Tejiendo nuevas redes En el marco de una actividad textil en crecimiento, una serie de iniciativas buscan actualizar estética, modos de trabajo y vínculos entre lo artesanal y lo masivo. Para muestra, tres botones
Si hay un sector que tuvo protagonismo mediático en el último tiempo, ése fue el textil. Tanto por buenas como por malas razones. Del lado de las primeras, se ubica el crecimiento de esta actividad, a partir de la caída de la convertibilidad. De acuerdo con datos suministrados por la Fundación ProTejer, en 2005 unas mil empresas de la industria textil y de indumentaria invirtieron un monto superior a los 550 millones de pesos (13,3% más que el año anterior). Asimismo, durante los últimos años se incorporaron unas seiscientas firmas al proceso de inversión productiva sectorial y se recuperaron 200 mil puestos de trabajo de los 300 mil perdidos en la década del 90. La contracara de esta favorable perspectiva tiene que ver, justamente, con el tema del empleo. Las denuncias sobre talleres que emplean mano de obra en condiciones próximas a la esclavitud pusieron el tema al rojo vivo. Si bien el sector textil repudió el trabajo esclavo, algo quedó expuesto a la luz: los datos sobre empleo, restringidos a los trabajadores ocupados en blanco, no dan cuenta de la inmensa población que trabaja de manera informal, en pequeños talleres o a domicilio. Diversas propuestas de solución comenzaron a hacerse escuchar: desde actualizar la Ley de Trabajo a Domicilio hasta impulsar las cooperativas como una alternativa generadora de empleo. Este entramado complejo, que involucra a tantos y tan diferentes protagonistas, también incluye a la camada de jóvenes diseñadores textiles formados durante la última década. A ellos les tocó salir al ruedo cuando la industria apenas comenzaba a recuperarse de su casi desaparición entre 1995 y 2001. Y les está tocando lidiar con las luces y las sombras propias del momento actual.
Es de este sector de donde están surgiendo algunas de las propuestas más innovadoras del actual universo textil. Es un espectro amplio, donde se encuentran tanto aquellos que apuestan a no disociar vestimenta de experimentación plástica como los que buscan el modo de articular la producción artesanal con los códigos del mercado, o los que intentan reivindicar las tradiciones regionales. A modo de ejemplo, contamos la historia de dos emprendimientos que, rescatando artesanías y técnicas tradicionales, lograron aunar el sentido social con la comercialización. Un tercer caso, aunque no estrictamente ubicado en la cadena de valor textil, demuestra que se puede instalar el arte del tejido autóctono en los más exclusivos circuitos de la decoración internacional. Por Diana Fernández Irusta
[email protected] Fotos: gentileza Manto, Juana de Arco y Adobe. Andrés Barragán. Gentileza Belén Carballo y Ricardo Paz, libro Teleras Manto
Mirar al Norte A mediados de los 90, Diana Dai Chee Chang trabajaba en la industria textil. Pasaba sus días entre líneas de producto y diseño de suéteres en serie. Le gustaba lo que hacía, hasta que la necesidad de cambio comenzó a hacerse sentir. Por aquel tiempo, Clara de la Torre se dedicaba a la escultura y la joyería. Un viaje circunstancial al norte del país marcó un antes y un después en su búsqueda expresiva. “Me impactó encontrar en la Argentina una cultura tan viva, tan diferente de la de Buenos Aires”, comenta. En eso estaba cuando, clases de yoga mediante, conoció a Diana. En las charlas, luego de cada clase, ambas descubrieron que compartían algo más que el interés por esa disciplina oriental. “A las dos nos apasionaba la estética y necesitábamos un cambio en nuestra vida”, relata Clara. Así nació Manto, la empresa a la que hoy dedican todos sus esfuerzos. Lo que lograron –no sin esfuerzo– fue cruzar la mirada urbana con la realización artesanal. Se contactaron con familias de Iruya (Salta) y Humahuaca (Jujuy), para establecer una particular relación comercial. Desde Buenos Aires, Diana y Clara trazan los diseños de prendas de vestir de neto corte contemporáneo. También determinan el tipo de tela que