¿SE HA VUELTO EL TURISMO UN NUEVO PRODUCTO DE CONSUMO? Es innegable que hay un antes y un después en el sector turístico, y el punto de inflexión ha venido marcado por la llegada del turismo low-cost. La tendencia que llegó con la irrupción en el sector aéreo con las aerolíneas de bajo coste, continuó con el alquiles de coches también low-cost, y posteriormente con las posibilidades de alojamiento con particulares de la mano de Airbnb, Booking y similares. Todo ello ha implicado una fuerte reducción de costes a la hora de viajar como turista, punto especialmente importante. Pero viajar es un placer, y es un placer que engancha. Los viajeros repiten una y otra vez. Y cuando vuelven, cuentan a sus familiares y amigos lo diferente y maravilloso de los mundos que han conocido, las experiencias que han vivido, y enrolan a nuevos viajeros que ya sentían el anhelo de contemplar nuevos horizontes. Viajar es adictivo y… contagioso. Las Redes Sociales también han contribuido al surgimiento del “consumismo turístico” El auge de la tecnología social, cuyo brazo armado son las omnipresentes redes sociales. Ese “compartir las experiencias” del que hablábamos antes estaba confinado hasta hace poco meramente a los círculos familiares y de amistades más inmediatos; ahora con las redes sociales compartir los trofeos de viaje se abre al mundo en el sentido más literal. Las redes sociales han construido su modelo de negocio sobre una necesidad que tiene el ser humano desde que es social. Es precisamente la necesidad de contar, que hoy en día va en muchos casos inevitablemente unida a la (para algunos) censurable necesidad de aparentar, de figurar, de mostrar que se es muy feliz (generalmente más de lo que en realidad se es) … e incluso de tratar de provocar envidia en los demás. los influencers que ve las fotos de los viajes de sus ídolos, lee sus experiencias, ve dónde se alojan, qué comidas exóticas degustan, con qué locales entablan amistad… Sino que también, a la dimensión masiva, se añade otra dimensión mucho más personal y enriquecedora, y que se basa en un rico ecosistema de blogs de viajes y comunidades de viajeros detrás. La metamorfosis del turista de usuario a consumidor Pues ni más ni menos la transformación del turismo a ser un producto de consumo, lleva inherente la metamorfosis del turista de ser mayormente un mero usuario de transporte a ser un consumidor, como lo es para otros tantos productos de consumo existentes en el mercado. La diferencia entre ambos conceptos tiene más importancia de la que a priori podría parecer. Ser un usuario como hasta ahora implica que se hace uso del medio de transporte con una finalidad distinta (como su propio nombre indica): implica un usuario
que simplemente se transporta de un lugar a otro. Ahora, el propio viaje es ya una finalidad y un producto de consumo en sí mismo, y su destino un objeto de deseo a publicitar en redes sociales, algo que además se enriquece con un alojamiento chic (o alternativo en otros casos) y con las experiencias vividas en destino. El usuario hace uso de un medio, mientras que el consumidor consume un producto o servicio cuya adquisición y posterior utilización y disfrute es el objetivo. El reto de estas economías es sin duda aprovechar la fiebre turística mientras dure (y/o tratar de hacer la demanda constante). Pero es un error simplemente sustituir sin más un origen de mero sustento básico por otro, sino que planificada mente se debe aprovechar el empujón y cambiar el modelo productivo a uno más moderno y que reporte mejores estándares de vida a sus ciudadanos de forma estable. Ahora bien, demasiadas veces conseguir este punto es harto difícil en países en los que la falta de formación y/o visión de sus gobernantes (y muchas veces también la corrupción) es más que patente. De los planteamientos anti-económicos al turismo sostenible En los últimos meses, el (incluso violento) surgimiento de la “turismofobia” ha copado las portadas de los medios “commodity”. Se han reproducido las pintadas anti-turistas por varios puntos de la geografía española, e incluso ha habido ataques a autobuses de visitantes. La radicalidad de ciertos planteamientos ha hecho acto de presencia, y no sólo ha elegido como objetivo puntos con especial intensidad de flujo de turistas, sino que este factor se ha combinado