Una historia de domingo.
La ciudad castellana se extendía por varias colinas, dividida por un río de importante caudal, aunque este venía determinado por la estación del año y la cantidad de precipitaciones recibidas en el periodo habitual de lluvias, pues en la época en la que transcurre este relato, a mediados del siglo XX, todavía no se habían construido los obras hidráulicas que permitían el almacenamiento del agua y la regulación del caudal del rió impidiendo las grandes crecidas o las sequías. Lo señalado en todo lo concerniente al río tiene su importancia e incidencia en el relato de los acontecimientos que aquella mañana de un caluroso domingo protagonizaron Desiderio y su hijo mayor, Isidro. Desiderio trabajaba como ordenanza en una entidad bancaria de la ciudad. Con su mujer, Rosalía, trataba de sacar adelante a la familia que formaba el matrimonio con sus siete hijos. Aquella mañana le dijo a su primogénito Isidro: -Esta mañana vamos a ir al Barrio de la Luz, a visitar a tu tía Eulalia. Ya sabes, la despensa de esta casa, aunque, la verdad, a buen precio se lo pagamos. Pero si queremos sobrevivir, no nos queda otra que plegarnos a lo
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que nos pide. Es la única forma de afrontar la escasez de alimentos que sufrimos con el racionamiento. Isidro era un muchacho que contaba entonces trece años de edad, al que las circunstancias familiares y sociales le habían hecho bastante avispado, por lo que le dijo a su progenitor: -Recuerda, padre, antes de partir lo que nos ha sucedido en otras ocasiones cuando hemos ido a la otra orilla del río… El barrio de la Luz recibía su nombre de la Fábrica de Luz que se hallaba en la orilla opuesta a la que vivía Desiderio y su familia. Bien sabía Desiderio el porqué de la advertencia de Isidro. En más ocasiones de las deseadas el camino de regreso después del trasiego de mercancías y dinero en casa de la tía Eulalia no era en absoluto un paseo triunfal, y no precisamente por el precario estado de los puentes que cruzaban el río sino por la existencia en sus dos extremos de dos puestos en los que se ejercía un férreo control sobre el tráfico de las mercaderías y productos que accedían a la ciudad. Los agentes encargados en estos puestos exigían la declaración de las mercancías y realizaban las comprobaciones pertinentes. De todo ello derivaba el pago de cuantiosos arbitrios o, en su defecto, la confiscación de los productos. Desiderio reflexiono sobre la advertencia que su hijo mayor, no sin razón había realizado y le dijo: Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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-Isidro, hoy vamos regresar de casa de tu tía con más cautela para evitar lo contratiempos con los agentes de arbitrios que tu y yo conocemos bien. Ya sabes que conozco a Ernesto “El Chinche”, el que se encarga del encendido y mantenimiento de la calefacción del banco. Con “El Chinche”, Desiderio había tomado más de una copa de aguardiente, pero su apodo le venía por lo meticuloso que era al desarrollar las funciones de agente de arbitrios. Desiderio continuó: -Esta vez no vamos a cruzar el puente juntos. Pasaré yo primero y, si no encuentro dificultades, te haré una señal, esperaré el momento propicio y comprobaré si “El Chinche” está de servicio, que siempre nos tratará mejor, aunque luego me toque corresponderle, que él no se hace de rogar sino todo lo contrario. Establecida la estrategia de la expedición, padre e hijo emprendieron el camino, acompañados hasta el umbral de la puerta de la casa por Rosalía que no dejo de dar las recomendaciones propias de esta situación, aunque de manera discreta, que tampoco era aconsejable dar excesiva publicidad a todo aquello, teniendo en cuenta las envidias y que un inoportuno chivatazo podía dar al traste con todas las cautelas. Poco ante de partir, Isidro tuvo un aparte con Benito, uno de los hermanos medianos, próximo a cumplir los nueve años. Este ejercía de monaguillo en un convento cercano. Era uno de los hijos más despiertos de Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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Rosalía y Desiderio y sabía buscarse la vida de mil maneras, contribuyendo a superar las estrecheces de la familia pero sin ocasionar disgusto alguno a sus padres. Benito prestó mucha atención a las instrucciones que Isidro le dio en relación a la misión que iba a llevar a cabo junto con su padre y asimiló la información sin dificultad. Llegaron padre e hijo al Barrio de la Luz donde tuvo lugar el acostumbrado intercambio de sacos de mercancías y dinero en la casa de la tía Eulalia. Emprendieron el camino de regreso teniendo que afrontar el obligado paso por el río a través del puente. Antes de afrontar el cruce del puente y el control de arbitrios, Desiderio le dijo a Isidro: -Yo voy delante con el fardel de las legumbres y el tocino y tú vas detrás como te dije llevando los dos pollos y el pan. Espera mi señal para cruzar el control. Desiderio observo que al control acababa de llegar el coche de línea procedente de algunos de los pueblos de la provincia encontrándose por ello especialmente ocupados los agentes para el reglamentario despacho. El padre entendió que era el momento más oportuno para pasar desapercibido y así se dispuso a hacerlo, pero no había rebasado la altura del morro del autobús cuando fue interceptado por un agente que le obligó a pasar al puesto de Control
