Generación Drog

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  • Words: 8,933
  • Pages: 70
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GENERACIÓN DROG

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GENERACIÓN DROG

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Primera Edición: Abril – 2009

© Gonzalo del Rosario, Ricardo Calderón Inca, David Navarrete y Oscar Ramirez Generación DROG Trujillo 2009

Ilustraciones interiores y exteriores: Carlos Lavida [[email protected]] Diseño y cuidado de la edición: Oscar Ramirez Queda terminantemente prohibida, sin la autorización escrita del editor y/o el autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento electrónico.

EDITORIAL ALTERNATIVA Contactos para edición y publicación: Móvil : 044 – 94 9974963 E-mail : [email protected] Web : http://edicionesorem.blogspot.com Impreso en Perú

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PRÓLOGO [Estos cuatro]

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Cuando en un libro se reúnen un grupo de escritores, es decir una antología, siempre viene la intención de buscar cual de todos es el mejor, el más complejo, el más simple, el más ridículo, etc., lo cual es una labor por cierto torpe e inservible. Una reunión no quiere decir similitud, pero sí afinidad. Y la afinidad en la que han caído estos cuatro, que da fe de sus intereses en la narrativa, es, en algunos momentos, el relato corto. No es reciente la utilidad de este formato de textos con los cuales se pretende resumir las ideas y sintetizar párrafos y párrafos de elocuencia innecesaria, sino más bien es un resurgir, un volver a las raíces de la unidad, con lo cual se descubre una característica ejemplar y firme en lo que se escribe. Generación DROG se presenta como la unidad de géneros, como el estado contextual de las formas que van desde el lenguaje rápido y asequible, hasta las paradojas y metáforas de la cotidianidad circundante. Haré un resumen de cada uno, en el orden que aparecen en el libro, intentando interpretar su oficio literario: Gonzalo Del Rosario atraviesa el rumbo de los relatos cortos con una facilidad sobre la crítica y la sátira que no requieren mayor dificultad de entendimiento, pero que abre una nueva puerta cuando nos presenta el último cuento, como el preludio de un libro mayor.

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Ricardo Calderón Inca, en la utilidad del monólogo y la primera persona, circunda la introspección, el figuramiento de las circunstancias para recrear el estado prematuro de la subjetividad, de la poética que encubre lo narrativo en un discurrir de acciones tensas y fantásticas. David Navarrete atrae en el desarrollo de un concepto estético poético que recae en la objetividad ideológica; podemos apreciar en sus textos que hay una vibrante intención de protesta, de crítica sobre la sociedad subyugante, a la cual atrae nuestra atención para desnudarla y convertirla en fuente y materia de expresión y contraste. Oscar Ramirez, por último, se descubre como un narrador que trata a la realidad como un todo de aprehensiones metafóricas, transformando la lúdica existencia de las imágenes (que desarrolla también en la poesía) en certeras y confusas escenas narrativas. La vehemencia impulsa el accionar de toda libertad. En este caso, la vehemencia de estos cuatro nos dará la libertad de leerlos. Julio Arguedas

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GONZALO DEL ROSARIO (Trujillo, 1986) Estudiante vitalicio de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de Trujillo. Sus cuentos han sido difundidos en revistas nacionales y extra-polares. Ha sido seleccionado en el libro virtual de microrrelatos "Literatura Comprimida 2008" de AsturiasEspaña. Ha publicado "CUENTOS PA' KEMARSE" (Ediciones OREM, 2008); y escrito en el híbrido cine-literario "TVOUT" (Ediciones OREM, 2009). Escribe periódicamente en su blog: http://web-ad-ass.blogspot.com

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Para contactos con el escritor: [email protected]

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FEA

La chica memorizaba cada lección que impartían en la academia pre-universitaria, debía hacerlo puesto que si acumulaba un buen puntaje en los sumativos, ingresaría. Ella no era agraciada, más bien, chata, rolliza, trigueña, casposa, lentes gigantes, dientes chuecos, cara llena de acné, y al parecer sus axilas y piernas nunca fueron acariciadas por rasuradora alguna. Jamás había tenido enamorado, y sus padres todavía no comprendían el por qué tomar durante la gestación era dañino. Cuando publicaron los puntajes del último examen, sus compañeras de clase le gritaron que no había pasado, frente a la muchedumbre y sus caras señalándola, no tuvo más remedio que lanzarse al vacío desde el séptimo piso, donde estaba la pared con los resultados. Ahora sus padres la odian más, no solo por ser fea y bruta, sino por ser un vegetal.

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CARROZA

Esa noche despedimos a mi tío desde la puerta del hotel. Solo estaba la familia y amigos más cercanos. Todos le abrazamos fuerte, y entre sonrisas y felicitaciones, dejamos que subiese a la parte trasera de la carroza y se metiera en su ataúd.

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MORFEO

Cada noche soñaba que un músculo largo, fuerte, enhiesto pero muy suave, humedecía y penetraba su entrepierna. Todas las noches, esta adolescente quinceañera, disfrutaba las fantasías más viscosas que Morfeo le proporcionaba. Esa noche, luego de potentes orgasmos, lo encontró encima: Morfeo, su dogo, la ultrajaba vorazmente. De esta forma Ella conoció el amor por primera vez. Aunque claro, ya había sido el amor de sus sueños.

