El discurso religioso ilustrado del jurista Manuel Lorenzo de Vidaurre
Resumen El presente artículo aborda el tema del discurso religioso ilustrado en el Perú a fines del periodo colonial e inicios de la República (1810 – 1830), para lo cual tomamos como referencia al jurista y político limeño Manuel Lorenzo de Vidaurre. A lo largo de la exposición se intenta demostrar que la opinión religiosa de Vidaurre, contenida en sus obras el Plan del Perú y Cartas americanas, corresponde a la de los ilustrados españoles de fines del siglo XVIII. En el trabajo se analiza el discurso ilustrado en España, la recepción de las ideas ilustradas en el contexto de fines del siglo XVII, además para terminar analizando el pensamiento de Vidaurre.
Palabras claves: Vidaurre, Ilustración, pensamiento religioso
Abstract This article deals with the theme of the religious discourse illustrated in Peru at the end of the colonial period and the beginning of the Republic, for which we take as reference the Lima jurist and politician Manuel Lorenzo de Vidaurre. Throughout the exhibition it is tried to demonstrate that the religious opinion of Vidaurre, contained in his works the Plan of Peru and American Letters, corresponds to that of the Spanish enlightened people of the late eighteenth century. The paper analyzes the illustrated discourse in Spain, the reception of the ideas illustrated in the context of the late seventeenth century to finish analyzing the thought of Vidaurre.
Keywords: Vidaurre, Enlightenment, religious thought
1. Introducción Alberto Tauro, en el prólogo de El Plan del Perú y otros escritos de Vidaurre1, publicado en 1971, presenta al célebre político y jurista limeño como un “hijo de su siglo”. Vidaurre es un personaje que compartió las preocupaciones propias de la cultura de la Ilustración, un análisis de sus obras permite observar la recepción del pensamiento ilustrado por parte de un criollo, en lo referente a la política, al derecho y a la religión. Por ello, el tema que se desarrolla en este trabajo es el discurso religioso ilustrado en el Perú a fines del periodo colonial e inicios de la República (1810 – 1830), en la persona de Manuel Lorenzo de Vidaurre. Así, el presente artículo centra su atención en establecer ¿cómo se desenvuelve el discurso religioso ilustrado en el Perú a fines del periodo colonial e inicios de la República (1810 – 1830)?, en la persona de Manuel Lorenzo de Vidaurre. Atendiendo a esta interrogante, se busca mostrar que el discurso religioso de Vidaurre corresponde a la de los ilustrados españoles de fines del siglo XVII. En tal sentido, nuestro personaje no fue ajeno a las inquietudes políticas, culturales y religiosas de la cultura ilustrada de su tiempo.
Lorenzo de Vidaurre, emula el pensamiento ilustrado de autores como Rousseau y Diderot, así, se afirma que, “de la lectura del expediente que da pie a esta nota surge el incontenible deseo
Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773 – 1841) pertenece a la generación de los precursores de la independencia. Como funcionario colonial, llegó a ocupar el cargo de oidor de la Real Audiencia del Cusco. En tiempos republicanos, tuvo una destacada participación política. Cercano a Bolívar, fue nombrado presidente de la primera corte suprema de justicia y plenipotenciario del Perú en el congreso de Panamá. Además, fue elegido, en varias oportunidades, diputado por Lima. Como jurista, fue el primer codificador del país. Llegó a redactar un proyecto de Constitución. Asimismo, redactó proyectos de códigos Civil, Penal, Comercial, Eclesiástico y de Procedimientos. 1
de establecer el parangón, o mejor dicho, el paralelo de Vidaurre no con el filósofo ginebrino, sino con otro enciclopedista: Dionisio Diderot.” (Lohmann, 1950, p. 202)
Ello quiere decir que su formación estuvo acompañada de lecturas profundas. El pensamiento de los ilustrados franceses caló en el suyo y en su actuar, que a todas luces reflejaría los ideales libertarios que se encontraban presente en la mente de los principales actores de la independencia.
