Extracto del documento “siteal2008.pdf” La escuela y los adolescentes. INFORME SOBRE TENDENCIAS SOCIALES Y EDUCATIVAS EN AMÉRICA LATINA 2008. LAS DESIGUALDADES EN LAS TRAYECTORIAS EDUCATIVAS Ante estos rasgos del panorama educativo de los adolescentes de la región, es importante no perder de vista las profundas desigualdades que coexisten en América Latina. Las brechas en el desarrollo social y económico entre países, entre las zonas rurales y urbanas, y entre sectores sociales son abrumadoras y persistentes. Estas desigualdades tienen su correlato en las trayectorias educativas de los adolescentes. En términos de acceso, los países del grupo 1, aquellos con un mayor nivel de desarrollo social, superan en un 10% a la media regional, en tanto en el grupo de países menos desarrollados solo siete de cada diez adolescentes están escolarizados. La tasa neta de escolarización secundaria en los países del Cono Sur prácticamente duplica a la de los cuatro países centroamericanos de menor desarrollo. Si bien en todos los grupos de países este valor aumenta en la medida en que se asciende en la estructura social, es importante destacar que la probabilidad de estar escolarizado en el nivel medio entre los adolescentes pobres del Cono Sur es alrededor de cuatro veces mayor que entre los adolescentes pobres de los países centroamericanos. Además, dicha probabilidad disminuye entre los varones y en las áreas rurales, brecha que se incrementa entre los países menos desarrollados. Las desigualdades en relación con el retraso escolar son similares a las ya enunciadas. Con excepción de los países del Cono Sur, aumentan en las zonas rurales y en los grupos de países más pobres al punto tal que en los países del grupo 4 un tercio de los adolescentes están atrasados al menos dos años respecto al año correspondiente para su edad. A la vez, la probabilidad de encontrar un adolescente atrasado en el nivel medio es seis veces mayor entre los pobres que entre aquellos mejor posicionados en la estructura social . En todos los grupos de países, la asistencia a la escuela es mayor en las zonas urbanizadas. Esta brecha es mínima en los países del Cono Sur y se va ampliando al interior de cada grupo conforme el nivel de desarrollo de los países disminuye. La situación más alarmante se registra en los países centroamericanos, donde la posibilidad de encontrar un adolescente escolarizado en las zonas rurales es un 25% menor que en las zonas urbanas. Un grupo especialmente vulnerable es el formado por adolescentes con ascendencia afroamericana o indígena. La información disponible para seis países latinoamericanos da indicios de que, efectivamente, los sistemas educativos muestran una gran dificultad para generar una oferta escolar que los integre y retenga en sus aulas. En Bolivia, Brasil, Ecuador y Uruguay la probabilidad de estos adolescentes de quedarse al margen de la escuela es considerablemente mayor que para el resto de los adolescentes, brecha que además se incrementa con la edad. Estas diferencias en el acceso se agudizan luego, entre quienes están escolarizados: el nivel de retraso escolar de los grupos étnicos es mucho mayor, al punto tal que roza, en algunos casos, una
brecha de 25 puntos porcentuales. Estos grupos sociales representan sin duda una gran dificultad para los sistemas educativos. Por un lado, porque en general son grupos históricamente excluidos o relegados, por lo que sus condiciones de vida suelen ser sumamente precarias. Pero además, porque la brecha que existe entre estas culturas y la cultura escolar representa una gran dificultad a la hora de generar un diálogo que dé lugar a prácticas educativas efectivas. Un factor presente en la conformación de estas desigualdades de acceso al conocimiento es la exposición a situaciones de vulnerabilidad del grupo familiar al que pertenecen los adolescentes. Como ya se indicó, un aspecto sumamente relevante en la configuración de las condiciones sociales que hacen posible la escolarización de los niños y adolescentes es el nivel de bienestar de sus hogares. Este bienestar puede verse amenazado por situaciones propias de la dinámica de los hogares, como por ejemplo la pérdida de trabajo del principal proveedor de ingresos –o el paso a un trabajo menos estable–, la separación del núcleo conyugal o el nacimiento de un hermanito, que retira temporalmente a su madre del mundo laboral al mismo tiempo que se incrementan los gastos familiares. En estas circunstancias, en que se ven resentidas las bases de acceso al bienestar de cada hogar, no todos tienen la misma capacidad de reponerse sin que se vea afectada la situación de sus niños y adolescentes. Lo que muestra la información analizada es que la escolarización de los adolescentes más pobres es mucho menos resistente a los vaivenes ocupacionales del jefe y a la composición familiar que la escolarización de los adolescentes mejor posicionados en la estructura social. Esto es, en los hogares más pobres, la ausencia de la pareja en el hogar o la mala inserción ocupacional del jefe o jefa son factores que ciertamente ponen en riesgo la escolarización de los adolescentes, mientras que la incertidumbre social en los hogares más