cualquier acción parcial (hacia lo masculino o lo femenino) no resuelve la problemática: se debe intervenir, complementariamente, el medio de interacción desde lo legal (sopesando muy bien las leyes que comportan algún tipo de discriminación, así sea “positiva”, en razón al sexo2), desde lo educativo, desde lo afectivo, desde lo laboral, lo profesional, en fin.

V iene a co lac ión una anécdota : Se ace rca una muje r a un sa lón de be l l eza y d i r i ge a l a pe luquera con l a s igu ien te pet i c i ón : “soy una muje r so la con dos mi mar ido me de jó , por f avo r regá leme a lguna cos i ta” , ante es to , l a pe luquer con tes ta “yo soy una muje r so l te ra con dos h i j os y con mi t raba jo l o s ten ambos en l a un ive rs idad” . 2 Sexo: carácter de macho o hembra de un individuo. 1

CONCLUSIONES • La violencia es, en general, la intencionalidad de hacer daño. •

En lo sexual, muchas veces se genera o padece violencia de manera “inadvertida” ya que el medio de interrelación sexual que construimos la favorece.



La violencia sexual afecta tanto a mujeres como a hombres.



Las intervenciones de la problemática unipolares o que no tomen en cuenta la interacción son inapropiadas e incluso pueden favorecer la perpetuación del ciclo de violencia.



Es necesario que cada quien capte la dimensión personal y gratuita de su sexualidad (Enfoque Sexológico) para que se pueda alejar del círculo violento.

HOJA DE TRABAJO 1. De acuerdo con lo discutido en la unidad 5, lea el siguiente caso y responda las 3 preguntas finales: Simón es una persona de 18 años de edad, de aspecto masculino que acude al servicio de orientación y terapia sexual porque considera que “es homosexual” ya que siempre se ha sentido atraido sexual y afectivamente única y exclusivamente por hombres; decide consultar porque sus padres “quieren saber la causa” de su condición. Durante la entrevista, después de haber sido ilustrado sobre los tres “cajones sexuales”, al preguntarle cuál es su identidad sexual, Simón contesta: “Yo no sé, lo único que sé es que a mi sólo me gustan los hombres”. A. ¿Cuál es la identidad sexual de Simón? B. ¿Cuál es la orientación sexual de Simón? C. ¿Qué tenemos que conocer para saberlas?

En el próximo envío comentaremos las respuestas. 2. De acuerdo con lo presentado en la unidad 6, de manera personal, reflexione acerca de cómo usted ha sido sujeto (generador-a) u objeto (víctima) de violencia sexual en su medio (pareja, laboral y social en general). Si desea lo registra y lo envía, o si lo prefiere, se lo guarda para usted. Ánimo y hasta la próxima.

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