Un Estudio de la Epístola a los Romanos CLASE 7
Cada uno de nosotros tiene tres
aspectos diferentes en el ser: somos espíritu, alma y cuerpo. Y la salvación del hombre abarca esas tres dimensiones. El programa de Dios consiste en salvar al hombre íntegramente y en la próxima serie de capítulos Pablo nos dice cómo lo hace Dios.
Comienza por el espíritu, que es la
parte más profunda del hombre. Lo que Dios hace con el espíritu es implantar su Espíritu Santo allí, por lo que la justificación es algo permanente e inmutable.
Es mucho más que el sencillo perdón
de los pecados, aunque también incluye eso. Es ocupar una posición delante de Dios, como si nunca hubiésemos pecado. Hace que la justicia de Cristo se nos impute a nosotros, como si se apuntase a nuestro favor. Cuando esto sucede nos vemos libres de la pena del pecado.
En el capítulo 4 de Romanos, el
apóstol nos da el ejemplo de Abraham y David. Abraham miró, por así decirlo, al
futuro y vio la venida de Cristo y creyó a Dios y fue justificado por la fe.
David, a pesar de haber sido
culpable del doble pecado de adulterio y asesinato, creyó a Dios y fue justificado, de manera que pudo cantar acerca del hombre "al que Dios no imputaría iniquidad”. Por ello, estos hombres son ejemplos del Antiguo Testamento sobre cómo justifica Dios.
Lamentablemente, son muchos los
cristianos que no pasan de ahí, creyendo que la salvación es solo eso, una manera de escapar al infierno y de poder ir al cielo.
Pero la vida humana es bastante más
que el espíritu, pues también está el alma y el cuerpo. Comenzando por el capítulo cinco, Pablo expone cómo obra Dios a fin de librar al alma, la cual está formada por nuestra mente, nuestras emociones y nuestra voluntad.
El alma del hombre, por el hecho de
haber nacido de Adán, se encuentra bajo el signo del pecado. La carne (si deseamos usar el término bíblico que se le aplica) nos domina. La vida de Adán nos posee, con todas sus características egocéntricas. Aunque nuestro espíritu ha sido justificado es posible seguir teniendo el alma sometida a la esclavitud y bajo el reinado del pecado.
Esa es la causa de la desgraciada
experiencia de vivir situaciones de altibajos. Creemos las promesas de Dios sobre nuestra justificación, pero luego experimentamos de nuevo la implacable esclavitud del pecado en nuestra vida, lo que nos hace egoístas y que pensemos sólo en nosotros mismos.
¿Cuál es, pues, el programa de Dios
para sacarnos de este atolladero? Para resumirlo: la santificación.
En el capítulo cinco Pablo nos ofrece
un bosquejo de todo el programa para nuestras vidas. Toma estas dos divisiones realmente básicas de la humanidad: el hombre en Adán y el hombre en Cristo, las coloca la una junto a la otra.
En Adán, antes de ser cristiano,
actuábamos sobre la base de la vida que habíamos heredado de Adán. Al obrar pecaminoso no teníamos que planearlo o programarlo. Sencillamente expresábamos la vida que había en nosotros, la vida de Adán.
Pero después, dice Pablo, a partir del
momento en que aceptamos a Cristo, Dios hizo algo con esa antigua vida. Nos ha separado totalmente de la vida en Adán y ya no estamos unidos al Adán caído, sino que estamos unidos al Cristo resucitado y nuestra vida está unida a él.
Él tiene planeado expresar Su vida
en nosotros, de la misma manera natural que con anterioridad se expresaba por nuestro medio la vida pecaminosa heredada de Adán.
Antes, en Adán, vivíamos en derrota,
sintiéndonos desgraciados, sufriendo, esclavizados, cegados. Pero ahora en Cristo, andamos en victoria, en gloria, en bendición, en paz y en gozo. Ahora resulta fácil ser bueno en Cristo, del mismo modo que antes resultaba sencillo ser malo en Adán.
Antes, en Adán, vivíamos en derrota,
sintiéndonos desgraciados, sufriendo, esclavizados, cegados. Pero ahora en Cristo, andamos en victoria, en gloria, en bendición, en paz y en gozo. Ahora resulta fácil ser bueno en Cristo, del mismo modo que antes resultaba sencillo ser malo en Adán.
El cuerpo tiene su parte en el
programa de salvación. El apóstol tratará este tema en el capítulo 8: Romanos 8:11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Romanos 6:6 Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo de pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Este nuevo estado al que ha sido
introducido el creyente no es una condición estática ni muerta. Es un estado en el que reina la vida. El hombre puede y debe desarrollar las potencialidades dadas por Dios.
Es un modo de existencia en el que
no hay lugar para el pecado y sus efectos destructores. Es decir, es un estado de santidad. Es el resultado de la santificación.