con la presencia de grupos de cierto corte político-social, que en determinados casos se han radicalizado. El recurso económico del turismo está ahí cuan materia prima, y es la responsabilidad del país turístico explotarlo estructurando el tejido turístico nacional y logrando con él un verdadero desarrollo socioeconómico. Los objetivos de sostenibilidad van desde el impacto medioambiental, al aspecto social, pasando por la temporalidad laboral estacional, por la dependencia económica de modas pasajeras a ciertos destinos turísticos, por el desplazamiento de la población local de sus viviendas habituales en procesos de gentrificación, etc. Más turismo sí (rotundamente), pero también mejor. También es clave definir en base a esa modelización de turistas un modelo integral de desarrollo turístico: distribuido, especializado, intermodal, enfocado al desarrollo que se pretende alcanzar, dirigido específicamente a cada modelo de turista que se pretende captar y fidelizar, equilibrando el modelo con el turismo de interior, etc. Las meras campañas de carteles gráficos en embajadas y consulados publicitando coloridamente la marca España ya son cosa de los noventa, y su versión en simples banners de publicidad de internet pertenecen ya también el pasado (de la década pasada). Hoy en día no tiene perdón no ser capaces de lograr modelizar y seducir selectivamente a nuestros “consumidores” turísticos
Hoy tenemos más herramientas que nunca para conseguir estos objetivos, y pasan necesariamente por las comunidades online, las redes sociales, los blogs de viaje, la interacción entre los propios turistas y… especialmente por el contenido, que, si bien existe mayormente, debe ser más fácilmente accesible y segmentarse online entre cada tipo de turista que busca información sobre nosotros. El Big Data nunca fue más internacional ni multicultural y, sobre todo para potencias turísticas, un obligado estandarte de la diversidad personal de gustos e intereses. Pero esta justa pretensión de una necesaria sostenibilidad no debe servir de excusa para sacar a relucir ese odio injustificado hacia los turistas, que al fin y al cabo están contribuyendo a nuestra riqueza nacional. Este tipo de actitudes socioeconómicamente autodestructivas esconden una radicalización y un punto de inestabilidad social que las hacen ser más el síntoma que la enfermedad. En algunos casos se roza incluso la xenofobia: sí, aunque los turistas sean (supuestamente) “ricos”, son igualmente extranjeros. Y los turistas tendrán obviamente su responsabilidad de no perturbar en exceso el medio local, de no venir a vandalizar regados por alcohol, de no dejar un rastro de desperdicios como si hubiese pasado el caballo de Atila, etc. Pero por ello los países de acogida tampoco debemos eludir nuestra responsabilidad de, en primer lugar, ser selectivos con los modelos turísticos a los que aspiramos, y, en segundo lugar, hacer respetar a aquellos que vienen y no respetan. Queda precisamente como responsabilidad de las autoridades nacionales y locales el definir cómo esos turistas pueden hacer turismo, para que su visita contribuya y no destruya. En realidad, el Turismo 4.0 es también una suerte de nueva economía y en el plano más socioeconómico, llama la atención la nueva relación de su escala masiva con publicar en las redes sociales sus fotos, subir vídeos, comentar experiencias, habiendo en Facebook incluso aplicaciones con mapas mundiales donde ir poniendo más pines de “he estado” que tus amigos. A veces hay que plantearse si verdaderamente somos felices, cuando dedicamos tanto tiempo y esfuerzos por tratar de vender nuestra supuesta felicidad a nuestro entorno. Viajen, vivan y sean felices (de verdad), pero no caigan en el error de deambular y simular felicidad Volunturismo: voluntariado y selfis En las últimas tres décadas los voluntariados internacionales se han convertido en una actividad popular entre los jóvenes occidentales. Desde muy pronto han viajado y conocido otras culturas. Han tenido un pronto acceso a internet y a medios de comunicación, lo cual, junto a la educación recibida, basada en un mensaje de lo “afortunados y especiales” que son, les ha motivado a querer ser los protagonistas del cambio y el impacto. Todos se sienten identificados con esa obcecación de querer marcar la diferencia.
