Periodistas, En Busca De Identidad

  • October 2019
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Periodistas: en busca de la identidad “Estamos aquí para aclarar un par de conceptos (…) Discutiremos ese concepto con el fin de discutirlo (…) Aquí hay una cuestión: el concepto es el concepto… Ésa es la cuestión”. El inolvidable circunloquio de Pazos (Manuel Manquiña), en la película Airbag, de Juan Manuel Bajo Ulloa, nos es de enorme utilidad para describir la realidad presente del periodismo, que vive en un bucle de dudas existenciales. Si a Manquiña y a mí nos preguntan si los periodistas tienen futuro en la Red, como buenos gallegos responderemos: “Ni si ni no, sino todo lo contrario”. ¿Por qué? Pues porque, como ya hemos apuntado, el concepto es el concepto; eso es lo que importa. Y sin él, ¿qué tenemos? La nada, la no experiencia. Como ya hemos dicho, este circunloquio de Pazos que parece rayar el delirio tiene, sin embargo, mucho que ver con la realidad que nos toca abordar –una nueva realidad conceptual–, este periodo en el que los conceptos de antaño (de ayer mismo) están en juego: unos desaparecen, otros se inventan, otros sobrevienen, otros se disfrazan o redefinen… ¿Quién es quién y qué es qué en la telaraña de Internet? Pregunta arduamente difícil de contestar. ¿Qué soy yo? ¿Un periodista analógico que digitaliza información? ¿Un periodista digital con una vida analógica? ¿Una especie analógica en vías de extinción digital? La pregunta es: ¿Existe el periodismo en Internet? ¿Es asumible ese concepto en la Red? Internet y periodicidad parecen tan antagónicos… ¿Acaso no es Internet un generador que ofrece un continuum de información no periódica?1 El concepto es el concepto: la audiencia antes era la audiencia; los lectores eran lectores; los radioyentes eran radioyentes… El público, el concepto, un concepto que ya no es concepto porque se ha vaciado en la Red, como el periodismo. Nuevos conceptos que son conceptos de la nueva experiencia, del nuevo entorno: clientes, proveedores de contenidos… ¿Metonimia? ¿Sinécdoque? El concepto es el concepto, no hay más vueltas que darle. Ésa es la cuestión. La nueva experiencia sensorial de la Red transforma los conceptos. Los conceptos son constructos u objetos mentales, por medio de los cuales comprendemos las experiencias que emergen de la interacción con nuestro entorno, a través de su integración en clases o categorías relacionadas con nuestros conocimientos previos (lo dice la Wikipedia). Internet concibe nuevas realidades, nuevos sujetos/objetos, nuevas estructuras, nuevas realidades, nuevos roles… Concibe, ergo (nos) conceptualiza2. Y si los periodistas y/o el periodismo no somos conceptualizados, ¿dejaremos de existir? Posiblemente. Dejaremos de existir como conceptos3. Mientras teóricos, empresarios, profesionales, catedráticos, academicistas y todas las mentes pensantes alrededor del periodismo se pierden en discutir el concepto con el fin de discutirlo4 (como nuestro amigo Manquiña), el concepto se diluye. Tarea estéril la que realizan. Atienden a dos conceptos inertes en Internet –pasado y futuro– y desatienden la única realidad a la que se presta la Red: el presente. Es más fácil hacer preguntas que dar respuestas (suele pasar). La mente experimenta sufrimiento por los tres tiempos (pasado, presente, futuro). Dejemos pues de sufrir. Hay que dejar la mente en el momento presente, cuando surge el pensamiento, porque en ese momento no hay miedo, pues el pasado ya está pasado (¿apagón analógico?), el futuro no existe todavía (¿seremos digitales por el resto de los días?), sólo está el presente, el aquí/ahora. Hay que meditar en el momento presente (lo dice el budismo). ¿Debemos ser, pues periodistas budistas? Seguramente sí. El concepto es el concepto, y sin el concepto no habrá experiencia del entorno, y/o viceversa.

