Un Examen Al Sujeto Femenino: Foucault Y La Escuela De Niñas De San Salvador, 1847-1851

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Tenorio 1 María Tenorio Profesor Fernando Unzueta Español 756 1 de mayo del 2002 Un examen al sujeto femenino: Foucault y la Escuela de niñas de San Salvador, 1847-1851 La educación formal del “bello sexo” a mediados del siglo XIX en la ciudad de San Salvador era un fenómeno muy fuera de lo común. “Saber era cosa del diablo –dice Alberto Masferrer-, tratándose de la mujer” (Cañas-Dinarte 41). La primera escuela de niñas en San Salvador es fundada a contracorriente en 1847. Un artículo periodístico a la muerte del fundador de la escuela acota que: “la idea del señor Cáceres tuvo enemigos en abundancia como los que hoy cuenta la enseñanza profesional del sexo débil” (CañasDinarte 18). Dicha escuela funcionó únicamente durante cuatro años debido a problemas financieros para el sostenimiento del plantel. Entre 1849 y 1851 aparecieron en la Gaceta del Salvador en la República de Centro-América cuatro publicaciones sobre dicha escuela, ahora reunidas en un capítulo en la recopilación de textos diversos titulada José María Cáceres: un docente, una época (Cañas-Dinarte). Las mencionadas publicaciones consistían en listados de las alumnas inscritas divididas en clases (nunca excedieron el número de 37), en reportes dirigidos al Gobernador Departamental sobre un examen público realizado en dicho plantel en 1849 y en un aviso de la escuela sobre su progreso. Me interesa, a partir de esas páginas sobre la Escuela de niñas de San Salvador, leer prácticas y, en lenguaje foucaultiano, ‘tecnologías’ para la formación de un sujeto

Tenorio 2 femenino nuevo para la época; es decir, buscar una respuesta a la pregunta de cómo la mujer es construida como sujeto dentro de la nación en el espacio de la escuela. De acuerdo con Beatriz González Stephan, “Entre la vasta agenda que implicaba el proyecto de construcción de las nuevas naciones, uno de los aspectos no menos decisivos era la modelación de hombres y mujeres capaces de funcionar en concordancia con el nuevo estilo urbano de vida que se estaba deseando como emblema de la soñada ‘civilización’” (432-3). La relación entre las prácticas de disciplinamiento de las niñas y el ideal de la nueva república se puede leer en las siguientes líneas firmadas por el par de examinadores nombrados por el gobernador: los adelantos que el examen ha puesto en evidencia no solo han excedido la idea que antes teníamos de la escuela, sino que lisonjeando el natural deseo de felicidad que todos tenemos para nuestra patria, nos ha hecho concebir las más halagüeñas cuanto fundadas esperanzas de que la educación de las niñas (antes tan descuidada) llegará dentro de poco tiempo a un alto grado de desarrollo y de prosperidad en nuestro país. (Cañas-Dinarte 63, énfasis añadido al original) Y la educación formal de las mujeres, que les posibilitaría el acceso a su condición de sujetos en/para la patria, seguirá siendo descuidada y debatida durante lo que resta del siglo XIX. Como apunta Héctor Lindo en su estudio “Las primeras etapas del sistema escolar salvadoreño en el siglo XIX”, “quién debía ser educado y cuál debía ser el contenido de la educación estaba atado al proyecto político, a quién era ciudadano y al tipo de república deseado” (143). En una centuria de gran inestabilidad política en esta nación centroamericana, con cambios de gobierno a la orden del día, la formación escolar

Tenorio 3 de la mujer, así como la de las masas, era asunto sobre el cual no había consenso entre la élite letrada masculina. La mujer, puede concluirse a partir del estudio de Lindo, tendía más a ser excluida que a estar incluida en el sistema educativo decimonónico salvadoreño. Habría que leer el fenómeno de la Escuela de niñas en este contexto de negociación primariamente masculina sobre la posición de la mujer en la nación: son hombres –educadores, legisladores, examinadores, escritores- quienes van a abrir, o cerrar, puertas o ventanas a la mujer en el espacio nacional y van a decidir qué lugar puede o no puede ocupar. En lo que concierne a la educación formal de la mujer, para que esta adquiera un rol activo en la cultura de la letra –del poder, de la nación- es necesario que se deje moldear por el hombre. En los textos que reviso en este ensayo queda clara dicha relación de poder entre géneros sexuales. Voy a entender que la noción de sujeto implica un movimiento, por decir así, o una relación, en dos sentidos: por una parte, el ser sostén de sí mismo o de la propia identidad, el subjectum (Balibar 33-4); por otra parte, el estar sujetado o depender de algo o alguien, el subjectus o subditus (Balibar 36). O, en palabras de Michel Foucault: “There are two meanings of the word subject: subject to someone else by control and dependence, and tied to his own identity by a conscience or self-knowledge” (Dreyfus 212). El sujeto está, pues, atravesado por vectores de poder que vienen de otros, ante quienes se somete y para quienes se vuelve ‘objeto’; pero a la misma vez estos vectores de poder modelan su mismo cuerpo desde dentro, le confieren identidad y le dan poder de gestión para sí y ante otros.