El pensamiento ilustrado religioso estuvo caracterizado por fuertes críticas, aunque estos provienen de un reducido número de la sociedad. Al respecto, Sarrailh (1957) menciona que las agresiones contra la iglesia provienen de un grupo minoritario de españoles con un espíritu libertino, pese a estas actitudes, muestran una persistencia incomoda a la búsqueda de la reforma, pues son creyentes y no ateos. (p. 660).
Como se puede deducir de la cita anterior, los ataques de los ilustrados no van dirigidos contra la fe católica ni los dogmas pues se trata de hombres creyentes, van dirigidos contra las autoridades y la exigencia de un cambio de actitud respecto de la vivencia moral que tenían ellos.
Esta investigación es importante pues busca mostrar las características principales del pensamiento religioso ilustrado de Vidaurre. Este segmento de su pensamiento ha sido poco investigado y es pieza fundamental para entender su figura como precursor de la independencia.
Finalmente, para comprender que Vidaurre está en sintonía con el discurso ilustrado español de finales del siglo XVIII, se presentan las siguientes ideas: el discurso ilustrado en España, la recepción de las ideas ilustradas en el Perú en el contexto de fines del siglo XVIII, el análisis del pensamiento de Vidaurre en El Plan del Perú y las Cartas americanas y el discurso religioso ilustrado en el pensamiento de Vidaurre.
2. El discurso ilustrado religioso en España
El primer punto por desarrollar en esta investigación busca conocer el discurso ilustrado religioso español, es decir qué ideas tenían los ilustrados españoles en torno a la Iglesia, y con ello a la jerarquía, los sacerdotes y demás.
Las relaciones entre el Estado español y la Iglesia tuvieron un cambio vertiginoso, a raíz del advenimiento de la dinastía de los Borbones tras la coronación de Felipe V como rey de España. Richard Herr, sostiene que los borbones orientaron sus objetivos eclesiásticos a lograr un acuerdo con Roma. El ejemplo más claro lo constituye el Concordato de 1753, mediante el cual el rey se reservaba el derecho de nombramiento de las autoridades eclesiásticas y las rentas que recibía antes el Papa. Este último, además, renunciaba al privilegio que le eximia de contribución a las tierras de la Iglesia. (1988, p. 11)
A partir de cita podemos ver que el cambio que promovió la dinastía de los Borbones consiste en establecer vínculos estables con la Iglesia de Roma. Entre las principales decisiones que se tomó para estabilizar la situación Estado – Iglesia, está dejar en manos del rey la elección
de las autoridades eclesiásticas, esto constituye el nombramiento de obispos, beneficios eclesiásticos que dependía exclusivamente del monarca.
Es con Carlos III, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, que la política borbónica en materia eclesiástica experimentaría un nuevo ajuste al buscar subordinar la Iglesia al Estado. Las diferentes medidas dictadas contra el clero secular y regular “tuvieron por finalidad otorgar al estado un mayor campo de acción y poder de control sobre el cuerpo eclesiástico.” (Guibovich 1993, p. 2). Así, podemos resumir la política de Carlos III en cuatro objetivos principales: control del Estado sobre la Iglesia, mejorar la disciplina de las órdenes, mejorar la calidad del Alto Clero y depurar las manifestaciones externas de la religiosidad.
Junto a esta política real, un pequeño sector de la población empezó a reflexionar a la luz de las ideas procedentes de Francia, dando lugar a una serie de críticas respecto a la Iglesia como institución, mas no al dogma católico. Como lo menciona Herr, ni la fe ni el dogma católico corrían peligro; ya que los escritos irreligiosos de los filósofos franceses no llegaron a despertar interés entre los españoles. Un ejemplo de esto lo constituye la obra de Voltaire, ya que, si bien en círculos españoles se admiraba su poesía, no ocurría lo mismo con sus ataques a la religión y argumentos respecto a las inconsistencias de los dogmas sagrados. Tales ideas ni gustaban ni interesaban a los españoles (1988, p 70).
Es decir, el impacto del pensamiento francés sobre la Iglesia no había repercutido en la fe de los españoles, pero sí se aceptaba la crítica que desde los francos se hacía sobre la institución
eclesial. Se juzgaba la actitud que toman las autoridades y el clero, no se consideraba en esta crítica la fe católica.
