SAGRADA FAMILIA DE BURDEOS
FORMA DE TRABAJO
+ Profundización personal + Puesta en común en Grupo/Comunidad + Reuniones intervocacionales que se convocarán en su momento.
CONTENIDO Presentación
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1. UN MUNDO DE RELACIONES 1.1 El mundo en que vivimos 1.2 Las buenas relaciones y la felicidad 1.3 El Dios Trinidad, relación, amor 1.4 La encarnación redentora, comienzo de
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un nuevo mundo de relaciones 1.5 Nuestro Fundador y el mundo de relaciones 1.6 Colaboradores en el proyecto de Dios para la humanidad Cuestionario para la reflexión personal
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2. PERDON 2.1 2.2 2.3 2.4
Y RECONCILIACION Ruptura de relaciones No confundir perdón y reconciliación Perdonar no puede ser una obligación Perdonar no consiste en traspasarle la responsabilidad a Dios 2.5 La reconciliación hace crecer al ofensor 2.6 La reconciliación hace crecer al ofendido 2.7 La reconciliación con Dios y con los hermanos 2.8 Las heridas como fuente de reconciliación 2.9 Es Dios quien inicia la reconciliación 2.10 El humilde perdón del Dios de Jesús 2.11 La mediación de la Iglesia Cuestionario para la reflexión personal
3. FUENTES DE ENERGIA 3.1 La fuerza de actuar juntos 3.2 La formación 3.3 Oración y contemplación. 3.4 La palabra 3.5 La eucaristía 3.6 Nuestra Familia Cuestionario para la reflexión personal
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Presentación
Queridos hermanos y hermanas: Nuestro último contacto con vosotros fue con ocasión del cuadernillo verde de junio de 2007 con las reflexiones y respuestas, grupales e intervocacionales, sobre “El grado de realización de los compromisos de Ohárriz”. Esperamos que disfrutáseis con su rico contenido que es ni más ni menos que el reflejo de nuestra propia vida. Ha llegado el momento de profundizar el Punto de Encuentro 3, que todos recibimos en otoño de 2005. Su contenido recoge lo vivido por el Consejo de Familia en Roma en su reunión del 14 - 18 de marzo del 2005, con el tema “Unidos por un Mundo Nuevo de Relaciones”. Para profundizarlo os proponemos lo siguiente: ¾ Trabajar este documento que os presentamos que está basado en el artículo de las hermanas contemplativas páginas 62 - 79 y publicaciones de otros autores. ¾ El resto, mediante lectura personal y si algún grupo o comunidad lo desea, compartirlo en alguna reunión. La primera parte es una manera de dar a conocer lo que cada vocación dice de sí misma a nivel mundial. La parte final, consta de dos artículos que sobre nuestra espiritualidad presenta la hermana apostólica Áine Hayde. En la carta que el Consejo de Familia nos envió a todos los miembros de la misma, (marzo de 2005, recogida en la página 105 del Punto de Encuentro 3), nos dicen: “Como consejo de Familia hemos decidido pedir a todas las vocaciones, en los diferentes países, que se den los pasos necesarios para crecer en la calidad de nuestras relaciones, poniendo el acento en vivir la mansedumbre evangélica, la reconciliación, la escucha y la comunión.”
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Recogiendo esta propuesta y para avanzar por este camino, los Responsables de las cuatro vocaciones en España nos proponen que el tema del VIII Encuentro de Familia a celebrar en julio del 2009 sea “TEJIENDO LA RECONCILIACIÓN PARA LA COMUNION”. Con este folleto se pretende ayudar a que nos asomemos a este tema desde el artículo de la Hermanas Contemplativas ya mencionado y de los siguientes textos escogidos entre otros: - “Como Perdonar” libro de Jean Monbourquette, OMI. - “Reconciliar” ponencia de Juan María Uriarte (Obispo de San Sebastián) en la XIV Semana Social “Ricardo Alberdi”. - “Una espiritualidad de reconciliación” artículo de Robert Schreiter, C. PP.S. Profesor de teología en la Universidad Católica de Chicago y en la Universidad de Nijmegen, Paises Bajos. - “El Sacramento de la Reconciliación” de Dionisio Borobio. Artículo en Pliego de Vida Nueva números 2.205 y 2.207. - Calendario 2008 de la revista “GUGERAT”. - Citas bíblicas: cfr.
Un abrazo,
LA COMISION DE FAMILIA
Lidia Lizárraga
Nekane Sagastibelza
Pilar Serrano
Valentín Sainz
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1. UN MUNDO DE RELACIONES 1.1 El mundo en el que vivimos. Tratemos de echar una mirada a nuestro mundo ¿qué es lo que vemos? Lo que vemos es un cuadro de grandes contrastes en sus valores.
Hay abundancia de riqueza y de recursos... mientras el hambre, la pobreza y la miseria obliga a millones de personas a vivir en condiciones trágicamente inhumanas. Vemos ante nosotros grandes avances de la ciencia y de la tecnología... mientras que estos tienen en cuenta y atienden únicamente a las necesidades de algunos, omitiendo y dejando en el olvido a la mayoría. Los medios de comunicación están llegando a ser cada vez más poderosos... pero con frecuencia no contribuyen a construir relaciones sólidas entre los pueblos y las naciones. Hasta hoy nunca el hombre y la mujer han sido tan vivamente conscientes de su libertad... al mismo tiempo que caen en la trampa de las nuevas formas de esclavitud social y psicológica. Frecuentemente es más ¡En cuántas partes del breve y más útil adaptarse mundo, todavía hoy, a otros que hacer que los las mujeres están trademás se adapten a tadas como seres nosotros. (LA BRUYERE) humanos inferiores! La globalización que contribuye a un sentido de interdependencia entre los seres humanos, falla cuando se trata de elevar la dignidad de la persona y la identidad particular de los pueblos. El proceso de globalización dirige
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la sociedad hacia el trabajo para la ganancia económica solamente, controlando, marginando y explotando al pobre cada vez más. Hay una tremenda solidaridad global en tiempos de calamidad, de desastres naturales, (Cf. Tsunami) pero cuando las cosas vuelven a la normalidad ¿Cuántos pagarían impuestos un poco más elevados para erradicar la pobreza? Hay una aspiración por la unidad y la solidaridad... pero las gentes y las naciones se vuelven unas contra otras enfrentándose en conflictos de poder político, económico, conflictos raciales, en los que las mutuas desconfianzas y la enemistad tienden a rebajar lo más humano de la persona. Una sociedad de consumo con un sistema económico que invade hasta el punto de seguir creando todo tipo de necesidades y carencias, dejando consumidores en perpetua insatisfacción,... mientras la miseria y la penuria de muchos millones queda desatendida. El miedo, la inseguridad, el peligro de destrucción por armas nucleares y biológicas, va aumentando. Con el terrorismo internacional, ningún lugar, ningún país, parece estar a salvo y seguro (11 de Septiembre). Hay desorientación, crisis de sentido del ser humano, distorsión del amor humano, falta de respeto por la vida humana. Hay una incapacidad de distinguir valores pasajeros de valores permanentes.. . Y la lista podría continuarse... Con esta mezcla de valores y contravalores “el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio, la paz o la guerra... vivir o morir" (Gaudium et Spes, 9)
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1.2 Las buenas relaciones y la felicidad. Lo que caracteriza la esencia del ser humano es la relación. “El hombre (varón-mujer) es un ser relacional”. El bebé, recién nacido, o el adulto disminuido psíquico que no puede usar la facultad de la razón, necesita el contacto, la relación. El ser-en-relación es la condición, sine qua non, para el crecimiento y el desarrollo de cada ser humano. Una relación se inicia, nutre y está abierta al crecimiento sin límites. Hay felicidad donde hay buenas relaciones a todos los niveles. Podemos verificarlo en nuestra propia experiencia. Cuando las relaciones interpersonales son buenas, las personas pueden ser felices aunque sean pobres o estén enfermas. Por eso hoy, la psicología está tomando una importancia como nunca la había tenido hasta ahora, estableciendo, restaurando, favoreciendo, alimentando, buenas relaciones, como objetivo esencial. Una vida plena y libre, digna, a la que cada corazón humano aspira, solo puede existir donde hay relaciones humanas auténticas. Ese es HAY FELICIDAD DONDE el proyecto del Dios Creador HAY BUENAS RELACIONES para la humanidad ¿no es A TODOS LOS NIVELES cierto?. Toda la historia de la salvación, toda la Biblia, está atravesada por esa realidad relacional. Hay un hilo conductor: Dios Creador, que siempre está creando, es el Señor de la historia, del universo, que hace al hombre, a la mujer, partícipes continuos en esta creación. (Cf. Gn 1-2). La relación personal está en el origen mismo de nuestra existencia y es esencial para el ulterior desarrollo normal de la persona. Si observamos a un bebé, su preferencia es mirar al rostro materno, no tanto los objetos. A partir de esa experiencia, todas las cosas adquieren para el niño sentido, vida, relación...
