RUMI Y OCCIDENTE Hace un par de años, cuando Chris Martin, de Coldplay, se encontraba en pleno proceso de divorcio de la actriz Gwyneth Paltrow y se sentía triste, un amigo le regaló un libro para levantarle el ánimo. Se trataba de un diván de poesía escrita por Jalaluddin Rumi, el poeta persa del siglo XIII, traducida por Coleman Barks. «De algún modo, cambió mi vida», diría Martin posteriormente, en una entrevista. Una pista del álbum más reciente de Coldplay muestra a Barks recitando uno de los poemas: «Ser humano es llevar una casa de huéspedes/ Cada mañana una nueva llegada/ Una alegría, una tristeza, una maldad/ cierta conciencia efímera aparece/ como un visitante inesperado». Rumi ha ayudado a realizar viajes espirituales a otras celebridades, tales como Madonna o Tilda Swinton, algunas de ellas también han incorporado la obra de Rumi a la suya propia. Hay aforismos atribuidos a Rumi que circulan cada día en las redes sociales para aumentar la motivación. «Si te irritas por cada frote, ¿cómo saldrá tu brillo a relucir?» dice uno. O «A cada rato doy forma a mi destino con un cincel. Soy el carpintero de mi propia alma». Las traducciones de Bark, en particular, se comparten frecuentemente en Internet; también son las que llenan las estanterías de las librerías estadounidenses y las que se recitan en las bodas. Se suele describir a Rumi como el poeta mejor vendido en Estados Unidos. Muchas veces se hace referencia a él, típicamente, como místico, santo, sufí y hombre iluminado. Curiosamente, sin embargo, pese a haber sido un erudito del coran y del islam durante toda su vida, se le describe con menos frecuencia como musulmán. Las letras que componen el álbum de Martin provienen del «Masnavi» de Rumi, un volumen de seis libros de poemas épicos que escribió hacia el final de su vida. La mayoría de sus cincuenta mil versos están en persa, pero están plagados de extractos en árabe de las escrituras musulmanas; el volumen hace alusiones frecuentes a anécdotas coránicas que proveen de lecciones morales. (La obra, que muchos académicos consideran incompleta, ha recibido el apodo de «el Corán persa»). Fatemeh Keshavarz, profesora de Estudios Persas en la Universidad de Maryland, me comentó que Rumi probablemente memorizó El Noble Corán, dada la asiduidad con la que incluía extractos de este en su poesía. El propio Rumi describió el «Masnavi» como «las raíces de las raíces de las raíces de la religión», en referencia al islam, «y el intérprete del Corán». Y, sin embargo, poco rastro de la religión queda en las traducciones que tan bien se venden en los Estados Unidos. «El Rumi al que ama la gente es muy hermoso en inglés y el precio que se paga es extirpar de él la cultura y la religión» me relató hace poco Jawid Mojaddedi, un estudioso del sufismo temprano en [la Universidad de] Rutgers. Rumi nació a principios del siglo XIII, en lo que hoy sería Afganistán. Posteriormente se trasladó a Konya, situada en la Turquía actual, con su familia. Su padre fue un predicador y un erudito religioso e introdujo a Rumi en el sufismo. Rumi continuó su educación teológica en Siria, donde estudió los códigos legales más tradicionales del islam sunní, y más tarde regresó a Konya como profesor de seminario. Fue ahí donde conoció a un viajero mayor que él, Shams-i-Tabriz, que se convirtió en su mentor. La naturaleza de la amistad íntima entre ambos es objeto de debate, pero todo el mundo está de acuerdo en que Shams tuvo una influencia duradera en la práctica religiosa de Rumi y en su poesía. En una nueva biografía de Rumi, Rumi’s Secret, Brad Gooch describe cómo Shams empujó a Rumi a cuestionar su educación escritural, debatiendo los pasajes coránicos con él y enfatizando la idea de la devoción como encontrar la unicidad con Dios. Rumi terminaría fundiendo el amor intuitivo por Dios que halló en el sufismo con los códigos legales del islam sunní y el pensamiento místico que aprendió de Shams. «El Rumi al que ama la gente es muy hermoso en inglés y el precio que se paga es extirpar de él la cultura y la religión»- Jawid Mojaddedi Este entramado de influencias inusual distingue a Rumi de sus coetáneos, me dijo Keshavarz. Aun así, Rumi tuvo numerosos seguidores en la Konya cosmopolita, lo que incluye a sufíes,
