REFUGIADOS Hay un cielo y un infierno, y nos preocupa que no nos dejen entrar en ninguno de los dos, comenta un refugiado, en el campo de Al Tanif, Irak. ¿Qué es un refugiado? Es esa persona que huye de su país, sin importar los motivos específicos, pues todos desembocan en su diferente forma de pensar. Es quien sufre persecución religiosa, política, de etnia, de género o de guerra. Tal vez es aquella persona que la sociedad excluye con intención, brutalidad y eficacia excepcionales. En Bagdad, un joven dice: Jamás creeré en las diferencias entre personas. Yo soy sunní y mi esposa es chiíta, he recibido amenazas para que me divorcie o pague con la vida. Nos hemos ido ya de Dora (en otros tiempos un barrio multiétnico en el centro de Bagdad). Mi mujer está viviendo con su familia en Chaab (zona Chiíta) y yo con unos amigos en Mansur (zona sunní). Estoy intentando buscar otra casa, pero ahora es difícil encontrar un sitio que nos acepte a los dos. La guerra genera nuevas formas de trabajo. Pagando una tarifa, hay personas que buscan en los vertederos y las orillas de los ríos los cuerpos de los seres queridos. En Irak, hay dos opciones para sobrevivir. La primera, vivir en un ghetto separado del resto de la sociedad. La segunda, huir de forma forzada poniendo en riesgo la vida, abandonándolo todo. Entre los refugiados y los migrantes por elección hay un punto en común, ambos cruzan fronteras. Ambos renuncian a sus raíces, costumbres, afectos, cultura. Pero entre ellos hay una diferencia, los refugiados no pueden volver. Viven con la ilusión de sobrevivir encontrando asilo en algún país. Los migrantes, si bien dejan su lugar de origen, guardan la esperanza de rehacer sus vidas. La globalización y las migraciones internacionales van de la mano. Los gobiernos reciben los bienes, servicios y activos financieros, pero no ven con agrado la llegada de personas. Es un escándalo que en un mundo tan rico ni siquiera encontremos la forma de dar respuesta a esta gran problemática. Jaqueline Rojas Víctor Zeballos