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1.3 El Dios Trinidad, Relación, Amor El relato del Génesis sobre la creación de la humanidad, dice así: “Dios creó al ser humano a su imagen; a imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). ¿Quién es ese Dios a cuya imagen la humanidad es creada? ¿Qué imagen es esa en la que cada hombre y cada mujer ha sido creado? El Único que conoce a Dios, que ha venido de Dios y que ha visto a Dios, Jesús, nos ha revelado que Dios es amor, Dios es Trinidad de tres personas en intima relación, llenas de amor y de respeto, cada una vuelta hacia la otra, recibe, da y comparte; Jesús nos dice que Dios es comunión, familia, relación. Creada a imagen de Dios, la humanidad está llamada a ser ‘como’ Dios, a reproducir lo que caracteriza la vida de Dios, así esta humanidad llega a ser un espacio, un lugar donde mora la Trinidad; los dones y características propias de las tres divinas personas se prolongan, se extienden en la historia humana. La verdadera felicidad y la realización de los seres humanos consiste, por consiguiente, en unas relaciones semejantes a las relaJESUS NOS HA REVELADO ciones que se dan en Dios QUE DIOS ES AMOR, Trinidad, pero de modo finito. DIOS ES TRINIDAD DE TRES PERSONAS EN “Dios, que cuida de todos INTIMA RELACIÒN, LLENAS con paterna solicitud, ha queDE AMOR Y DE RESPETO. rido que los seres humanos constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo. Todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios: Jesús abre perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere
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una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza muestra que el ser humano, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a Dios y a los demás en la relación.” (GS 24). A través de estos capítulos del Génesis, interpretados en clave de fe, como historia de salvación, descubrimos cómo desde el origen somos con los demás y para los demás. El ser con los demás y para los demás pertenece al núcleo mismo de la existencia humana. No sólo el hecho de que el mundo está impregnado de las huellas de los humanos y de que compartimos el espacio de la tierra con nuestros semejantes; este ser con los demás, en su sentido más real y profundo, significa que el ser humano no está nunca sólo, su existencia está siempre orientada y unida a la de los demás, en comunión con ellos. El vínculo de mi experiencia personal con el otro y mi orientación hacia el otro, es algo central; está en nuestro mismo origen y es una verdad que se impone por su propia fuerza. El otro quiere ser alguien delante de mí, me invita a ser alguien delante de él ¡juntos en la construcción de un mundo nuevo, más justo y más humano! Nuestro Fundador nos dejó como oración: “Jesús María y José, con qué gusto os contemplamos en la naturaleza humana, como una dulce imagen del misterio de un solo Dios en tres Personas. Vosotros que no tuvisteis DIOS QUE CUIDA DE TODOS en la tierra más que un CON PATERNA SOLICITUD, HA solo espíritu y un solo QUERIDO QUE LOS SERES corazón para encaHUMANOS CONSTITUYAN UNA minarnos hacia el cielo, SOLA FAMILIA SE TRATEN obtenednos este mismo ENTRE SÍ CON ESPÍTITU DE espíritu para que lo comuHERMANOS niquemos a los demás, y así, caminando juntos, sea cual fuere la diversidad de de nuestras obras, no formemos más que una sola y única familia”. (Oración para empezar el trabajo - Fuente 4 f. 6)
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El artículo 25 de los estatutos de los laicos dice: “Vivimos en comunión, compartiendo el amor y vida de la Trinidad. Estamos unidos en el amor con los bienaventurados del cielo, que descansan en Cristo; permanecemos unidos con los que peregrinan en la tierra, especialmente con los que sufren, con los pobres y los marginados”.
1.4 La Encarnación Redentora, comienzo de un nuevo mundo de relaciones Dios, envía a su Hijo a un mundo donde las relaciones habían sido heridas, rotas, y se habían vuelto caóticas, egoístas, irresponsables, irrespetuosas... incluso asesinas. Jesús viene a revelarnos que Dios es nuestro Padre, que es Familia y a establecer un orden nuevo en las relaciones con Dios, con los hermanos y llevar a toda la creación a la unidad. "Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único..." (Jn 3, 16) Así la transformación de la historia y de las relaciones humanas empieza con Jesús. Él viene a reunir en una familia a los hijos del hombre dispersos, y a formar con ellos una Familia ¡la Familia de Dios! El anuncia la fraternidad universal en el Padre, el cual nos ha hecho familiares suyos, sus hijos y hermanos entre nosotros; nos ha mostrado la dignidad de toda persona humana, el valor de los pequeños, de los que no cuentan, cambiando totalmente las relaciones de poder y de dominio, dándonos ejemplo él mismo en sus relaciones con los excluidos, los enfermos, los pobres... Jesús es la imagen más clara, más penetrante que podemos tener del rostro de nuestro Dios y Padre: compasivo, justo, amoroso, misericordioso. En Él, el camino hacia un nuevo mundo de Jesucristo en su Encarnación relaciones se hace claro y se hizo visible para posible, sencillo y apremiante. enseñarnos su estilo de vida. (P.B.N. G.E. 6).
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Por consiguiente ¿podríamos decir que el Evangelio al llamarnos a buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia, nos llama a vivir verdaderas relaciones en nuestro mundo? El Reino de Dios, que Jesús establece en la tierra, está esencialmente centrado en las relaciones humanas, relaciones de amor como las suyas: "amaos los unos a los otros como yo os he amado". Pedro Bienvenido Noailles nos dice en este texto que nos resulta tan familiar: ”Jesús, María y José no amaban, no buscaban, ni querían en la tierra sino a Solo Dios. Él era el único objeto de sus pensamientos y de sus deseos, el fin y el móvil de todas sus acciones; era el espíritu que les dirigía en todas las cosas...”. (Reglas generales 1844,1851; 2ª F, f.386, R. SUP. G nº 41).