Tenorio 4 En el discurso público sobre la Escuela de niñas leo claramente el funcionamiento del examen, la vigilancia y la clasificación como ‘tecnologías de poder’, prácticas “que determinan la conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto” (Foucault, “Tecnologías” 48). Los cuerpos femeninos de las alumnas de Cáceres están atravesados en el discurso por prácticas de disciplinamiento a partir de la constante vigilancia masculina, que las somete a la ceremonia ritual del examen y las clasifica como ‘objetos’ cognoscibles, comparables entre sí, jerarquizables. Tres cartas, aparecidas bajo el título de “Instrucción pública” el 23 de agosto de 1849, rinden cuentas al Gobernador Departamental sobre el estado de la escuela a partir de un examen verificado a las niñas. Escribe Rafael Pino: Muy satisfactorio le ha sido el observar los progresos de un sexo cuya educación hasta ahora se había descuidado; y convencido el S. G. del celo de usted en la inspección de tan interesante ramo, le da las más cumplidas gracias (...). El preceptor Sr. José María Cáceres se ha hecho acreedor a la gratitud del Gobierno por su constancia y aplicación en la enseñanza (Cañas-Dinarte 63-4, énfasis añadido al original). En el ritual del examen, el ojo masculino observa atentamente el comportamiento femenino, el despliegue de ciertas habilidades que han sido in/filtradas, mediante la “constancia y aplicación” del maestro, en los cuerpos de las niñas. Estas pueden responder satisfactoriamente a la interpelación de los delegados del gobernador –los examinadores- porque se mantienen en continua vigilancia de su supervisor: “son muchas las niñas –dice Cáceres- que san salido aprovechadas en los dos ramos de escritura y

Tenorio 5 aritmética, debido principalmente a la constante aplicación y a las buenas aplicaciones [sic] de que han dado sobradas muestras” (Cañas-Dinarte 69, énfasis añadido al original). A las niñas les corresponde mostrar o dar muestras ante la mirada masculina que mensura las habilidades de los cuerpos. Como propone Foucault, “In discipline, it is the subjects who have to be seen. Their visibility assures the hold of the power that is exercised over them. It is the fact of being constantly seen, of being able always to be seen, that maintains the disciplined individual in his subjection” (“The Means” 199). En la carta firmada por Francisco Montalvo, quien dice haber dispuesto realizar el examen como mecanismo para evaluar la escuela, se evidencia el doble sentido de la subjetivación. Las niñas son sometidas a un examen frente a un representante de la municipalidad por dos examinadores, sujetándose a sus requerimientos académicos. Pero también, plantean cierta demanda desde su identidad femenina, hacen oír su voz para influir también en el desarrollo de la prueba. El ritual del examen se desarrolla ante la mirada de la comisión “y sin otro aparato ni acompañamiento, por haberlo exigido así las niñas, temerosas del desconcierto de ideas que suele causar, aun a las personas más acostumbradas, la publicidad, concurriendo en esta ocasión la circunstancia de ser la primera vez [en] que las niñas se presentaban a un examen” (Cañas-Dinarte 61, énfasis añadido al original). Las niñas negocian, desde su posición subordinada y femenina, un cierto comportamiento hacia ellas de parte de los sujetos que ejercen el poder de evaluar. El examen, tanto el ritual como el constante de la vigilancia del educador, va a producir registros sobre las niñas como sujetos individualizados, descriptibles de acuerdo a las habilidades de sus cuerpos y comparables entre sí.