favorecidos se absorbe la mayoría de las veces sin afectar el acceso y la permanencia de los adolescentes en la escuela. Avanzando en el análisis, se percibe además que el modo en que se ven afectados los adolescentes por este tipo de situaciones no es igual para los varones que para las mujeres. La información da indicios para suponer que la escolarización de las adolescentes mujeres es más sensible a las variaciones en la composición del hogar u otros aspectos de la vida doméstica, mientras que la escolarización de los varones es más vulnerable a las características de la inserción ocupacional del jefe o jefa de hogar. Un dato relevante es que la presencia de hermanos pequeños en los hogares de nivel socioeconómico bajo o medio tiene un impacto negativo considerablemente mayor en la escolarización de los adolescentes que la ausencia de cónyuge, o que la precariedad o informalidad del vínculo laboral del jefe o jefa de hogar. El impacto de dedicar tiempo a actividades orientadas a complementar los ingresos del hogar en las trayectorias educativas de los adolescentes tampoco es el mismo en todos los grupos considerados. Los adolescentes de los hogares mejor posicionados en la estructura social, aunque trabajen, continúan concurriendo a la escuela en mayor medida que los adolescentes más pobres. La misma tendencia se observa entre las mujeres económicamente activas, pero son ellas, en mayor proporción que los varones, las que quedan al margen de la escuela y el trabajo. Esta proporción aumenta aún más si se trata de mujeres pobres y rurales, lo cual lleva a preguntarse si acaso no son las actividades domésticas y agrícolas, a la vez que la pobreza y la distribución diferenciada de estas tareas por sexo, las que se imponen en detrimento de la
permanencia en la escuela. LAS TENDENCIAS EN LA DÉCADA ACTUAL Es evidente que la situación educativa de los adolescentes latinoamericanos dista de ser la ideal. Aun así, es enriquecedor ubicar temporalmente esta información en el punto de partida de una tendencia alentadora. En este sentido, es posible observar que, en términos generales, la expansión de la escolarización entre los adolescentes continúa avanzando y, sin hacer ninguna alusión a la calidad de los aprendizajes, mejora. Entre los años 2000 y 2006, la proporción de adolescentes escolarizados aumentó un 4%, la brecha entre los escolarizados del nivel primario y del nivel medio disminuyó y también tuvo ese comportamiento la proporción de adolescentes con retraso escolar. A la vez, la participación de los adolescentes en el mercado laboral disminuyó durante ese período. Este panorama redunda, como es lógico, en que la proporción de jóvenes de entre 20 y 22 años que terminaron el secundario, si bien es muy baja respecto de las expectativas, expresa una mejor situación en comparación con años anteriores . Un aspecto central para dimensionar estos logros es que los aportes de los sectores más postergados fueron, en este caso, los de mayor peso. Es decir, si bien durante la primera mitad de la década la proporción de adolescentes escolarizados se incrementó un 4% en los países y en los hogares más pobres, en las áreas rurales y entre los adolescentes que trabajan, el incremento en la tasa alcanzó en la mayoría de los casos los dos dígitos. De los grupos vulnerables considerados, las zonas rurales registraron los mayores avances. Allí, el incremento de la proporción de escolarizados midió aproximadamente diez veces más que en las zonas urbanas. En los países andinos y centroamericanos, la proporción de escolarizados entre los adolescentes se incrementó el doble que para el total de los adolescentes de la región. Los logros de la escuela por retener en sus aulas a los adolescentes que participan del mercado laboral son alentadores. La proporción de escolarizados en el grupo de adolescentes activos cuadruplica –en el caso de los grupos de países más pobres– a la de los inactivos. Asimismo, en los países con mayor desarrollo de la región, el avance entre las adolescentes mujeres duplicó a la de los varones También es evidente una tendencia muy marcada en relación con el nivel socioeconómico del hogar de origen. En todos los grupos de países, el incremento de la asistencia fue significativamente mayor entre los adolescentes de los estratos más bajos. En los países de los grupos 1 y 2, la variación en las tasas de asistencia entre los adolescentes provenientes de los hogares más pobres duplica a la de los adolescentes provenientes de hogares más favorecidos, y esta relación aumenta en forma considerable en los países más pobres. Al incorporar al análisis de la escolarización de los adolescentes el nivel al que asisten, se acentúa la tendencia descripta en los párrafos precedentes. Los mayores avances se observan en los sectores menos favorecidos: en las zonas rurales, entre los países más pobres y entre los adolescentes provenientes de hogares con clima educativo más bajo. En forma clara y contundente, los incrementos observados en las tasas netas de asistencia
al nivel medio son mayores entre los adolescentes socialmente más vulnerables. FUENTE: http://www.siteal.iipe-oei.org/informetendencias/informetendencias2008.asp