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José Pedro Jarpa Marín De Montaigne a Paz [ ensayo occidental] Escuela de Literatura Prof. Thomas Harris 29 de agosto de 2007
Tentativa de un Hombre sin Atributos La alternativa tentativa es: hombre de hechos u hombre de aire. Pero una vez que sucumba el terror de esa prohibición de pensar más de lo que se encuentra ya pensando en lo dado, uno está ya aceptando la falsa intención que hombres y cosas abrigan de sí mismos. Theodor .W. Adorno intervención del joven jarpa
Escribir un ensayo es como desactivar una bomba, un proceso largo y nervioso, tenso y adrenalínico , y ante todo la tentativa ante la enormidad de la empresa. Arte o Ciencia, Tentativa o Concreción. Ensayamos lo inconcluso, lo fragmentario, los procesos. Nunca – ni en el peor de las cosas - La Gran Verdad, aquella que en este borrador no puede – ni debe – ser concebida. El objeto se transforma desde nuestra perspectiva; el objeto y sujeto (ensayista) enlazados en un solo, navegando en un mar de dudas. Ahí parte todo. El confuso laberinto en que el objeto tienta al sujeto. Reflexionar sobre la Reflexión ¿Hasta que punto se puede lograr? ¿Qué ofrece un ensayista? ¿Hasta que último término el divorcio entre Arte, Ciencia y Historia lo involucran como objeto? Lo que el mundo esconde, el ensayo intentar descifrar. Abrir la cosa, aunque todo esto muy lejano. El intento refleja sus
reales
intenciones: ensayar, ensayar, ensayar… Tarea a realizar con mucho ánimo y temor. “ La corriente objeción contra el ensayo , a saber , que es fragmentario y accidental , postula sin más el carácter dado de la
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totalidad , y con ello la identidad de sujeto y objeto , por lo que se comporta como si realmente se estuviera en poder de todo.” Adorno vislumbra en este fragmento del estudio de un fragmento (Notas de Literatura: El ensayo como forma) el poder que en vano entrega ensayar ya que en realidad lo que se busca – o encuentra – es darle eternidad a lo que no puede poseerlo. Irónicamente como sería para el viejo Lukács: “La tentativa de abarcar lo inabarcable.” En este juego de espejos entre objeto y sujeto, ensayo y ensayista, a lo único que podemos aspirar es a la forma. Siendo esta la clave del éxito, en una empresa donde no hay culminación, pero en el preciso momento en que ponemos el punto final, lo abrumador se transforma en alentador aunque sea sólo una sensación pasajera y accidental. Mucho de todo esto ya estaba en juego en los albores del renacimiento, donde el hombre se estaba transformando en el centro del mundo, y por lo tanto había que reflexionar desde el centro y para el centro. Nace nuestro padre – tomaré su paternidad aunque no la merezco , ni quiero merecerla – el padre del ensayo moderno : Montaigne que con sus Ensayos (1571-1591) propone una visión de mundo alejada del mundo , es necesario retirarse del objeto para encontrarlo, eso consigue magistralmente Montaigne como resultado de sus reflexiones, logrando que el ensayo tome su forma crítica por excelencia. Ahora la pregunta está lanzada: ¿Qué hay después de Montaigne? ¿Logra el ensayista insertado en la sociedad poder reflexionar acerca de ella? Montaigne lanzó la primera duda que a lo largo de la historia se ha transformado en una peste que perturba a cada quién ose al arte de acabar lo inacabado. En eso confluimos todos. La veracidad del ensayo se encuentra en su avance, que lo empuja más allá de si mismo, y no en la obsesión del buscador de tesoros a caza
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de fundamentos. Ensayar es jugar con la libertad (NO CONCRECIÓN = NO PERFECCIÓN) y desde nuestras perspectiva liberal debemos seguir. Construir el ensayo es una tentativa de realidad, no perderse en su tentador laberinto, salir de él para que entre en nosotros; fusionar objeto y sujeto. Adorno le responde a la tercera regla cartesiana: “contradice brutalmente a la forma ensayo, pues esta parte de lo más complejo, no de lo más simple y previamente sólito.” Se encienden las luces, Adorno es revelador, su respuesta hacía los estudios cartesianos, no hace de otra forma explicar la difícil labor del ensayo ; estamos condenados a efectuar la épica del eterno fallo como diría Ginsberg.
