Teorías de la Cultura Política Autobiografía Política Tania Verónica Rivera Perea Escribir sobre mi historia y la política, me obliga a remitirme a mi padre. Hombre excepcional e irreverente que me influenciaría, y que sería la fuente de mis enunciaciones, encuentros y desencuentros con la política. Aunque mi padre no ha estado todo el tiempo a nuestro lado en la infancia y adolescencia, mi hermano y yo le debemos gran parte de nuestro aprendizaje y pasiones. Sin embargo, no había nadie quien le admirara y siguiese más que yo. Desde muy pequeña llegué a conocer la política y a interesarme por ella gracias a mi padre. Hombre desobediente y crítico, buen lector y amante de la historia. Un personaje que jamás había pisado un recinto de educación superior, pero que tenía gran conocimiento gracias a su experiencia y curiosidad. Era una persona que envolvía y enriquecía cualquier conversación con sus conocimientos y su talante erudito. Mi viejo de sabias palabras, el primer crítico que conocí. A una corta edad, yo le prestaba mucha atención a sus fuertes críticas hacia los gobiernos de la época, a las acusaciones que sin temor le hacía a aquel presidente tan venerado por gran parte de los colombianos y colombianas. Me apasionaba acompañarlo a ver documentales sobre guerras, conflictos, crisis, paces; y a observar a grandes hombres y mujeres que lograron de manera magnánima perturbar los ordenes dados. Mi padre es un hombre rebelde. Siempre se consideró totalmente escéptico frente al Estado, las elecciones, y las figuras y partidos políticos que iban y venían, ya que para él no representaban un verdadero cambio. Admirador de la Revolución y el Son cubano, su carácter y pensamientos estaban inmersos en utopías y luchas que habrían sido juzgadas por el status quo nacional. Mi padre me enseñó desde muy pequeña a pensar diferente, a sentirme incómoda con lo que se me presentaba, a siempre buscar salir de “eso” que nos encasilla en posiciones de poder y dominio determinadas. “Eso” al cual enfrentarnos, de lo que hoy me gustaría conversar con mi padre, es sin duda lo que él quería transmitirme, las distintas desigualdades que me enmarcan, pero a las cuales debo enfrentarme. Mi padre preparó la senda para mi preocupación por la política. No obstante, su alma libre ha sido un impedimento para que cumpla con el rol de padre a plenitud. Pero mi madre, mujer luchadora, ha estado siempre para mí y mis hermanos. Si a mi padre le debo mi interés por la política y mi esencia crítica, a mi madre le debo mi valor y fuerza. Mi madre ha sido la razón por la cual me he preocupado enormemente por lo político. La sociedad, lo relacional, lo social, todo me lo ha suscitado mi madre. Una persona atravesada por la desigualdad que me ha hecho desear un mundo mejor para ella, para mi hermanita, para todas las mujeres con las que cohabito. Luchar con la valentía y fortaleza con las que ella ha luchado, eso me enseñó mi madre. Esa interrelación entre lo que ha significado mi padre y mi madre para mí, la política y lo político, revistió mis sentipensares, y me llevó a creer en lo que creo, a estudiar lo que hoy estudio, y a defender lo que anhelo. Por último, para mí es importante hacer mención de la Nacional, ya que en ella logré encauzar todas esas preguntas que necesitaban respuesta, todos los sentimientos y propósitos que tenía.
Aún me falta bastante por caminar, por aprender, por entender, muchas peleas y reconciliaciones conmigo misma, sobre mi hacer, sentir y actuar. Son muy pocas las autobiografías que finalizan con expectativas, pero siento que mi historia con la política – y lo político- no finalizan con lo que he sido y soy ahora. Todavía hay mucho más, por eso soy y quiero ser consciente de ello.