Este pequeño grupo de ilustrados españoles eran también hombres creyentes y, en algunos casos, podían ser calificados de creyentes irreductibles. Ello lleva a autores como Sarrailh a afirmar: "nosotros no creemos que en la España de la segunda mitad del siglo XVIII haya habido hombres que después de madura reflexión, negaran la existencia de Dios” (1957, p. 615).
Las críticas de este sector ilustrado iban dirigidas particularmente contra la riqueza de la institución eclesiástica, en particular por la gran extensión de tierras baldías que poseían, la opulenta decoración de las iglesias y la situación fiscal privilegiada que tenían, pues todo ello generaba que los impuestos no estuviesen distribuidos equitativamente.
A la par, se criticaba que el número excesivo de religiosos alejaba del trabajo útil a los jóvenes, constituyendo un peso para el Estado. Así Pedro de Campomanes 2 calificaba a los religiosos como "raza parásita y dañosa" (Sarrailh 1957, p. 647).
Sin embargo, la aguda crítica ilustrada no se quedaba en lo económico, también se dirigía al nivel cultural del clero y a las consecuencias que esto traía. Al respecto Herr señala que “[...] se acusaba a muchos hijos de labradores y de artesanos de engrosar las filas de la Iglesia con el mero propósito de alcanzar el prestigio social de ser clérigo [...].” (Herr, 1988, p. 26).
2
Pedro de Campomanes fue uno de los representantes del pensamiento ilustrado español. En 1760 fue nombrado ministro de Hacienda de España. Respecto a la situación de la Iglesia, escribió Tratado de la regalía de la amortización (1765), en donde señala lo perjuicios que causan a la economía española la propiedad inmobiliaria de la iglesia.
Así, se entiende la razón de la poca instrucción que recibían los religiosos, esta estaba limitada a la filosofía escolástica. Unido a esto, se puede ver como los ilustrados criticaban la falta de vocación de muchos de los curas y frailes. Para los ilustrados el bajo nivel de instrucción de los curas traía como consecuencia que la religión se nutriera de supersticiones; por ello, se criticaban las procesiones y el culto a los santos (imágenes) y reliquias por convertirse en una suerte de piedad tonta y grosera.
Una última crítica contra los religiosos, aunque no tan común como las anteriores, era la cuestión del celibato. Bajo la idea de que el aumento de la población contribuiría a la prosperidad de España (es importante recordar que se criticaba el número excesivo de religiosos que distraía del trabajo a los jóvenes españoles) se cuestiona que muchos jóvenes dejasen de formar una familia por abrazar el sacerdocio. Sarrailh afirma al respecto que “una manera de atacar el celibato eclesiástico consistía en celebrar las alegrías y los encantos del matrimonio.” (1957, p. 647).
Como se ha podido observar las relaciones Estado – Iglesia fue muy complicada pues se generaron duras críticas en torno a los vínculos políticos, a la posición del clero en relación con el estado, a la moral de aquel y algunos puntos propios de las actitudes eclesiales, todo ello sin afectar la fe católica. También, es importante señalar que, además de agudas críticas, los ilustrados proponían una reforma que concordase con las ciencias modernas y la nueva filosofía. Se pedía un retomo a la Iglesia Primitiva, teniendo como base una vuelta a la Biblia (Ley del Evangelio), donde reinara la humildad, la caridad y la fraternidad.
3. La difusión del discurso ilustrado en el Perú
El discurso ilustrado español se trasladó al Perú, a través de dos posibles medios: el primero, la difusión de libros prohibidos; y el segundo, la reforma de los estudios en el Real Convictorio de San Carlos en la segunda mitad del siglo XVIII, a cargo de Toribio Rodríguez de Mendoza. (Presentación de la idea)
3.1 Los libros prohibidos
A partir de la Reforma Protestante, la imprenta alcanzó un notable desarrollo, por tanto, la creencia de ver al libro como "hereje mudo" se arraigó. Al respecto, Guibovich plantea que el libro empezó a ser visto como un eficiente portador de la herejía y el control que se estableció en torno a su impresión, venta y distribución se justificó en función de tal consideración y con la finalidad de impedir la propagación de ideas contrarias a la doctrina católica, la moral y el orden político establecido. (1988, p. 49)
Por ello, los libros que se imprimían en los dominios de la monarquía española eran sometidos a una doble censura: La primera, era hecha por el Consejo de Castilla, esta institución otorgaba la licencia de impresión que era requisito para la publicación del libro; la segunda censura, corría a cargo de la Inquisición, ésta también realizaba esa censura con respecto a las obras que se publicaban en el extranjero y que ingresaban a los territorios de Castilla y Aragón.