musulmanes literales y teólogos, cristianos y judíos, así como a los gobernantes selyúcidas sunníes. En Rumi’s Secret, Gooch narra provechosamente las crónicas sobre los sucesos políticos y la educación religiosa que influyeron en Rumi. «Rumi nació en una familia religiosa y siguió las reglas prescritas de la oración diaria y el ayuno durante toda su vida», escribe Gooch. Incluso en el libro de Gooch, sin embargo, hay una tensión entre estos hechos y el deseo de concluir que Rumi, de algún modo, trascendió su entorno -que, tal y como Gooch lo presenta, Rumi «proclamaba una «religión de amor» que iba mas allá de todas las religiones organizadas». Lo que se puede perder en este tipo de lecturas es hasta qué punto la educación musulmana de Rumi dio forma incluso a esas ideas. Así como apunta Mojaddedi, el Corán reconoce a los cristianos y a los judíos como «gente del libro», y ofrece un punto de partida hacia el universalismo. «La universalidad de Rumi que muchos reverencian hoy proviene de su contexto musulmán». El borrado del islam de la poesía de Rumi comenzó mucho antes de que Coldplay se viera envuelto. Omid Safi, profesor de Estudios Islámicos y de Oriente Medio en la Universidad de Duke, afirma que fue en la Era Victoriana cuando los lectores de occidente empezaron a divorciar la poesía mística de sus raíces islámicas. Los traductores y los teólogos de la época no podían reconciliar sus ideas sobre una «religión del desierto» con moral y códigos legales inusuales y el trabajo de poetas como Rumi y Hafez. La explicación en la que se basaban, según Safi, era «que esa gente fue mística no por el islam, sino a pesar de él». Era una época en la que los musulmanes estaban discriminados legalmente; una ley de 1790 establecía un número cerrado de musulmanes que podía venir a los Estados Unidos y, un siglo más tarde, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos describió la «intensa hostilidad de la gente de fe musulmana hacia todos los otros cultos y, en particular, hacia los cristianos». En 1898, en el prólogo a su traducción del «Masnavi», Sir James Redhouse escribió: «el Masnavi se dirige a aquellos que dejan el mundo, intentan conocer y estar con Dios, aniquilan su ego y se dedican con devoción a la contemplación espiritual». Para quienes vivían en occidente, Rumi y el islam eran cosas a parte. Durante el siglo veinte, una serie de traductores prominentes; entre ellos R.A. Nicholson, A.J. Arberry y Annemarie Schimmel; reforzaron la presencia de Rumi en el canon literario en lengua inglesa. Pero es Barks quien expandió ampliamente el número de lectores de Rumi. Es más intérprete que traductor: no sabe leer ni escribir persa, en cambio, transforma las traducciones del siglo XIX en versos estadounidenses. Se trata de un tipo muy particular de verso. Barks nació en 1937 y creció en Chattanooga, Tennessee. Se doctoró en literatura inglesa y publicó su primer libro de poesía, The Juice en 1971. La primera vez que escuchó sobre Rumi fue tiempo después en esa misma década, cuando otro poeta, Robert Bly, le dio unos ejemplares traducidos por Arberry y le dijo que necesitaban ser «liberados de sus jaulas», lo que quiere decir, transformados a verso libre estadounidense. (Bly; que ha publicado poesía en The New Yorker durante más de treinta años, y cuyo libro Iron John: A