Unidad 2 - Taller 4 - Comprensión Y Producción Del Discurso Argumentativo Ernesto Ojeda

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COMPETENCIAS COMUNICATIVAS 90003A_138

Unidad 2 - Taller 4 - Comprensión y producción del discurso argumentativo

Entregado por: ERNESTO OJEDA

Tutor GERMAN SAENZ

Grupo: 90003__138

UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA - UNAD ESCUELA DE CIENCIAS BÁSICAS TECNOLOGÍA E INGENIERÍA ABRIL 09 DEL 2019

Temáticas a desarrollar:

Comprensión y producción del discurso argumentativo. En este taller el estudiante de manera individual reconoce y apropia textos académicos con estructura argumentativa y expositiva. Partes del texto argumentativo a. introducción y tesis: la introducción encabeza el texto, en él se describe con claridad el propósito del trabajo, el tema, justificación, consideraciones por las cuales el ensayista aborda el tema y la tesis, la cual representa la posición crítica que se asume frente al tema. b. Desarrollo o exposición de argumentos: constituyen las razones que sustentan o soportan la tesis. Los argumentos se pueden estructurar con varios elementos que dependen de quien plantea la tesis, entre ellos tenemos: Punto de vista o subtesis, fundamentos o razones, garantes, refutaciones, concesiones y demostraciones. También es el lugar para desarrollar los argumentos secundarios (aquellos que apoyan a las razones controversiales o no obvias de nuestro argumento u opinión. Argumentar consiste en presentar razones o explicaciones para sustentar una tesis, una afirmación, defender una opinión o un punto de vista como también apoyar o refutar, un acontecimiento, asunto o tema valiéndose de ejemplos, comparación, razones y contraargumentos.

Argumentar con razones es una de las formas más frecuentes de argumentación. Por razón se entiende un fundamento. Una razón sirve para explicar por qué algo es como es y no de otro modo; es decir, un principio de explicación. Argumentos

a.- argumentos RACIONALES. - Son aquellos que utilizan contenidos verificables (datos, hechos históricos, citas de autores…). Cuantos más argumentos de este tipo encontremos en un texto, su apariencia de objetividad será mayor.

b.- argumentos EMOCIONALES. - Son aquellos que se basan en lo afectivo (ejemplos de experiencia personal, de tradición cultural…).

Tipos de argumentos

a. b. c. d. e. f. g.

estadísticos y de datos de autoridad/ de cita máximas, refranes y tópicos culturales analogías o comparaciones de ejemplificación generalizaciones indiscutibles ad hominem (se argumenta con las mismas palabras que el contrario utilizó en alguna ocasión) h. falacias

c. Cierre o conclusión: todo ensayo incluye unas conclusiones, en ella se expresan con claridad los resultados de la búsqueda y los interrogantes que han quedado abierto. Las conclusiones no tienen que ser necesariamente positivas. En las investigaciones las hipótesis no necesariamente se demuestran. En los ensayos que no se logre demostrar la hipótesis, es necesario esbozar porque no se pudo llegar a una conclusión y explicar los interrogantes que quedaron abiertos, demostrando con ello, que se hizo una reflexión sobre el asunto en cuestión.

Introducción

El presente trabajo contiene la vivencia de “Vivir para contarla” es una historia de la vida de García Márquez que engloba el período que empieza en 1927 y termina en 1950 con la propuesta de matrimonio a su mujer. La trama de la novela se centra en la vida familiar de García Márquez, su educación y su temprana carrera como periodista y autor de cuentos cortos. También incluye referencias a numerosos eventos de su vida real, incluyendo la masacre que menciona en “Cien años de soledad”. Igualmente, en la obra encontramos la silueta del amigo del autor cuya vida y muerte se convirtieron luego en el esbozo para la historia contada en “Crónica de una muerte anunciada”.

En este apasionante relato, el premio Nobel colombiano ofrece la memoria de sus años de infancia y juventud, aquellos en los que se fundaría el imaginario que, con el tiempo, daría lugar a algunos de los relatos y novelas fundamentales en la literatura en lengua española.

Pero también incluye muchas más sorpresas. Seguiremos los primeros pasos de García Márquez en el mundo de la creación artística, el trabajo incansable en el proceso de redacción y corrección de La hojarasca, los distintos escenarios de una juventud bohemia plagada de burdeles, bailes y hoteluchos de mala muerte en Barranquilla, Cartagena de Indias y Bogotá. Y todo aderezado con reflexiones sobre el oficio de escritor, en un entramado que avanza y retrocede en el tiempo con la seguridad que sólo pueden dar cincuenta años de oficio maestro.