1

“Internet no sólo supera la barrera de la periodicidad, sino la del espacio e, incluso si se quiere, la del tiempo” (Javier Díaz Noci). 2

Concebir conceptos nuevos. Lo dice Dan Gillmor, para quien los avances tecnológicos hacen que los profesionales del periodismo necesiten cada vez mejores herramientas y una nueva concepción tanto del contenido como del continente informativo. 3 “Muy pronto no habrá diarios, sino sólo información”, aventuraba ya en el año 2000 el editor del USA Today Thomas Curley. 4 “Académicos y profesionales de la comunicación seguiremos especulando sobre nuestras habilidades y rutinas en el futuro... hasta que nos demos cuenta de que este debate forma parte del pasado. Y el periodismo tal y como se entendió en el siglo XX también” (Quim Gil).

Alberto Quian - 2008

Periodistas: en busca de la identidad Llegados a este punto, resulta ilustrativo este párrafo de Javier Díaz Noci en su artículo ¿Hacia dónde va el periodismo en Internet?, en Sphera Pública (2001): “Un profesor español gusta de recordar que cuando surgió el motor de explosión, todo el mundo creía que, puesto que el automóvil no parecía sino un coche de caballos sin caballos, iban a ser los fabricantes de coches de caballos los que iban a encabezar la nueva industria de fabricación de coches de motor. Se equivocaron. No es lo mismo una carroza que un automóvil. Y por lógica, ésa es la conclusión que uno saca respecto a los periódicos electrónicos e impresos”. Si nosotros mismos no sabemos quiénes somos y a qué nos dedicamos, ¿cómo existir? Si carecemos de identidad, ¿cómo hacernos respetar? ¿Cómo certificar, pues, nuestra propia identidad ante la clientela? ¿Cómo, pues, apelar a la responsabilidad social? Los periodistas viven una crisis de autoridad, agudizada por la demanda de confianza por parte de los usuarios, en detrimento de la credibilidad. El periodista héroe ha muerto; réquiem por Bob Woodward y Carl Bernstein. La Web está llena de héroes, hay sobreabundancia de héroes, tantos como ideólogos. La opinión prima, tanto, que parece el único motor que sostiene Internet. ¿Responsabilidad social? La avalancha de opiniones y el escepticismo imperante soslayan la credibilidad de los medios y de los periodistas a los que amparan. La verdad está en manos de la audiencia –¿o quizá es más adecuado decir de los clientes?–, pero ¿quién es cliente de quién? El concepto, he ahí de nuevo la clave. ¿Acaso no son –o deben ser– también los medios clientes de los usuarios/clientes? Todo se diluye, incluso los clientes. Comemos informaciones los unos de los otros. Canibalismo mediático. La democracia5 (caníbal) de Internet, he ahí la clave: todos quieren opinar, todos quieren influir, todos quieren gobernar… La opinionsharing se impone a la newsharing. Internet se presta (a tantas cosas). El medio es el mensaje, nosotros somos el medio, reivindica(mos) los internautas. Y lo único que importa es que hablen de uno (aunque sea mal). Vivimos por la economía de la atención, en el altar de la egolatría que es Internet. Cuanto más arriba nos vemos en el ránking de Google más vivos nos sentimos. Estamos presentes, estamos vivos, existimos. Me ven (los motores de Google), ergo existo. Juan Varela nos dice: “La irrupción de nuevas tecnologías han permitido a muchos ciudadanos amplificar su voz para llegar a una audiencia en teoría infinita. Es el fin de la comunicación de masas y la aparición de un mercado infinito de nichos. La crisis de la autoridad, de la credibilidad y de la mediación son el eje del crack de la prensa tradicional”. El periodista se diluye, pero no es el único. Los conceptos de identidad se diluyen en Internet. El concepto es el concepto. ¿Identidad en Internet? Varela también habla sobre ello: “Desarrollamos una vida virtual para hacer crecer nuestra identidad de dominio público. Nuestro yo digital comienza a ser tan importante, o más, que el real. Puede ser un simple avatar con el que corregir nuestras imperfecciones, pero en muchos casos, nuestro yo virtual es más yo mismo, porque me atrevo a manifestar ideas, actos y fenómenos subyugados por los límites físicos, sociales e institucionales de la vida real. La identidad de dominio público nos perfecciona al potenciarnos, para bien o para mal”. Decía Dámaso Alonso que el XX era el "siglo de las siglas". Pues el siglo XXI es el de las contraseñas, nicks y “yoes” virtuales (falsas identidades, caperuzas, dobles, triples, cuádruples identidades... ¿Estamos potenciando las dobles, triples o cuádruples personalidades? ¿Padecemos riesgos de sufrir algún tipo de nuevo trastorno de personalidad? A veces siento que tengo tantos "yoes" pululando por Internet, que tengo miedo a que alguno un día se me escape o se revele contra el resto de mis "yoes". En fin, ¿no es esto también clonación (virtual)? Hay quien incluso se somete a la "cirugía estética" digital y se cambia el color de los ojos o del pelo, o se engrandece miembros o extremidades de su cuerpo para 5