Book About Men, de 1990, dio forma a la mayoría de los ´movimientos de hombres´[i]; posteriormente tradujo algo de poesía de Rumi.) Barks nunca había estudiado literatura islámica. Sin embargo, poco después, según me dijo recientemente por teléfono desde su casa en Georgia, tuvo un sueño. Un desconocido se le apareció en un círculo de luz y le dijo: «te amo». Barks no había visto a ese hombre antes, pero le conoció al año siguiente en una orden sufí cerca de Filadelfia. Aquel hombre era el líder de la orden. Barks empezó a dedicar sus tardes a estudiar y parafrasear las traducciones victorianas que Bly le había dado. Desde entonces, ha publicado más de una docena de libros de Rumi. En nuestra conversación, Barks describió la poesía de Rumi como «el misterio de abrir el corazón», algo que, me comentó, «no se puede expresar con palabras». Para poder acceder a algo tan inexpresable, se tomó algunas libertades respecto de la obra de Rumi. Por una parte, ha minimizado las referencias al islam. Tomemos de ejemplo el famoso poema «Así». Arberry traduce uno de sus versos, bastante fidedigno, como: «A quien te pregunte sobre los angeles, muéstrale (tu) cara (y di) “Así”».. Barks evita hasta la traducción literal de esa palabra; en su
versión, el verso se vuelve: «Si alguien te pregunta sobre cómo sería la perfecta satisfacción de todos tus deseos sexuales, eleva tu rostro y di: “Así”». El contexto religioso desaparece. Y, pese a ello, en cualquier otra parte del poema Barks mantiene las referencias a Jesús y a José. Cuando le pregunté sobre ello me dijo que no podía recordar si eligió eliminar deliberadamente las referencias islámicas. «Me educaron como presbiteriano», dijo. «Solía memorizar versos de la Biblia, y sé más del Nuevo Testamento que lo que pueda conocer del Corán». Además, añadió: «El Corán es difícil de leer». Como tantos otros, Omid Safi otorga a Barks el crédito de presentar a Rumi a millones de lectores en Estados Unidos; al moldear a Rumi con el verso estadounidense, Barks ha dedicado una cantidad de tiempo y amor considerables a la obra y la vida de este poeta. Y hay otras versiones de Rumi que se alejan aún más del original, tales como los libros de «New Age» de Deepak Chopra y Daniel Ladinsky que se comercializan y se venden como obras de Rumi pero que guardan poca similitud con los escritos del poeta. Chopra, autor de obras espirituales y entusiasta de la medicina alternativa, admite que sus poemas no contienen las palabras de Rumi. En lugar de ello, tal y como escribe en su prólogo de Poemas de Amor de Rumi, «se trata de “estados de ánimo” que hemos capturado de ciertas oraciones provenientes del original en persa, que dan vida a una nueva creación mientras mantienen la esencia de su fuente». Al tratar estas nuevas «traducciones» de «New Age», Safi dijo, «veo un tipo de “colonialismo espiritual” puesto en funcionamiento aquí: al desviar, borrar y ocupar un paisaje espiritual que han vivido, respirado e internalizado los musulmanes desde Bosnia y Estambul a Konya y de Irán hasta Asia Central y el Sudeste Asiático. «Extirpar lo espiritual de su contexto religioso tiene repercusiones profundas. El islam se diagnostica normalmente como un “cáncer”, y esto también lo hace el General Michael Flynn, consejero de seguridad nacional elegido por el presidente electo Donald Trump e, incluso hoy en día, los responsables políticos sugieren que los grupos no-occidentales y no blancos no han contribuido a la civilización. En lo que a él respecta, Barks ve la religión como algo secundario a la esencia de Rumi. «La religión es un elemento de discordia tan grande para el mundo», me dijo. «Yo tengo mi verdad y tu tienes la tuya, es simplemente absurdo. Estamos todos juntos en esto y yo trato de abrir mi corazón, la poesía de Rumi ayuda