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ESCRIBIENTE

Y el Vate, que así se denominaba porque vaticinaba, contó la historia de Edipo Rey, al Rey Edipo de Tebas, con motivo de las festividades anuales a la Esfinge. Su esposa Yocasta, un poco mayor que el rey, le ha declarado protegido y hará que su historia sea transcrita por el escribiente oficial del reino: Sófocles.

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GLOBO

La niña pequeña caminaba con su madre cuando el globo voló. Desesperada fue tras él entre la mirada indiferente y la risa transeúnte. Una estatua humana perdió el equilibrio, sin embargo, fiel a su consigna, no se movió, la niña corría. Los militantes vociferantes en la puerta del partido ni se inmutaron, la niña gritaba. Los pordioseros solo existían al sentir monedas, la niña clamaba. Un grupo de jóvenes salían sonrientes de un templo, al verla cruzando la pista, si bien los carros no le hicieron daño, aunque estuvieron cerca del infarto materno, solo atinaron a persignarse. Al final, cayó en manos de otro niño, tan bonito como ella, éste le sonrió y procedió a entregárselo, su padre le hizo una venia y cuando estiraba las manos, el niño lo reventó. Carcajeándose siguieron caminando. Ahora la niña comprendía lo que significaba salir de casa.

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[BONUS STORY…]

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KANY, La Semillita

ubo una vez hace mucho tiempo, en un jardín de un parque escondido entre la ciudad, los ruidos, la contaminación, la gente y sus policías, cuatro flores que se burlaban acérrimamente de una muy pequeña y algo extraña. -Yo soy Rosa, a mí la gente me quiere porque soy bella y a la vez difícil, por mis espinas, aunque pagan mucho por mí a la hora de enviar algún presente a sus seres queridos, aparte huelo bien, en cambio tú, Kany, eres una planta fea y sin gracia, hueles horrible y todos te detestan ¿sí o no muchachas?- y las demás: Violeta, Clavel y Margarita asentían sin objeciones todo lo que Rosa manifestaba; por esa razón, Kany siempre se sentía mal, ya que no podía explicarse por qué sus compañeras la menospreciaban. Kany vivía cada día un eterno tormento, el cual se iba repitiendo sin tener cuando acabar, puesto que aquellas cuatro flores la molestaban desde el amanecer hasta el atardecer; y lo peor de todo era que no podía moverse y huir. Sin embargo, a pesar de aquellas ofensas, carentes de causa, Kany no guardaba rencores de ninguna índole hacia sus compañeras.

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-Chicas, ya es hora-, -¿de qué?-, -de molestar a Kany pues-, -ah sí-, -comienza tú, Violeta-, -bueno, yo soy mejor que Kany porque mis colores son muy vivos y llaman la atención desde lejos, a la gente le gusta verme y tenerme siempre cerca-, -te toca a ti Clavel-, -yo soy mejor que Kany porque a mí me quiere todo el mundo, ya que puedo vivir donde sea, soy quizás la planta más popular del planeta,-, -¡Oye!-, -claro, después de ti Rosa, no puedo compararme-, -así está mejor-, -y soy indispensable como ornamento, en cambio a Kany nadie la quiere, ni la necesita ¡Nadie!NADIE, NADIE, NADIE . . . y aquellas palabras no la dejaban descansar ni cuando era de noche porque sentía que seguían molestándola en sus sueños, o mejor dicho, pesadillas. A la única a quien le empezó a remorder la conciencia, después de tanto agravio, fue a Margarita, no obstante no hizo nada, como era de esperarse, por temor al qué dirán -ya empezó el día nuevamente, Margarita, te toca dar inicio a la ronda de insultos y de explicar por qué nosotras somos superiores a Kany-, -sí, demuestra la tesis de la flor y la súper flor-, -bueno, yo . . . yo . . . es decir nosotras-, -ya, habla-, -en mi caso, las parejas suelen utilizar a las margaritas para saber si están o no enamoradas-, -eres una planta del amor-, -sí, las parejas se enamoran conmigo, en cambio tú . . . tú . . . Kany . . . eres . . . eres . . . respugnante, repugante y feaREPUGNANTE Y FEA, REPUGNANTE Y FEA . . .

REPUGNANTE

Y

FEA,

Kany no osaba defenderse, era su naturaleza, ya se había resignado a continuar eternamente así, llorando y humillándose día tras día, mientras se preguntaba en

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pensamientos: “pero si no soy bonita, huelo mal, no sirvo ni como adorno, mucho menos me deshojan para enamorarse, si no sirvo para nada entonces ¿por qué he de seguir existiendo, si todos los seres que conozco me aborrecen?” y continuaba sufriendo (y leyendo a Sartre) esperando que se cansaran de despreciarla, imaginando que quizás algún día podrían convertirse en buenas amigas, total, ella no las odiaba, al contrario, quería conversar “simplemente no me conocen ¿y si hablo con ellas? pero me rechazarían, no me escucharían” y así prolongaba sus noches, intentando analizar a sus compañeras para no dormirse y retornar a aquellas pesadillas inquisitorias. Una mañana, una pareja de adolescentes enamorados pasó por aquel parque escondido, se sentaron en una banca y empezaron a besarse -miren, miren, una pareja-, -seguro que me llevan a mí-, -No, a mí-, -No ¡A mí! porque yo soy la planta del amor-, -pero ellos ya están enamorados-, -¡A mí! Yo siempre seré el regalo perfecto-, -y yo el adorno perfecto- mientras las cuatro discutían y especulaban sobre su futuro; Kany no se atrevía a decir nada, miraba al suelo muy afligida como avizorando su destino: “jamás se fijarán en una planta tan fea como yo”. Al parecer, las flores habían hecho tanta bulla que la pareja dejó de besarse y volteó la mirada para ver qué estaba pasando. El chico se aproximó sonriendo -Maaanya, mira esta plantita-, -a ver amor . . . ¡Qué bonita!-, -¿la quieres?-, -siiií, un montón-, -y ya está lista para la acción- entonces Rosa, Violeta, Clavel y Margarita se pusieron muy alegres al saber que por lo menos alguna de ellas iba a ser elegida, empero el chico se acercó a la triste Kany y delicadamente le arrancó un par de moñitos los cuales condujo a sus fosas nasales -¡Nos ganamos! Es de la rica, de la buena y de