Pero, la Inquisición de Lima, en la segunda mitad del siglo XVIII, estaba en decadencia. René Millar, pone como prueba de la decadencia de esta institución el hecho que ninguno de los procesados por la lectura de libros prohibidos fue condenado a prisión (1998, p.405).
Asimismo, la postura de Nieto confirma su situación básicamente nominal: “la actividad de los inquisidores [en el siglo XVII] fue declinando, a causa no de la disminución de los peligros que podía correr la fe católica, sino por la mayor tolerancia de los jueces y la disminución de las denuncias” (Nieto, 1980, p. 520, tomo XI).
A partir de la revisión de las investigaciones arriba mencionadas, consideramos que se puede afirmar que la censura de libros prohibidos fue solo burocrática e ineficaz. Junto a este deficiente control de libros, debemos mencionar la figura, poco estudiada, de Diego Cisneros, administrador de las encomiendas de San Lorenzo del Escorial del Perú, quien organizó el negocio de libros instalando una tienda, y que valiéndose de su privilegiada posición habría introducido los libros prohibidos.
Añadamos a lo antes mencionado la existencia de licencias para leer y poseer libros prohibidos. Como lo menciona Guibovich, la licencia que logró obtener un personaje como Hipólito Unanue nos da una clara idea de cómo se podía conseguir una. Unanue, a pesar de que en un primer momento se le negó tal permiso, insistió hasta que la Inquisición, dando muestra de esta permisividad, cedió y finalmente le otorgó la licencia que tanto buscaba (1988, p.52). Al respecto Defomeaux (1973, p.70) señala que: "Es indudable que este sistema de dispensas abrió una brecha
bastante grande en el dique que pretendía levantar contra la infiltración de ideas sospechosas procedentes de países extranjeros”.
Así, a pesar de las censuras provenientes del Estado y del Santo Oficio, circuló en el Perú un variado conjunto de obras literarias prohibidas expresamente por la legislación. Con ello, la imagen de una cultura colonial controlada resulta cuestionable.
Nuestro personaje no fue ajeno a la lectura de libros prohibidos, teniendo que comparecer ante la Inquisición hasta en tres oportunidades por la lectura de los mencionados libros en 1793, 1801 y 1803, respectivamente. El historiador Lohmann, demuestra que en ese lapso Vidaurre habría leído no menos de 24 libros prohibidos (al menos era lo que confesaba), entre los que destacan El espíritu de las leyes de Montesquieu, el Arte de amar de Ovidio, el Tratado de la naturaleza humana de Hume, El Emilio de Rousseau y la famosa Historia del predicador Fray Gerundio del Padre Isla, obra que estuvo muy de moda en la España del siglo XVIII (1950, p. 204).
3.2 La reforma educativa de San Carlos El segundo canal de difusión para las ideas ilustradas vendría a ser el plan de estudios de San Carlos, que fue reformado de acuerdo con las nuevas exigencias ilustradas de Toribio Rodriguez de Mendoza3. San Carlos fue fundado en 1771 para suplir las necesidades de educación creadas ante la expulsión de los jesuitas en 1767.
3
El propulsor de las reformas fue Toribio Rodríguez de Mendoza, quien tuvo una carrera ascendente dentro del Convictorio. En diciembre de 1771, siendo estudiante del Seminario de Santo Toribio es nombrado profesor de Filosofía y Teología. En 1785 estando en Trujillo es designado por el nuevo Virrey Croix como vicerrector, finalmente en 1786 es nombrado Rector del Convictorio.
