Autobiografía política Cristian Yesid Gómez Mora Me gradué en el 2010 del Colegio Pablo de Tarso ubicado en la localidad de Bosa, aguardando incertidumbre sobre mi futuro y la continuidad de mis estudios. En mi último año de colegio hice parte de un grupo de alfabetización, dirigido por profesores de primaria, en el que acompañé a dos grupos de segundo y tercer grado en la potenciación de habilidades de lectura y escritura. Durante el tiempo que participé en la actividad logré evidenciar historias de vida, fuertes y difíciles en algunos casos, que me impactaron tajantemente debido a la corta edad de los estudiantes. Problemas familiares, abusos y falta de afecto eran constantes en los relatos de unos cuantos niños que libremente me comentaban sus inconvenientes quizás por la confianza que les inspiraba. Esta situación permitió que me involucrara, durante algunos meses, con el comité de convivencia del colegio ayudando a resolver conflictos cotidianos entre estudiantes y promoviendo acciones de cooperación y participación de las familias en la comunidad educativa. La experiencia adquirida en el comité escolar me permitió vislumbrar la necesidad de agenciar acciones enfocadas a la transformación de las realidades cotidianas, favoreciendo un trabajo colectivo orientado a la resolución de problemáticas complejas. Precisamente el contacto con situaciones que desconocía hasta ese momento facilitó en mí un proceso de sensibilización frente a los problemas ajenos y un deseo de involucrarme en colectivos impulsadores de acciones concretas. Luego de terminar mi último año escolar, y de trabajar algún tiempo debido a necesidades familiares, me involucré en actividades barriales de corte ambiental debido a los problemas de basuras y de contaminación que experimentaba mi barrio. Así, ingresé a un grupo de limpieza del canal de Tierra Buena que se preocupaba, en ese entonces, por promover una cultura del reciclaje, un tratamiento adecuado de desechos y jornadas de recolección de residuos una vez al mes en las que participaba una buena parte de la comunidad. El grupo buscaba involucrar a los vecinos del barrio en el cuidado del canal y, además, superar prácticas cotidianas inadecuadas como el arrojo de basuras en la vía pública fuera de los horarios de recolección. Se veía la necesidad de conducir acciones desde el trabajo colectivo e individual, pero aún más desde la concientización y la cultura del cuidado. El trabajo que adelanté en el grupo de mi barrio me permitió acercarme a familias que se veían afectadas por la contaminación, que prácticamente se habían resignado a aceptar las condiciones adversas de sus cuadras. El dinero recolectado producto de la venta de material reciclable, reunido durante las jornadas mensuales, se invertía en actividades de recreación y en la compra de útiles escolares distribuidos entre los niños del sector, siendo esto un incentivo para la participación de la comunidad barrial. A los seis meses de estar activamente en el grupo, de asistir a reuniones y gestionar actividades, realizamos la primera jornada de recolección liderada por niños de las cuadras aledañas pensando en la necesidad de incentivar prácticas de cuidado medioambiental desde los primeros años de vida. Desde ese momento las jornadas mensuales comenzaron a priorizar la participación de niños y niñas interesados en la recuperación de zonas sucias y preocupados por el bienestar del barrio, especialmente por la condición del canal.
Este proyecto de limpieza, guiado por los miembros del colectivo, permitió que con el paso del tiempo se fuera superando la situación crítica experimentada por los vecinos, siendo de esta manera un propulsor de acciones concretas y favorecedor de trabajo colectivo. Con el tiempo, las jornadas de limpieza se vieron acompañadas de capacitaciones sobre prácticas de reciclaje, aprovechamiento de materiales y cuidado del sector, siendo en este punto importante el contacto con grupos parroquiales que apoyaron el proceso. Así, los niños participaban en actividades deportivas, artísticas y ambientales, las cuales les permitían relacionarse con otros y formarse por fuera del círculo escolar; pero, asimismo, la complejidad adquirida por el proyecto nos permitía a los miembros del colectivo reconocer las potencialidades del trabajo en equipo y el entusiasmo de quienes se terminaban vinculando. La experiencia adquirida en el colectivo ambiental de mi barrio me dejó claro que la clave de la transformación social y de la resolución de problemáticas latentes es la participación comunitaria. La constante interacción con otros me permitió fortalecer mi deseo de transformar las realidades adversas quizás ignoradas por la cotidianidad citadina, pero además me cuestionó sobre la asimilación que en algunas ocasiones hacemos de situaciones problemáticas. El trabajo en el grupo de limpieza me permitió reflexionar sobre la constante indiferencia que acompaña a los problemas sociales, como es el caso de la contaminación, que varias veces terminan siendo aceptados como parte constitutiva de las dinámicas comunitarias. Mi participación en el grupo me ayudó a aprender, a comunicar y a reflexionar sobre la necesidad de enfrentar las adversidades individuales y grupales desde la acción, a dejar atrás una mirada pasiva frente a los problemas que nos devoran, y a buscar continuamente el bienestar de todos a través de la formación y el actuar cotidiano. Ya para el año 2016, luego de un buen tiempo de estar en el grupo de mi barrio, decidí retirarme por cuestiones de tiempo y por algunas modificaciones que se introdujeron a las actividades del colectivo con las cuales no estaba de acuerdo. Ingresé a mi actual trabajo de fines de semana y al poco tiempo me vinculé a la Universidad Nacional. Ya en mi trabajo, después de unos meses de estar en el cargo, me involucré con el sindicato de la empresa, aunque no de forma muy activa, con el objetivo de estar al tanto de los requerimientos de algunos empleados y de conocer el protocolo de atención a las demandas impulsadas por compañeros de trabajo. En el sindicato se ha dado tratamiento a situaciones problemáticas enfrentadas por empleados cercanos a mi cargo, en las que se han evidenciado casos de injusticia o abuso de poder por parte de los jefes. El poco tiempo que llevo participando me ha permitido fortalecer mi idea de que el trabajo en colectivo permite la concreción de fines, pero además incentiva el reconocimiento del otro como sujeto indispensable para mi formación personal. Lo que he vivenciado desde el sindicato me ha permitido entender que el compañerismo permite sobrepasar situaciones donde es evidente la disparidad de fuerzas, donde prima el desequilibrio de poder, puesto que incentiva el apoyo y visibiliza comportamientos que se pretenden ocultar. Desde el sindicato se ha buscado potenciar la participación de los empleados y asegurar, como en el caso del comité de convivencia de mi colegio o el colectivo de limpieza de mi barrio, el bienestar de todos y el continuo apoyo grupal, que se termina construyendo a través de un proceso interactivo.