El ensayo por su tentativa de querer abarcarlo todo carece de concreción, al realizarse desde lo más complejo, no le permite ser acabado. Partir desde la abstracción en su mayor grado provoca todo este laberinto de incertidumbres que nos propone la épica de ensayar, mientras mayor sea el grado de abstracción del objeto menores y menos claras serán las herramientas que tendrá el sujeto para iniciar su reflexión. La libre abstracción que propone el ensayo, es sin duda lo que nos atrae de él, esa sensación de vacío
que sólo
logra incrementar el
conocimiento y la tenacidad a la hora de reflexionar. He titulado a este brevísimo ensayo Tentativa de un Hombre sin Atributos por la sencilla razón de que nuestras tentativas jamás alimentarán atributos en nuestros desdichados intelectos , algo que suena tan desolador , es – desde luego – desde otra perspectiva un himno de esperanza : “ La ingenuidad del estudiante que no se
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contenta , y aun a medias , sino de lo difícil y formidable , es más sabia que la adulta pedantería que con amenazador dedo exhorta al pensamiento a comprender primero lo sencillo , antes de atreverse con ese otro complejo que es lo que propiamente le atrae. Ese aplazar el conocimiento no sirve más que para impedirlo.” Cada palabra que he robado de Adorno , sobre todos las subrayadas con negrita , se presenta como la necesidad operante en los jóvenes de querer tragarse el mundo , esa fuerza es la única que rompe barreras , por muy altas y fuertes que se vean , no hay mayor atributo que el conocimiento , del cuál como he querido dejar en evidencia , claramente no poseo , si no esta no sería la Tentativa de un Hombre sin Atributos. Hace un par de semanas cuando estábamos siendo introducidos en la historia del ensayo , donde unos más sorprendidos que otros , quedábamos atónitos ante la tajante respuesta del profesor de que el ensayo como género nace con Montagine , bastaron unos segundos para que un ingenuo alumno – cuyo nombre no quiero recordar- lanzara su frustración ¿ Entonces qué es la Poética de Aristóteles o la Carta a los Pisones de Horacio1? La respuesta del profesor no tardó en llegar : son tratados de estética. Recién ahora dicha diferenciación se vislumbra , descaradamente y sin ningún pudor robaré lo que Adorno le robó a Max Bense. Lenguaje y pensamiento: “Así pues, se diferencia un ensayo de un tratado. Escribe ensayísticamente el que compone experimentando , el que vuelve y revuelve , interroga , palpa , examina , atraviesa su objeto con la reflexión , el que parte hacia él desde diversas vertienentes y reúne en su mirada espiritual todo lo que ve y da palabra
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Ambos textos estudiando en el ramo anterior que trataba sobre las poéticas
desde los poetas. ( a excepción claro de Aristóteles , que no siendo poeta , su poética fue utilizada como introducción al curso.)
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a todo lo que el objeto permite ver bajo las condiciones aceptadas y puestas a escribir.” Como bien – casi perfectamente –
dice Bense son aquellos
componentes los que hacen la tentativa de entrar en la empresa de lo que nunca se cierra ni se termina , ensayar. Volviendo a los tratado de estética , quiero ejemplificar la Poética de Aristóteles como el tratado estético por antonomasia , que cumple la función de Obra Capital , el diálogo y la creación quedan fuera de esta , salvo algunas excepciones en que se modifican los tiempos dramáticos en Shakespeare o la posterior fractura que realizan los Románticos en contra de la Poética. El ensayo bajo ningún punto de vista buscar se una Obra Capital , no trabaja con la verdad absoluta y en eso radica su utilidad , transformarse en una piedra de mosaico , con otros ensayos permitiendo que se multipliquen , se confirmen y se limiten. Los ensayos se buscan entre si , dialogando y siendo refutados continuamente. Nunca – por más que se intente – un ensayo logrará transformarse en una Obra Capital que predique la verdad , y de ocurrir , este pierde su carácter de tentativa.
Tentativa que carece de felicidad por su alto
grado de negatividad , nunca es suficiente el conocimiento adquirido que ha nuestro pesar es infinito. El Don Juan del conocimiento: ningún filósofo ni poeta lo ha descubierto todavía. Es un hombre que no siente amor por las cosas que conoce, pero que tiene ingenio, ganas y gusto por la caza e intrigas del conocimiento -¡hasta subir a las más altas y lejanas estrellas de éste!-, hasta
que
por
fin
ya
no
queda
nada
que
cazar.
Excepto
lo
absolutamente doloroso del conocimiento, como le ocurre al bebedor, que a la postre bebe ajenjo y aguardiente. Así que al final el Don Juan del conocimiento se encapricha del infierno - es el último conocimiento que lo seduce. ¡Es posible que también el infierno lo decepcione, como toda cosa conocida! ¡Y entonces tendría que permanecer inmóvil por toda la eternidad, sólidamente clavado a la decepción, convertido él
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mismo en convidado de piedra, y con grandes ganas de una cena del conocimiento, que nunca le sirve! -pues este entero mundo de las cosas no tiene ya ningún bocado que ofrecer a ese hambriento. Nietzsche tenía razón. Sufrimos el mal de Tántalo.