para
realizar las
actuaciones oportunas y el pago de los
reglamentarios pero también impopulares y penosos arbitrios. Preguntó Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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Desiderio si se hallaba allí “El Chinche” en aquel momento. De esa formaba esperaba paliar de algún modo la catástrofe que para la economía familiar suponía la intervención de los agentes. El agente que le retuvo le respondió que Ernesto, aquel día, no había acudido como consecuencia del fallecimiento de su suegra. Concluida la desagradable operación fiscal, Desiderio abandonó el puesto, tratando de ubicar donde se hallaba su hijo Isidro para hacerle la señal de que no continuara por el momento el camino de regreso evitando el pago de nuevo de los dichosos arbitrios, o incluso, la confiscación de las mercancías; pero cual no sería su sorpresa cuando comprobó que Isidro no estaba en el lugar donde la había dejado y que no lo veía por ninguna parte. Esperó un buen rato para tratar de encontrar a Isidro o averiguar que dirección habría podido tomar, pero después decidió continuar su recorrido hacia la casa familiar, pues no ignoraba la zozobra que podría embargar a Rosalía al ver como se demoraba su regreso y desconociendo el éxito o fracaso de la expedición que habían emprendido, con la importancia que esta revestía para la supervivencia de toda la familia. Cuando el apesadumbrado Desiderio caminaba hacia su domicilio vio que, junto a la pared del antiguo Hospicio, se estaba efectuando la despedida del duelo de la suegra de “El Chinche”. Se dijo entonces:
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-Ya podía haber esperado la buena señora a palmarla porque prisa, no creo que tuviera ninguna, y a mi la presencia de “El Chinche” me habría librado de un importante padecimiento que si bien no me supone la muerte, si que es un gran golpe para la economía familiar. Rosalía va a tener, durante un tiempo, que reajustar el presupuesto de la casa. Con estas preocupaciones y con el miedo por desconocer el paradero de Isidro y lo que esto pudiera haber hecho, llego Desiderio a su hogar. A Rosalía, con esa percepción innata que solo las mujeres bregadas continuamente por la vida tienen, solo le bastó ver el rostro de su marido para ver que todo no había ido lo bien que ella y Desiderio hubieran deseado. Por ello, apremió a su marido diciéndole: -Por el aspecto de tu cara y ese gesto que me resulta de sobra conocido, adivino que algo ha fallado en esta visita a la tía Eulalia, así que ya me dirás, pero antes, dime por qué no te acompaña Isidro. Desiderio, resoplando para aliviar el sofoco que lo producían los últimos acontecimientos, paso a contarle a su mujer todos los pormenores de lo sucedido en aquella mañana de domingo. Informada Rosalía de todos los hechos, centró su preocupación en su hijo mayor, su paradero y en lo que podía haberlo ocurrido. Le dijo a Desiderio:
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-Todo lo que ha pasado con los agentes de arbitrios y lo que nos va a afectar en nuestra economía carece de importancia con la inquietud que siento por Isidro. Comienza a moverte y pregunta tanto como sea necesario para dar con él cuanto antes. A pesar de ver el desasosiego de su mujer, Desiderio no dejaba de reconocer para sus adentros que esa labor no era sencilla por las circunstancias que rodeaban el caso. Por eso, le dijo: -Se que es necesario hacer algo pero tú tampoco debes desconocer que el motivo y las circunstancias en las que Isidro ha desaparecido, no es bueno que se sepan ahora mismo porque tendríamos complicaciones y preguntas incómodas. De momento, lo mejor es que esperemos hasta la hora de comer, y si entonces, Isidro no ha aparecido haremos lo que sea necesario y apecharemos con las consecuencias. La madre escuchó esto con nerviosismo y preocupación pero lo aceptó pues Desiderio, en esta y en otras muchas ocasiones, había demostrado ser un hombre bastante razonable y reflexivo. -Vamos a esperar a la hora de comer pero si entonces Isidro no ha aparecido, en esta familia no se come porque ninguno de nosotros sería capaz de llevarse a la boca un pedazo de pan por mucho hambre que tenga, desconociendo donde está el chico.