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la mejor ¿cómo habrá llegado hasta acá?-, -no sé amor pero saca la rizla que me han venido uuunas gaaanas-, -saca tu cuaderno pe, pa' desmoñar- las demás flores se quedaron boquiabiertas, no podían entender cómo el chico las había rechazado y tomado aquellos antiestéticos moños de Kany, quien mostraba una sonrisa entre avergonzada y dichosa -¡Uyyy sí!, ¡Wau, es la ganya más rica que he probado en años!-, -mintiendo y lanzando amor, mintiendo y lanzando- el chico cayó a la grama y empezó a cantar -debe de estar bien fuerte como para que te regresen las lenguas de fuego-, -Quando para mucho mi amore de felice carazón, Mundo paparazzi mi amore chicka ferdy parasol, Presto obrigado tantamucho cake and eat it carrusel 1 -mi amorcito y su beatlemanía-, -y tú, con tu batelmaníatodas observaron a Kany con más odio que el standard porque la pareja, no contentos con rechazarlas, estaban escarbando alrededor de ella para llevársela en una bolsa.

En efecto, la pareja cultivó con mucho amor a Kany en el techo de la casa de la flaca; y Kany no se hizo de rogar, ya que dio muy buenos moñitos, los cuales lograron disfrutar junto a sus amigos en cuanta reunión organizaron. Todos comentaban lo bien que sabía Kany, y todos querían más que un simple toquecito, y todos ansiaban llevársela, y ¡TODOS! olerla el día entero; aparte de admirarla por la belleza y perfección de sus hojas; y la relajación al inspirar de su humo natural. El chico se volvió multi-millonario, mudándose a la selva con su flaca, donde todos los hijos de Kany, la semillita de Cannabis, vivieron felices por los siglos de los siglos. Así sea.

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The Beatles. “Sun King”. Abbey Road. 1969.

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Y chapulín colorado, este cuento se ha terminado, no contaban con mi astucia . . . a ver mintiendo y lanzando, por favor . . . mintiendo y lanzando . . . pero toca rápido peee que hace frío . . .

MORALEJA: No olvides regar bien tus plantas

porque algún día pueden darte mucho dinero . . . y rolea bien por favor que luego corre mal.

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RICARDO CALDERÓN INCA (Trujillo, 1986) Egresado de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de Trujillo. Forma parte del grupo literario "PLUMA DE CARNE".

Obtuvo una Mención Honrosa en la "IV CUENTATÓN DE LIMA 2007", organizada por la municipalidad de Jesús María. Finalista al mejor texto de 2008, en la categoría de Mejor MiniCuento y Monólogo, en el II PREMIO ANUAL AL MEJOR TEXTO DEL AÑO "MEJORES ESCRITOS DE 2008", organizada por "El Rincón de escritores" (Argentina). Finalista en el "VI CONCURSO ANUAL DE CUENTO BREVE Y POESÍA DE LA LIBRERÍA MEDIÁTICA 2009"

(Venezuela). Sus textos, narrativos y poéticos, han sido publicados en diversas revistas literarias nacionales y extranjeras. Escribe a menudo en su blog: http://cefirovagabundo.blogspot.com

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Para contactos con el escritor: [email protected]

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EL MAQUILLISTA

Se acercó lentamente, como buscando entre la piel alguna señal sagrada; luego se repuso, tomó el cuerpo y comenzó a darle forma. Primero había que restaurar el rostro, algo confuso, pero sin duda operable. Bisturí por acá, grasa por allá, sangre más acá, bellos por aquí, y todo un artilugio cutáneo. Luego de tomar un cafecito cargado, el señor de manos largas se encaminó hacia los dedos de las extremidades superiores del cuerpo, había que pintar sus lilas callosas. Las uñas amoratadas debían ser pintadas de rojo escarlata, para aparentar, de alguna manera, una vida menos sufrida. El acto, por partida doble, acabose en media hora. La mujer había quedado esplendida, solo hacía falta algunos retoques a los riñones, los intestinos, las heces fecales que habían manchado las piernas y los pies de la dama, claro que también costó trabajo acicalar el rostro y algunas cositas insignificantes. Mientras amanecía, el maquillista observó la belleza de su trabajo, —eres linda de verdad, me gustas—, había quedado intacto y pulido. Su mirada posada en la materia inerte, sola hacía presagiar una noche de fiesta, había cuerpos que formar. Cuando miró el espejo, supuso que era necesario maquillarse y comenzó a trazar una sonrisa en su cara, todo, mientras bailaba en silencio.