Leguía, sostiene que junto a Rodríguez de Mendoza se encontraron Mariano Rivera y José Ignacio Moreno, como fieles colaboradores para la realización de la reforma del plan de estudios. En el área de Filosofía los cambios que se implantaron no fueron sustanciales, simplemente se les dejó libertad en la elección de la corriente filosófica. Curiosamente esto los alejó del conocimiento de Aristóteles y su Escolástica. Sin embargo, los cambios que más nos interesan son los que se produjeron en el área de la jurisprudencia, ya que se implantaron los cursos de Derecho Natural y de Gentes, así como el curso de Derecho Constitucional, pero, bajo el nombre de Filosofía Moral. (1922, p. 40 – 41).
Vidaurre no fue ajeno a estas reformas, llevando en San Carlos los cursos de Derecho Civil, Canónico, Natural y de Gentes, así como Matemáticas y Filosofía; Esta misma información es repetida por su hijo Pedro de Vidaurre en la biografía que presentó en el periódico "La Bolsa de Lima" entre abril y mayo de 1841 y que constituye el primer estudio sobre nuestro personaje. Allí, Vidaurre consigna que estudió bajo los auspicios de Vivar, Moreno, Morales y Rodríguez. (1929, p. 161) Por otro lado, Lolmann, también menciona que, al ser interrogado en relación con sus blasfemias, dice que fue colegial carolino en 1789 y 1790 y que fue recién en 1796 incorporado en el Colegio de Abogados (1950, p.206)
Es decir, en estas citas, se muestra cómo las reformas ilustradas en el colegio San Carlo, influyeron en su formación. Más evidente aún, es la segunda cita pues relata su primera comparecencia ante la Inquisición en 1793.
En síntesis, se puede establecer que, efectivamente, la lectura de los libros prohibidos y la formación de conocimientos ilustrados en el Colegio San Carlo influyó en el pensamiento de Vidaurre, pues se encontraba con las herramientas adecuadas para elaborar una critica racional sobre las relaciones Iglesia Estado en su tiempo.
4. El Plan del Perú y las Cartas americanas
En este tercer punto, se presenta las obras que concitan nuestra atención, El Plan del Perú y las Cartas americanas y cómo desde su lectura se puede observar cuál era el pensamiento ilustrado que tenía Vidaurre sobre la relación Iglesia – Estado.
Sobre El Plan del Perú el mismo Vidaurre dice que lo escribió en 11 días (1810) a pedido del ministro de Gracia y Justicia Don Nicolás Maria de Sierra, agregando que "[...] lo había hecho para comprometer la compasión de aquel funcionario." (Vidaurre, 1971, p. 14) ¿Esto significaría que Vidaurre desarrolló en esta obra un discurso "dirigido" y que, por tanto, no nos serviría analizar el pensamiento ilustrado peruano de la época? No, ya que las mismas preocupaciones que Vidaurre apuntó en El Plan del Perú siguieron presentes en sus escritos posteriores.
Como en las Cartas americanas, sin embargo, ¿las cartas fueron escritas con el propósito de ser publicadas o fue solo al cabo de los años que Vidaurre creyó conveniente publicarlas? Trataremos de ensayar una respuesta: en el prólogo de la obra Vidaurre nos da a entender que habría comenzado a escribir las cartas en 1814, cosa que siguió haciendo con velado entusiasmo: "En el secreto de mi gabinete continué escribiendo sobre hechos todos ciertos, sobre máximas
políticas y sobre puntos dudosos de la escritura. Fue mi designio únicamente distraerme de las penas que abatían mi espíritu […]. [A pesar de ello, afirma:] Jamás pensé que se publicasen […] [Sin embargo], el bien que puede resultar a la patria me obliga hoy a darlas a la prensa" (Vidaurre 1973:5). Tanto el Plan del Perú como las Cartas Americanas son el fiel testimonio del pensamiento de Vidaurre ya que nacieron libres de toda censura, pues para 1814 la Inquisición había perdido el poder y control de antaño. Asimismo, muchas de las cartas se escribieron en el extranjero y no fueron publicadas hasta 1820, cuando la Inquisición estaba extinguida.
5. El pensamiento religioso de Manuel Lorenzo de Vidaurre
Finalmente, en este último punto, se presentará el pensamiento religioso de nuestro autor que se ha establecido a partir de la lectura de los textos de El Plan del Perú y las Cartas Americanas.