necesitarán para darles forma. A partir de ese momento, comenzó un intenso intercambio, lejos de Internet, siempre por vía postal. Las diseñadoras envían al Norte cartas indicando hilado, color, grosor de hilo y clase de urdimbre. Allá, las familias de mujeres hilanderas y hombres tejedores (tal es la tradicional división de tareas) se abocan a cumplir con el pedido que, tiempo después, llega por encomienda a la Capital. El último paso tiene lugar cuando diseños y telas se encuentran en el taller de costura, dando lugar a exclusivos tapados, sacos y accesorios. “Es un intercambio –explica Clara–. Cada uno aporta lo que tiene para dar. Las familias de Salta y Humahuaca brindan su sabiduría y la técnica del telar; nosotras, nuestro diseño.” Aunque la oferta de tejido está todo el año, las creadoras de Manto se mantienen en niveles de producción bajos. “Nuestros envíos son chicos; sabemos hasta dónde podemos cumplir.” Entre sus compradores se cuentan locales de Miami, Nueva York, Londres y Puerto Varas (Chile). En Buenos Aires, comercializan sus prendas en las tiendas Puro Diseño y Tierra
Adentro. Y siguen yendo regularmente al Norte. Aseguran que esos viajes les aportan bastante más que un mero emprendimiento comercial. “Uno aprende que existe otro modo de manejar el tiempo y de vivir –comentan–. La ciudad tiene un ritmo muy rápido. Conectarse con personas que privilegian el estar por sobre el proyectar nos equilibra.” Juana de Arco
Entre lazos y nudos
Cuenta la diseñadora textil Mariana Cortés que todo empezó un verano en Brasil, más precisamente en Salvador, Bahía, con la alfombra sobre la que trabajaba un zapatero callejero. Le llamó la atención el modo en que estaba hecha: un colorido entramado de trapitos anudados. Después encontraría la misma técnica en una casa de familia, bajo la forma de una lona ubicada sobre el respaldo de una silla. Cuando regresó a la Argentina, descubrió que los ecos de la crisis de 2001 habían golpeado muy cerca de su círculo de gente. Concretamente, a Carina, una de las artesanas que trabajaba con ella en Juana de Arco, firma creada en 1998 por Cortés y dedicada al diseño, la producción y la venta de indumentaria. “Mi marido se quedó sin trabajo”, le comentó, desolada. Entonces, Mariana miró los restos de tela dispersos por el taller de su pequeña empresa. Y recordó la técnica artesanal que había visto en Brasil. Le mostró a Carina fotos de la alfombra y la lona. “¿Te animás a hacer algo así?”, le preguntó. Carina se animó. Las bases del Proyecto Nido se estaban forjando. El económico y original método de los trapitos generó trabajo para unas seis familias. Alfombras, almohadones, accesorios de cocina, carteras y monederos brotaron mágicamente de trozos de género que, de otra
manera, hubieran sido descartados como desechos. El proyecto creció. Se tejieron alianzas: la empresa Guilford, por ejemplo, les donó géneros estampados. Easy ofreció un espacio para comercializar estos productos. De hecho, durante la 11ª edición del Fashion Buenos Aires (en 2006) se presentó la colección de delantales Paraíso, diseñados por Juana de Arco y confeccionados con la técnica “nido” en accesorios y detalles. Los delantales integraban una serie limitada, que se vendió totalmente. De todos modos, Mariana es consciente de la distancia que existe entre el gran mercado y el diseño alternativo. “Es bastante difícil llegar al gran público preservando calidad y cierto modo de trabajo. Trabajando de una manera casi artesanal no se puede llegar a lo masivo”, explica. “Tampoco es lo que quiero”, remata, rápidamente. Pero producción a baja escala no es sinónimo de estrechez de horizontes. En este momento, Juana de Arco, junto con el Proyecto Nido, está ofreciendo sus productos en locales de Tokio, Santiago de Chile y Nueva York. “Me siento más comprendida en el exterior que acá”, comenta Mariana, en referencia a la enorme aceptación de sus diseños en mercados tan distantes como el japonés. A partir de la exportación de productos a este país, se estableció un interesante intercambio con alumnos de la escuela de joyería Hiko Mizu College, de