Universidad Autónoma de Bucaramanga David Eduardo Ortiz Castaño. Comunicación Social.
Una tarde fueron reinas
“Es que una pegantiada hace lo que sea”, dijo Deisy Monsalve, mientras sus ojos se perdían en el gris. Ese día no era como los otros en la cárcel para mujeres de Bucaramanga, el color tiñó los barrotes, los hizo ventanas. Después de dejar todo en los casilleros del penal y tres requisas, pudimos entrar. Al final de un largo pasillo nos esperaba Mireya, -las muchachas están en el salón de la izquierda y quieren ensayar el baile-, dijo, mientras señalaba el lugar al que debíamos ir. Yo iba como un simple espectador, acompañaba a un amigo quien es coreógrafo y había realizado un trabajo para aquel día. Él, con una mueca de advertencia me dice, -pilas con lo que pregunta, aquí duele mucho el pasado-, asentí con la cabeza y entré. Cinco mujeres aguardaban sentadas en la sala. Saludé pobremente y mientras me sentaba, sus miradas me ofrecían un reflejo de lo soez que puede llegar a ser el destino. Fue en ese momento en que conocí a Deisy, -y… ¿usted que hace aquí?-, preguntó con una pícara sonrisa en los ojos. –Solo vine a mirar-, respondí, sumamente apenado. En seguida cruzamos cuatro o cinco frases, supe su nombre y su edad, tiene 19 años y era, para este reinado, “señorita Norte de Santander”. –Estoy triste-, me dijo, por qué, pregunté, -a una parcera la agarraron con el tarro de pegante…lo malo es que era el mío…- respondió con una clara resignación. Se quedó a mi lado, pero ahora, en silencio. Observé entonces a las demás, cuatro muchachas que pedían a grito cuarteado y pelado que se repitieran los pasos de la presentación, con un claro nerviosismo en la boca, con aquel miedo que alguna vez las invadió y las condenó al mismo tiempo, ese temor que da la espera. Me volví a Deisy, -¿Cómo se llaman las otras candidatas?-, pregunté. –La de la punta es Yaneth, es la mayorcita, tiene 28... La pelinegra es Yesica, mínimo es la que gana… ¿ve a la más alta?, esa es María Fernanda es la más pelaita, 19. Y la del otro lado es Diana, es la dura en sistemas acá-. Creí tener un poco más de confianza con Deisy, así que atrevidamente le dije, -¿y usted por qué está acá?, sinceramente esperaba una respuesta a medias, evasora, fugaz. Pero me llevé una gran sorpresa. Su sonrisa se perdió por un instante y mientras sus ojos se hacían amargos, febriles. –Yo, por homicidio-. De
nuevo un silencio, incomodo esta vez. Hizo un gesto de desconcierto, bajó la cabeza y cruzó la mirada. –Es que una pegantiada hace lo que sea- agregó, mientras volvía sus ojos cafés hacia mí. En ese momento se fue, tenía que ensayar los pasos que, según ella, ya se le habían olvidado. Sólo quince minutos después, el personal del INPEC nos pidió salir del salón, las candidatas necesitaban vestirse y maquillarse, nos llevarían entonces hacia el patio central. Camino a este, debíamos transitar cerca a las celdas, barrotes raidos pero inquebrantables, fotografías en las paredes. En una de ellas, un pequeño altar sobresalía, en otras, solo el gris adornaba y la sombra del negro iluminaba. Evidentes marcas de una vida improvisada, de un dolor que reposa y se adormece entre los ires y venires de un tiempo indeleble. Ese martes, hacía mucho calor, eran aproximadamente las tres de la tarde y la plenitud del sol, sofocaba. El patio central de esta cárcel se debatía entre una pobre y seca “zona verde” y una improvisada cancha multiusos, que sirvió de plataforma para una tarima y una pasarela, donde habrían de modelar las candidatas. Para ese momento no había nadie en el patio central, pero paulatinamente, fueron ingresando a las graderías de la cancha, entre 150 y 200 mujeres, con pancartas en sus manos, silbatos, panderetas y una extraña pero contagiosa alegría. A las cuatro y media de la tarde se dio inicio al reinado Miss Simpatía 2009-2010. La música adornaba una fiesta tan paradójica como la misma libertad. Las cumbias levantaron a las asistentes e hicieron de este patio una pista baile, sin importar el calor, la situación o la condición. La directora de la cárcel, Teresa Villamizar, ofreció unas palabras de apertura y terminó su intervención diciendo, -Vamos a demostrar que somos unas verracas-. La primera aparición de las candidatas hizo estallar en aplausos el presidio, gritos y silbidos que retumbaron los barrotes y derrumbaron las soledades por un momento - ¡Bogotá!, ¡Santander!, ¡Valle…valle!- . -Yaneth Guerra, señorita Atlántico. Yesica Restrepo, señorita Bogotá. Deisy Monsalve, Señorita Norte de Santander. María Fernanda Luna, señorita Santander. Diana Quintero, señorita Valle-, anunciaba el Dragoneante Heriberto Flórez, presentador del evento. Mientras los crujidos de un centenar de mujeres aumentaban. La segunda aparición de las aspirantes a la corona fue con el traje ecológico, que debía ser diseñado por las internas. Por la pasarela desfilaron vestidos hechos con empaques de golosinas, orquídeas de cartón, correas de plástico, sombreros vueltiaos hechos a base de cordón y cuerda. Revistas y periódicos ceñidos a la cintura, sombreros elaborados elegantemente con tapas de gaseosa y papel aluminio, accesorios hechos de reciclaje y pintados con vinilo que finamente
brillaban como oro en ese momento, en que no importaban las tendencias, las modas ni los decires. El papel aluminio era plata, las lentejuelas bronce y las hojas pintadas en vinilo verde, parecían hechas en preciosas esmeraldas. El grupo de tamboras del presidio, animó al público, que bajo el incesante sol, seguía gritando, como si cada grito pidiera que el día no acabara, que la alegría no cesara. Para que no volviera el gris. La prueba de talento era la más esperada. Yaneth, hizo una fono mímica de una canción de Fanny Luu. Las manos y las rodillas le temblaban como nunca. Yesica, quien tenía una gran cantidad de seguidoras, bailó un rock and roll de los años 60 con una picardía encantadora. Deisy, ya con una mirada sonriente y Diana con el miedo en el rostro, bailaron reggaetón. Y María Fernanda cantó. Cuando desafinaba, los aplausos y los gritos de aliento la hacían melodiosa. La coronación no se hizo esperar, la noche cayó y el final del reinado se acercaba. Con una sonrisa pasada por el nerviosismo, las cinco candidatas se enfrentaron al veredicto. No pude dejar de ver a Deisy, su rostro se movía incesante. Me devolvió la mirada y en sus labios leí cuando dijo, -tengo miedo-. Yesica, la señorita Bogotá, fue la ganadora, la nueva señorita Miss Simpatía 20092010. Un estallido de aplausos, gritos de felicidad e inconformidad llenaron la cancha donde la improvisada tarima se erguía. Y un lento silencio, precedió el final. Las reclusas a sus celdas, las alegrías de ese día tal vez se mantengan vivas un tiempo, o tal vez tengan que esperar al nuevo año. Me acerqué a la reina, la virreina y las demás candidatas, se despidieron amablemente. La sonrisa de Yesica era incomparable. Cuando me despedía de Deisy, -yo quería ganar- me dijo. Le sonreí tontamente. –Pero bueno… quién sabe el otro año, bastantes me quedan acá…- agregó amargamente.