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EL NIÑO GRIMALDO2 (A tu presencia desde el celaje)

Alguien tuvo que ir por el pan y ninguno de mis hermanos quería hacerse cargo de ese favor. Mi madre había regresado del mercado cansada. Todos los días era lo mismo, traía un balde con comida que le sobraba del puesto para repartirlo entre diez hermanos: seis mujeres y cuatro hombres. Hernán era el menor y, como de costumbre, hacía los recados de los hermanos mayores, pero esta vez ocurrió algo distinto. Nancho como comúnmente le decían, se empaló y no quiso ir por el pan. Alonso, como hermano mayor, le reclamó por qué no quería ir —yo no quiero ir… ¿y si vas tú?, ¿acaso siempre tengo que hacerte caso?—. Los reclamos se iban acelerando, se acentuaban las palabras, de un tonto a un carajo, y con frecuencia se acercaban cuerpo a cuerpo, como buscando en el viento, la calidad de sus argumentos. Cállate… y un reverendo sonido impactó en el rostro de Hernán. Se ausentaron las palabras pero las miradas, sólo aquellas iracundas, lo decían todo. — ¿Qué está pasando acá?—, preguntó la mamá Claudelina. 2

Publicada en la Revista Cultural Espíritu Literario (Costa Rica).

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Y entre labios pronunció: — Estas mierditas otra vez se están peleando. Después, a oscuras, un silencio vago. Nancho se encerró en su cuarto durante diez minutos, luego se esfumó de la casa. Ya eran las siete de la noche, las ocho, las nueve, las diez y aún no regresaba. Doña Claude, como acostumbraban a decirle en el mercado, estaba realmente asustada, aquel hijo callado y misterioso se había ausentado del hogar, aún su ausencia era necesaria. Mi madre pensó que me había ido a mi tía Felina, una de esas tantas tías a la que uno recurre cuando suceden problemas, era una buena opción para tranquilizarse, sin embargo, se le vino a la mente la idea de que yo estaba en el cementerio, no sabría explicarles como advirtió tal imaginación, porque a las finales resultó ser verdad. Aquella noche camino al cementerio, brotó en mí un sin números de interrogantes, de las cuales una me causaba admiración: “¿por qué moriste papá Grimaldo?”. Había transcurrido un mes del fallecimiento de mi padre y aún no podía creer que su mirada había partido, todo era repentino, todo sin sentido, todo triste, todo muerto. Cuando ingresé al mausoleo ya eran aproximadamente las once de la noche. No me interesó en lo más mínimo la pena que causaría a mi familia con mi ausencia, ni mucho menos pensé en mi madre, la amaba tanto. Entre arenales buscaba inquieto la tumba de mi padre, pero habían tantas que me perdí por un momento, luego retomé el camino adecuado y entre vientos serenos, caminaba hacia su encuentro. Las flores del mes pasado aún persistían en el nicho,

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intactas, como si cada día vivieran para demostrar al mundo la belleza del alma desterrada. Hablé con mi padre largo rato, le conté lo que había sucedido en la tarde con mi hermano, le dije también cuánto lo extrañaba, que me sentía solo, terminé llorándole, casi lo suficiente como para llenar mi cubito y comenzar a lavar la armazón que cubría la foto de Grimaldo, “hay mi niño Grimaldo, por qué te fuiste”. La noche estaba templada y el miedo se me hacía insignificante en compañía de mi padre —¿será acaso por el vino que traje?—, claro que traje un vino, esos de cinco soles no más, sentí la imperiosa necesidad de brindar con papá. Comenzó a hacer un poco de frío (por no decir bastante), así que empecé a cavar al costado de la sepultura, hice una zanja profunda para enterrarme a su lado, solamente hasta el cuello, quería ver cómo la noche se estrellaba con todas sus maravillas. Comencé a rezar profundamente, soñaba con sus días a mi lado, mis días sin su presencia, mis días, sus días, imaginaba, imaginaba… Ya entre mi letargo, observé la silueta tímida y cálida a la vez de mi padre, miré hacia arriba y era él, sí, era él. — Cálmate hijo, estoy contigo, deja de llorar. — Llévame contigo papacito, llévame, llévame por favor. Por un momento quise que la tierra me tragara, tan sólo para existir a su lado. “No”, respondió Grimaldo, un rotundo y enérgico no, te necesito a lado de tu madre, ¿quién ocuparía mi lugar como el hombre de la casa?, mientras él decía esto, yo miraba fijamente su rostro, transmitía una profunda tranquilidad, su mirada /

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infantil, su sonrisa; sus gestos, lo decían todo. Sí, papito, le respondí, ahora mismo voy a verlos, es necesario que los cuide, no quiero perderlos como te perdí a ti. Al poco rato tomó mis manos, besó mi frente y me dijo: — Tengo que ir por tu madre y tus hermanos, ellos también me necesitan. Treinta segundos después, la niebla se disipó. Al despertar, hallé por encima de la tumba la foto de mi padre, era la que habitaba en su interior, comprendí entonces que entre todas las señales del mundo, aquella era la más completa. Tomé la foto y me dirigí a casa. Poco antes de llegar, observé a lo lejos, la silueta sencilla y resuelta de Claudelina, estaba regando sus plantas con una solemne dulzura. — Hola mamita—, y a través de mi faz taciturna, dos lágrimas azoradas quebrantaron mis mejillas. — Hola hijo, ayer fue un día terrible para ti, debes estar cansado, vamos adentro, te haré tu sopita. No puedo describir cuan bien me hicieron sentir sus palabras, era su alma en mis brazos y su Dios en mis ojos. Antes de ingresar a casa, mostré a los cielos mi sonrisa más plena, buscando en ella el argumento perfecto del amor. — Aló, sí, ¿quién habla? —El cadáver del niño desaparecido del cementerio.

