UN EJE DEL MAL SE RECOMPONE EN AMÉRICA Es cierto que la historia nunca se repite del mismo modo. Sin embargo, esta puede asemejarse tanto como para sospechar que determinados fenómenos se reproducen a través de nuevas formas en el presente, pero con los cimientos del pasado. No es casual que líderes de la ultraderecha con discursos de extremo nacionalismo aparezcan en un panorama mundial complejo y convulso derivado de la crisis económica global. Personajes como Donald Trump y el surgimiento de Jair Bolsonaro en Brasil, por ejemplo; son síntomas de un capitalismo pestilente que se descompone desde hace décadas y se resiste a la derrota. Lo mencionó Lenin en 1916 cuando eran diferentes las condiciones y se había propuesto desentrañar al imperialismo como la fase superior del sistema capitalista. En 1925, José Carlos Mariátegui escribió un análisis sobre el fascismo de Mussolini y de cómo este echó raíces en Italia a causa de la frustración en la que se sumía la sociedad producto de la depresión económica. Un siglo después, Josep Fontana, historiador español, volvió a remarcar –a partir de su libro Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945– lo que Lenin y Mariátegui vieron en aquella época: “el fascismo surgió en momentos en que parecía que la capacidad del capitalismo para seguir manteniendo el orden social interno estaba fallando”1. Esas voces de derecha disfrazadas de populismo y con promesas de recuperación económica son las mismas que pregonan políticas autoritarias para los gobiernos: xenofobia, conservadurismo y un odio visceral hacia todo lo que considera de izquierda o el clasismo más extremo. Su éxito reside principalmente en la crisis de la democracia burguesa, sobre todo en América Latina donde la excusa perfecta es el caso Lava Jato. Ahora son ellos los abanderados de la lucha contra la corrupción mientras la maquinaria propagandística de los fake news se mueve a favor de la derecha más recalcitrante. Gracias a esta lograron echarse abajo gobiernos anti imperialistas o de la izquierda populista; algunos con programas alternativos al neoliberalismo. Los errores y responsabilidades de los gobiernos latinoamericanos de los últimos diez años son también materia de debate para este nuevo escenario político. De aquí en adelante no será sencillo posicionar las propuestas desde la izquierda socialista o el progresismo, si no se combate a este viejo y a la vez nuevo enemigo que despierta en América: el fascismo. Más aún si ya estamos al borde de una nueva crisis financiera mundial. Lo dice el banco estadounidense JP Morgan Chasey; lo aseguran varios analistas económicos como Nial Ferguson y hasta el propio multimillonario George Soros. Sumado al oscuro panorama político latinoamericano, el epicentro económico estallará en los países emergentes. Argentina es uno de sus favoritos. Así tenemos que los niveles altos de desempleo, el recrudecimiento de los problemas sociales, la aplicación de recortes fiscales y la deliberada privatización frente al proteccionismo de los últimos gobiernos latinoamericanos dejan sin esperanza al pueblo para refugiarse en los autoritarismos de ‘mano dura’. El gigante del Pacífico como se le denomina a Brasil, por ejemplo, tiene la tasa de desempleo más alta de la región y su economía entró en desaceleración desde hace varios años, además de la violencia estructural en la sociedad brasileña que repercute principalmente en los más 1
Entrevista para el diario Público de España en 2011. Puede leerla completa en: https://www.publico.es/culturas/ni-siquiera-fascismo-logro-conseguido.html
jóvenes. No por algo el 60 % de los ciudadanos menores de 30 años respaldaron a Bolsonaro en las últimas elecciones. Estas generaciones que nacieron tras la caída del muro de Berlín y el repliegue general de los movimientos revolucionarios se formaron en el individualismo, la competitividad y la meritocracia que infunde un sistema de ideas que avala la explotación. ¿En qué podría derivar el ascenso de estas manifestaciones fascistas? Aunque algunos todavía se muestren incrédulos; la marcha hacia una guerra de escala mundial es el marco político para que estos efectos encuentren asidero en nueva reconfiguración geopolítica. China tendrá que establecer nuevas relaciones con su aliado brasileño, a pesar que la potencia yanqui le lleve la ventaja. Venezuela será un foco cada vez más vulnerable para una intervención militar. Los demás países de América tendrán que alinearse entre uno y otro flanco; a pesar que algunos ya dieron muestra de sumisión en sus discursos durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de este año. ¿Existe algún otro camino? Sí. La resistencia popular de las calles, los movimientos populares, los partidos de izquierda, sobre todo la de la clase obrera, y la lucha femenina. Como sucedieron en las dos guerras mundiales, el nivel político de la resistencia terminó por convertirse en revolución. Sin embargo, volvemos al inicio de este texto: la historia no se repite de la misma manera, pero aún, así; como diría Fontana, un gramo de sensatez puede ayudar a cambiar las cosas.