TEMA SEGUNDO DEL CURSO INTENSIVO DE ESPIRITUALIDAD: CUANDO EL SUFRIMIENTO DEL PACIENTE SE DEBE, BÁSICAMENTE, A SU RELACIÓN TEÓRICO/PRÁCTICA, CON DIOS. Dos problemas: el Problema del Mal. Y, el Sentido del Dolor. Necesitamos resolverlos para poder entender bien nuestra relación personal con Dios. I – EL MAL EXISTE. Tonta afirmación, si todos lo sabemos. Es más: es precisamente la existencia del mal lo que ha hecho que existan, a su vez, ateos. Dado esto, tendremos que averiguar por qué existe el mal, para no llegar a la terrible conclusión de que, el que no existe, es Dios. Aunque, es la verdad, el que no existe es el Dios que nos hemos imaginado, que nos hemos creado, o que nos han enseñado. Y quien sufre, es la gente normal. No los malos. No los santos. También ellos por supuesto, pero no por ser o malos o santos: sufren, porque son humanos. Quien sufre es la gente como Usted y como yo: la gente común y corriente. Que quede claro: no sufrimos debido a nuestras malas acciones; los males no son castigo de Dios; el sufrimiento no proviene de un injusto Todopoderoso, que, primero nos crea imperfectos para luego castigarnos por nuestras fallas. No olvidemos que Dios es Amor. El dolor, simplemente, existe. Dios no le da a cada quien lo que merece. No por ser yo bueno dejaré de sufrir. Como tampoco fallamos por ser pecadores: Adán y Eva lo hicieron antes de cometer su primer pecado. Así que no se vaya a culpar si está padeciendo un sufrimiento inexplicable. Tampoco afirme que Dios le da a cada quien lo que merece: esta es una de tantas frases consagradas que, a fuerza de repetirlas, pierden su valor y dejan de ser verdaderas. Pero si tú, en tu trabajo tanatológico, enseñas esto a tus pacientes, además de lograr que se sientan culpables, les podrá nacer un tremendo odio hacia ese Dios tan injusto. He platicado con Ministros Religiosos que explican el sufrimiento de alguien conocido “porque se apartó de Dios”. Un Dios castigador, justiciero, o peor, vengativo, ¿será nuestro Dios? Tenemos la tendencia de echarla la culpa a Dios de todo lo que sucede: bueno y malo: todo es Voluntad Suya, o al menos es permisión divina. Lo que nos lleva a tomar posturas poco humanas. El dolor existe. Es parte de la vida. De esta vida. Y no depende de qué tan buenos o malos seamos, qué tan culpables o no. Existe. Simplemente existe. ¿Por qué? Porque somos imperfectos; y todo lo imperfecto – nuestro cuerpo y nuestra naturaleza – tiene que fallar. Pero, por otra parte, sabemos que todo lo que existe, existe por algo trascendente. Así, si el Dolor existe, debe tener una razón más allá que ser simple síntoma; si la enfermedad existe, si la Muerte existe, deben tener un por qué. Mejor dicho: un para qué. II – EL SENTIDO DEL DOLOR.
El sufrimiento está aquí. Es uno de los misterios de la existencia. Hasta podríamos afirmar que es omnipresente. Es cierto que el problema del sufrimiento y del mal tiene una misteriosa conexión con Dios, pero El no es la causa del mal. Dios no es un malvado así. Rechacemos la falsa idea que tenemos de Él. Sucede que muchas veces le achacamos la maldad de los hombres, como cuando aseguramos que una muerte por asesinato fue por Voluntad de Dios, porque Dios lo quiso. El sufrimiento es inherente a lo humano. Lo es. Como la Muerte lo es al ser mortal. El sufrimiento siempre está ahí. Es la inevitable realidad de nuestra condición humana. Somos imperfectos y sufrir es fruto de la imperfección, como ya lo estudiamos. Ni siquiera deberemos de sufrir para alcanzar a Dios: Dios es Amor y todo lo que es Amor es gratuidad. Hasta nosotros, cuando amamos de verdad nos entregamos gratuitamente al ser ama y perdonamos sus fallas sin pensar en castigarlo. Y no somos mejores que Dios. Dios ama a su creación y a sus criaturas, pero no puede quitar el problema del mal, resultado mismo de la limitación del Hombre, ni el de la libertad humana: tiene que dejar fluir la vida con respeto a las leyes de la naturaleza y a los cauces de la libertad. Sólo la concepción de un Dios lleno de amor será lo que haga que el hombre supere su orgullo ante lo incomprensible y su complejo de víctima ante el dolor. Pero la respuesta de los hombres ante el dolor no siempre es la misma. La respuesta depende de cada persona… y de la ayuda que reciba: de aquí la importancia de la labor tanatológica ante este problema. Actitudes ante el padecer: 1.- La amargura. Quienes se amargan se vuelven malignos, odian, hieren, tienen rabia, se desesperan. Con lo que magnifican su dolor. Y sólo les quedará el vacío interior. 2.- Deshacerse ante el sufrimiento. Pierden la voluntad de vivir, la capacidad de actuar, se invalidan, sin que nada les importe. Se llenan del cansancio de vivir y mueren antes de morir. 3.- Huir del sufrimiento. Esconderlo donde no se vea, rodearse de murallas internas para que no hiera. En este caso el dolor se transformará y crecerá, porque se convirtió en un sufrimiento reprimido. 4.- Empequeñecerse. Significa que, quien lo padece y responde así, solamente está dando vueltas y vueltas sobre lo mismo. Vivirá para su pena y la impondrá a los demás. Su actitud, no siempre consciente, es la de Autocompasión. 5.- Crecer ante el sufrimiento. El dolor o destruye o hace crecer, o debilita o fortifica. Ante el sufrimiento, quienes tienen esta respuesta, se enfrentan, se recuperan y maduran. Y abren una nueva visión de la vida, más honda, más comprensiva, más humilde, más auténtica, y siempre alegre. De esta manera, el sufrimiento se convierte en una fuente de humanidad, de equilibrio y de sabiduría. Cuando se sumerge en el dolor, uno se manifiesta como realmente es. El
dolor desnuda. Penetra en lo más íntimo de la persona. Obliga a mostrar lo que somos por dentro: nuestros principios, nuestros valores, nuestra formación, nuestra conciencia. En ese sentido, el dolor es juez de todos nosotros. Además tendremos que entenderlo ante la luz de la fe. San Pablo: Somos cuerpo místico de Cristo. Él la Cabeza, nosotros los miembros. Suplimos en nosotros lo que faltó a la Pasión de Cristo. Finalmente: Paa aquellos que aman a Dios, todo lo que suceda es para su bien. Iis qui diligunt Deum, omnia cooperantur in bonum.