Grimaldo

ha

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LA CASA HABITADA3 (Para aquellos que negaron sustentarse en tu vida)

La casa habitada era silente, secreta por saltos ajenos a la realidad. Hacia falta en el ambiente la figura exacta de los padres, sin embargo, la presencia de los hermanos espaciaban la genealogía perpendicular cuadro a cuadro, esquina a esquina, aún así, resultaba extranjera e infecunda la gratitud de sus vidas. En el patio, más al fondo del pasadizo empedrado, residía un pequeño huerto con diminutas flores, cada una de ellas habían sido labradas con calor humano, a verdad mía, lo humano resultó ser escaso. Alrededor de la casa las cañas hacían su labor, ambientar el hogar con su solemne tristeza, mientras pasaba esto, los otoñales vientos hacían presagiar el retorno de la voraz negrura. Estaba anocheciendo y nada se podría hacer. Las flores apiladas y marchitas mantenían aún el incansable aroma de todos los días vespertinos. Sencillo eran esos días furtivos, cuando ocupábamos con una sola mirada el vasto tiempo de la felicidad, los ojos de mi madre, la voz de mi padre y mi hermana con sus pequeñas tonterías. Todo hacía iluminar el verdadero sentido de la existencia. La muerte no era una vida ya vivida ni tampoco la vida se había convertido en una muerte por venir, la vida y la muerte solo eran dos pequeños niños jugando a 3

Finalista al Mejor Monólogo en el II PREMIO ANUAL AL MEJOR TEXTO DEL AÑO “MEJORES ESCRITOS DE 2008” organizada por El Rincón de los Escritores (Argentina).

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las escondidas, cada quien tenía su turno y cada quien descubría al otro. Así transcurrían las palabras de mis padres, entre un carajo y un beso. Son las cinco de la tarde y aún musitan sobre los muros las lecciones impropias de la vida. También se ofrecía a mi levedad, la presencia de una mujer humilde. Mesuraba con su buena sonrisa, aquel sentimiento que comprendía mi cuerpo, y las cosas de su cuerpo también lo advertía. Los vapores de su presencia me enseñaron a revertir toda tristeza ajena y propia, precipitaba mis emociones con facilidad, no había excusa para estar solo, aunque con ella hasta la soledad se podía lograr. Recuerdo también el momento de su partida, con sencillos aires diría que mi futuro se extraviaba junto a sus pasos que se van, los que se iban entre corceles y heraldos mal venidos. Aún me siento bien, aún vivo y me siento bien. El recuerdo había asaltado de pronto a mi frágil memoria, mi hermana, o como se llame aquella mujer, había crecido entre la escasa esencia del bienestar, también entre rencores, entre árboles diminutos y de la misma forma ocurría con el secreto de su devenir y mi rencuentro a su fácil sonrisa. La reconciliación tampoco se hace esperar cuando las personas con paciencia generan en sus manos el momento ofrecido. Las flores aún están vivas, lo siento, están creciendo lentamente, vuelven sus colores matutinos, vuelven sus fragancias a la tierra amada, incluso, creo percibir en el horizonte, que la casa esta habitada.

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EL VERDUGO4

Habían ocurrido muertes inesperadas y absurdas la noche del verano pasado. Un hombre de menudo cuerpo había aparecido desnudo al borde del acantilado, al parecer los agentes policiales habían descubierto que no se trataba de ningún robo común, debido a que se hallaron documentos, vestimenta e incluso dinero propio de la víctima, todo de manera intacta. Pocos kilómetros al norte de la panamericana, los efectivos de la guardia costera hallaron otro cuerpo, esta vez se trataba de una mujer, de contextura delgada, pelo castaño oscuro, piel clara y además con rasgos orientales, al pie de su organismo inactivo se encontró su ropa, la difunta estaba también desnuda. No muy lejos de allí, un joven de diecisiete años con signos de haber sido magullado, se encontró con una muerte fatal, al igual que las otras dos víctimas, también poseía un corte a la altura del cuello en forma de mariposa y con sus extremidades inferiores mutiladas, entonces brotó el pavor. Las autoridades de la región advirtieron a los habitantes tomar las precauciones debidas, a causa de los inusuales actos por parte de los victimarios. Cada noche la aparición de un nuevo cuerpo inerte 4

Publicada en la Revista Literaria “ARIADNA R-C” (España).

