Poesía Terapéutica.docx

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POESÍA TERAPÉUTICA

Estuve contigo, con él, con ese y con aquel ¡Qué lejanos e insensibles a mi epidermis! Mientras complacía sus deseos, mi mente estaba con ella, con esa y con aquella.

Si sumara mis horas de placer, el infinito se arrodillaría. Los besos de algodón que se deslizan por mi piel, silencian los quejidos de mi alma excitada. Ya no hay Dios que interrumpa mis fantasías. Soy mi piel, soy dueña de mi seducción cuando sin miedo con mis dedos recorro mis propias montañas, abriendo trocha para que se junten los sueños en la cima soleada de mis encantos. Al llegar a la cumbre, con los brazos abiertos agarrados de mi almohada, sudo entre mis delicadas sábanas y duermo tranquila en la soledad de mi cama.

Qué pasa que no te acercas, tantos años y tan distante; Oh sí, ya lo sé, no era él, era ella. Ah, ya te veo venir.

¿Dónde está mi dolor? fácil, está ahí; y ¿Dónde está mi placer? En mi mente, claro, por supuesto, hasta que llegó ella y lo puso en mi cuerpo.

Lo vi como agresión, lo vi como imposición, hasta que salí de mí y me abrí, acepté el dolor y partí. Llegué a la esquina y grite, me rebelé y me desnudé; llegó el algodón, llegó su dulce voz, la abracé, la besé y con ella me quedé.

Su figura era indescifrable, su silueta era azul, no veía con las vendas de lana, sabía que había miel y caviar. La dejé venir, le dije sí, huyeron mis temores, lo dejé fluir, salió con torrentes de dicha y placer. La miré y la traspasé, llegué al clímax de la dicha escrita en el papel.

Besando al de mi derecha, besando al de mi izquierda, centrada en el mar, las olas y su espuma, arroyan las naves con su capitán.

Con fuerza me oprimía y más me gustaba, con fuerza la oprimía y más le gustaba. Era la pluma que tinta no expulsaba, las letras no salían pero sí mil palabras.

Es masoquismo, es perversión, es pecado, es traición. Dirigir la mirada al norte queriendo ver el sur, eso es un tormento que aparta la luz, cuando más oscuro estaba, me llegó el resplandor, no era de noche, eran medio día, el péndulo se detuvo y las manecillas del reloj.

Sobre las olas, al sur del continente, me cantaba odas y yo danzaba, sin sentir a la sirena pues su voz no me encantaba. El recuerdo se llevó mi vientre y al hijo de las entrañas, fue tan solo un marinero mientras yo soñaba con la marinera, la danza chilena.

Adicta a la gracia bendita, adicta a la dicha perversa. Abstinencia de lo cierto, privación de presencia, donde digo él, es ella.

Dijo que me amaba y con whisky brindaba mientras del mar sacaba la burla salada. No bailé cumbia por la conquista esperada, ebria en mi desdicha todo lo entregaba, y en la despedida dije que nunca me buscara. Ella en el puerto me esperaba, no olvidaba mis besos y lamentaba la distancia atrevida que nos separaba.

Estéril era mi vientre y él lo sabía, nunca abrí la ventana para que el rayo de sol entrara, su violencia me sedujo, aunque lo ignoraba. Llegó el momento de explotar y el volcán lanzó tanta lava que cubrió la tierra de llanto y ceniza, dejando vacío el cántaro que se desmoronaba.

Entre cantos de ilusión el amor estaba escondido en un rincón, salí con quince estrellas hasta que llegó el sol, el gigante era delicado, sensible, y femenino.

La terna de trébol, era Q, K y Az. Una por delante y los otros dos atrás.

Si yo fuera estrella me casaba con otra estrella, dos luces juntas seducen más fácil al sol.

Mi carne mística ama a mi espíritu carnal.

Primero era uno, luego fueron dos, pasaron los diez y llegué al cien. Ya incontables dije que eran cincuenta, sin contar los 90 en la imaginación. Sonaban las campanas del templo mientas yo las enumeraba, después me fui al desierto, y como nada encontraba, me fui para el oasis de la vida atravesada. Allí conocí al sujeto que después convertí en objeto, el predicado y el verbo lo encontré en la gramática que me dio la dicha de expresar todo, ya sin bata.

El vestido no me importaba, el pelo era lo de menos, siempre andaba disfrazada sin ser la reina de la payasada. Detrás de la pinta algo inédito se ocultaba, no era un secreto, pero nadie lo imaginaba, “cierre ventanas rápido que el silencio ya viene”, yo salía corriendo, al mirarme en el espejo, algo me faltaba. La pérdida del útero por culpa del mar, no me hizo llorar, al contrario fue el comienzo del gozo que nunca creía que podría llegar.

Fantasía o realidad, mi cerebro es tan potente que la mentira la hace verdad. El cuerpo es tan obediente que la ilusión la siente como si fuera algo real. Mis pensamientos vuelan hasta lo más onírico haciendo de mi mundo lo más excitante, llenando de gozo cada segundo, y cuantas veces repito mi deleite, menos me importa la opinión de mis propios juicios porque por fin los lancé amarrados con piedras, al mar.

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