Todo sobre el punto G
No hay duda de que el punto G es una región especial en la geografía erótica femenina, pues aunque no es la única de relevancia, es una de las que permiten experimentar un placer más profundo. Adéntrese en la intimidad de esta zona erógena y revele sus misterios.
Rafael Mejía
Dentro de las pláticas formales e informales sobre sexualidad, hablar sobre el punto G se ha convertido en un lugar común. En ocasiones se le sobrevalora, en otras se le descalifica, en unas más se debate sobre su localización exacta y en algunas hasta se le confunde con el clítoris (localizado entre los labios menores de la vulva, es decir, fuera de la vagina). Lo cierto es que rara vez genera indiferencia, y tanto se ha dicho sobre él que a veces es difícil saber dónde termina la realidad para dar pie a la fantasía.
“El punto G es una zona al interior de la vagina, muy sensible y que responde a la estimulación física de manera clara. La noción de su existencia es francamente antigua, pero su entrada a las descripciones clásicas occidentales del funcionamiento sexual ocurrió hasta 1982”, comenta el Dr. Eusebio Rubio Aureoles, director general de la Asociación Mexicana para la Salud Sexual, A. C. (Amssac, con sede en el Distrito Federal).
De forma detallada, el connotado sexólogo y expresidente de la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS, por sus siglas en inglés) aclara que “no es
que se le haya descubierto en ese año, sino que fue cuando se creó el término con que lo conocemos y quedó enmarcado en el conocimiento científico. Se ignora quién fue el primero en localizarlo, pero seguramente fueron seres humanos de épocas remotas con la curiosidad de saber qué sensaciones se generaban al estimular las distintas zonas de la vagina”.
En este sentido, el experto narra que a principios de la década de 1980 se encontraba en Nueva York estudiando sexualidad humana y capacitándose como terapeuta sexual, y era fácil percibir que todavía prevalecía la visión de los años 60 y 70, fuertemente influenciada por el trabajo de William H. Masters y Virginia E. Johnson.
Ambos estudiosos “describieron muchas cosas valiosas, pero explicaron el eje de la sensibilidad y la respuesta sexual de la mujer en el clítoris y alrededor de él, lo cual está bien porque es una zona muy importante y sobre la que todavía se han hecho descubrimientos recientes sobre su anatomía, pero esto hizo que la experiencia interna de la vagina fuera descalificada”.
Dado este contexto es más fácil entender cuál fue el impacto que generó la obra de los investigadores Alice Kahn Ladas, John D. Perry y Beverly Whipple (esta última colaboradora de Rubio Aureoles en la WAS), quienes documentaron la existencia de una región vaginal muy sensible y publicaron un libro con sus hallazgos.
Abunda el sexólogo mexicano: “El gran valor de este trabajo fue que, digamos, rescató la importancia de una zona que produce mucha gratificación sexual en
una época en la que parecía que lo único que contaba era la estimulación del clítoris. Por cierto, la inquietud surgió a raíz de una descripción de esta región hecha por el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg, en 1950 (en un artículo llamado El papel de la uretra en el orgasmo femenino), y en su honor se nombró a esta zona punto G”.
Otra particularidad es que el tema se convirtió en éxito editorial, aunque mucha gente ya conocía su existencia. “Bastantes años antes de que esta zona se denominara punto G, en la instrucción que recibían los médicos para hacer revisiones giencobstétricas se les advertía sobre la existencia de una región a la que había que tratar de no tocar, porque el contacto súbito es incómodo para la mujer. Además, era de conocimiento general, y cualquiera que tenga un poquito de familiaridad con su cuerpo o con el de su pareja lo sabe”.
¿Cierto o falso? Luego de que el punto G fue presentado ante la comunidad científica, el conocimiento pasó a la población en general, aunque no siempre con la claridad deseada. Por ello, bien vale hacer un listado sobre las verdades o mentiras que se dicen de él.
1. ¿Existe? Por supuesto, es real y, en palabras del Dr. Rubio, “no es un punto, es una zona relativamente amplia que responde a la estimulación con un aumento de tamaño. En términos técnicos decimos que es una ingurgitación de ciertas glándulas, las cuales vacían su contenido a la uretra, y en muchas mujeres, no en todas, estas glándulas ‘engordan’, lo que hace que la región se alcance a sentir cuando recibe el roce del pene o del dedo”.
Aunque la estimulación del punto G produce mucha gratificación sexual y permite alcanzar el orgasmo, el sexólogo puntualiza: “Yo no diría que es ‘la zona’, sino una de las zonas. Las mujeres no son como los hombres, que tenemos preferencia por regiones específicas, como el pene o la cabeza de éste (glande); en ellas la respuesta a los estímulos está más distribuida”.