La obra iniciada por los caminos de Galilea se consumará en Jerusalén con su muerte y resurrección. Hay una Hora suprema en la vida de Jesús, que es el momento culminante de la historia, en la que "habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo". Después de haber dado el mandamiento nuevo, nos deja la Eucaristía, memorial de toda su vida entregada al Padre por la vida del mundo. En la Pascua de Jesús, el Padre estaba reconciliando al mundo consigo. En la Cruz, Jesús estaba reuniendo a los dispersos. En Él nos ha congregado en una Familia y en ella y por ella se ha empezado a reconstruir un universo con relaciones nuevas: "Para crear en sí mismo de los dos una sola humanidad nueva haciendo la paz y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo por medio de la Cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad vino a anunciar la paz; paz a vosotros que estabais lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por Él unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu" (Ef 2, 15-18).
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1.5 Nuestro Fundador y el mundo de relaciones. El Hijo de Dios vino a la tierra para formar una Sagrada Familia". ¡Con qué profundidad ha penetrado nuestro Fundador en el inefable misterio de la encarnación! El Hijo de Dios por su encarnación ha hecho ¡Cuánto bien podríamos nacer un mundo nuevo de hacer frecuentemente con relaciones. El corazón de la una palabra amable! (P.B.N. G.E.67) buena noticia traída a la tierra es que Dios es el Padre de todos los seres humanos; a todo hombre y a toda mujer se le ofrece el regalo divino de la filiación y de la fraternidad. ''A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre" (Jn 1, 13). El Hijo encarnado se hizo el "Primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8, 29). "Cristo nos ha colocado en el rango de sus hermanos y hermanas (1 Pe 2,21). (Textos bíblicos, citados por P.B.N.) ¡Qué gracia recibió el Buen Padre para penetrar en la visión misma de Jesús, de un nuevo mundo según el corazón de Dios, como Familia! ¡Y cómo contempló en la Sagrada Familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana, que nos propuso como modelos, la realización de estas nuevas relaciones que Jesús ha aportado a la humanidad! Ante una sociedad que se transforma, el Buen Padre intuye la necesidad de crear algo nuevo, una "nueva Sociedad" capaz de dar una respuesta válida a las circunstancias actuales, cosa que las antiguas instituciones ya no son capaces de hacer. Su respuesta es una respuesta de inclusión: "Nuestro Señor vino a la tierra para unir a todos los seres humanos, sea cual sea su edad o posición social y hacer de ellos un pueblo de hermanos vinculados entre si por los lazos de la más tierna caridad. Así como la Iglesia primitiva tendía sus brazos a cuantos querían someterse a la ley de Cristo, así también la Asociación de la Sagrada Familia, se abre a todos los cristianos que desean orar y trabajar juntos por la gloria de Dios, por su
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santificación personal y por la de los demás, cualesquiera que sean las diferencias que los separan." (Textos Escogidos 164). Para Pedro Bienvenido Noailles, la espiritualidad del evangelio está totalmente encarnada y se compromete de lleno con la condición humana a través del amor vulnerable y el servicio humilde.
''Decir que Jesús, María y José son el modelo de la Sociedad de la Sagrada Familia, ¿no es proclamar que no existe ninguna buena obra que no sea de su dominio, ninguna miseria espiritual o corporal que necesite ser aliviada, a la que no deba Es esencial que nuestras dedicarse? ¿Existe algún relaciones estén marcadas progreso en el bien que no deba por la mansedumbre y por la fomentarse?.." (T.E. 208) caridad. (P.B.N. G.E. 84)
Las constituciones de las hnas. apostólicas indican en el artículo 38 las características de nuestras relaciones: “La vida comunitaria se construye en la acogida mutua, el amor fraterno y el servicio humilde, como en Nazaret. Pide la participación activa de cada una. Nuestras relaciones se caracterizan por la mansedumbre y la sencillez. Se fortalecen con el compartir de alegrías y dificultades, con el perdón recibido y dado, y con la oración en común. La Eucaristía alimenta y renueva nuestro compromiso de vida comunitaria”.
1.6 Colaboradores en el proyecto de Dios para la humanidad Dios nos está invitando continuamente a participar en su tarea de lograr "la nueva tierra" donde reine la justicia. "Dios trabaja estableciendo relaciones... La tarea de forjar relaciones de amor en el espacio y el tiempo se convierte en una aventura de cooperación de las tres divinas Personas y nosotros. Nos
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hacemos corresponsables con ellas para la felicidad del mundo y su evolución hacia el fin al que está destinado" (Brian Grogan & Una O'Conner, Love beyond all telling). En la base de cualquier relación interpersonal en el dominio que sea, está el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano, una dignidad igual, sea cual sea la raza y el color de la piel... Hecho a imagen de Dios, cada ser humano es digno de infinito respeto y reverencia. Tomás Merton dice que si solamente pudiéramos ver lo más profundo de los corazones, allí donde ni el pecado, ni el deseo, ni el conocimiento propio alcanzan, el meollo de su realidad, la persona tal como Dios la ve. Si nos pudiéramos ver como realmente somos; si pudiéramos ver a los demás así, siempre, ya no habría más guerras, ni odios, ni crueldad, ni codicia. ¡El gran problema sería que caeríamos de rodillas para adoramos mutuamente!
El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace. (LEON TOLSTOI)
El reconocimiento de la dignidad de la persona humana no es sólo un ejercicio mental, sino una actitud que involucra e implica de manera activa para proteger y sostener los derechos y los valores humanos. En un mundo globalizado, industrializado dado al consumismo, donde la ganancia económica parece ser lo que más interesa, a menudo se tiran por la borda los valores humanos, se pisotea la dignidad y los derechos humanos violándolos notoriamente. Ahí es donde nuestra fe en la paternidad de Dios y la fraternidad de los seres humanos, reclama que arriesguemos y vayamos más allá de nuestros miedos y prejuicios para ser y actuar como verdaderos seguidores de Jesús que optó por estar del lado de los pobres y los marginados a quienes despreciaban los respetables y poderosos de su tiempo.
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Hoy rodeados de tanto sufrimiento y miseria, sentimos una llamada fuerte a ser presencia y testimonio de la compasión de Dios, las palabras de Jesús deben resonar en nuestros oídos y en nuestro corazón más fuertes que nunca: "Sed compasivos como vuestro Padre del cielo es compasivo". La compasión es una cuestión de corazón así como una actitud y una llamada a la acción. Vivir la compasión es también mezclar nuestras lágrimas con las lágrimas de los demás para sanar y crear comunidad. La palabra compasión literariamente quiere decir "con pasión" (sufrimiento). En este sentido compasión no es tener un sentimiento de piedad para consigo mismo de manera sentimental sino compartir el dolor. Significa "sufrir con"; esto fluye de la vida de Dios en la persona y no motivado por el "ego". Cuando la compasión se despierta nos hacemos más vulnerables y estamos preparados para arriesgamos a entrar en el dolor de los demás. Nuestras constituciones y estatutos nos impelen a ser colaboradores en el proyecto de Dios: “Acogemos a las Hermanas que Dios nos da. Diferentes y complementarias, construimos la unidad de la comunidad; cada una contribuye así al bien común. La vida en comunidad pide olvido propio, humildad, generosidad. Nuestras relaciones llevan el sello de la mansedumbre, la sencillez, la paz y la alegría. Juntas perseveramos en el amor fraterno”. (Const. hnas. Contemplativas, articulo 195). “Queremos ser, ante todo y en todas partes signo de unidad y de paz. En nuestros diferentes ambientes, intentamos vivir una fraternidad sincera, discretamente ocultas, si es preciso, o al contrario, afirmándonos si fuera necesario, aunque con mansedumbre evangélica y cuidando de permanecer siempre en la línea de la caridad”. (Const. Seculares, artículo 75).