a hacerlo». Uno podría detectar en esta filosofía algo de la postura del propio Rumi sobre la poesía: Rumi modificaba con frecuencia los textos del Corán para que pudieran encajar en con la rima y la métrica del verso persa. Pero mientras que los lectores persas de Rumi eran conocedores de la táctica, la mayoría de los lectores estadounidenses no son conscientes de la huella islámica. Safi compara leer a Rumi sin el Corán como leer a Milton sin la Biblia: incluso si Rumi fuese heterodoxo, es importante reconocer que fue heterodoxo dentro de un contexto musulmán, y que la cultura islámica, hace siglos, tenía lugar para este tipo de heterodoxia. Las obras de Rumi no solo se superponen con la religión, sino que representan el dinamismo histórico dentro del saber islámico. Rumi empleó el Corán, los hadices, y la religión de forma creativa, desafiando a menudo las interpretaciones convencionales. Una de las traducciones más famosas de Bark dice: «Más allá de las ideas de obrar bien u obrar mal, hay un lugar/ ahí te encontraré». La versión original no hace mención alguna a «obrar bien» u «obrar mal». Las palabras que Rumi escribió fueron iman («religión») y kufr(«incredulidad»). Imagina, entonces, a un erudito musulmán diciendo que la base de la fe no se encuentra en el código religioso sino en una posición elevada de compasión y amor. Lo que nosotros, y quizás muchos religiosos musulmanes, puedan considerar radical hoy es una interpretación que Rumi expresó hace más de setecientos años. Las obras de Rumi no solo se superponen con la religión, sino que representan el dinamismo histórico dentro del saber islámico.- Omid Safi Este tipo de visiones no eran algo completamente único y exclusivo en aquella época. Las obras de Rumi reflejaban un tira y afloja más extendido entre la espiritualidad religiosa y la fe
institucionalizada, aunque con un ingenio sin igual. «Hablando históricamente, ningún texto ha dado forma a la imaginación de los musulmanes, salvo el Corán, del modo en que la poesía de Rumi y de Hafez lo han hecho», comentó Safi. Esta es la razón por la que los voluminosos escritos de Rumi, producidos en una época en la que los escribas tenían que copiar las obras a mano, han sobrevivido. «El lenguaje no es solo una forma de comunicación», expresó el escritor y traductor Sinan Antoon. «Es una reserva de la memoria, la tradición y el legado». Como puentes entre culturas, los traductores emprenden un proyecto inherentemente político. Deben averiguar cómo hacer que, por ejemplo, un poeta persa del siglo trece sea comprensible para un público estadounidense actual. Sin embargo, tienen la responsabilidad de permanecer fieles a la obra original; un acto que, en el caso de Rumi, ayudaría a los lectores a reconocer que un profesor de sharía podía escribir algunas de las obras de poesía de amor más leídas del mundo. «El lenguaje no es solo una forma de comunicación. Es una reserva de la memoria, la tradición y el legado».- Sinan Antoon Jawid Mojaddedi, se encuentra en medio de un proyecto que durará años para traducir los seis libros del «Masnavi». Tres de ellos se han publicado ya, y el cuarto está previsto para esta primavera. Sus traducciones distinguen entre los textos islámicos y coránicos empleados en el original para marcar cada vez que Rumi cambia [del persa] al árabe. Sus libros también están plagados de notas a pie de página. Leerlos requiere algo de esfuerzo y, quizás, un deseo por ver más allá de nuestras ideas preconcebidas. Ese es, después de todo, el sentido de hacer una traducción: comprender lo ajeno. Como Keshavarz expresa, traducir es el acto de recordar que «todo tiene una forma, todo tiene una cultura y una historia. Un musulmán también puede ser así». Publicado por Rozina Ali en The New Yorker el 5 de enero de 2017