Trastornos somatoformes Los trastornos somatoformes engloban varios trastornos psiquiátricos en los cuales las personas refieren síntomas físicos pero niegan tener problemas psiquiátricos. Trastorno somatoforme es un término relativamente nuevo que se aplica a lo que mucha gente denomina trastorno psicosomático. En los trastornos somatoformes, los síntomas físicos o su gravedad y duración no pueden ser explicados por ninguna enfermedad orgánica subyacente. Los trastornos somatoformes incluyen el trastorno de somatización, el trastorno de conversión y la hipocondría. Los psiquiatras difieren considerablemente en sus opiniones acerca del valor y la validez del uso de estas categorías diagnósticas. Sin embargo, esta distinción de los diferentes trastornos somatoformes ha proporcionado a los psiquiatras un medio para describir la amplia variedad de síntomas que presentan estos pacientes y para diferenciar los trastornos sobre la base de estas descripciones. Las descripciones cuidadosas pueden ayudar a los psiquiatras a ordenar los diferentes trastornos que así pueden ser mejor estudiados científicamente. Los trastornos somatoformes generalmente no tienen una explicación clara. Los pacientes con un trastorno somatoforme pueden ser muy diferentes entre sí. Debido a que no se sabe bien por qué o cómo la gente desarrolla su sintomatología, no hay modelos de tratamiento específicos y consensuados.
Somatización La somatización es una enfermedad crónica y grave caracterizada por la presencia de muchos síntomas físicos, en particular de una combinación de dolor y de síntomas de las esferas gastrointestinal, sexual y neurológica. Las causas de la somatización son desconocidas. A menudo se presenta como característica familiar. La gente con este trastorno tiende también a tener trastornos de la personalidad caracterizados por egocentrismo (personalidad narcisista) y una exagerada dependencia de los demás (personalidad dependiente).
Los síntomas aparecen por vez primera en la adolescencia o temprano en la edad adulta y se cree que ocurren predominantemente en las mujeres. Los familiares varones de las mujeres con este trastorno tienden a tener una alta incidencia de comportamiento socialmente inapropiado y de alcoholismo.
Síntomas Una persona con somatización presenta muchas quejas difusas de carácter físico. Aunque puede afectar a cualquier parte del cuerpo, los síntomas se expresan más frecuentemente como dolores de cabeza, náuseas y vómitos, dolor abdominal, menstruaciones dolorosas, cansancio, pérdidas de consciencia, relaciones sexuales dolorosas y pérdida del deseo sexual. Aunque los síntomas
suelen ser primariamente físicos, también pueden referir ansiedad y depresión. Las personas con somatización describen sus síntomas de un modo dramático y emotivo, refiriéndose a ellos a menudo como “insoportables”, “indescriptibles” o “lo peor imaginable”. Estas personas muestran una extremada dependencia en sus relaciones sociales. Piden cada vez más ayuda y apoyo emocional y pueden enfurecerse cuando sienten que no se satisfacen sus necesidades. A menudo se les describe como exhibicionistas y seductores. En un intento de manipular a los demás, pueden amenazar con suicidarse o incluso intentarlo. A menudo están descontentos con la atención médica que reciben y van de un médico a otro. Los síntomas físicos parecen ser un modo de pedir ayuda y atención. La intensidad y persistencia de los síntomas reflejan el intenso deseo de la persona de ser atendida en cada uno de los aspectos de su vida. Los síntomas también parecen servir a otros propósitos, como permitir que la persona eluda las responsabilidades de la vida adulta. Los síntomas tienden a ser incómodos e impiden a la persona implicarse en proyectos atractivos, lo que sugiere que también padece sentimientos de incapacidad y de culpabilidad. Los síntomas impiden el disfrute y a la vez actúan como castigo.
Diagnóstico Las personas con somatización no son conscientes de que su problema es básicamente psicológico y por ello presionan a sus médicos para que les hagan estudios diagnósticos y tratamientos. El médico se ve obligado a realizar muchas exploraciones físicas y análisis para determinar si la persona tiene un trastorno físico que explique los síntomas. Las interconsultas con especialistas son frecuentes, aun cuando la persona haya desarrollado una relación razonablemente satisfactoria con su médico. Una vez que el médico determina que la alteración es psicológica, la somatización puede ser distinguida de otros trastornos psiquiátricos similares por su gran cantidad de síntomas y su tendencia a persistir durante muchos años. Al diagnóstico se añaden la naturaleza dramática de las quejas y una conducta exhibicionista, dependiente, manipuladora y, en ocasiones, suicida.