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“Aunque acogiendo y respetando los dones de los demás, cada Asociado asume sus dones personales. Esa variedad de dones enriquece a la Iglesia y a la Familia. Todos los miembros permanecen atentos a fortalecer, profundizar, extender la comunión, con su testimonio”. (Estatutos de asociados laicos, artículo 10).
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Cuestionario para la reflexión personal 1 ¿Qué es lo que más me ha impactado?
2 A la luz de estos textos, ¿Tomo conciencia de cómo es Nuestro Dios y cómo nos ha hecho? Descríbelo.
3 ¿Qué llamadas me hace el Señor?
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2. PERDON Y RECONCILIACION 2.1 Ruptura de relaciones En el ámbito internacional, un país rompe sus relaciones diplomáticas con otro cuando de alguna forma se siente agredido. En las relaciones humanas puede ocurrir algo parecido. Si uno se siente agredido y no se establece el diálogo adecuado, puede haber una ruptura de relaciones, o al menos, un deterioro de las mismas. Si se ha dicho que hay felicidad donde existen buenas relaciones a todos los niveles, es evidente que un deterioro de las mismas puede ser fuente de desdichas, amarguras, sinsabores, etc. El pecado, como sabemos por el Génesis, es una ruptura total de la relación con Dios, con los demás, consigo mismo, con toda la creación. El pecado es aislamiento, hunde al ser humano en una soledad destructiva. “El hombre y su mujer oyeron el ruido de los pasos de Yahveh... y se ocultaron.” (Gn 3, 8). Dios que es relación busca al hombre que se ha escondido. “¿Dónde estás?”. Yahveh lo llama. Dios, fiel a su criatura, busca a toda costa restaurar las relaciones rotas y, cuando los hermanos se enfrentan entre sí, se repite la misma pregunta que en la historia de Caín y Abel. “¿Dónde está tu hermano?” Pregunta Yahveh. El Génesis nos narra aquí los pecados de la soberbia (querer ser como dioses) y la envidia de Caín sobre Abel. Son dos actitudes humanas que nos narra la palabra de Dios desde el principio y que tanto repercuten en nuestras relaciones con los demás. San Pablo describe la fuerza interna de pecado que lucha contra el nacimiento del hombre nuevo. Nos dice así en Rom. 7, 14-25. “Sabemos que la Ley es cosa espiritual, pero yo soy de carne y hueso, vendido como esclavo al pecado. Y ni siquiera entiendo lo que me pasa, porque no hago el bien que quisiera, sino, por el contrario, hago el mal que detesto. Ahora bien, al no querer lo que hago, reconozco que la Ley es buena y en realidad no soy yo quien obra el mal, sino el pecado que está dentro de mí. Ya sé que el
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bien no reside en mí, en lo que en mí es carnal. Está en mi alcance querer el bien, pero no realizarlo, y de hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Por lo tanto, si hago lo que no quiero, no soy yo quién está haciendo el mal, sino el pecado que habita en mí. Descubro entonces en mí mismo esta estructura: Queriendo hacer el bien, me sale al paso el mal. En lo íntimo de mi ser me complazco en la Ley de Dios, pero veo en mis miembros otra ley que está luchando contra la Ley de mi espíritu y que hace de mí un prisionero sometido a este imperio del pecado que está en mis miembros. ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de mi condición presente que no es más que muerte? En verdad, podemos dar gracias a Dios por Cristo Jesús, nuestro Señor. Con el tiempo aprendes que las En conclusión, yo en mi palabras dichas en un razón me someto a la Ley de momento de ira pueden seguir Dios, pero por lo que de mí lastimando a quien heriste, es carnal, sirvo a la ley del durante toda la vida. pecado.” (JORGE LUIS BORGES) En la formación religiosa y en nuestras revisiones personales, siempre tendremos que profundizar cual es nuestra situación ante estas dificultades, unidas a la naturaleza humana, y que tanta trascendencia pueden tener en las buenas relaciones con los demás.
2.2 No confundir perdón y reconciliación
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Para algunos autores, el perdón es sinónimo de reconciliación; de ahí el temor a perdonar al ofensor y, por consiguiente, tener que reconciliarse con él y exponerse de nuevo a sufrir las mismas (1)
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vejaciones. Esta confusión no es exclusiva de la gente normal, que también se da en los especialistas en materia de perdón. Algunos maestros espirituales y teólogos hacen afirmaciones como las siguientes: «El fin último del perdón es la reconciliación»; «Perdón y reconciliación son realidades inseparables»; «El perdón es incompleto sin la reconciliación». Da la impresión de que para algunos de ellos el perdón equivaldría a olvidarlo todo, hacer como si nada hubiera pasado y reanudar la misma relación que antes de la ofensa. Este enfoque tiene más que ver con el pensamiento mágico que con la sana psicología humana. Si la reconciliación fuese la norma de la autenticidad del perdón, sería evidente por qué tantas personas se niegan a perdonar: tienen la impresión de fingir que perdonan y, en definitiva, de Perdona para liberar en traicionarse a sí mismas. ti las fuerzas del amor. (MARTIN GRAY).
Es obvio que la reconciliación sigue siendo la consecuencia normal y deseable del perdón, y más aún para las personas unidas por lazos muy estrechos, como sucede en el caso de los cónyuges, de los padres, de los hijos, de los amigos, de los vecinos y de los compañeros de trabajo. Pero, aunque la reconciliación sea posible, no se debe pensar que la situación será la misma que antes de la falta. Después de una ofensa grave, no se puede reemprender la relación del pasado, por la sencilla razón de que ya no existe y no puede existir. Todo lo más, se puede pensar en profundizarla o en darle otro carácter Hay circunstancias en que los esfuerzos de reconciliación, por generosos que sean, resultan imprudentes e incluso peligrosos. Pensemos en los casos que implican a personas violentas, psicópatas o manipuladoras sin escrúpulos. No creo que en nombre de un perdón «integral», que englobaría la reconciliación, se deba llevar el heroísmo hasta exponerse a sufrir de nuevo malos
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tratos. El perdón bien entendido no exige tanto. En tales circunstancias, las personas implicadas podrían perdonar al ofensor; pero, por prudencia, deben mantenerse a distancia. Aun cuando el perdón no siempre acabe en reconciliación, no es menos beneficioso para quien perdona, y ello de múltiples formas. En primer lugar, el ofendido se habrá reconciliado consigo mismo; además, ya no se sentirá dominado por el resentimiento y la idea de venganza; habrá logrado dejar de juzgar a su ofensor para comprenderlo; podrá desearle en su corazón la mayor felicidad posible; habrá descubierto el lado positivo de la situación; y podrá, sin duda, albergar la esperanza de que la benevolencia que ha mostrado transforme el corazón de su ofensor. (Cfr. Mt 5, 23-25).