Es por ello que los voluntariados internacionales y el volunturismo están viviendo un auge como nunca antes se ha visto. Estos se presentan a los jóvenes mileniales como una solución efectiva para hacer algo por el avance de las sociedades menos desarrolladas, para devolverle al mundo un poco de lo que han tenido desde el principio y para marcar la tan ansiada diferencia. Sin embargo, los mileniales, en su afán por ser parte del cambio, se olvidan de las consecuencias que estos voluntariados internacionales y que los voluntarismos acarrean en las sociedades que se pretende ayudar. Tráfico humano, abusos sexuales y obstáculos para el desarrollo de la economía local son solo algunas de las realidades que los voluntariados internacionales esconden y que los voluntarios están promoviendo, seducidos por empresas internacionales que ofrecen darles la experiencia de su vida a cambio de cantidades desmesuradas de dinero. De los voluntariados internacionales al voluntarismo Los voluntariados internacionales no son un invento del siglo XXI ni mucho menos de los mileniales. En el siglo XIX ya existían y desde entonces han ido cambiando su forma de actuación y sus objetivos para poder hacer frente a las cambiantes necesidades de las sociedades internacionales. También es en esta década cuando se comenzó a discutir la posibilidad de incluir a jóvenes en los voluntariados internacionales. Los jóvenes parecían ser un factor vital que considerar, pues aportaban una nueva dimensión y visión social, estaban dispuestos —al contrario que las élites adultas— a vivir una vida simple en áreas rurales de países pobres y los países industrializados comenzaban a demandar jóvenes educados en la política y culturas de otras naciones. Los Gobiernos empezaron a financiar a entidades privadas y universidades para fomentar los voluntariados internacionales entre jóvenes. En los años 70, la segunda década del desarrollo, los jóvenes ya eran un factor crucial en los voluntariados internacionales. Las acciones cívicas por la paz y los movimientos contra la guerra que caracterizaron esta década acercaron los problemas mundiales a una generación de jóvenes ambiciosos por participar en voluntarios internacionales. En 1981 ya había registradas 125 organizaciones no gubernamentales que enviaban voluntarios a diferentes partes del planeta, muchas a cambio de una remuneración económica. De nuevo, a algunos países industrializados les parecía que los voluntariados no estaban haciendo lo suficiente para potenciar el desarrollo de los países del sur. De esta suerte, en los años 90 surgía el turismo contra la pobreza. El objetivo de esta agenda era conseguir que entidades privadas se comprometiesen a impulsar la economía del turismo en las naciones más pobres para potenciar su crecimiento y que, paulatinamente, pudiesen ver el turismo como una fuente de ingresos y asistir en su crecimiento económico.
No obstante, las empresas, lejos de promocionar un turismo que aliviase a las sociedades más empobrecidas, hicieron de este turismo el sueño de todo occidental: ayudar a los pobres y marcar la diferencia. Se presentó a las sociedades menos afortunadas como necesitadas y, al mismo tiempo, como atracción turística. Así surgía el voluntarismo. ¿Producto del neoliberalismo? La principal causa ha sido la idea preconcebida que se tiene del voluntariado y el voluntarismo. El neoliberalismo ha permitido que la sociedad occidental se haya impuesto el papel de salvador y se cree un estereotipo según el cual los países del hemisferio norte son los que tienen la clave para el desarrollo de los países del hemisferio sur. Así, cualquier persona proveniente de países desarrollados cree saber más que los que proviene de países subdesarrollados. Esta presunción ha consentido que jóvenes sin experiencia y la cualificación necesaria puedan ser profesores de inglés durante unas semanas en escuelas y orfanatos en África y Asia. Incluso, para algunos, el volunturismo se ha convertido en una nueva forma de colonialismo: Occidente puede darles los pobres lo que les falta, pues somos los afortunados y sabemos lo que necesitan. Un mercado mundial cada vez más competitivo ha sido, igualmente, un factor