Shock El shock es un estado potencialmente mortal en el cual la presión arterial es demasiado baja para mantener a la persona con vida. El shock es la consecuencia de una hipotensión arterial importante causada por una disminución del volumen de sangre circulante, una inadecuada función de bombeo del corazón o una excesiva relajación (dilatación) de las paredes de los vasos sanguíneos (vasodilatación). Esta hipotensión, que es mucho más marcada y prolongada que en el síncope, provoca un aporte inadecuado de sangre a las células del organismo, que pueden verse afectadas de una forma rápida e irreversible y, al final, pueden incluso morir. Un volumen de sangre insuficiente puede ser causado por una hemorragia grave, una pérdida excesiva de líquido del organismo o un consumo insuficiente de líquidos. La sangre se puede perder rápidamente debido a un accidente o a una hemorragia interna, ya sea por una úlcera en el estómago o en el intestino, una rotura de un vaso sanguíneo o una rotura de un embarazo ectópico (embarazo fuera del útero). Una pérdida excesiva de otros líquidos del organismo puede producirse por quemaduras importantes, inflamación del páncreas (pancreatitis), perforación de la pared intestinal, diarrea grave, enfermedad renal o administración excesiva de fármacos potentes que incrementan la producción de orina (diuréticos). A pesar de sentir sed, puede que en algunos casos no se beba la cantidad suficiente de líquidos para compensar la pérdida; ello sucede cuando una incapacidad física (como una enfermedad articular grave) impide al paciente conseguir agua por sí mismo. Si el corazón no cumple su función de bombeo de manera adecuada, con cada latido cardíaco se expulsará una cantidad de sangre menor de la normal. El déficit de bombeo puede ser la consecuencia de un infarto, una embolia pulmonar, la insuficiencia de una válvula cardíaca (particularmente de una válvula artificial) o una arritmia. La vasodilatación excesiva puede ser consecuencia de una lesión en la cabeza, una insuficiencia renal, una intoxicación, una sobredosis de ciertas drogas o una infección bacteriana grave (el shock causado por este tipo de infección se llama shock séptico).
Síntomas y diagnóstico Los síntomas del shock son similares tanto si la causa es un bajo volumen sanguíneo (shock hipovolémico) como un bombeo inadecuado del corazón (shock cardiogénico). Al principio pueden aparecer cansancio, somnolencia y confusión. La piel se vuelve fría, sudorosa y, a menudo, azulada y pálida. Si se presiona la piel, el color normal vuelve mucho más lentamente de lo habitual. Aparece una red de líneas azuladas por debajo de la piel. Las pulsaciones son débiles y rápidas, a menos que la causa del shock sea una frecuencia cardíaca retardada. Por lo general, la respiración es rápida, pero tanto ésta como el pulso pueden hacerse más lentos si la muerte es inminente. La presión arterial desciende a un nivel tan bajo que, con frecuencia, no puede detectarse con un esfigmomanómetro. Al final, la persona no puede incorporarse puesto que puede perder el conocimiento o puede incluso morir. Cuando el shock es provocado por una excesiva dilatación de los vasos sanguíneos, los síntomas son algo diferentes. Por ejemplo, la piel está caliente y rojiza, sobre todo al principio. En las etapas iniciales del shock, especialmente del shock séptico, muchos síntomas pueden estar ausentes o no detectarse, a no ser que se busquen específicamente. La presión arterial es muy baja. La emisión de orina es también muy baja y se acumulan productos de desecho en la sangre.
Pronóstico y tratamiento Sin tratamiento, el shock habitualmente es mortal; en caso contrario, el pronóstico depende de la causa, de la existencia de enfermedades asociadas, del tiempo transcurrido antes de iniciar el tratamiento y del tipo de tratamiento suministrado. Independientemente de la terapia, la probabilidad de muerte por un shock tras un infarto agudo de miocardio o por un shock séptico en un paciente anciano es elevada. La primera persona que llegue al lado de una persona con shock debe mantenerla en calor y con las piernas algo elevadas para facilitar también el retorno de sangre al corazón. Si existe una hemorragia, debe ser detenida y también debe controlarse la respiración. La cabeza debe girarse hacia un costado para impedir la aspiración del vómito. No se debe administrar nada por vía oral. Puede hacerse necesario el uso de la ventilación mecánica por parte del personal médico de urgencias. Todos los fármacos se dan por vía intravenosa. Por lo general, no se suministran narcóticos, sedantes ni tranquilizantes porque tienden a disminuir la presión arterial. Se puede intentar elevar la presión arterial mediante unos pantalones militares (o médicos) antishock. Este tipo de pantalones aprietan la parte inferior del cuerpo y favorecen de este modo la llegada de la sangre desde las piernas hasta el corazón y el cerebro. Se administran líquidos por vía intravenosa.
Habitualmente, se comprueba la compatibilidad de la sangre antes de efectuar una transfusión, pero en una situación de urgencia, cuando no hay tiempo para tal comprobación, se puede suministrar sangre tipo O negativo a cualquier persona. La administración de líquidos por vía intravenosa o una transfusión sanguínea pueden no ser suficientes para neutralizar el shock, si la hemorragia o la pérdida de líquidos continúa o si el shock se debe a un infarto u otro problema que no tenga nada que ver con el volumen sanguíneo. Para favorecer la llegada de sangre al cerebro y al corazón, se pueden administrar fármacos que contraen los vasos sanguíneos, pero deben utilizarse durante el menor tiempo posible, porque pueden reducir el flujo de sangre a los tejidos. Cuando el shock es causado por un bombeo insuficiente del corazón, los esfuerzos deben dirigirse a mejorar la función cardíaca. Se corrigen las anomalías de la frecuencia y el ritmo de los latidos cardíacos y se incrementa el volumen de sangre si es necesario. Así mismo, para acelerar un latido cardíaco lento se administra atropina y, para mejorar la capacidad de contracción del músculo cardíaco, se utilizan otros fármacos. En caso de infarto agudo de miocardio, se introduce en la aorta un balón que cumple funciones de bomba (balón de contrapulsación aórtica) para revertir temporalmente el shock. Tras este procedimiento, puede que sea necesario llevar a cabo una cirugía de revascularización urgente de las arterias coronarias o bien una intervención quirúrgica que corrija determinados defectos cardíacos. En algunos casos de shock secundario a un infarto agudo de miocardio puede realizarse una angioplastia coronaria transluminal percutánea urgente para abrir la arteria obstruida y mejorar la función de bombeo del corazón y el shock resultante. Antes de realizar este procedimiento, se administran fármacos por vía intravenosa para disolver los coágulos (fármacos trombolíticos). Si no se llevan a cabo este tipo de angioplastia urgente o la cirugía cardíaca, se suministra un fármaco trombolítico lo antes posible, a menos que éste pueda agravar otros problemas médicos del paciente. El shock causado por la vasodilatación excesiva se trata principalmente con fármacos que contraen los vasos, al tiempo que también se corrige la causa subyacente.