2. 3 Perdonar no puede ser una obligación(2) El perdón o es libre o no existe. Pero hay algunos predicadores que sienten la obligación de obligar a la gente a perdonar libremente. Reducir el perdón, como cualquier otra práctica espiritual, a una obligación moral es contraproducente, porque, al hacerlo, el perdón pierde su carácter gratuito y espontáneo. Sin embargo, es lo Hay que ser psicoterapeuta que atestigua una determinada para saber cuanta agrepráctica cristiana. Una prueba sividad reprimida hay bajo un de las más flagrantes es que los falso perdón. cristianos y cristianas recitan (PAUL TOURNIER) cada día el Padre nuestro, pero no siempre son conscientes de que dar una falsa interpretación al «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden» asimila el perdón a un acto de justicia exigida. Creen que deben necesariamente hacer un gesto de perdón antes de poder ser perdonados por Dios, olvidando que el perdón de Dios no está condicionado por los pobres perdones humanos. ¡Qué imagen tan mediocre tienen de Dios! La de un ser calculador y un mercachifle sometido a la ley del toma y daca. (Cfr. Lc 15, 30-32). (2)
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Pero aún hay más. La «obligación» del perdón en el Padrenuestro daría a entender que, en caso de no perdonar, el hombre se expondría al castigo de no ser perdonado. En tal caso, estaríamos más dentro del espíritu de los mandamientos del Antiguo Testamento que ante la invitación al amor espontáneo y gratuito de las Bienaventuranzas. Por lo que a mí se refiere, para evitar cualquier ambigüedad en la fórmula «Perdona nuestras ofensas como. . .», la recito en el sentido de las palabras de san Pablo: «Como el Señor os ha perdonado, así también haced vosotros» (Col 3,13). En la misma línea, una amiga me confesaba su preferencia por la fórmula siguiente: «Perdona nuestras ofensas para que podamos perdonar a los que nos han ofendido».
2.4 Perdonar no consiste en traspasarle la responsabilidad a Dios(3) «El perdón sólo corresponde a Dios». No cabe duda de que esta máxima se ha interpretado en ocasiones como si los seres humanos no tuvieran nada que ver con el acto de perdonar. ¡Buen pretexto para descargar en Dios la propia responsabilidad!. Pero haríamos mal, pues Dios, en el ámbito del perdón -como en cualquier otro ámbito-, no hace por nosotros lo que corresponde a la iniciativa humana. Recientemente alguien me confesaba que perdonar le era fácil: «Si alguien me ofende, me apresuro a pedir a Dios que le perdone. Así no tengo que dejarme torturar por toda clase de emociones, como la pena, la cólera, el resentimiento o la humillación». A pesar de lo admirable de esta demostración de fe, no pude por menos de cuestionarme la salud mental de este individuo. En lugar de asumir su vivencia, por penosa que fuese, se la traspasaba a Dios. (3)
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Entiéndaseme bien: yo creo en la necesidad de recurrir a lo espiritual como un elemento esencial del perdón, pero también creo que en, primer lugar, hay que prepararse en el plano humano para recibir la gracia de Dios. El perdón depende a la vez de la acción humana y de la acción divina. La naturaleza y la gracia no se eliminan; al contrario, se coordinan y se complementan. (Cfr.Mt 6, 14)
2.5 La reconciliación hace crecer al ofensor(4) Examinemos ahora los cambios que conviene efectuar en la relación ofensor-ofendido. Observemos primero que la responsabilidad de los cambios no depende únicamente del ofensor, como opinan algunos autores (Smedes 1984), sino también del ofendido, que debe aprender a no ponerse en situación de volver a convertirse en víctima. En la construcción de la nueva relación deben sentirse implicados tanto el ofensor como el ofendido. (Cfr. Lc 15, 21-24). En primer lugar, el ofensor tendrá que reconocer su parte de responsabilidad en la falta. Tendrá que estar dispuesto a escuchar al ofendido hasta el final y a meterse, por así decirlo, en su pellejo para evaluar mejor la importancia y la intensidad de la herida, porque, aunque no le sea posible suprimir el sufrimiento del ofendido, sí puede, al menos, entenderlo. Respecto a los daños e injusticias cometidos en cuanto a los bienes materiales, las manchas en la reputación, las faltas de lealtad o de otra índole, tendrá que repararlas como es debido, en la medida de lo posible. ¿Qué garantías de lealtad ofrece en adelante el ofensor?; ¿basta con el arrepentimiento, el propósito de enmienda y las promesas? (4)
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas grandes. (JORGE LUIS BORGES)
Jean Monbourquette
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Las buenas intenciones nunca podrán sustituir a los gestos concretos de cambio. El ofensor deberá, pues, preguntarse si ha aprendido algo sobre sí mismo y sobre su manera de relacionarse de modo íntimo con los demás. Las mejores garantías del éxito de la reconciliación las constituyen los cambios reales constatables en el comportamiento del ofensor. Por eso tendrá que hacerse las siguientes preguntas: «¿Cómo he podido cometer esa ofensa?; ¿cuál ha sido mi motivación profunda?; ¿qué antecedentes familiares o culturales me han llevado a cometer un acto tan ofensivo?; ¿qué comportamientos podría aprender a modificar en lo sucesivo?; ¿qué ayuda voy a buscar para conseguirlo?».
2.6 La reconciliación hace crecer al ofendido (5) «¿Por qué me he metido en semejante atolladero?», se dice a menudo la persona ofendida. Pregunta muy pertinente, porque recuerda, con razón, que el ofensor no es el único responsable del acontecimiento penoso, sino que también el ofendido debe buscar la verdad sobre sí mismo y aprovechar su experiencia desgraciada para revisar algunas de sus actitudes y modos de entablar relaciones. “¿Por qué perdonar y olvidar? Si no lo hacemos por bondad o por virtud, debemos hacerlo al menos por inteligencia y sabiduría, ya que los pensamientos y emociones negativas, frecuentes e intensas sobre nuestro pasado se convierten en el peso muerto que bloquea y aniquila las emociones y pensamientos de satisfacción, gozo y felicidad del presente. Nuestra mente perturbada y alimentada por ideas erróneas permanece bloqueada y atascada en el negativismo.” (Bernabé Tierno)
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Jean Monbourquette
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2.7 La reconciliación con Dios y con los hermanos (6) No cabe duda de que entre la reconciliación y el perdón existe un parentesco muy estrecho. Propiamente en el orden de las relaciones interpersonales, la reconciliación se da en plenitud cuando se encuentran el perdón demandado y el perdón ofrecido. Pero pedir perdón tiene su valor humano de humilde sinceridad aunque el agredido no nos lo otorgue. Ofrecer el perdón tiene igualmente su valor humano de magnanimidad aunque el agresor no quiera pedirlo. El perdón es un valor específico del cristianismo (G. Bilbao). Pertenece a la entraña misma del mensaje de Jesús. Más aún: es el núcleo de la experiencia de Dios que tiene Jesús. Él concibe y siente a Dios como Dios del perdón. El perdón que Dios ofrece en Jesús se adelanta al arrepentimiento del pecador, a la reparación que éste le ofrezca, al cambio de su conducta (Lc 15, 11-31 (Parábola del hijo prodigo)). Jesús reclama a los suyos una actitud análoga y establece el perdón ofrecido y pedido como ley central en las relaciones de la comunidad cristiana (Mt 18, 21-33 (Perdonar setenta veces siete)). Perdonando en la cruz a sus verdugos hace posible que seamos capaces de perdonar (Lc 23, 34 (Padre perdónales porque no saben lo que hacen)). Aunque perdonar y pedir perdón es específico del cristianismo, no es, según muchos autores, exclusivo. Con ellos sostengo que perdonar y pedir perdón es también una virtud cívica. En el terreno de las relaciones personales, tiene un gran valor antropológico y en el plano de las relaciones sociales favorece la cohesión social. La dinámica del perdón no es, pues, una simple estrategia útil. En la cesta de los valores que componen la reconciliación figura en lugar destacado el perdón. (6)