El principio que opera esta
santificación en la nueva vida a la que Cristo nos ha introducido es el principio de identificación con Él en su muerte y resurrección (Romanos 6:1-10)
Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Romanos 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Es un principio que produce una vida
modelada según la santidad de Dios. El apóstol emplea la figura de la muerte para describir el paso de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida.
Cuando uno muere, todo nexo que le
unía a este mundo y a esta vida se rompe, y uno deja de actuar en la esfera terrenal. Lo que ocurre en la tierra ya no le afecta, porque su existencia se desarrolla en una esfera extra-terrenal. Se puede decir que ha pasado a otro mundo.
Algo semejante ocurre al que ha sido
justificado por fe. Todo lo que le unía al reino del pecado se ha roto. Ya no vive en el reino de Satanás, ya no actúa en la esfera del pecado. El pecado no tiene más poder sobre él. Ha pasado de muerte a vida.
Romanos 6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
El apóstol tiene en mente una triple
identificación con Cristo: Identificación Legal Identificación Espiritual Identificación Vital
Cristo, como nuestro representante
legal (Romanos 5:14-21; I Corintios 15:22) satisfizo las demandas de la justicia divina, por nosotros y en lugar de nosotros, por su muerte en la cruz.
Cristo, como nuestro representante
legal (Romanos 5:14-21; 1 Corintios 15:22) satisfizo las demandas de la justicia divina, por nosotros y en lugar de nosotros, por su muerte en la cruz. 1 Corintios 15:22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
Esta es una identificación objetiva,
tan objetiva como el hecho de que Adán fue nuestro representante legal cuando cayó (Romanos 5:12-14)
La identificación legal engendra en
segundo lugar una identificación espiritual y subjetiva.
Cuando el Espíritu Santo aplica a
nuestra vida la obra de Cristo y nos damos cuenta del amor con que Dios nos ha amado (Romanos 5:5-8), entonces respondemos a su amor con amor. De este amor nace la fe, la confianza entre nosotros y Dios, y esta fe a la vez llena la condición necesaria para la justificación.
De allí nuestra alma redimida por
amor se funde en una con Cristo, en una nueva relación de fe
Efesios 3:17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor…
De allí en adelante nos identificamos
espiritualmente con Cristo. Su dolor es nuestro dolor; su muerte, nuestra muerte; su vida, nuestra vida.
Como resultado, no puedo vivir sino
como Cristo y para Cristo. Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí.
Esta identificación triple del cristiano
con Cristo es la que el apóstol indica innumerables veces en sus escritos con la frase “en Cristo”. En esto radica el secreto de una viva santa.
Mientras aquellos que pretenden
salvarse por sus propias obras hacen el bien por temor a la condenación, o por orgullo, aquel que ha percibido el amor de Cristo y ha respondido al amor con amor, hace el bien por amor. Sus obras son el fruto de su amor para Cristo y no de la legalidad fría.
La cruz es el nexo y razón de la
triple identificación. Cristo vino a esta tierra, se hizo pecado por nosotros, se identificó con nosotros. Por medio de su muerte, Jesús no sólo murió por nosotros, sino que también nosotros morimos con él.
La cruz es el nexo y razón de la
triple identificación. Cristo vino a esta tierra, se hizo pecado por nosotros, se identificó con nosotros. Por medio de su muerte, Jesús no sólo murió por nosotros, sino que también nosotros morimos con él.
El bautismo es el símbolo y sello
visible de nuestra identificación o unión con Cristo de nuestro traslado del reino de las tinieblas al reino de la luz.
Romanos 6:3-4 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
En Romanos 5:12-21 vimos que
tanto Adán como Cristo son los representantes de la humanidad. Adán representa a la humanidad caída, corrompida, esclava del pecado y de la muerte, la humanidad que vive en el reino de las tinieblas.
Es por nuestra identificación con
Adán que Dios justamente nos castiga a pesar de no haber “pecado a la manera de la transgresión de Adán”(5:14)
Pero he aquí que nos damos cuenta
del amor de Dios manifestado en la muerte de Cristo, y surge en nuestro corazón la fe, aquella confianza en nuestro Padre, y entonces se lleva a cabo una identificación o unión con Cristo.
Dios, en lugar de mirarnos a través
de Adán, nos mira a través de Cristo. Ya no pertenecemos más a la raza adámica caída, sino a la nueva raza, a la nueva humanidad redimida y justificada, representada por el Segundo Adán, Cristo Jesús, nuestro substituto.
En esta forma pasamos a pertenecer
al reino de Dios, y dejamos de pertenecer al reino de Satanás.
El bautismo en aguas viene a
representar visiblemente esa unión invisible con Cristo en su muerte y resurrección. Es una declaración del cristiano de que el pecado no tiene más poder sobre él, pues a muerto. Ahora vive una vida nueva.
Romanos 6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.