Plañidera

  • Uploaded by: Francisco Astudillo
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  • October 2019
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  • Words: 631
  • Pages: 2
Plañidera En horas de la mañana tocaron fuertemente su puerta, alguien interrumpía su sueño -Lucha, se murió el Juan Zavala – Dijo la vieja a través de la puerta. Luisa o Lucha, como cariñosamente le decían, recibió la noticia con felicidad, hace mucho que no se moría nadie en ese pueblucho y ansiaba fervientemente aunque sea un muerto aquella semana -Gracias por las buenas nuevas – Contestó Luisa – Ahora vamos a ver si me alcanza pa' comer. Se levantó de su cama apolillada y arrastró los pies hasta la cómoda, abrió el primer cajón y ahí estaba su viejo y fiel vestido negro de luto, el que esperaba pacientemente guardado hasta su entrada triunfal y al que la Lucha hace meses no sacaba a dar un paseo, ya que nadie había solicitado sus servicios en bastante tiempo. Ahora solo le quedaba esperar a que llegara el familiar del finado a que le solicitara formalmente su presencia. Se sentó en la roñosa silla con la que solía mecerse y se puso a esperar. Impaciente esperó la Lucha el llamado divino hasta que, durante la tarde, golpearon su puerta, y su felicidad floreció. La lucha, más rápida que en cualquier momento de su vejez se abalanzó sobre el pomo de la puerta, la abrió con un fugaz movimiento y se encontró cara a cara con la hija del difunto Juan Espinoza -Buenas tardes, vengo por…- la Deuda ni siquiera alcanzó a terminar su frase, debido a la impulsividad de la Lucha. -No digas nada, niña, se perfectamente a lo que vienes ¿En dónde lo están velando? -Estamos en la capilla, en la que queda cerca del puente a la salida del pueblo. -Muy bien, estaré ahí en una hora. -Muchas gracias Doña Luisa. La Lucha cerró la puerta y se dirigió a su habitación. Sacó el vestido de su cómoda con sumo cuidado, como si aquel vestido fuera un pequeño ser vivo. Se vistió rápidamente y, al igual que una jovencita a punto de ir a su primera cita, se observaba una y otra vez frente al espejo, aprobando su atuendo y rememorando viejos tiempos en donde aquellos surcos no rondaban por su rostro. Cuando estuvo lista, su ánimo cambió completamente. Era una maestra en su oficio y debía cumplir su papel con destreza. Empezó a recordar la muerte de sus padres cuando ella era aún joven o la muerte de su pequeño hijo en aquel voraz incendio que destruyó la mitad del pueblo. Recordó todas las veces que fue rechazada por quienes decía amar y la vez en que se burlaron de ella por provenir del campo. Toda esa acumulación de imágenes la abatió. Comenzó a llorar profusamente, sus ojos se hincharon y las lágrimas comenzaban el viaje por sus mejillas. Entonces la Lucha se sintió preparada, tomó su bolso y se encaminó a la capilla.

Al llegar al lugar no le sorprendió la poca cantidad de deudos, sabía de antemano que pocos presenciarían su espectáculo, cada vez menos gente quedaba en el pueblo. No eran más de 5 las personas reunidas alrededor del féretro, entre ellas se encontraba la hija de Juan Zavala, quien con un ligero movimiento de cabeza dio su autorización para que la función comenzara. La Lucha avanzó sigilosa hacia el féretro, su semblante no expresaba emoción alguna, como si ella misma fuera la difunta. Contempló el rostro pálido y rígido del muerto que se encontraba encerrado en el ataúd y estalló en llanto -¡Mi Juan, mi Juan, que te pasó mi Juan! – Gritaba mientras agarraba y tiraba de sus cabellos Se arrodilló y se lanzó al suelo a llorar. Todos la observaban. Nadie emitía palabra alguna. La Lucha sabía que estaba realizando un gran trabajo. Sabía que era su momento de brillar en el escenario.

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