Vidaurre, al igual que los ilustrados españoles, no atacó el dogma católico, ejemplo de esto nos lo dan algunas de sus Cartas americanas. Su formación ilustrada lo obligaba a decir
Yo necesito especular todas las cosas y combinarlas para darles crédito [...]. [Sin embargo, ante el misterio de la eucaristía él manifiesta]: No hallo misterio que declarase Jesu Cristo [sic] de un modo más expreso que el de la eucaristía [...] Respeto los misterios: mis luces no alcanzan a estos arcanos [...] Donde acaban sus fuerzas [de la razón] me rindo y exclamo: Hay una distancia infinita entre Dios y el hombre (Vidaurre 1973: 42-43).
Para Vidaurre la solución ante el dogma es simplemente "creerlo". Es decir, que en este campo la fe debía dominar a la razón: “Dirá usted que esto es muy oscuro [los dogmas] […] ¿Y hemos de entenderlo todo? No hay otro remedio que creerlo, o renunciar a Jesu Cristo [sic]." (Vidaurre, 1973, p. 45).
En las dos citas anteriores se pueden observar como la premisa que tiene Vidaurre por delante es el respeto a la fe, no busca atacarla sino su objetivo esta en la iglesia como institución. Existe un respeto a los dogmas y a la presencia de Dios en el actual del hombre. Bajo ninguna circunstancia emite juicio alguno sobre estos temas.
Sin embargo, Vidaurre matiza esta posición, ya que, en otras de sus Cartas americanas, como las referidas a la Eucaristía (Vidaurre: 1973: 42), Contestación (Vidaurre 1973: 44) Continuación de la Carta anterior (Vidaurre 1973: 293) en la que trata sobre la muerte de su hija, desarrolla la idea que solo entiende por la fe aquello sin lo cual no podría salvarse. Ejemplo de esto lo encontramos en el convencimiento de Vidaurre de la santidad de la vida de Jesucristo: "¿Y en tantas ansiedades y aflicciones habrá algo que me consuele? Sí, la santidad de la vida de Jesu Cristo [sic]." (Vidaurre 1973: 298)
Junto a esto, la razón de un hombre ilustrado lo obliga a alejarse de las creencias propias de la gente del común, sobre todo en lo que respecta a los sacerdotes:
Jamás sacerdotes pulsarán mis respetos más allá de la razón dirigida por la fe. Son para mí hombres sujetos a pasiones. Sé muy bien cuando abusan de la imbecilidad e ignorancia de
los pueblos [¿acaso por qué era un ilustrado?]. Estoy muy distante de presumir que formen en el estado un cuerpo distinto y superior a las leyes (Vidaurre, 1973, p. 149-150).
Para Vidaurre, los sacerdotes, no son personas distintas, que al haber recibido el sacramento del Orden Sacerdotal se tornan en seres especiales. Él puede ver que están sujetos a los instintos a las pasiones que llevan día a día cada ser humano. Los sacerdotes podrán ser sujetos de respeto, pero, no por ello se distinguen del resto de personas.
Pasemos ahora a analizar los escritos de Vidaurre sobre el estado eclesiástico. Estos en su mayoría giran en torno a los religiosos, quienes son criticados pues sus ansias de riqueza provocan que olviden sus obligaciones: “Los carruajes primorosos, las casas de campo, los paseos, las diversiones [...] Para eso la enfermería esta sin sábana, los legos y sacerdotes valetudinarios, desnudos y las fincas adeudadas con censos." (Vidaurre, 1971, p. 67). Asimismo, crítica que no quieran cumplir con las mismas si no reciben un pago adelantado: "(...) no bautizar, casar, ni enterrar si no se paga con anticipación y a su arbitrio los derechos. ¿Los derechos? Los robos más enormes y escandalosos." (Vidaurre 1971:40).