VOLVER PARA CONTARLA Infancia de escritor, orígenes de escritura (Julio Premat)

Introducción En esté, el último libro de García Márquez, nos muestra la mayor de sus historias: Su vida. Con la introducción: “La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” (García, 2002, p. 2) nos propone una narración acerca de su vivir. La vida de Gabriel se puede caracterizar por sus múltiples obras, como “El coronel no tiene quien le escriba” (García, 1961) del cual el autor hace referencia en la obra: “La misma policía trataba de mantenerlo lejos. Los miembros de su buena familia terminaron por abandonarlo a su suerte.” (García, 2002, p.222) como esta podemos encontrar muchas citas y referencias acerca de otras tantas de su obras. Esta novela es, sin duda, la mejor de sus obras. Vivir para contarla (2002), es una obra que se corresponde con esa faceta testimonial de su escritura de la cual no sólo son muestra los gruesos volúmenes en los que se recopilan sus artículos periodísticos sino también obras como Relato de un náufrago o Noticia de un secuestro. Estos son textos que no están sujetos al pacto ficcional sino al pacto referencial, se remiten a acontecimientos concretos, verificables en mayor o menor grado y situados en un tiempo y espacio específicos. En principio, Vivir para contarla se emplaza en este terreno textual aparentemente unívoco y referencial. No obstante, en García Márquez, como ese maestro de la ambigüedad que es, a la hora de la verdad, no es tan clara la delimitación entre sus textos ficticios y sus textos testimoniales.

Desarrollo Vivir para contarla es un libro que muestra la flexibilidad de la memoria, o sea, no es un texto que busca la objetividad de una obra historiográfica o de un estudio académico. Al contrario, es una obra enormemente subjetiva que ante todo busca la subjetividad y la emotividad en la narración. Este libro de memorias se manifiesta, entonces, como un texto que transmite un saber histórico de manera literaria, esto es, desde una óptica que no pretende representar la objetividad sino que muestra una perspectiva vivida de los acontecimientos tanto históricos como personales. El narrador de Vivir para contarla es lo opuesto al narrador olímpico de la novela clásica o de la historiografía pues si éste busca una visión totalizante de la realidad histórica, aquél se encuentra inmerso en un entramado mnemónico sumamente complejo que rehúye una visión inequívoca del pasado. El texto está narrado desde el año 2002; no obstante, el narrador nos transporta a tiempos pasados narrados en presente, o sea, como si pertenecieran al momento de la narración, nos narra recuerdos que a su vez impulsan nuevos recuerdos, incluso relata recuerdos falsos. El resultado es una considerable ambigüedad en los hechos narrados, pues todo lo representado ha pasado por el tamiz del autor, que - siguiendo el pacto autobiográfico definido por Philippe Lejeune - coincide con el narrador y el protagonista. Esta narración contiene diferentes formas de memoria que aparecen en el libro se pueden mencionar: 1) Acto de recuerdo convencional. 2) Recuerdo del contraste entre una memoria infantil y la experiencia del adulto, por ejemplo García Márquez en su vejez recordando cómo contrastaba el recuerdo de la casa de su niñez con la impresión que le causó volver a los 23 años con su madre. 3) Memoria transmitida por otros; por ejemplo, las historias relatadas por su abuelo: "Yo conocía el episodio como si lo hubiera vivido, después de haberlo oído contado y mil veces repetido por mi abuelo desde que tuve memoria" (García Márquez, 2002: 22). 3) Memoria propia en contraste con la de otros, especialmente los medios oficiales. 4) Memoria colectiva variable, como las diferentes

