El totalitarismo nazi Los efectos de la crisis económica, debida en parte a los asfixiantes dispositivos del tratado de Versalles, dejaron a Alemania en una difícil situación en la década de 1930. Seis millones de parados, caos social y económico, empobrecimiento de las clases medias, temor de industriales y banqueros a una revolución, huelgas obreras e inestabilidad política, provocaron que el sistema republicano, recién instaurado en la sociedad alemana, se debilitara. El creciente descontento de los alemanes hizo que en 1933 el líder nacionalsocialista Adolf Hitler tomara el control del poder: ganó las elecciones apoyado por los partidos de la derecha, restauró el principio de autoridad, puso fin a la República y fundó el III Reich alemán. Hitler unió el deseo revanchista frente a los vencedores de la Primera Guerra Mundial a las medidas adoptadas para la recuperación económica, impregnadas de un racismo antisemita (animadversión a los judíos) y de un exaltado pangermanismo (tendencia que defiende la unión política de todos los pueblos de origen germánico, mediante la expansión territorial y la expulsión de los extranjeros). Alemania se convirtió en un Estado totalitario (al igual que la Italia de Mussolini y la URSS de Stalin) bajo el control del Partido Nazi (Partido Nazi o nacionalsocialista, creado por Adolf Hitler, de ideología racista, anticapitalista, antimarxista, antidemocrática y ultranacionalista, que pretendía devolver a Alemania el orgullo perdido en el Tratado de Versalles). Sus instrumentos de control fueron una implacable policía política (Gestapo) y diversas fuerzas paramilitares, como las SA (fuerzas paramilitares que apoyaban a Hitler). Se fomentó una política natalista con el fin de incrementar la reserva de soldados, se militarizó a los obreros a cambio de proporcionarles estabilidad en el trabajo y se aplicó una política económica autárquica mediante la inversión en obras públicas (autopistas, fortificaciones...). La economía alemana se relanza con el impulso que le da la industria y la inversión del Estado en infraestructuras. Las consecuencias de esta política fueron la eliminación del desempleo y, en 1938, el logro del pleno empleo. La política internacional de Hitler se dirigió a denunciar el Tratado de Versalles, y en 1934 Alemania abandonó la Sociedad de Naciones. A la vez, planteó reivindicaciones territoriales, lo que produjo enfrentamientos con sus países vecinos y puso en entredicho la paz y el orden internacional.
El rápido rearme de Alemania hizo que entre 1936 y 1939 sus efectivos militares se multiplicaran por 130, creándose una poderosa aviación, así como fuerzas submarinas y blindadas. El presupuesto del Estado se centró en financiar este esfuerzo. En 1938 Alemania había salido de la crisis económica, pero había sentado las bases para algo peor: la guerra.