Eloísa La Poetisa.docx

ELOÍSA, LA POETISA A primera vista, Eloísa parecía una niña normal. Pero tenía algo que la hacía diferente a las demás, y es que Eloísa sólo sabía hablar en verso. Cuando se levantaba por la mañana, saludaba a su familia dirigiéndose a ellos uno por uno: -¡Hola, mamá, buenos días! ¿Cómo has dormido, María? ¿Has descansado, papá? Y tú, abuelo, ¿cómo estás? Su familia estaba muy orgullosa de tener una poetisa en casa y respondía a coro: -Buenos días, poetisa Eloísa. Pero fuera de su casa, Eloísa tenía problemas por su forma de hablar. Un día, su madre le mandó que fuese a comprar pan y rosquillas. Cuando la niña entró en la panadería, dijo: -Buenos días, don Julián. Quiero un kilo de rosquillas Y cinco barras de pan. El panadero pensó que Eloísa se estaba burlando de él y, de mal humor, le dijo: -Toma el pan y las rosquillas y vete a hacer gárgaras con tus poesías. Eloísa tuvo tantos problemas que, un buen día, decidió no decir ni pío, su familia empezó a preocuparse, porque cada vez estaba más triste y más pálida. Entonces, sus padres la llevaron a varios médicos. Uno le recomendó que hablara al revés, dejó de hablar en verso, pero no la entendía nadie. No era buena solución. Otro, le dijo que sólo dijera una palabra y así no formaría rimas, pero no podía decir nunca por favor, ni buenos días, ni muchas gracias…. Pero todo el mundo empezó a pensar que era una maleducada. Así que abandonó este tratamiento. Finalmente, fueron a un médico muy famoso, que era especialista en trastornos del lenguaje. Después de mirar a Eloísa,

el médico dijo: -Esta niña tiene versitis rimiforme, no tiene ninguna importancia y se cura de un modo sencillísimo. Cada vez que tengas que hablar, piensa lo que vas a decir y, luego, desordena las palabras para que no rimen. En vez de decir: “Dígame, señor doctor, ¿qué debo hacer, por favor?”; tendrás que decir:”Por favor, señor doctor, dígame qué debo hacer”. Y ya está. Eloísa, puso en práctica la cura del médico, y cuando iba a la carnicería, en vez de decir: -Buenos días, Mari Pepa. Póngame siete filetes Y dos kilos de chuletas. Desordenaba todas las palabras y pedía: -Mari Pepa, buenos días. Póngame dos kilos de chuletas y siete filetes. Y así, aprendió a hablar en prosa, que es como hablamos normalmente. Aunque, en su casa, continuó haciendo las hermosas rimas que tanto le gustaban a su familia.