Del mismo modo, Vidaurre critica la existencia y calidad de vida que se llevan en los monasterios. Las críticas se orientan a que no existe la vida común ni la fraternidad, en lugar de esto reinaban los bandos:
Ningún lugar puede contener tanta especie de lascivias. Fomentan entre si las pasiones más violentas que se satisfacen aquel momento [...] Se halagan, se irritan, se dividen, se unen,
y tienen con más actividad los transportes que se observan entre ambos sexos. Un crecido número de domésticas esclavas o libres se introducen en aquellas detestables máximas [...] Ricamente vestidas, ociosas respiran la sensualidad en los ojos y movimientos [...] Gomorra era sombra respecto de los conventos grandes de Lima.” (Vidaurre, 1971, p. 68).
En un planteamiento típicamente ilustrado, Vidaurre proponía la intervención de Estado para cortar los desórdenes de los monasterios, proponiendo que las rentas que ellos captaban se apliquen a objetos más útiles a la República.
Respecto a las costumbres de los religiosos, una acusación que se hace repetida es que no cumplen con sus votos de castidad. Así Vidaurre nos dice que era costumbre que elijan “en la feligresía las mujeres más hermosas" (Vidaurre 1971: 43) o que en cada paseo a la capital se repartiesen "las monedas con las meretrices públicas” (Vidaurre 1971: 43). En cuanto al celibato eclesiástico, la posición de Vidaurre era clara: Se opone -sin llegar a la violencia- por considerarlo contrario a los principios fundamentales de la sociedad y pernicioso al estado ya que la sociedad se privaba de una población que podía ser más numerosa.
En el capítulo VIII del Plan del Perú titulado Religiones de hombres y mujeres, encontramos la idea que podría estar resumiendo las críticas de Vidaurre en tomo al comportamiento de los religiosos:
La castidad se queda en el voto, la pobreza cuando faltan los medios de enriquecerse, la obediencia es forzada y la observan únicamente los desvalidos. Los provinciales, los
priores, los guardianes [...] tienen sus públicas concubinas. Las celdas son unos gabinetes reales donde compiten el buen gusto y la riqueza [...] El convento no da otra cosa que el alimento, la más veces asqueroso a los brutos, pero los prelados tienen mesas regaladas donde comen con sus amigos y muchos seculares" (Vidaurre, 1971, p. 66-67).
Así, tanto Vidaurre como los ilustrados peninsulares consideran a los religiosos como raza parásita y dañosa. Otra crítica común de los ilustrados españoles concernía al bajo nivel cultural del clero, lo que traía consigo que la religión se llenara de supersticiones. En el discurso de Vidaurre notamos que esta crítica está ausente, limitándose a plantear que se estudie Escritura, Teología dogmática, Moral y Cánones para la obtención de un curato. El tema de las supersticiones también es poco tratado. Vidaurre, a diferencia de los ilustrados españoles, no lo relaciona con el bajo nivel cultural de los religiosos sino con sus ansias de riqueza. Al respecto nos dice: "En el púlpito solo se oyen las voces aterrorizando con el infierno, el fuego, los demonios a los que no pagan bien los diezmos y primicias [...]” (Vidaurre, 1971, p. 40-41).
Hemos visto las principales críticas de Vidaurre entorno al estado eclesiástico, pero ¿cuáles eran sus propuestas? En primer lugar, pedía una vuelta a la Iglesia Primitiva. Esto se ve claramente en El Plan del Perú, su visión del paradigma del sacerdote presenta una postura conforme a las normas de vida de la "primitiva iglesia":
Se debe confesar que tenemos curas dignos de compararse con los de la primitiva iglesia [...] Los curas de Arica y Tacna eran incomparables [...] eran sus casas la franca botica del
pueblo y el refugio de los miserables. Sus iglesias en el mayor culto y aseo. Se dedicaban a la administración de sacramentos, no valiéndose de los compañeros sino en un caso extraordinario y preciso. Distribuían sus rentas en limosnas y sus costumbres eran puras e irreprensibles (Vidaurre, 1971, p. 42).
Así, los cambios que se presentan a lo largo del texto Plan del Perú, Vidaurre presenta una serie de preceptos relacionados con el estado eclesiástico. Nosotros creemos que estos preceptos no buscaron destruir el poder de la Iglesia, ya que, por el contrario, lo consideraba necesario pues entendía a la religión como un ordenador de la sociedad. Su intención habría sido reglamentar la vida religiosa.
