1919-1939. ENTREGUERRAS. Un mundo en crisis Introducción Acontecimientos relevantes entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial: •
La implantación de dictaduras y regímenes totalitarios, sobre todo el fascismo italiano y el nazismo alemán, que surgieron como alternativa al sistema democrático, al que consideraban anticuado e ineficaz para resolver los problemas sociales y económicos. Supusieron una seria amenaza para la paz internacional.
El ascenso de los totalitarismos. Europa en esta época (años 20 y 30) vivió una situación crítica caracterizada por la recuperación tras una terrible guerra, la preocupación ante la posibilidad de que estallara una revolución obrera similar a la que había triunfado en Rusia y el temor a la crisis económica. Todo ello llevó al desgaste del sistema liberal y a que se desconfiara de él, considerándolo culpable de la situación. Una consecuencia inmediata de todo esto fue la implantación de regímenes totalitarios que sustituyeron en algunos países a los regímenes democráticos liberales. Se establecieron dictaduras dirigidas por militares (Mussolini en Italia, Hitler en la Alemania nazi). Los totalitarismos de corte fascista, sobre todo el italiano y el alemán, tuvieron en común las siguientes características: •
Su apoyo social fue heterogéneo, logrando crear un verdadero movimiento de masas que abarcaba a todas las clases sociales.
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Se oponían a la democracia liberal, rechazando sus instituciones por considerarlas ineficaces para hacer frente a la crisis económica y a la revolución social.
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Rechazaban el socialismo, el comunismo y el movimiento obrero organizado, al que desarticularon y reprimieron.
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Mostraban un arraigado nacionalismo que reforzaba el sentimiento de unidad nacional y que degeneró en racismo.
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Implantaron un Estado totalitario centralizado que tenía al Partido como principal instrumento organizativo.
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Se rendía culto a un líder carismático (el Duce en Italia, el Führer en Alemania) del que emanaba todo el poder y que representaba a la nación.
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Se establecía una jerarquización social en clases, divididas en corporaciones según su trabajo, correspondiendo la dirección de la sociedad al líder y a los más capacitados.
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Se exaltaba el militarismo.
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Se recurría al revanchismo y se justificaba la guerra como medio para impulsar la expansión territorial de carácter imperialista.
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Se utilizaban estrategias para sembrar el campos de concentración) y atraer (propaganda a través de los medios concentraciones de militantes, control de
terror (fuerzas paramilitares, y manipular a las masas de comunicación, grandes la cultura...).
El totalitarismo nazi Los efectos de la crisis económica, debida en parte a los asfixiantes dispositivos del tratado de Versalles, dejaron a Alemania en una difícil situación en la década de 1930. Seis millones de parados, caos social y económico, empobrecimiento de las clases medias, temor de industriales y banqueros a una revolución, huelgas obreras e inestabilidad política, provocaron que el sistema republicano, recién instaurado en la sociedad alemana, se debilitara. El creciente descontento de los alemanes hizo que en 1933 el líder nacionalsocialista Adolf Hitler tomara el control del poder: ganó las elecciones apoyado por los partidos de la derecha, restauró el principio de autoridad, puso fin a la República y fundó el III Reich alemán. Hitler unió el deseo revanchista frente a los vencedores de la Primera Guerra Mundial a las medidas adoptadas para la recuperación económica, impregnadas de un racismo antisemita (animadversión a los judíos) y de un exaltado pangermanismo (tendencia que defiende la unión política de todos los pueblos de origen germánico, mediante la expansión territorial y la expulsión de los extranjeros). Alemania se convirtió en un Estado totalitario (al igual que la Italia de Mussolini y la URSS de Stalin) bajo el control del Partido Nazi (Partido Nazi o nacionalsocialista, creado por Adolf Hitler, de ideología racista, anticapitalista, antimarxista, antidemocrática y ultranacionalista, que pretendía devolver a Alemania el orgullo perdido en el Tratado de Versalles). Sus instrumentos de control fueron una implacable policía política (Gestapo) y
diversas fuerzas paramilitares, como las SA (fuerzas paramilitares que apoyaban a Hitler). Se fomentó una política natalista con el fin de incrementar la reserva de soldados, se militarizó a los obreros a cambio de proporcionarles estabilidad en el trabajo y se aplicó una política económica autárquica mediante la inversión en obras públicas (autopistas, fortificaciones...). La economía alemana se relanza con el impulso que le da la industria y la inversión del Estado en infraestructuras. Las consecuencias de esta política fueron la eliminación del desempleo y, en 1938, el logro del pleno empleo. La política internacional de Hitler se dirigió a denunciar el Tratado de Versalles, y en 1934 Alemania abandonó la Sociedad de Naciones. A la vez, planteó reivindicaciones territoriales, lo que produjo enfrentamientos con sus países vecinos y puso en entredicho la paz y el orden internacional. El rápido rearme de Alemania hizo que entre 1936 y 1939 sus efectivos militares se multiplicaran por 130, creándose una poderosa aviación, así como fuerzas submarinas y blindadas. El presupuesto del Estado se centró en financiar este esfuerzo. En 1938 Alemania había salido de la crisis económica, pero había sentado las bases para algo peor: la guerra.