Pronóstico y tratamiento La somatización tiende a fluctuar en su gravedad, pero persiste toda la vida. Es rara la remisión completa de los síntomas durante períodos largos. Algunas personas se vuelven más manifiestamente deprimidas con el paso de los años y sus referencias al suicidio se hacen más amenazadoras. El suicidio es un riesgo real. El tratamiento es extremadamente difícil. La gente con trastorno de somatización tiende a tener sentimientos de frustración y a encolerizarse ante cualquier sugerencia con respecto al carácter psicológico de sus síntomas. Por lo tanto, los médicos no pueden tratar el problema directamente como de orden psicológico, aun reconociéndolo como tal. Los fármacos no son de gran ayuda, e incluso aunque la persona acceda a una consulta psiquiátrica, las técnicas de psicoterapia específicas tienen pocas posibilidades de éxito. Generalmente, el mejor tratamiento es una relación médico-paciente relajada, firme y de apoyo, donde el médico ofrece alivio sintomático y protege a la persona de posibles procedimientos diagnósticos o terapéuticos muy costosos y posiblemente peligrosos. Sin embargo, el médico debe permanecer alerta ante la posibilidad de que la persona desarrolle una enfermedad orgánica.
Conversión En la conversión, los síntomas físicos consecuencia de un conflicto psicológico se asemejan a los de una enfermedad neurológica u otros problemas. Los síntomas de la conversión son claramente causados por el estrés y por los conflictos psicológicos que las personas, de una manera inconsciente, convierten en síntomas físicos. Aunque los trastornos de conversión tienden a producirse durante la adolescencia o temprano en la edad adulta, pueden aparecer a cualquier edad. Se piensa de alguna manera que esta situación es más frecuente en mujeres que en varones.
Síntomas y diagnóstico Por definición, los síntomas de la conversión se limitan a aquellos que sugieren una disfunción del sistema nervioso (generalmente la parálisis de un brazo o de una pierna o la pérdida de sensibilidad en una parte del cuerpo). Otros síntomas incluyen convulsiones simuladas y la
pérdida de alguno de los sentidos, como la visión o la audición. Generalmente, el comienzo de los síntomas se asocia a algún acontecimiento estresante de carácter social o psicológico. Una persona puede sufrir un solo episodio o tener episodios esporádicos, pero generalmente son de corta duración. Cuando las personas con síntomas de conversión son hospitalizadas, generalmente mejoran en dos semanas. Sin embargo, de un 20 a un 25 por ciento tiene recaídas al cabo de un año. El diagnóstico es difícil de realizar al principio porque la persona cree que los síntomas se originan en un problema físico y no quiere consultar a un psiquiatra. Los médicos verifican cuidadosamente que los síntomas no tienen una causa física.
Tratamiento Para el tratamiento es esencial una relación de confianza entre el médico y el paciente. Cuando el médico descarta un trastorno físico y asegura a la persona que los síntomas que padece no indican una enfermedad grave subyacente, ésta generalmente comienza a sentirse mejor y los síntomas disminuyen. Cuando una situación psicológicamente estresante ha precedido al comienzo de los síntomas, la psicoterapia puede ser particularmente eficaz. Ocasionalmente, los síntomas de conversión reaparecen con frecuencia e incluso pueden volverse crónicos. Se han probado varios métodos de tratamiento (y algunos pueden resultar de utilidad), aunque ninguno ha resultado uniformemente eficaz. En la hipnoterapia, la persona es hipnotizada y se procede a identificar y debatir las materias psicológicas que pueden ser responsables de los síntomas. El debate continúa tras la hipnosis, cuando la persona se encuentra totalmente alerta. Otros métodos incluyen el narcoanálisis, que es un procedimiento similar a la hipnosis excepto en que se administra un sedante para inducir un estado de semisomnolencia. En algunas personas ha resultado eficaz la terapia de modificación del comportamiento que incluye las técnicas de relajación.
Hipocondría La hipocondría es un trastorno en el cual una persona refiere síntomas físicos y está especialmente preocupada porque cree firmemente que corresponden a una enfermedad grave.
Síntomas y diagnóstico Las preocupaciones de la persona por la gravedad de la enfermedad están basadas a menudo en una incorrecta interpretación de las funciones normales del organismo. Por ejemplo, el ruido de los intestinos y las sensaciones de distensión y de incomodidad que a veces ocurren a medida que los fluidos avanzan a través del tubo digestivo son normales. La gente con hipocondría utiliza tales “síntomas” para explicar por qué creen tener una enfermedad grave. El hecho de ser examinados y tranquilizados por el médico no alivia sus preocupaciones; ellos tienden a creer que éste no logró encontrar la enfermedad subyacente. Se sospecha hipocondría cuando una persona sana con síntomas menores está preocupada acerca de la significación de estos síntomas y no reacciona ante explicaciones tranquilizadoras después de una cuidadosa evaluación. El diagnóstico de hipocondría se confirma cuando la situación se mantiene durante años y los síntomas no pueden atribuirse a la depresión u a otro trastorno psiquiátrico.
Tratamiento El tratamiento es difícil porque una persona con hipocondría está convencida de tener algo gravemente alterado dentro de su cuerpo. Tranquilizarla no alivia estas preocupaciones. Sin embargo, una relación de confianza con un médico atento resulta beneficiosa, sobre todo si las visitas regulares se acompañan de una actitud tranquilizadora hacia el paciente. Si los síntomas no se alivian adecuadamente, puede consultarse a un psiquiatra para su evaluación y tratamiento, contando con que continúe el seguimiento por parte del médico de atención primaria.
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