DEL CALOR AL FRIO De los años de mi niñez recuerdo hoy; tres palabras: vagonetas, frio y soroche. En síntesis es una realidad hoy que siento en carne propia. Y todo el mundo huye sobre todo de la segunda; porque la primera ya no existe; entonces sólo nos queda la baja temperatura y el mal de altura que será siempre para los extraños. Llegar a Shorey fue una de mis impresiones la de “huir”; sin embargo con el paso de los días la realidad me estampaba un calor especial en medio de la frialdad natural. Cuesta arriba los niños corriendo bajo la lluvia, las señoras cubiertas de paraguas transitaban junto a los campamentos y los mineros soñolientos regresando de los socavones después de una jornada nocturna para conciliar con el sueño en las horas matutinas; y todos ellos ¡buenos días! ; Si, ¡Buenos días! ….. Aquel saludo afectuoso lleno de calor humano es suficiente para confiar que seguía viviendo en las mismas temperaturas de hallá de los 2 677 m.n.s.m Desde mi campamento _único huésped _ avisto la urbe “Shorey Chico” ; el zigzagueo del asfalto que se pierde por los cerros hacia la costa; el rio moche en sus nacientes llevando óxido y cardenillo; y, las minas abandonadas a merced de los lugareños que es su fuente de vida. ¡GRACIAS, Shorey por permitirme pisar tu suelo! Shorey, invierno del 2019