2. Cada mujer tiene el punto G en un lugar distinto y hay que buscarlo. “No es así —afirma el entrevistado—; si dividimos la vagina a lo largo en tres partes iguales, se encuentra en el segmento más externo, en la parte superior, y su ubicación sólo cambia un poco en cada caso. Ahora bien, no es mala idea explorar toda la vagina, porque se pueden encontrar otras zonas sensibles. La mayor desgracia del punto G es que se trata de un término que se tradujo mal, pues la palabra con que se designa en inglés es spot, que más bien significa ‘área pequeña’. Cuando decimos punto G da la impresión de que fuera como un lunar y que es difícil de encontrar”.
3. Es un punto de placer irremplazable. En palabras del terapeuta sexual, se trata de una zona muy importante, “pero ni siquiera es indispensable para el orgasmo, pues éste puede alcanzarse al estimular otras zonas, como clítoris o el cerviz (parte más baja y estrecha del útero). Hay mujeres que incluso tienen orgasmos sin ser tocadas, y casi todo mundo puede lograr un orgasmo soñando, lo que nos da una idea de que el clímax sexual no depende de la puntería que se tenga para estimular determinada zona”.
Además, explica que aunque se sepa muy bien dónde se encuentra, la mujer no se va a excitar ni tendrá un orgasmo si no están dadas las condiciones. Cuando está tensa, angustiada, ha sufrido violencia sexual o ha vivido una experiencia traumática, estimular el punto G difícilmente dará el resultado esperado.
4. La estimulación de esta zona es responsable de la eyaculación femenina. No hay nada concluyente al respecto pues, si bien éste fue uno de los móviles del estudio efectuado por Ladas, Whipple y Perry en 1982, no se ha podido establecer que todas las mujeres que presentan una violenta expulsión transuretral de líquido (que no es orina) durante el orgasmo se deba a la estimulación del punto G, ni que la estimulación de éste se traduzca siempre en expulsión de líquido, señala Rubio Aurioles.
5. El punto G ofrece un orgasmo diferente al del clítoris. El entrevistado considera que “de algún modo es cierto, pues todos los orgasmos son diferentes y varían en su calidad e intensidad, pero esto no significa que unos sean mejores que otros”.
El sexólogo comenta que en años recientes se han efectuado investigaciones en las que se han obtenido imágenes cerebrales que permiten identificar qué áreas neuronales se activan durante el orgasmo “y no podemos diferenciar uno de otro. Lo que cambia es la descripción que hace la mujer, pues para algunas el orgasmo por estimulación del punto G y de la vagina es ‘más profundo’, y para otras lo es a través de la estimulación del clítoris u otras zonas”.
6. No encontrarlo ni estimularlo es no tener placer. “No es cierto; es la falsedad más grande de todas las falsedades. Punto”.
7. El punto G requiere de una estimulación especial. El Dr. Eusebio Rubio no duda en contestar que “la estimulación debe ser como se le antoje a la mujer, así de simple. Ahora bien, vale la pena recordar que las sensaciones eróticas son diferentes a otras, ya que, por ejemplo, cuando tenemos sed buscamos tomar agua para que el estímulo desaparezca, mientras que las sensaciones eróticas siempre piden más de lo que las genera, a cierta intensidad y ritmo”.
De esta forma, si la mujer y su pareja están en contacto con su cuerpo y sus sensaciones, además de que han pasado por una etapa de reconocimiento mutuo y cuentan con buena comunicación, el proceso erótico y el deseo de penetración o estimulación intravaginal aparecen y fluyen progresivamente.
“Lo que funciona pésimo es que el hombre lea un manual y se haga el sabio con su pareja, de modo que empieza a ejecutar sin tomarla en cuenta. Eso es un desastre garantizado, porque se trata de generar el encuentro con el placer en conjunto, no siguiendo un instructivo”, sentencia el entrevistado.
Por un mundo más placentero Aunque la localización y estimulación del punto G puede ser difícil a través de la autoexploración, el sexólogo detalla que hay aparatos que ayudan a que la mujer logre este objetivo. “Es recomendable, sobre todo para reconocer la sensación y porque la invitación es a que descubran su cuerpo”.
Por último, el Dr. Eusebio Rubio reflexiona sobre la represión que existe en torno a la sexualidad e indica: “Esto es algo que a casi todos nos da muchos problemas. Debemos reconocer que el placer es muy importante en la vida y que la satisfacción sexual es necesaria para el bienestar. Por desgracia hay una larga tradición de tratar de controlar el placer para controlar a las personas, pues se piensa que reduce la productividad y hace perder el tiempo, aunque esto es al revés: quien tiene contacto con su placer vive más y mejor.
“Ojalá construyamos una sociedad que ya no reprima al placer ni al goce erótico y las formas de buscarlo, pues cuando éstas se encuentran en un marco de responsabilidad y de respeto a los derechos de todos, no sólo son permisibles, sino deseables para que las personas entren en contacto con su placer y lo vivan.”
Julio de 2009 http://www.saludymedicinas.com.mx/nota.asp?id=106