de gran transcendencia en el incremento del volunturismo. La generación Y, altamente cualificada, obliga a sus individuos a diferenciarse. Muchos de los jóvenes, teniendo en cuenta la importancia que las empresas multinacionales están dando a la responsabilidad social, han visto en los voluntariados la forma de llamar la atención de sus posibles empleadores. Los riesgos de querer marcar la diferencia Las empresas internacionales que promueven voluntariados en los que no se necesita experiencia previa ni conocimientos en desarrollo están aumentando el número de obstáculos para el crecimiento de las sociedades a las que se pretende ayudar. Y no son únicamente los jóvenes que sin cualificación dan clases de inglés en países asiáticos y africanos los que están siendo partícipes de este detrimento. Probablemente uno de los mayores riesgos a los que la comunidad internacional se está enfrentando en la actualidad en el mundo del volunturismo y los voluntariados internacionales son los voluntariados en orfanatos. Cada vez son más los occidentales que deciden emplear su tiempo en ayudar a niños que “requieren de amor y ayuda”, por lo que muchos deciden pasar un par de semanas en un orfanato. Esta fuerte demanda de voluntariados en orfanatos ha fomentado el tráfico de niños en países como Nepal, Camboya o Uganda, donde hay muchos orfanatos pero pocos huérfanos. Pero la realidad es que estos niños no aprenderán ni crecerán en un ambiente afable. Estos suelen ser enviados a orfanatos en los distritos más turístico de Nepal. Allí el
encargado, que es quien ha contratado a los traficantes, hará todo lo posible para que los niños vivan en condiciones de penuria para poder atraer donaciones extranjeras. Los niños, además, suelen ser explotados. Los encargados obligan a los niños a ser simpáticos con los turistas y a realizar bailes tradicionales y actividades para entretenerlos. Aparte de todo esto, son muchos los niños que crecen con trastorno afectivo. Una vez concluido el programa, los voluntarios vuelven a casa con una mentalidad renovada mientras que el niño huérfano queda atrás. Los niños son víctimas de un abandono más, que, unido a la falta de contacto que tienen con el resto de la sociedad, hace que su futuro una vez fuera de los orfanatos sea muy incierto. Indudablemente, las que más se han beneficiado de esta situación han sido las empresas internacionales que ofrecen este tipo de voluntariados La solución está en la responsabilidad Que exista gente que saque provecho a las buenas intenciones de miles de jóvenes no quiere decir que los jóvenes sean los responsables de esta situación. Al contrario, lo que se pretende conseguir es que futuros voluntarios, a la hora de decidir en dónde quieren emplear su tiempo para el beneficio de una sociedad, lo hagan desde el conocimiento y la responsabilidad. Para ello, Naciones Unidas presentaba en 2010 unas pautas generales para promocionar alternativas a los cuidados de los niños en países subdesarrollados. Asimismo, Better Care Network con el apoyo de, entre otras, Save the Children y Unicef publicaba un informe con la intención de ayudar a futuros voluntarios a evitar caer en las trampas puestas por el volunturismo y potenciar la práctica responsable de los voluntariados internacionales. A nivel nacional, los Gobiernos de Nepal y Camboya, entre otros, están siendo presionados por ONG y organizaciones internacionales para que fortalezcan sus leyes. En Nepal, la ley prohíbe a turistas realizar voluntariados; sin embargo, la práctica es muy distinta. Si este tipo de leyes se reforzasen, se podría reducir el tráfico de niños y hacer una inspección más minuciosa de las personas que participan en voluntariados. Finalmente, en lo personal, antes de pagar dinero para realizar un voluntariado, cada uno de nosotros deberíamos poner la necesidad de los países subdesarrollados por encima de nuestro deseo, pues la pasión no es el único aspecto a la hora de embarcarse en un voluntariado. Pero, si de verdad lo que se quiere es irse de voluntariado, primero se debe pensar qué podemos ofrecer verdaderamente a la sociedad con la que pretendemos cooperar y practicar, en definitiva, un voluntariado responsable.