Tokio. Las ventas en el exterior son un inestimable aporte a la continuidad del proyecto. Que tiene, además, un costado ligado con la actividad artística. Desde sus comienzos, el local de Juana de Arco fue espacio de venta de ropa y galería de arte. Hoy, muchos de sus artistas utilizan los materiales Nido como materia prima para sus obras. “El espacio de arte siempre fue una gran influencia. En este momento, se interrelaciona todo: la búsqueda expresiva, el diseño textil, el proyecto social. Nuestro principal valor son los valores humanos”, explica Mariana. Y no deja de recordar el sentido último de la palabra nido: protección, calor, apuesta a futuro. Asociación Adobe
Desde el monte santiagueño
Ya pasaron veinte años desde que, mientras recorría el interior en busca de antigüedades para restaurar, el anticuario Ricardo Paz descubrió la enorme belleza de las artesanías locales. Una riqueza formal que no siempre se veía en los estantes de las tiendas regionales y que había que buscar lejos de los circuitos turísticos o comerciales. Belén Carballo, su mujer, lo acompañó en muchos de esos viajes; en especial, los que hizo a Santiago del Estero. Así, de viaje en viaje al monte santiagueño, fueron tomando contacto con las teleras, que desde hace siglos dan forma a mantas y alfombras de refinados motivos y colores vivaces. Con el tiempo, y junto con Roberto y Andreina Rocca, formaron la Asociación Adobe, organización civil sin fines de lucro cuyo objetivo es la preservación del patrimonio cultural de las poblaciones rurales del interior del país. Una de sus iniciativas fue la apertura de una escuela de artes y oficios en la localidad santiagueña de Blanca Pozo. La llaman Escuela Celeste. Allí, teleras experimentadas enseñan el oficio a las más jóvenes. Recuperaron técnicas tradicionales que muchos ya habían olvidado y la práctica del teñido con tinturas vegetales, al tiempo que organizaron un banco de lana y de hilos que les proporciona una base de materia prima. Pero los organizadores se propusieron avanzar mucho más allá de la simple reivindicación de lo telúrico. Durante cuatro años introdujeron a las teleras de Blanca Pozo en las pautas básicas del circuito comercial: sistematización del trabajo, plazos de entrega, medidas fijas para las piezas. Con el nombre de Huarmi Sachamanta (“mujer del monte”) se creó, en 2004, el primer taller de hilados y textiles de la zona. Se inició también el Proyecto Telas, que consiste en la capacitación en el uso de los telares semimecánicos. Asimismo, se impulsó la capacidad de organización y autogestión de teleras e hilanderas en el marco del modelo de cadena de valor y comercio justo. A las clases de la Escuela Celeste asisten entre 70 y 80 personas.
Por intermedio de Adobe, mucha de la producción de las teleras se está ubicando en Buenos Aires (en el local Arte Etnico Argentino) y en puntos de venta de Milán y Londres. La creación de una biblioteca, una huerta orgánica, un vivero y un plan de apoyo a los estudios secundarios de chicos de la zona termina de dar un marco comunitario al emprendimiento. “Las mujeres de Blanca Pozo se dignificaron, y todo el grupo familiar aceptó su nueva categoría –explica Belén–. Porque no sólo se generó capital económico. También se creó capital social, al regenerar los vínculos comunitarios, capacitar y promover la autoestima de la población”. Por su parte, Silvia D’Imperio, directora ejecutiva de la asociación, afirma: “No se puede aprender desde lo desconocido. La cultura tradicional de la Argentina ha sido muy combatida y silenciada. Pero proyectos como el de Adobe permiten rescatar la continuidad entre la producción actual y la de los ancestros”. El emprendimiento tuvo eco también en el aspecto editorial. Concretamente, un libro: Teleras. Memorias del monte quechua. En sus páginas, la impecable fotografía de Andrés Barragán y Lucio Boschi se ocupa de retratar un arte que, de acuerdo con Carballo, merece incluirse “en la mejor tradición textil de América del Sur”. Para saber más: www.mantoabrigos.com.ar www.juanadearco.net www.asociacionadobe.com www.fundacionprotejer.com