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estremecía la tranquilidad del pueblo. La policía había determinado tres sospechosos: 1. Magnolio, el carnicero del pueblo. 2. Valeria, la muchacha bonita del lugar. 3. Benito, el barbero de la zona. Los tres negaban ser los responsables de tales crímenes, pero lo que sí se sabía, era que los asesinos tenían la fiel costumbre de depositar en la boca de sus víctimas los pelos arrancados con vehemencia de las cabelleras indolentes. Esto indicaba a Benito como el culpable de la matanza, menudo, nauseabundo, extraño, sin embargo, la gente decía que era una mujer quien marcaba con una mariposa el cuello de las víctimas, mientras unos aseguraban versiones realistas, otros señalaban acciones ilógicas, manifestando que el carnicero era el que mutilaba los cuerpos para ser vendidos en el pueblo y devorados por toda su familia. O bien eran pistas seguras o afirmaciones con margen de vaguedad. El punto es claro, en este mundo jodes la vida de los demás u otros joden la tuya, así de simple, no hay diferencia entre la vida y la muerte, más que una sola palabra: esperanza. Los tres fueron sentenciados a la guillotina por hallárseles culpables de espantosos asesinatos, es decir, la muerte era una vida en espera. A la noche siguiente del fallo, un cuerpo nuevo fue encontrado en la orilla del mar. ¿Qué había sucedido?, todos se preguntaban desconcertados. En medio de la escena sangrienta, un mensaje breve en el cuerpo del difunto indicaba el origen del homicida:

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EL USURPADOR5

No podrás ocultar entre tu sonrisa maquiavélica las profundas intenciones de tu quehacer torpe y cotidiano. Te meces sobre tu mismo cuerpo, una y mil veces, siempre haces lo mismo todas noches. Piensas que no me doy cuenta que utilizas tus miradas y esas infames artimañas para lograr la atención de aquella mi mujer. La puerta esta abierta esta noche, mi demencia también. Hoy no me arrebatarás nuevamente su amor, no caerá entre tu pecado profano. Hoy silenciaré toda esa forma secreta de tus balbuceos, aunque la mujer que duerme a mi lado, suela llamarte: “bebé”.

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Finalista al Mejor MiniCuento en el II PREMIO ANUAL AL MEJOR TEXTO DEL AÑO “MEJORES ESCRITOS DE 2008” organizada por El Rincón de los Escritores (Argentina).

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DAVID NAVARRETE CORVERA (Trujillo, 1985) Es miembro fundador del grupo literario Pluma de Carne que publica la revista cultural del mismo nombre. Egresado de la carrera de educación en la mención de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de Trujillo. Obtuvo el primer puesto en el VII Concurso Nacional Juvenil de Cuentos 2007, en Memoria de Germán Patrón Candela. Escribe en su blog: http://davidnavarrete.blogspot.com

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Para contactos con el escritor: [email protected]

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MONÓLOGO “El Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás." (Monólogo del bien –Augusto Monterroso)

Sentía que mis sentidos me abandonaban y que el murmullo de la gente era el de los propios inquisidores. El desprecio hacía mí me produce una gran nausea; una repugnancia dulzona. La fortuna de los hombres se desvanece con mi tenue sombra de crecientes temores y ellos, se sienten amenazados apenas vislumbran mi execrada presencia. Pensé en abandonar mi fatal oficio, mi ardua labor encomendada por nadie, pero, después de largas cavilaciones, entendí que mi vida consistía en cumplir mi trabajo. Gracias a él he podido recorrer todos los lugares conocidos y posibles por conocer, los tiempos más impensados, y las quimeras más soñadas por la mente humana. Lo lamentable es que siempre he sido odiado y repugnado, juzgado y condenado; continuamente he sentido las sombras densas y el pútrido foso de humanos inertes sobre mi conciencia.

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Eternamente llego de mañana y me voy junto con la penumbra de la noche. Suelo viajar mucho, sin embargo, mi vista suele ser corta y fatal. Después de cumplir con la palúdica tarea que me gobierna y luego de dejar pueblos, caminos y madrigueras de sombras, vuelve esa nausea de atroz sabor que me convierte en un extraño débil y cansado, regresa esa severa acusación de espeluznantes gritos contra mí. No puedo ir contra mi naturaleza, soy un Sísifo en una misión eterna y absurda; condenado a subir y bajar una gran roca de dolor, cargar, como el Atlas, la bóveda celeste de superficie rugosa o remar la balsa tenebrosa por el Aqueronte hacia el Hades… sólo espero que algún día los hombres puedan comprender y perdonar mi existencia. Mañana lloverá; presagio de mi partida. La noche bastará para ocultar mis movimientos; agrietados corredores de paredes odiosamente húmedas serán testigos de mi ausencia; muy a pesar del sigiloso éxodo, siempre se presenta uno de ellos que me grita y me pregunta: — ¡Oye extraño!… ¡¿cómo te llamas?! — La gente me llama la muerte— suelo contestar al marcharme.

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EL ESCRITOR

Los libros mohosos apilados en el escritorio, los cerillos que rebasan el cenicero, la copa de vino a medio tomar, y las hojas escritas con tinta diáfana y las horas solitarias en bastos y lúgubres recintos; cubren al ambiente de un aire espantoso. En ese cuarto se encuentra Martín, quién después de incansables esfuerzos, tiritando de frío, se sintió satisfecho porque al fin terminaba de escribir la novela de su vida. El escritor comenzó a revisar cada palabra, frase, oración, párrafo, página y capítulo antes de mandar la novela a la editorial donde hacía cuatro meses lo estaban esperando. Mientras revisaba la monumental obra, y el día salía del fuego para entrar en las brasas; fue recuperándose de los cigarros y las copas de vino que aturdían su mente y que se conjugaban con el insomnio de no hacer nada. Cogió la copa y creyó que un dolor metafísico ahogaba su alma. Pensó en la extraña forma en que el recipiente se dejaba tocar y en la amarga sensación de no ser él quién decida como coger el depósito de vino o la colilla de los cigarros. Al recuperar totalmente la visión y la lucidez, se percató que durante cuatro meses no había escrito nada y que las hojas estaban en blanco. /

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Preso de la angustia y la desesperación, Martín comenzó a tomar y fumar y tomar y fumar, sumergiéndose de nuevo en ese espectral mundo de almas sombrías y de sueños dantescos. Después de algunas horas, sumergido en su ficción, pudo entregar, con el tambalear de las ideas y los caminos, la novela a la editorial.