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Se aproximaba la hora de comer y la preocupada familia se hallaba sentada alrededor de la mesa camilla. La inquietud de todos se acrecentó al comprobar que, aparte de Isidro, allí tampoco se encontraba el espabilado Benito al que durante toda la mañana de aquel domingo de verano no se le había vuelto a ver desde que salio de casa a primera hora para cumplir con sus funciones de monaguillo. Interrogándose todos recíprocamente, ninguno lo había vuelto a ver. Esto era sorprendente para todos, porque si había un horario que en aquella familia se respetaba, ese era el de la hora de comer, de manera especial en el caso del almuerzo dominical, pues este día Rosalía siempre procuraba elaborar un menú especial a pesar de las carencias que rodeaban la situación en la que les había tocado vivir. Cuando la inquietud e incertidumbre de la familia parecía que estaba a punto de desbordarse por la ausencia de los dos muchachos y de que el tiempo avanzaba sin que hubiese noticias ni novedad alguna, sintieron que la puerta de la cancela que precedía al umbral de la vivienda comenzaba a abrirse. Cual no fue la explosión de júbilo y alegría que invadió a todos, padres y hermanos, cuando vieron aparecer a Isidro y Benito portando los dos pollos y el pan adquiridos aquella mañana en la casa de la tía Eulalia. Una vez sosegada toda la familia especialmente Rosalía, que momentos antes se hallaba al borde de la desesperación y a punto del desmayo, Desiderio le dijo a su primogénito: Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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-Para nosotros, lo principal, hijo, es que tanto tu como tu hermano estéis ya en casa sin que parezca que os haya pasado nada grave, pero ¿me puedes explicar como saliste del apuro en el que nos vimos tu y yo en el control de arbitrios y apareces horas después acompañado de Benito? Como ya sabemos, Isidro, a pesar de su corta edad, era un chiquillo despierto y con recursos, que no ignoraba en absoluto las dificultades de sus progenitores para sacar adelante a la familia lo más dignamente posible, por lo que comenzó a relatar su peripecia: -Padre, ya sabe que yo iba detrás de usted y al observar todo lo que le estaba pasando en el control de arbitrios, tome la determinación de desandar el camino y volver por el puente al Barrio de la Luz, y desde allí, tomando la carretera principal, por la que transcurre el río a la izquierda, me dirigí a La Chopera del Morales. Como ya sabía de alguna tarde que había ido al salir de la escuela, allí el rió discurre por unos vados y regatos que en verano por el escaso caudal se pueden cruzar perfectamente, pasando a la otra parte de la ciudad sin tener que recurrir a ninguno de los dos puentes sorteando así los puestos de control. Desiderio, llegado este punto de la explicación, le hizo la siguiente observación: -Isidro, por lo que veo tu idea ha resultado bien, pero debes saber que precisamente en este época del año, por el escaso caudal del río, en ese Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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paraje se encuentra permanentemente de guardia una patrulla de los agentes de arbitrios. Ellos saben que frecuentemente ese vado es utilizado como tú lo has hecho. En más de una ocasión la huida de los que intentan pasar ha acabado en sucesos desagradables. Isidro añadió entonces: -Padre, ya se del peligro que representa la labor de la patrulla por aquel lugar. Por eso en prevención de que tuviéramos dificultades esta mañana en el control de arbitrios, convine con Benito en que él estuviera por si acaso al otro lado del río y si me veía me hiciera una señal para cruzar en el momento adecuado. Cuando el viera que la patrulla se alejaba lo suficiente se quitaría la camiseta y yo entendería que podía cruzar sin peligro el cauce del río. Hemos tenido que esperar bastante tiempo porque la patrulla se paró allí para tomar el bocadillo de media mañana., pero al final se alejaron lo suficiente