“La información y el nuevo ámbito de debate de la opinión pública está en Internet. La democratización ha llegado a la opinión, mucho, y a la información, menos. Es necesaria una nueva prensa. Los editores, ejecutivos y profesionales están obligados a cambiar la estructura del periodismo y del negocio para sobrevivir y medrar en el nuevo ecosistema de la información y los medios. El futuro es digital, móvil, audiovisual... pero también, y sobre todo, mucho más crítico y disperso. Mercado de nichos, no de gran consumo” (Juan Varela).

Alberto Quian - 2008

Periodistas: en busca de la identidad modelar otro "yo"... O quien llega a hacerse un cambio de sexo. Conozco a hombres que se transforman en mujeres y a mujeres que se transforman en hombres en la Red... Muchos se habrán topado con alguno de mis "yoes" sin saber que era YO. Es la era de la sobreabundancia. Sobreabundan las identidades y las informaciones/opiniones de los “yoes” de dominio público. Y esa sobreabundancia, paradójicamente, alimenta el control. ¿Cómo hace frente el periodismo a su crisis de identidad? Fagocitando nuevos conceptos e identidades. Demasiada información, demasiada opinión sin control, demasiada subjetividad6 y demasiada libertad. Los media fagocitan la blogosfera y Google y Microsoft los fagocitan a todos ellos. ¿Libertad? La Red se concentra cada vez más en menos manos7, y la libertad absoluta es un espejismo. Internet es un placebo para los que cuestionaban los poderes fácticos. La paradoja del control. ¿Qué mayor poder fáctico hay que Google? Y mientras muchos sueñan con una ciberdemocracia global y otros pocos concentran en sus manos los resortes de Internet, los periodistas se ven atrapados en una telaraña de la que parece imposible escapar con vida: la perenne presión del público y las fuentes; la lógica presión y coacción de los políticos y el poder; el mandato del negocio y los beneficios; las exigencias y coerciones de los anunciantes; el deterioro del oficio y las precarias condiciones de trabajo (el periodista multimedia va camino de convertirse en una caricatura, en el Periodista Gadget); la tecnología y el (a)salto de los ciudadanos a los medios… ¿Hay escapatoria? Quizá sí. La emancipación. Emanciparse de los grupos editoriales, de los lobbys, de los medios al uso, del negocio, del poder, de la audiencia, de los anunciantes… Una emancipación total, una catarsis cooperativa de los profesionales de la comunicación. Una emancipación del concepto añejo, porque el concepto es el concepto, pero ya no es lo que era; el concepto debe ser… ¿Autores de información? Quizá sea ése el concepto, la identidad –clave en un ecosistema donde sobreabundan las (no) identidades–, siempre y cuando la autoría sea entendida, por un lado, como proceso creativo y original, y por otro, un bien irrenunciable, único y particular, un bien reconocido públicamente, un bien legislado y amparado jurídicamente, una certificación a modo de garante 8 y una retribución al hecho público de informar y por tanto, de compartir 9. La panacea, que parecía iba a concretarse con el fenómeno de los blogs, al que se sumaron cientos de profesionales con aspiraciones de emancipación, ha 6