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LA PEÑA DEL OLVIDO

Las violáceas praderas silvestres eran el contexto natural para una peña en el pueblo de Cajabamba que en su cima crecía un jardín remansado. De lejos, se podía atisbar delicados pináculos y superficies rugosas. Según dicen los lugareños, la peña tenía la forma del rostro de Cristo, y como las personas iban a olvidar sus penas para siempre, la llamaban “La peña del olvido”. Pavorosas vigilias pasaban aquellas personas quienes, a la sombra de árboles descomunales y grotescos cargados de enredaderas, caían al fondo del profundo abismo en un derrumbe eterno. Durante mucho tiempo los amantes, los engañados, los nostálgicos, y uno que otro ser que se sintiera extranjero de este mundo; se empilaba al borde de la peña, cerrando los ojos y recostando la espalda hacia atrás, esperando encontrar el suelo o algún otro cadáver, ya sea en descomposición, despellejado por los buitres o recién fresco para ser devorado. Ya han pasado varios años de la última vez en que alguna persona decidiera quitarse la vida tirándose desde la peña del olvido. Con el transcurrir del tiempo, y con la llegada de la modernidad a Cajabamba, las personas se suicidaban menos pues tenían que trabajar, y el /

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tiempo era muy escaso, incluso para suicidarse. Los que lo hacían ya no iban a la peña, para entonces ya existía el veneno, la sobredosis de pastillas y hasta el arma de fuego. Además, ya no era necesario ir a una peña si es que había un edificio cerca. Después de muchos años, La peña del olvido dejó de ser frecuentada, comenzó a ser olvidada y en un instante de desesperación, ante el olvido… decidió suicidarse.

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FUNERAL

Cuando murió doña Norma, las personas murmuraban en el sepelio lo trágico de su muerte y lo calcinado de su cuerpo. Las palabras se referían a lo siniestro del fallecimiento, al ambiente patético de las exequias y a la melancólica mansión que se proyectaba como una casa muerta en la oscuridad. La brumosa luz lunar y el fulgor de la multitud de velas presagiaban una noche recia y tormentosa donde el estigma del trueno acechaba las nubes. Al llegar la media noche, de manera sorpresiva y luego de varias horas de velatorio, uno de los presentes, como alma deprimente con voz solemne y quejumbrosa y la mirada extasiada, preguntó quienes serían los próximos en seguir los pasos de la difunta… de continuar la infernal marcha al mas allá. Los acompañantes quedaron mudos y perplejos, blasfemias brotaban de sus labios…pero no hablaron durante todo el entierro. A la mañana siguiente, en el instante del entierro, cada uno de los asistentes, en las profundidades umbrías, contempló consternado su rostro dentro del ataúd de doña Norma y vieron sus nombres y apellidos escritos en la lápida.

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LA ESPERA

En la mesa, junto al alfeizar de la ventana, Ricardo pidió su vodka y comenzó a beberlo mientras la esperaba. Los minutos, luego las horas; transcurrían pesadamente y Milagros no llegaba. Al cabo de un tiempo, después de varias botellas, Ricardo vio a Milagros, la miró sirviendo y atendiendo las mesas del bar, la notó con un delantal de mesera. Ricardo se mostró consternado al ver que los demás hombres la llamaban y se reían con ella. Se puso de pie y armo un escándalo hasta que fue sacado a patadas y puñetes por la seguridad del bar, quienes acostumbrados a los exabruptos de Ricardo actuaron al escuchar el llamado de Cintia: — Muchachos, otra vez el viejo está borracho y comenzó a molestar a los clientes, otra vez me llama Milagros. Después de subir al taxi y llegar a casa, miró las fotos de su matrimonio con Milagros y llorando se preguntó el por qué. — Ya son 20 años de espera—, dijo mientras se dormía.

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SINDICATO

Después de la acostumbrada reunión del sindicato, Alberto salió satisfecho por la prolongación de la huelga y las nuevas manifestaciones acordadas. Cada día acudía temprano a las reuniones del sindicato y salía a perifonear por las calles contra el gobierno y las injusticias sociales. En una de las marchas por las calles trujillanas, Alberto sintió un escalofrío y el sudor de angustia comenzó a discurrir por su frente, pues escuchó de uno de los secretarios del sindicato que el gobierno había accedido a los reclamos y exigencias planteadas durante la huelga. Alberto pensó en lo que haría de ahora en adelante: su vida consistía en estar en contra de las injusticias sociales, y por ende necesitaba que existan injusticias sociales. Los reclamos en las calles eran su día a día, y si el gobierno solucionaba las necesidades de las personas, ya no tendría sentido reclamar. Al fin, después de algunos minutos, Alberto suspiró aliviado al darse cuenta que, históricamente, el gobierno siempre engaña al pueblo y que las injusticias sociales y la lucha de clases eran parte de la historia de la humanidad.