versiones del duelo que sostuvo el abuelo de García Márquez con otro habitante de Aracataca: "De las numerosas versiones que escuché hasta hoy no encontré dos que coincidieran" (García Márquez, 2002: 52). 5) Una memoria colectiva que invade la propia, como en el caso de la matanza de las bananeras. 6) Una memoria individual que invade la colectiva, como en el caso del senador que pidió un minuto de silencio en memoria de los tres mil mártires de la matanza de las bananeras, cuando García Márquez inventó ese número en Cien años de soledad ya que nadie conoce la magnitud de la matanza. 7) Una memoria ligada a y despertada por los sentidos, como cuando García Márquez y su madre llegan a Aracataca con la intención de vender la casa de los abuelos y son invitados a comer por el doctor Alfredo Barboza; ésta es una clara alusión a la madalena proustiana. 8) Finalmente los falsos recuerdos que a veces parecen de orden sobrenatural como cuando en Aracataca cree haber visto a Francisco el Hombre, el legendario cantor de vallenatos que derrotó al mismo Demonio en un duelo musical, o su recuerdo de haber visto a la tía Petra andar por la casa de sus abuelos, cuando ella murió antes de que él hubiera cumplido dos años. Durante tres ocasiones a lo largo del libro en que se ve en un espejo, no es a sí mismo sino otra imagen la que ve reflejada. La primera vez sucede a los 12 años, en Barranquilla; la segunda, a los 15 años, cuando va a partir para Bogotá para solicitar una beca que le permita integrarse en un colegio internado.10 La tercera, y última vez, es una reflexión, desde la vejez, intercalada en la narración de cómo se decide en la familia que el García Márquez de 19 años debe ir a Bogotá a estudiar derecho. Igualmente, y aún más explícito, en la penúltima página del libro es expresada esta negación de la individualidad en un diálogo con el portero de una pensión en Cartagena de Indias en la que estuvo García Márquez viviendo una temporada, y al que repentinamente vuelve a ver: - Lo que no entiendo, don Gabriel, es por qué no me dijo nunca quién era usted.

- Ay, mi querido Lácides, - le contesté, más adolorido que él -, no podía decírselo porque todavía hoy ni yo mismo sé quién soy yo. (García Márquez, 2002: 578). El autor que aparece en Vivir para contarla se parece más a un recopilador y transmisor de memorias propias y ajenas, íntimamente ligado a la cultura oral de su país. La identidad de García Márquez se pierde en ese abismo de cultura ancestral, transmitido sobre todo a través de las mujeres y representado por la casa de su infancia en Aracataca. En los primeros capítulos se describe esta transmisión casi subconsciente de una cultura femenina arcaica. El mundo de lo mágico y sobrenatural pertenece a las mujeres, y no son pocas las cosas que pasan en la casa de la abuela, que "además de profeta de oficio era curandera furtiva". Por su relación con la abuela, el nieto tiene acceso a este mundo mágico, y comparte con ella "una especie de código secreto mediante el cual nos comunicábamos con un universo invisible" (García Márquez, 2002: 96) que de día le fascina y de noche le causa terror. Este universo mágico queda retratado en la divertida anécdota del loro Lorenzo el Magnífico y el toro escapado de la corrida. Describiendo la cocina de su abuela, García Márquez dice: Era el reino de las mujeres que vivían o servían en la casa, y cantaban a coro con la abuela mientras la ayudaban en sus trabajos múltiples. Otra voz era la de Lorenzo el Magnífico, el loro de cien años heredado de los bisabuelos, que gritaba consignas contra España y cantaba canciones de la guerra de Independencia. Tan cegato estaba que se había caído dentro de la olla del sancocho y se salvó de milagro porque apenas empezaba a calentarse el agua. Un 20 de julio, a las tres de la tarde, alborotó la casa con chillidos de pánico: -¡El toro, el toro! ¡Ya viene el toro! En la casa no estaban sino las mujeres, pues los hombres se habían ido a la corraleja de la fiesta patria, y pensaron que los gritos del loro no eran más que un delirio de su demencia senil. Las mujeres de la casa, que sabían hablar con él, sólo entendieron lo que gritaba cuando un toro cimarrón escapado de