Juan María Uriarte
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«Pedir perdón libera y perdonar también libera. Pedir perdón te reconcilia contigo mismo, te hace salir de la trinchera, te permite aceptarte como eres, con tus defectos y tus errores. Pedir perdón te quita un enorme peso de encima: el de tener que vivir dando una imagen permanente de perfección o el de tratar de ocultarte a ti mismo que eres como eres, irremediablemente limitado e imperfecto. Pedir perdón no elimina el mal producido, pero tiene un efecto depurativo y transformador. Perdonar te hace más libre porque te libera de las cadenas del rencor, de la ira, te pone en contacto con lo mejor de tu persona y te quita la enorme carga del ¿Queréis ser felices un resentimiento y del agravio. instante? Vengaos. Perdonar ayuda a curar las propias ¿Queréis ser felices heridas, a superar el victimismo y a siempre? Perdonad. rehacer constructivamente tu propia (HENRI LACORDAIRE) vida. Desde la perspectiva más social y comunitaria, pedir perdón te reconcilia con tu enemigo a quien has hecho daño... Pedir perdón es una contribución social inequívocamente constructiva para la paz y la convivencia. El acto de perdonar es el que finalmente puede desplegar todo el potencial reconciliador de la disculpa sincera. Perdonar crea un presente y un futuro constructivo, basado en el respeto y la aceptación mutua. En resumen: personalmente pedir perdón o perdonar tiene un significado depurativo y liberador; comunitariamente tiene un significado constructor y reconciliador» (J. Fdez). (Cfr. Lc 19, 1-10). La excelencia del perdón es solamente comparable a la dificultad de perdonar y de pedir perdón. Los muros levantados por la confrontación son tan grandes y las heridas tan graves, tan injustas y duraderas que una prematura invitación al perdón revelan un desconocimiento del psiquismo humano, de las leyes del duelo y de la necesidad sentida por los agredidos de expresar sus sentimientos de rebeldía y de odio. «Perdonar es algo que, ordinariamente, solo
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el tiempo puede conceder». No basta querer perdonar; hay que poderlo. Ninguna instancia exterior puede exigir a las víctimas el perdón. Todos debemos contribuir a que en medio de un corazón desolado por el sufrimiento emerja la planta de un perdón difícil, pero liberador. Quien ha agredido debe pedir perdón. Pero si la elaboración no ha llegado a ese punto, no parece que esta petición deba ser impuesta como trámite. Se presta a farsa, fraude o humillación. Es más realista y práctico asegurar algún tipo de reconocimiento y el compromiso de no repetición. Nuestro Fundador nos recuerda el precepto de amarse y soportarse mutuamente que Jesús dejó a sus discípulos: Jesús, María y José vivían estrechamente unidos por el amor de Dios y nuestro divino Maestro pidió que sus discípulos formasen una sola y única familia, de la misma manera que él era uno con su Padre celestial. Les dio como precepto amarse y soportarse mutuamente, como él nos amó y soportó, y prestarse mutuamente los servicios más humildes y afectuosos, invitándoles a la práctica de la caridad fraterna. Les decía también que el amor es el distintivo de los verdaderos La última y definitiva justicia es discípulos. (Reglas generales el perdón. (MIGUEL DE UNAMUNO) 1844, G.E. nº 43)
Nuestras constituciones y estatutos también nos comprometen con el perdón y la reconciliación: “Nuestras comunidades se van formando por el don gozoso de cada una al servicio de los demás, por la atención respetuosa, en especial hacia las Hermanas mayores o enfermas, y por la inquietud misionera mantenida y renovada. Nuestras relaciones quieren ser auténticas: se afianzan y se fortalecen día tras día, exigen el perdón mutuo que recrea la comunión y nos comprometen a todas en un camino de conversión”. (Const. hnas. apostólicas, artículo 114).
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“Llamadas a la santidad somos, no obstante, una comunidad de pecadores que se acogen al amor misericordioso del Señor. Como camino de conversión interior, la corrección fraterna y el perdón mutuo reavivan nuestra comunión”. (Const. hnas. contemplativas, artículo 196). “Cristo quiso que la Iglesia fuera signo de comunión entre los hombres y nos pidió que nos amásemos unos a otros como el nos amó. Miembros de la Iglesia, asumimos su deseo de reconciliación y de unidad para promover la fraternidad universal”. (Const. seculares, artículo 70)
2. 8 Las heridas como fuente de reconciliación(7) Cuando pensamos en las consecuencias de eventos que han alterado para siempre nuestras vidas de manera negativa, pensamos inmediatamente en la imagen de la herida. Una herida no es solamente un testimonio de que lo que ha ocurrido es algo malo. Una herida enconada o una cicatriz dan testimonio del papel de la memoria en nuestra vida. Si se trata de heridas profundas en nuestras cuerpos y en nuestras almas, las heridas no nos abandonan nunca. Son signos patentes del cambio permanente que ha ocurrido en nuestra vida. Las heridas, si siguen abiertas, nos atan al pasado del que no podemos escapamos fácilmente. Las heridas, si se han transformado en cicatrices, nos sirven de umbral de la memoria del pasado, y nos recuerdan que ahora estamos en una fase distinta. Las heridas juegan a la vez un papel positivo y negativo en la reconciliación. Miremos en primer lugar las heridas de las víctimas. Si las heridas de las víctimas quedan abiertas, se enconan y llagan a la víctima que las tiene. Pueden inducir constantemente a !a víctima a recordar el momento en que han sido infligidas. Pueden (7)
Robert Schreiter
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llegar a ser un punto de referencia que exige ser interpretado a la luz de la pena que no cesa. Las heridas descuidadas pueden seguir envenenando los eventos futuros. Conocemos a gente que vive amargada por el mal que se le hizo años atrás y que no se ha recuperado nunca. Son rehenes de los eventos del pasado. Uno de los grandes peligros que se corre al descuidar las heridas es que las víctimas pueden pasar de ser víctimas a ser perpetradores del mal a los demás. En los conflictos civiles, es algo casi imposible definir quién es la víctima y quién es el perpetrador ya que, con el tiempo, las dos partes se quedan implicadas. Asimismo, no es raro para la gente que ha sufrido bajo regímenes autoritarios caer en la ilegalidad, la anarquía, o en el hedonismo después de la opresión sufrida. Es éste un comportamiento que la misma gente no toleraría en sus mejores momentos. Y esto acontece porque se ignora o reprime el poder de las heridas. Es por ello que en el ministerio de la reconciliación hay que atender especialmente el estado de las heridas de las víctimas. Pero ¿qué ocurre si hemos dejado sanar las heridas? Los que han logrado sanar sus heridas son los mejores candidatos para la obra de reconciliación. Las heridas de los que han experimentado la sanación pueden desarrollar una empatía insólita con los que sufren. Tienen una perspectiva de la herida que otras personas de buena voluntad consiguen con mucha mayor dificultad. Estos sanadores heridos pueden entrar en el universo del dolor y del sufrimiento de las víctimas de una manera que es única. Pueden acompañar a las víctimas como otros no podemos. Y es cierto que estos sanadores heridos a menudo desarrollan un sentido de vocación en ayudar a los demás como parte de su proceso de sanación.
El que ofende escribe en arena, el ofendido escribe en (Proverbio ruso) mármol.