“Nadie puede construir un proyecto de información sobre la base de la objetividad. Lo que pasa es que hay que asumir su subjetividad” (Ignacio Ramonet). 7 “La Web 2.0 representa la separación entre producción y distribución de la información. La producción se atomiza y pasa a los usuarios. Pero la cuestión central –el poder de filtro– sigue abierta, y bajo la etiqueta 2.0 se ocultan distribuciones de poder, modelos sociales antagónicos (…) Bajo el concepto de Web 2.0 se esconden toda una serie de aplicaciones y servicios cuya lógica es justamente la opuesta. En vez de generar abundancia (más outputs que inputs a escala masiva), generan escasez mediante la formación de un único output igual para todos los usuarios a partir de los muchos inputs que éstos incluyen. La lógica es que cualquiera puede subir cualquier cosa, pero el resultado que se ofrece es único e igual para todos” (David de Ugarte en El poder de las redes). 8 “Para que la (auto)regulación (…) sea efectiva es imprescindible disponer de una identidad certificada, una garantía para el receptor de la información que quien firma estos contenidos es un sujeto real, identificado y avalado por una tercera parte. En el periodismo tradicional esta identidad y existencia real viene avalada por el medio que contrata el periodista y/o por una asociación profesional. En la Red son necesarias más garantías. De la misma forma que el comercio electrónico requiere ‘servidores seguros’, posiblemente la comunicación digital requerirá ‘informadores seguros’ y organizaciones de certificación periodística, que a la vez puedan regular y servir de amparo ante abusos al periodista ‘certificado’" (Quim Gil). 9 “El uso de una información no la destruye, y su cesión no hace que quien la tenía la pierda (…) Redes de cooperadores pueden decidir –voluntariamente– dejar el producto de su trabajo intelectual en el dominio público, para que eso acelere el proceso de la creación y de la inteligencia colectiva. Pero hay que señalar que estas decisiones, de grupos o de individuos, son voluntarias, y que suponen la existencia previa, disponible, garantizada por la ley, de la propiedad intelectual (…) No soy nada original si digo que sería necesario encontrar medios de remunerar a los creadores” (Pierre Lévy).

Alberto Quian - 2008

Periodistas: en busca de la identidad terminado por convertirse en un remiendo al haber sido fagocitados por los mass-media. Pero precisamente esto es lo que nos permite pensar que el camino era el correcto y que aún se puede retomar. Pero ese compartir del que hablamos debe ser sinónimo de dialogar. Ése es uno de los grandes retos. La información debe ser convertida en conversación y la conversación debe generar información. El peligro reside en los monólogos y soliloquios en los que puede incurrir el ego y el afán de visibilidad (protagonismo). Los periodistas vivimos, pues, una crisis de identidad. No sabemos quiénes somos –qué rol jugamos– en el nuevo ecosistema, y, por tanto, no sabemos qué es lo que realmente queremos/debemos hacer. La crisis de identidad sobreviene cuando lo que hemos dado por supuesto (monopolizar el acto informativo) ha sido truncado por acontecimientos que nos han llevado a pensar algo muy distinto, cuando no todo lo contrario10. Entonces entramos en crisis y nos replanteamos qué camino seguir: si el conocido hasta ahora o emprender uno nuevo. Si todo el mundo es o puede ser periodista, ¿qué es un periodista?11, nos preguntamos. Pregunta sin respuesta. Si todo el mundo puede ser periodista, la profesión, la categoría, el concepto, dejan de existir.

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“Las nuevas tecnologías están difundiendo la idea de que cada persona puede ser periodista, crear su blog, transmitir sus ideas y esto está provocando una crisis de identidad en el periodismo, ya que se está destruyendo su especificidad” (Ignacio Ramonet). 11 “El periodismo profesional está en competición con Internet y con el hecho de que prácticamente cada persona puede ser periodista. Si todo el mundo es periodista, ¿qué es ser periodista?. Algunas de las informaciones que más impacto han tenido en los últimos años, desde las imágenes del 11-S hasta las de Abu Ghraib, han sido producidas por no periodistas. Además, cuando un periodista está en los grandes grupos mediáticos está domesticado y está siendo la voz de su amo. El periodismo está en vías de extinción a menos que lo reinventemos (…): hay que hacer otro periodismo y hay que reivindicar algunos de los rasgos fundamentales del periodismo que pasan por el rigor, la independencia, la verdad, etc...” (Ignacio Ramonet).

Alberto Quian - 2008

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