los toriles de la plaza irrumpió en la cocina con bramidos de buque y embistiendo a ciegas los muebles de la panadería y las ollas de los fogones. Yo iba en sentido contrario del ventarrón de mujeres despavoridas que me levantaron en vilo y me encerraron con ellas en el cuarto de la despensa. Los bramidos del toro perdido en la cocina y los trancos de sus pezuñas en el cemento del corredor estremecían la casa. De pronto se asomó por una claraboya de ventilación y el resoplido de fuego de su aliento y sus grandes ojos inyectados me helaron la sangre. Cuando los picadores lograron llevárselo al toril, ya había empezado en la casa la parranda del drama, que se prolongó por más de una semana con ollas interminables de café y pudines de boda para acompañar el relato mil veces repetido y cada vez más heroico de las sobrevivientes alborotadas." (García Márquez, 2002: 48). Esta anécdota revela el carácter de la narrativa de García Márquez, ya que por un lado la narración indudablemente está condicionada por las versiones "parranderas" que siguieron al acontecimiento en sí. Por otro, es representativa de la comprensión histórica de García Márquez, pues establece la relación con el pasado colonial y las guerras de liberación. El loro centenario representa la reminiscencia viva de la rebelión contra España, la cual es también representada por medio de la celebración del 20 de julio, fecha que conmemora el levantamiento contra la dominación española en Colombia. El toro, evidentemente, remite a España en su forma más atávica, pues las corridas de toros son el resto de un culto religioso perteneciente a un pasado antiquísimo, precristiano y prerromano. Lo que esta anécdota sugiere, entonces, es la pervivencia de esa cultura arcaica por encima de todas las conquistas, guerras y revoluciones. Me parece claro que la obra de García Márquez, compendiada en Vivir para contarla, emerge de esta conciencia trágica de la historia y del ser humano. El realismo mágico de García Márquez posee un fondo oscuro del cual emerge y que es anterior al pensamiento emancipatorio que cristaliza con el Siglo de las Luces. De esta manera, a pesar de que la forma de Vivir para contarla conlleve la figura

del autor como una esponja que absorbe todo lo que oye, al mismo tiempo el autor también aparece como un alquimista o brujo que invoca este mundo mágico de la locura que Foucault describe como un saber que hiberna durante la época del racionalismo para recuperar su presencia durante los siglos XIX y XX. De esta manera, la narración autobiográfica de García Márquez trabaja con un perspectivismo encubierto que muestra las diferentes versiones de la realidad histórica, y cuyo potencial crítico aflora sobre todo con respecto a las versiones oficiales de la historia. Es posible, entonces, encontrar una conciencia crítica de esa aparente racionalidad con la que se intenta disimular los resortes que mueven la realidad social y política. Según García Márquez, entonces, la historia no es liberadora, como de alguna manera es implicado por la teoría postcolonial. No hay un discurso emancipatorio en García Márquez, sino más bien ese fatalismo histórico que también aparece en Cien años de soledad. En cambio, se desvelan esos estratos psíquicos que quizá sean más aparentes en sociedades cultural e históricamente híbridas. García Márquez asume con toda naturalidad los atavismos culturales que rigen en Colombia y les adjudica implícitamente carácter definitorio de identidad nacional. Así, García Márquez lleva su ambigüedad hasta el punto de que su obra puede ser representativa de tanto esa hibridez histórica, étnica y cultural que generalmente se atribuye a las sociedades postcoloniales, como un libro que se inscribe en la tradición occidental a través de su crítica a la razón.

Conclusión Como pensamiento final he decidido citar lo que para mí fue la frase que pudo encerrar la esencia y razón del libro: “ «Hay libros que no son de quien los escribe sino de quien los sufre, y éste es uno de ellos.»” (García, 2009).

Cuando inicie la lectura de este libro esperaba encontrar la mejor de las novelas de García Márquez, pues antes de empezar hice una investigación acerca de él. Pero al finalizarlo me sorprendió la magnitud del talento que puedes tener un hombre al escribir. Además, este libro me sirvió para abrirme un panorama más amplio hacia la literatura. Aprendí a apreciar este libro como a ningún otro y sé que quien lo lea quedara tan complacido como yo. Personalmente, creo que esta es la obra más importante del autor porque aparte de acercarnos o darse a conocerse así mismo por dentro, el lenguaje utilizado es un regalo para los lectores.

Conclusión

Márquez, a través de este libro, nos enseña lo importante que es vivir y no sólo estar en la vida como un artículo o un mueble. Nos muestra en cambio la narración y el título perfecto para comprender que

para estar se necesita ser uno mismo y que si no somos nosotros mismos no existimos. Para vivir hay que sentir, amar, ser uno mismo; si no, nos convertiremos en viejas farolas en un parque abandonado.

En conclusión, creo que es un libro digno de ser leído porque nos enseña a todos lo que nos gustaría oír. Cada lector de este libro querría que su vida apareciera reflejada en un libro así porque narra la vivencia de una persona que fue como podría haber sido cualquiera de nosotros.

Referencias Bibliográficas

Araújo, F. O. (2015). El legado de Macondo: antología de ensayos críticos sobre Gabriel García Márquez. Bogota, COLOMBIA: Universidad del Norte. Recuperado dehttp://bibliotecavirtual.unad.edu.co:2077/lib/unadsp/reader.action?ppg=1&docID=11125849&tm= 1501510515677

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