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Pero si el sanador ha ignorado sus heridas esto puede tener consecuencias negativas. Si futuribles sanadores no reconocen la presencia de sus heridas (o porque no les prestan atención o porque las niegan), sus heridas pueden dificultar su ayuda a los demás. Y esto puede ocurrir de muy diversas maneras. En primer lugar, las heridas ignoradas pueden precipitar a los sanadores en un comportamiento abierto al otro como medio para aplacar la heridas del pasado. Esto puede manifestarse en "la necesidad de ser necesitado", para aplacar las heridas del pasado. Otras veces, los sanadores no dejarán que la víctima progrese, de no ser que las víctimas los sigan necesitando. En segundo lugar, las heridas ignoradas pueden llegar a ser tan neurálgicas que si las memorias de las heridas se reavivan a causa de eventos presentes, el proceso de sanación se desvía hacia el sanador alejándose de la víctima. Y por último, las heridas ignoradas pueden causar al sanador el asumir riesgos indebidos, perjudicando así tanto al sanador como a la víctima. Esto puede ocurrir, en particular, a gente que arrastra heridas, y que luego se encuentra en situaciones de conflicto.
“Los cristianos creemos que la paz es un don del cielo. Lo sabemos por experiencia: Cuando somos heridos nosotros o nuestros seres queridos, la reconciliación con lo ocurrido es un regalo dado por Dios (un verdadero milagro), pues lo humanamente lógico consiste en que el resentimiento nos visite y el odio nos habite. A veces lo hace durante décadas. Entonces la venganza encuentra su justificación y la ruleta de la violencia gira y gira sin detenerse. Por el contrario, encontrarse una persona que ha sufrido la violencia injusta y que ha sido capaz de perdonar y muestra un rostro reconciliado, es toparse con un destello del Resucitado.
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El perdón no es humanamente exigible, sino un regalo de Dios que el ser humano puede acoger, con enorme dolor al comienzo, con agradecimiento finalmente. Cuando el odio es desalojado del corazón, la persona camina alegre y ligera.” (Calendario 2008 de la revista “GUJERAT”)
2.9 Es Dios quien inicia y suscita la reconciliación(8) «Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Porque era Dios el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo sin tener en cuenta los pecados de los hombres, y el nos hacía depositarios del mensaje de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros» (2 Co 5, 18-20). No es iniciativa nuestra. Dios nos ha precedido. Ha querido reconciliarnos con Él y entre nosotros. La reconciliación lleva dentro de sí el marchamo y la fuerza de Dios. Dos pensamientos emergen en este texto. El núcleo de la reconciliación es reconciliarse con Dios. De ahí se deriva la dinámica reconciliadora entre nosotros. La experiencia de sentirse reconciliado por Dios despierta nuestra vocación de reconciliadores. Nuestra experiencia humana entrevé la necesidad de esta iniciativa divina cuando comprueba el espesor y el carácter tenazmente recurrente de la violencia, que nos inclinan hacia el fatalismo y la pasividad. Es confortador para los cristianos saber por la fe que nuestros esfuerzos reconciliadores están sugeridos, impregnados y envueltos por el amor reconciliador de Dios.
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Juan María Uriarte
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2.10 El humilde perdón del Dios de Jesús(9) Pero ¿quién es el verdadero Dios del perdón? Para entender bien la conducta divina respecto al perdón, veamos cómo se comportó Jesús con los «pecadores». No mostró una actitud altiva, moralizante o despectiva, sino que fue sencillo, humilde y compresivo.
Tomó la iniciativa de visitar a las personas prisioneras de la culpa. Luego, una vez con ellas, las valoraba poniéndose en situación de recibir de ellas. A la Samaritana le pidió de beber; al ver a Zaqueo, se autoinvitó a su casa; dejó que María Magdalena le rociase los pies con perfume... Incluso antes de hablar de perdón, comenzaba por establecer una relación de persona a persona. Por tanto, Jesús manifestaba su perdón acogiendo a la persona.
Prefiero dar cuenta a Dios de las faltas cometidas por una excesiva indulgencia que las que pudiera cometer por exceso de severidad. (P.B.N. G.E. 83
«¿Cómo abrirse al perdón de Dios?; ¿cómo imitarlo?». Jean-Marie Pohier responde muy acertadamente: «El Dios de la Biblia nos revela al mismo tiempo que es vulnerable -es el padre del hijo pródigo, o el pastor que parte a la búsqueda de la oveja perdida- y que renuncia a castigamos. Para nosotros es una paradoja incomprensible. Por eso, yo pienso que sólo podemos imitar el perdón de Dios en muy pequeña medida. Esperemos que, a fuerza de frecuentar a Dios, termine por influir un poco en nosotros...» (Pohier 1977: 218).
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Jean Monbourquette
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2.11 La mediación de la Iglesia(10) Reconciliarse consigo mismo es, reconocer lo que se es y lo que se está llamado a ser, aceptando con esperanza la tarea y la aventura de una lucha por el ideal, que siempre está por realizar en plenitud. Ahora bien, la fuerza de la auto-reconciliación se apoya para el creyente cristiano, en la seguridad de una hetero-reconciliación que nos viene de Dios, por la cruz de Cristo, y que se continúa en la historia, por la mediación de la Iglesia. El cristiano sostiene que Cristo es la única utopía real de reconciliación, porque en él ya se ha realizado, por su muerte y por su cruz, de modo único e irrepetible, la reconciliación por la que aspiramos. La autoreconciliación humana es verdadera cuando se vive en un proyecto de hetero-reconciliación. Y este proyecto es para el cristiano el que procede del Dios de Cristo. En él la finitud, el pecado, la injusticia han sido vencidos, su raíz negativa ha sido arrancada de cuajo, su fuerza aniquilante ha sido transformada. Y para el creyente ya no son lugares de irreconciliación, sino llamadas para La más grave falta es no una tarea y un camino, que tener conciencia de ninguna. tiene la seguridad de que le (ALBERT EINSTEIN) llevan a la verdadera reconciliación. Aquí encuentra su verdadero fundamento el sacramento de la reconciliación, en continuidad con esta vida y estas experiencias, que nos están llamando hacia otro lugar y hacia otra plenitud de reconciliación. En la reconciliación con Dios nos jugamos la reconciliación con los hombres. En la reconciliación entre los hombres nos jugamos la reconciliación con Dios. (10)
Dionisio Borobio
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Solamente desde la conciencia de pecado se desencadena el movimiento y el proceso de y hacia la reconciliación. Quien no tiene conciencia de pecado o no tiene pecado, tampoco tiene por qué convertirse. La conversión es fruto de la gracia e implica ya la gracia como fruto. (Cfr. Jn 20,23).
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Cuestionario para la reflexión personal
1. ¿Qué provocan en mi estos textos? ¿Me ayudan a entender situaciones vividas personalmente o en mi entorno?
2. ¿Tengo dificultades para perdonar o para pedir perdón? ¿Cuáles?
3. ¿Siento que estas reflexiones nos ayudan como Familia para superar dificultades que nos conduzcan a la reconciliación a todos los niveles?
4. ¿Valoro suficientemente a las personas que aportan una actitud positiva, integradora, para la convivencia en nuestras comunidades y grupos?
