Profesora, nana, recreacionista, mamá...mujer Zoraida Rodríguez La escritura de estas líneas, además de ser una forma de visibilizarme, es decir, ser visible para mí misma e identificar los dispositivos, las huellas, las trazas, los hilos, los rastros, fue un camino para construir redes y rutas, mapas y conceptos. Un camino a la religiosidad en el sentido de re-ligar, volver a unir, establecer las relaciones del ser humano con la divinidad en la misma naturaleza de las cosas, con mi naturaleza a través de la escritura, algo que he llamado “catarsis escrita” y que me ha permitido repasar, interpretar, reconocer, elaborar y reelaborar muchos pensamientos.
Para Mike Halliday, investigador australiano, en cualquier evento significativo del desarrollo del lenguaje el aprendiz tiene la oportunidad de aprender el lenguaje a través de la lectura, aprender acerca del lenguaje, esto es, aprender sobre sus estructuras gramaticales en contexto, estrategias de lectura, y aprender a través del lenguaje, usando la literatura y otros sistemas de signos para indagar acerca del mundo y de sí mismo. Parodiando a Halliday diría que mi proceso de escritura autobiográfica ha sido una forma de aprenderme, aprendiendo acerca de mí y a través de mí. Demetrio (1999) dice que se aprende del análisis de la propia historia, se aprende aprendiendo de uno mismo y se empieza a cultivar un vicio nacido quizás en nuestros años de adolescencia, la pasión autobiográfica. El mismo autor señala que el pensamiento autobiográfico en cierto modo nos cura pues relatarnos, nos hace sentir mejor convirtiéndose en una forma de liberación y de reunificación aunque la verdadera curación de si mismo empieza probablemente cuando hacemos las paces con nuestras propias memorias y vivimos con el presente convertido ahora en terreno fértil para inventar o desvelar otros modos de sentir, observar, escrutar y registrar el mundo dentro y fuera de nosotros. (ibid p. 16)
Yo no iba a ser maestra pero lo he sido. He sido la maestra explicadora de la que habla Rancière (2003), la que constituye al incapaz como tal, la que ha querido demostrarle al otro que no puede comprender las cosas por sí mismo y le explica todo, la que decide o, ha hecho parte de
grupos que deciden las cosas que se deben enseñar y aprender. He sido este tipo de maestra que hemos vivido, sufrido casi todos, de quien hemos dependido y hasta aprendido. Entender que del otro lado se aprende más de lo que pensamos pero que es necesario observar y escuchar atentamente, me ha hecho pensar que no es solamente al estudiante a quien hay que escuchar al vecino, a mi hija, pero especialmente a mí misma, ha hecho que trate de despojarme de numerosas pretensiones. Acercarme a la filosofía del lenguaje integral fue una forma de empezar a verlo. Entender que en ocasiones la explicación sobra, o que solo hay que escucharla porque con mucha frecuencia es mucho más clara y sencilla, y la tiene más clara el otro, ha implicado tratar de escucharme sin pretensiones, tratando de ser lo más humilde posible. ¡Qué labor tan difícil!