Pilar Rahola. Eleanor Clinton

  • November 2019
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10 LA VANGUARDIA

INTER NACIONAL

L A T ORR E D E L AS HO RA S

E

lla es la primera dama del mundo”. Con estas palabras, Harry Truman saludó a la mujer norteamericana más influyente del siglo XX, presidenta del comité que aprobó la Carta de Derechos Humanos, miembro fundador de la ONU y activista a favor de la new deal, que significó la revolución económica de Estados Unidos después del crac del 29. Fue tal su compromiso con los derechos fundamentales, que incluso se enfrentó a su marido, cuando este firmó una de las órdenes más vergonzosas de la historia del país, la orden 9066 que envió a campos de concentración a más de cien mil japoneses norteamericanos. Se llamaba Eleanor Roosevelt, y si Barack Obama admira profundamente al presidente Franklin Delano Roosevelt, Hillary Clinton lleva toda su vida admirando a su esposa, Eleanor. De sus muchas frases, destacaría una especialmente punzante que ha llegado, intacta de sentido, hasta nuestros días: “Nadie puede hacernos sentir inferiores sin nuestro consentimiento”. Probablemente la futura secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton sabe muy bien a qué se refería Eleanor, quien incluso llegó a organizar un concierto multitudinario en el Lincoln Memorial para la cantante Marian Anderson, que había sido rechazada en otros escenarios por ser negra. Dice la biografía que Hillary Clinton publicó en el

MARTES, 9 DICIEMBRE 2008

Pilar Rahola

Eleanor Clinton

CHARLES DHARPAK / AP

Hillary Rodham Clinton

2003, Historia viva, que uno de los momentos más trágicos de su vida fue el asesinato de Martin Luther King, y que lloró como nunca lo había hecho. Para esta mujer de Park Ridge, hecha a sí misma, hija de una madre luchadora y que soportó todo tipo de vilezas para mantener a la familia unida, y que en dos ocasiones apareció como una de los 100

abogados más influyentes de Estados Unidos, el sabor del desprecio ha formado parte de su carrera política. Despreciada por ser más brillante que su marido, despreciada por intentar que cada ciudadano norteamericano tuviera un médico –precisamente por ese mismo establishment del que decían que formaba parte–, despreciada por ser mujer con ambición política, despreciada por ser una luchadora infatigable..., y sin embargo nunca dejó que ello le destruyera su convicción en sí misma. Es una superviviente, dijeron después de la derrota, augurando la resurrección de Hillary Clinton, como tantas otras veces había resucitado. Y así lo parece, a tenor de su nombramiento como jefa de la diplomacia norteamericana. Batiendo retos en su biografía, será la primera mujer de presidente que llega a este cargo, como fue la primera en optar a la presidencia de Estados Unidos. Si sus 18 millones de votos avalan su influencia, sus más de 80 viajes por todo el mundo acompañando a Bill Clinton avalan su mucha experiencia exterior. A medio camino entre halcones –defendió la guerra de Iraq– y palomas –siempre estuvo en contra de Guantánamo–, Barack Obama tendrá en ella a una mujer con un alto sentido de la disciplina, una voluntad férrea y un agudo instinto negociador. “Yo no necesito una belleza del Sur ni una diosa del sexo, sino alguien que me ayude a ser presidente de Estados Unidos”, di-

cen que aseguró Bill Clinton cuando se casó con ella. Ironías del destino, fue la omnipresente presencia de Bill la que impidió que llegara a ser presidenta. Más allá de sus notables virtudes, la elección de Hillary Clinton refuerza la idea que personalmente expresé durante la campaña electoral: que los ataques de Obama al “clan de Washington” eran pura mercadotecnia, no sólo porque él mismo formaba parte del clan, sino porque se ha rodeado de sus valores más

A pesar del desprecio sufrido, Hillary Clinton nunca dejó que ello destruyera su fe en sí misma sólidos. Obama tendrá que enfrentar un mundo aún más conflictivo, carrera armamentística de Rusia, retos políticos y económicos de China, crecimiento del terrorismo yihadista, rivalidad atómica entre Pakistán e India, conflicto de Oriente Próximo... En esa tesitura, su elección ha sido la más segura. Hillary, como Eleanor, nunca se da por vencida, quizás porque cree, como su precursora, que “el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños”. www.pilarrahola.com

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