Tenorio 6 Los examinadores cuentan que se dieron a la tarea de evaluar a cada niña: “habiendo practicado en esta fecha el examen de dicha escuela, dirigiendo varias preguntas a cada una de las niñas individualmente, y en cada una de las reglas que, según la lista de la distribución de las clases habían aprendido, juzgamos y tenemos por extraordinarios los progresos que han hecho las niñas” (Cañas-Dinarte 62, énfasis añadido al original). Las tecnologías de poder actúan sobre cada cuerpo individualizándolo: este es el objeto y el objetivo del poder (Foucault, “Docile Bodies” 180): “El examen duró tres horas y media sin interrupción, siendo muy digno de notarse el buen orden y el decente comportamiento que durante todo este tiempo guardaron las niñas, aun las más pequeñitas” (Cañas-Dinarte 61). En la propuesta foucaultiana que sigo en este ensayo, gracias al aparato de la letra, acompañante fiel de los exámenes, se puede construir al individuo como objeto descriptible y analizable (“The Means” 202). El gesto escriturario de construir listados de las estudiantes, organizadas según clases en un orden ascendente y jerárquico, se complementa con el ritual del examen y la vigilancia y confluye con estos en la objetivación de los cuerpos/sujetos femeninos. Las dos listas que aparecieron en la Gaceta, una el 23 de marzo de 1849, y la otra el 13 de diciembre de 1850, ponen los nombres de las niñas en compartimientos ordenados según clases indicadas con ordinales. Los cuerpos femeninos individualizados con nombre y apellido entran en el discurso público sobre la escuela atravesados por el vector de la clasificación. De acuerdo con Foucault, el poder disciplinario se manifiesta, esencialmente, al arreglar objetos (“The Means” 199). Los dos criterios diferenciados para construir grupos de individuos femeninos van a ser la costura y la aritmética. Así,

Tenorio 7 por ejemplo, en cuanto a la costura, “Las niñas colocadas en 1ª clase están aprendiendo las costuras comunes y la letra corrida; las de 2ª ejecutan dechados de mano en manta y otros géneros ordinarios; (...) las de 7ª trabajan todo lo dicho, y bordan además en punto y razo de seda o tafetán” (Cañas-Dinarte 60). El segundo criterio es el de las operaciones de aritmética: “1ª clase: contar sin definiciones”, “3ª clase: escribir cantidades analizando”, “6ª clase: multiplicar”, “8ª clase: desde las primeras nociones de los quebrados” (CañasDinarte 66-7). Los cuerpos femeninos son jerarquizados de acuerdo a las habilidades aprendidas o sea lo que pueden hacer con sus manos (costura) y sus cabezas (operaciones matemáticas). La letra del periódico recogería dos aspectos considerados relevantes para medir y clasificar, en tanto objeto, al sujeto femenino. ¿Qué tipo de mujer está construyendo la Escuela de niñas? Una mujer que pudiera coser y bordar, que pudiera comportarse con decencia en ocasiones públicas ante la mirada ajena, que pudiera también leer, escribir y contar, es decir, que supiera manejar disciplinadamente las armas de los letrados y que, eventualmente, llegara a desempeñar papeles activos dentro de la esfera pública. No, no estoy pensando en que llegara a constituirse en ciudadana presidenta, pues ciento cincuenta años después de clausurada la Escuela de niñas no ha ocurrido tal cosa en El Salvador. Pero las señoritas salidas de dicha escuela podrían aspirar a ser maestras de niñas y educadoras, en sus familias, de futuros ciudadanos.

Tenorio 8 Obras citadas Balibar, Etienne. “Citizen Subject.” Who Comes After the Subject? Eds. Eduardo Cadava, Peter Connor, Jean-Luc Nancy. New York: Routledge, 1991. 33-57. Cañas-Dinarte, Carlos, ed. José María Cáceres : un docente, una época. San Salvador: FEPADE, 1998. Foucault, Michel. “Docile Bodies.” Rabinow. 179-87. ---. “Tecnologías del yo.” Tecnologías del yo y otros textos afines. Trad. Mercedes Allendesalazar. Barcelona: Paidós Ibérica, 1990. 45-94. ---. “The Means of Correct Training.” Rabinow. 188-205. ---. “The Subject and Power.” Afterword. Michel Foucault: Beyond Structuralism and Hermeneutics. Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow. Chicago: U of Chicago P, 1982. 208-26. González Stephan, Beatriz. “Modernización y disciplinamiento. La formación del ciudadano: del espacio público y privado.” Esplendores y miserias del siglo XIX : Cultura y sociedad en America Latina. Eds. Beatriz González Stephan, Javier Lasarte, Graciela Montaldo, María Julia Daroqui. Caracas : Monte Ávila, 1994. 431-55.

Lindo-Fuentes, Héctor. “Las primeras etapas del sistema escolar salvadoreño en el siglo XIX.”. Política, Cultura y Sociedad en Centroamérica: Siglos XVIII-XX. Eds. Margarita Vannini y Frances Kinloch. Managua: Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, 1998. 135-48. Rabinow, Paul. The Foucault Reader. New York: Pantheon, 1984.

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