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3 FUENTES DE ENERGIA 3.1 La fuerza de actuar juntos La ciencia moderna nos dice que el universo está lleno de energía y que el poder emerge de las interrelaciones de la vida. El poder se activa cuando dos o tres, o algunas, o muchas personas se reúnen y actúan en reciprocidad. En otras palabras, el poder existe cuando el tejido humano de las relaciones se activa y deja de existir, cuando las personas se aíslan o se dispersan. El individuo solitario, rico o pobre, tiene muy poco poder o ningún poder. Podemos imaginar cuánto poder se genera, se suscita, cuando el grupo tiene el mismo Espíritu, y el mismo fin. En ese sentido la Familia de Pedro Bienvenido Noailles es una potencia para nuestro mundo, en el que podemos hacer la diferencia, una fuerza de transformación. Necesitamos reconocer que el poder tiene menos que ver con el dinero, con las armas y con actitudes de autoridad que con la calidad de relaciones vividas por las personas y los pueblos. Por eso, los pequeños grupos de personas comprometidas en una interacción intensa, han tenido el No posees lo que otros poder y la energía de efectuar el tienen, y otros carecen de cambio, sin tener en cuenta la tus dones; de esta proporción y el número de imperfección brota la personas que lo integran. sociabilidad. (GELLERT) En la primitiva Iglesia, los cristianos tenían un solo corazón y una sola alma, cualquiera que fuese la distancia que les separase o la diversidad de sus ocupaciones. En la soledad o en pleno mundo no formaban más que una sola y única familia en medio de los pueblos infieles trabajaban con ahínco por estrechar los lazos que les unían con Jesucristo. Reunidos en diversas Iglesias o Congregaciones, buscaban el modo de comunicarse entre ellos,
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directamente o por medio de sus Pastores o guías espirituales. Compartían sus penas y sus alegrías; se ponían en guardia ante los peligros que les amenazaban y aunaban sus esfuerzos frente a las tempestades; se estimulaban a perseverar; oraban unos por otros y socorrían a aquellos que tenían necesidad. Bendecían el nombre de Jesús y cada día ganaban para él a cuantos se sentían atraídos por el ejemplo de sus virtudes y sus buenas obras. (Constituciones generales de la Asociación; Sup. Gal. 24)
3.2 La formación Una de las tareas de cara a "un mundo nuevo de relaciones" sería educamos, formamos a una vida comunitaria y cultivar relaciones de calidad. Esto supone conocimiento propio, lucidez para ver nuestras propias fragilidades y dar los pasos necesarios para cultivar relaciones de calidad, basadas sobre todo, en la palabra y en el ejemplo de Jesús y propuestas por nuestro Fundador. Todos los Asociados de la Sagrada Familia deben amarse y considerarse como hermanos, sea cual fuere su posición en el mundo o las obras con las que estén comprometidos en la Asociación: los lazos que deben unirles en Jesús, María y José son los que unían a los primeros cristianos y les llevaban a vivir juntos como hermanos, de ellos se decía: "Mirad como se aman" (Reglas generales 1851, T.E.168)
3.3 Oración y Contemplación El sueño de Dios abarca dimensiones infinitas. Necesitamos comprender bien lo que la humanidad está llamada a ser en el proyecto de Dios: su propia familia de hijos e hijas, hermanos y hermanas. En la oración, el Espíritu nos abre a esta visión de fe y nos lleva a apasionamos por la visión que Dios mismo tiene de la humanidad.
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''Dios amó tanto al mundo que le envió a su Hijo único..." Dios continúa amando a este mundo y la humanidad con el mismo amor y envía a sus hijos e hijas para que lleven adelante su sueño por la humanidad. Contemplando a Jesús en el Evangelio, dejamos que su visión y su amor nos habiten y nos impulsen también a nosotros. Si lo hacemos así, nuestros criterios y valores irán siendo los de Jesús: compasión, bondad, amor que va más allá de las distinciones que nosotros hacemos; abiertos al don total y sin cálculos de nosotros mismos. Esto exige que rechacemos todo aquello que disminuya y niegue la humanidad, la dignidad de nuestros hermanos y hermanas. Seguir a Jesús es una aventura arriesgada. Exige una respuesta a las llamadas y demandas del amor que Jesús nos presenta en el Evangelio y que no conoce límites. Pide gestos reales de solidaridad y verdaderos pasos de perdón y de reconciliación. El auto-desplazamiento y la autotrascendencia son inevitables La principal virtud que en este proceso. Pide salir de debo pedir a Nuestro sí mismo más allá de cualquier Señor es la caridad junto frontera que se ha decidido, con una mansedumbre como en el caso del Buen inalterable. (P.B.N. G.E. 83) samaritano.
3.4 La Palabra La Palabra de Dios nos da su visión sobre el mundo y la humanidad. Modela, nuestras relaciones con Dios y con los demás, basadas en el mandamiento del amor: "Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37). Es el SHEMA que la familia de Nazaret puso en el centro de su vida no amando, no buscando, no queriendo más que a Solo Dios en todo.
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"La Palabra de Dios tiene un encanto y una unción que no se puede encontrar en otro lugar". Ilumina nuestros pasos. En este contexto ¿no deberíamos prestar mayor atención a los textos de la Escritura que el Buen Padre nos propuso como Que nuestras conversaciocamino evangélico que los nes sean, sencillas, amables miembros de la Sagrada y sinceras. (P.B.N. G.E. 82) Familia debían seguir?
3.5 La Eucaristía La Eucaristía, encarnación del amor de Jesús hasta el extremo por la humanidad, infunde en nuestros corazones su propio amor y pasión por Dios y por la humanidad. Dios, que reconcilió el mundo consigo y congregó a los hijos dispersos en una familia, a través de la muerte y resurrección de Jesús, nos envía al mundo como embajadores de reconciliación y para congregar a sus hijos. El Espíritu infunde su aliento en nosotros; en cada Eucaristía, nos fortalece con la energía que necesitamos para comprometemos en la tarea de la justicia, la paz y la reconciliación en nuestro mundo. El mundo nuevo se construye en la medida misma en que nosotros entramos en la Pascua.
3.6 Nuestra Familia Familia internacional, intercultural, intervocacional, presente en cuatro continentes. Somos Familia en Misión de Comunión con el privilegio y la posibilidad de construir un mundo nuevo de relaciones por nuestro propio ser ¿Estamos atentos, abiertos y convencidos del potencial que tenemos como Familia que vive una misma Misión de comunión? ¿Hasta dónde se extiende la fuerza de nuestro Carisma de comunión como Don y Misión al mismo tiempo, para el mundo de hoy?
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Saber que todos los miembros, en todas las partes del mundo donde nos encontramos, bajo vocaciones diversas estamos viviendo la misma Misión convencidos de que aportamos un elemento único, irremplazable a la construcción de un mundo nuevo, ¿no es un gran estímulo para seguir adelante juntos con alegría y esperanza? Sabemos que el mundo nuevo es la obra de Dios mismo que actúa para transformarlo ya desde ahora y conducirlo hacia su plenitud. El nos confía el hoy de nuestra historia y la historia de nuestro mundo para realizar su proyecto y en nuestra colaboración con él estamos sostenidos por la Esperanza. La Esperanza, virtud del "todavía no", nos proporciona la capacidad de soñar, de ver lo que será, de animar un don que todavía no ha florecido. La Esperanza crea energía. Waalter Brueggemann escribe: ''Dar energía está en estrecha relación con la esperanza. Estamos llenos de energía no por lo que poseemos, sino por lo que se nos promete, por lo que se nos va a dar". "Esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia" (2 Pe 3, 13). "Y sabemos... que la esperanza no defrauda" (Rm 5, 5).
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Cuestionario para la reflexión personal
1. De estas fuentes de energía, de cuales me alimento habitualmente?
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