para que Benito me hiciera la señal convenida. Así se zanjó la explicación que Desiderio deseaba tener sobre la circunstancias que habían llenado de intranquilidad durante unas horas a toda la familia. Rosalía, después de recuperarse del sobresalto que acababa de vivir, sin que diese lugar a ninguna consecuencia nefasta dijo: -Aunque ya es un poco tarde y a mi el apetito me ha desaparecido, me parece a que a vosotros, incluyendo a vuestro padre, no os sucede lo mismo, Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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así que apresuraros entre todos a poner la mesa para que os sirva la comida, que a estas horas estará un poco pasada, pero si lo doy un pequeño calentón en la lumbre, seguro que ninguno le hacéis ascos. De esta forma, como bien suponía Rosalía, Desiderio y el resto de la prole no tardaron mucho en dar buena cuenta del menú que para aquella mañana de domingo, había preparado, desconociendo los acontecimientos que se vivirían hasta ver reunida a toda la familia en torno a la acogedora mesa camilla para la esperada comida dominical. Concluida la comida, Rosalía con la ayuda de los más pequeños, recogió la mesa, enrolló el hule que hacía las veces de mantel y se fue al fregadero para continuar sus ininterrumpida actividad marchándose los demás chavales a disfrutar la tarde del domingo: los mayores, con sus amigos en la calle, y los más pequeños a esperar que Rosalía acabará sus tareas, para ir con Desiderio a los Jardines del Cuartel como solían hacer en aquella época del año, pues era un lugar que proporcionaba frescor y en el que los chiquillos podían jugar libremente. Desiderio se había sentado en el confortable sillón del comedor (“el sillón de padre” como decían sus hijos). Quedándose un tanto somnoliento pensaba: -¿Cuándo llegará el día en el que no sea necesario tener que ir al Barrio de la Luz, al otro lado del río, para cubrir medianamente las necesidades de Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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alimentos de la familia, teniendo que aceptar las condiciones económicas que nos exigen estos acaparadores de alimentos que acceden a ellos de formas extrañas e irregulares, y encima sufrir los avatares que supone introducir a este lado de la ciudad la mercancía que con tanto esfuerzo adquirimos? En esta ocasión que le había tocado vivir no la terminaba de entender y siguió reflexionando: -La verdad es que, en absoluto, me ha dejado buen cuerpo el tener que hacer frente al pago de los siempre escandalosos arbitrios, que tampoco pude rebajar al estar ausente “El Chinche”. Pero la forma de actuar de su hijos Isidro y el vivillo de Benito le dejaba un buen regusto y también, por qué no, una cierta satisfacción, por lo que continuó diciéndose a si mismo: -Si esta prolongada época de precariedad absoluta sirve para despertar el espíritu de supervivencia de los chicos y que de forma ingeniosa y honrada sepan superar los contratiempos, me considero afortunado y creo que Rosalía también. En medio de estas meditaciones, Desiderio fue invadido por un sopor que le condujo a un profundo sueño del que no despertó hasta que su mujer ataviada con la indumentaria de domingo le apremió para emprender con los chiquillos pequeños el paseo de la tarde de aquel domingo caluroso, que había comenzado con importantes proyectos domésticos y concluía después de Una historia de domingo http://desdelacallechile.blogspot.com ©2008
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haber sufrido momentos de incertidumbre, con el reparador y familiar paseo y la satisfacción tanto de Desiderio como de Rosalía por el hecho de que el espíritu de supervivencia comenzaba contagiarse en la familia.
____________________________ NOTA DEL AUTOR: A mediados del siglo XX las instalaciones o puestos de control de arbitrios se conocían con el nombre de FIELATOS, mientras que los agentes que ejercían su función en ellos eran los CONSUMEROS.
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