Entre las propuestas más radicales encontramos la relacionada a los monasterios, aunque reconoce que los conventos recoletos necesitan muy poca reforma llega a plantear su extinción total: “No solo desapruebo los claustros, sino que concibo no debe haber en todo el mundo ni un solo convento ni monasterio." (Vidaurre, 1971, p. 70). Aquí el problema de fondo es estrictamente económico, pues nuestro personaje no entendía el porqué de las grandes rentas que los monasterios manejaban.
Finalmente, se encuentra en Vidaurre una cuasi propuesta de tolerancia de cultos, una idea atípica de los ilustrados. Nuestro personaje se muestra gratamente impresionado por el culto y el modo de vida protestante: No veo allí imágenes, reliquias, misas, confesiones, pero veo adorar a Dios [...] los sermones llenos de máximas de verdadera piedad, las costumbres más arregladas [...] al
poner en paralelo cristianos y protestantes diré, que la gracia favorece más a estos: por lo regular hay entre ellos más humanidad, más honradez, más virtudes [...]" (Vidaurre, 1973, p. 281). La cita anterior permite afirmar que la condición de ilustrado de nuestro personaje lo lleva a plantear que no habría motivo para condenar a hombres que creen en el verdadero Dios, aunque nieguen la venida del Mesías.
En síntesis, se puede observar en los textos de Vidaurre el pensamiento religioso ilustrado de influencia española.
6. Conclusión
Finalmente, esta investigación demostró que los ilustrados españoles expresaban su crítica frente a los vínculos Estado – Iglesia a partir de la institucionalidad de la iglesia y no a partir de la fe católica, en ese sentido su propuesta era la vuelta a la iglesia original, la que inicio Jesucristo y tiene como fundamente la palabra de Dios. Así, se ha podido observa que esta influencia ilustrada española llego a Vidaurre a través de la lectura de los libros prohibidos y de su formación en el Colegio San Carlo. Esta influencia se muestra en los textos Plan del Perú y Cartas Americanas en donde se encuentra desarrollado su pensamiento ilustrado religioso.
En conclusión, la posición de Vidaurre en torno al dogma católico, la riqueza de la Iglesia, los monasterios y su deseo de volver a una Iglesia primitiva presentados en los textos analizados
muestran que sus preocupaciones e intereses son los mismos que los ilustrados peninsulares de fines del siglo XVII.
Referencias Bibliográficas
Guibovich, P. (1988). Unanue y la Inquisición de Lima. Histórica, (XII), 1, 49 - 59.
Herr, R. (1988). España y la revolución del siglo XVII. Madrid: Aguilar Maior.
Leguía, J.G. (1922). El precursor. Lima: F. y E. Rosay.
Lohmann, G. (1950). Manuel Lorenzo de Vidaurre y la Inquisición de Lima: notas sobre la evolución de las ideas políticas en el virreinato peruano a principios del siglo XIX. Revista de Estudios Políticos, 52, 199 - 216.
Millar, R. (1998). Inquisición y sociedad en el virreinato peruano: estudio sobre el Tribunal de la Inquisición de Lima. Lima: PUCP - Instituto Riva Agüero.
Nieto, A. (1980) La Iglesia Católica en el Perú. En: Mejía Baca, Juan (ed) Historia del Perú. Lima: Juan Mejía Baca. Tomo XI.
Sarrailh, J. (1957). La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Vidaurre Rivera, P. (1929). Biografía de Manuel Lorenzo de Vidaurre. Boletín del Museo Bolivariano, 6, 160–179.
Vidaurre, M. (1929). Relación de los méritos y servicios de Don Manuel Lorenzo de Vidaurre y Encalada del Consejo de su Majestad oidor decano de la Real Audiencia del Cuzco (Madrid 1820). Boletín del Museo Bolivariano, 6, 188-192.
Vidaurre. M. (1971). El Plan del Perú. En: Tauro, Alberto (ed.). Los ideólogos: El Plan del Perú y otros escritos (pp. 1 – 185). Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Tomo 1, volumen 5.
Vidaurre, M. (1973).
Cartas americanas, En: Tauro, Alberto (ed.). Los ideólogos: Cartas
americanas. (pp. 1 – 599). Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Tomo 1, volumen 6.