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LA PRIMERA VEZ

Los gemidos y suspiros de Carmen ante las caricias de su amante cubrían al cuarto de una atmósfera mística y solemne. La niña se convertía en mujer, la virgen se revelaba de su condición. Aunque al principio dio un grito al unísono, después el quejido de dolor se conjugaba dialécticamente con el de placer. Luego de los incesantes movimientos, jadeos y del orgasmo sagrado, Carmen se sintió satisfecha y dichosa, al fin había conocido el amor, sabía que el “durante” había terminado y que el “después” había llegado, en ese instante ella le diría a su amado que lo amaba y que siempre estarían juntos. Carmen esperaba las promesas de amor eterno, la galantería y las frases bonitas que él le diría después de haber unido sus vidas; ahora los juramentos serían más ciertos que nunca, en estos momentos las palabras se convertirían en sagradas, perpetuas y eternas. Cuando miró a su amado y comenzó con el repertorio de juramentos, se percató que Xandder se había quedado dormido y no pudo despertarlo en toda la noche.

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EL VIAJE

La casa de Luis estaba casi al borde del mar. De niños, Luis y yo jugábamos cerca a la arena, nos bañábamos junto a las aves y las olas y sentíamos que éstas nos hablaban. Teníamos la costumbre de ir siempre hasta el río y jugar en la laguna que formaba sus aguas, las cuales se unían y fundían con el mar. Las personas siempre pasamos por esos momentos en que queremos volver a vivir lo que algún día vivimos con alegría, pero nos angustiamos porque no podemos. Luis y yo tuvimos uno de esos instantes y ambicionamos volver a vivirlos juntos recorriendo de nuevo lo que en algún momento caminamos, pero nada se repite dos veces. En el transcurso, pude captar los matices más imperceptibles del mar a través del efecto de los rayos del sol sobre las plantas y el agua. La luz y el agua siguieron siendo motivos de inspiración y de recuerdo, el mar adquiría una luminosidad única bajo los rayos del sol. Luis y yo nos encontrábamos frente a un cuadro, donde nosotros éramos tonalidades. Sin embargo, nada fue igual a la época infantil, nada volverá a ser igual, a pesar de la frondosa sombra de las aves surcando el cielo.

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El vuelo de las aves se sincronizaba al movimiento de las olas del mar, pues éste les hablaba y les decía cuando deberían desplegar sus alas. Supongo que aquellas gaviotas estaban de pasada y pronto nos abandonarían, creo que son aves errantes sin hogar donde se perennicen. Me gustaría ser como las aves y no afincarme en un solo lugar y no tener que dejar nada porque nada tengo, y no sufrir cuando me marche y desplegar mis alas al ritmo de las olas marinas con la incertidumbre de no conocer un mañana. No sé si volveré, pero si así fuese, esta hermosa playa no será la misma, no será igual la desolación, la tristeza, e incluso la presencia de la muerte, representado por la tonalidad semioscura que se deposita en el cielo y los elementos abstractos de la naturaleza y la muerte de Luis al ser arrastrado por las feroces olas. El atardecer se está consumando y me recuerda que el viaje se aproxima; al fondo del mar diviso la línea tenue del sol que se oculta. En algunas horas estaré al otro lado de este mar… Ya han pasado tres años desde que dejé mi hogar, la casa de Luis y el mar. El paso de los días son un movimiento perpetuo a la nada. El color oscuro del cielo contrasta con la blancura de la piel de aquella mujer que pasa por mi delante con un ramo de flores en las manos. A mi costado, dos hombres juegan las cartas, el color rojizo de la mesa le brinda a la escena un colorido singular acentuado por la intensidad de la luz reflejada en la botella de vino. La mesa y el bar poseen un orden geométrico. /

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En la pared está colocado un cuadro en donde se distinguen los colores que forman el signo de la cruz. Frente al espejo veo la metamorfosis del rostro desfigurado y torturado. La desnudez del espacio subraya mi soledad. Aún recuerdo a mi amigo Luis, también evoco el vuelo de las aves sincronizado al movimiento de las olas y el mar y su luminosidad única bajo los rayos del sol y la frondosa sombra de las aves surcando el cielo. Pero lo que más extraño son mis años de infante en que sentía que era una de esas aves que danzaban al compás de las olas. Extraño también mi libertad, esa que perdí cuando me marché; no es que se añore el lugar, sino el momento, la época y los recuerdos. Nunca fui tan feliz como en aquella época. A veces, sumido en mi melancolía, creo que debí morir junto con Luis.

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OSCAR RAMIREZ (Lima – Perú, 1984) Actualmente reside en la ciudad de Trujillo. Estudia la carrera profesional de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de la misma ciudad. Es editor y director de Editorial Alternativa OREM. Edita la revista cultural “Pluma de Carne”. Obtuvo el primer puesto en el VI Concurso Nacional Juvenil de Cuentos en memoria de Germán Patrón Candela, en el año 2006. En noviembre de 2008, resultó entre los siete ganadores del Concurso Nacional de Poesía Prima Fermata Literaria, organizado por la UNMSM. Obtuvo una mención honrosa en el Concurso de Cuento de la IV Feria del Libro de Trujillo 2009, organizado por ATAL, y participó, representando a la UNT, en el conversatorio El mundo que es mañana: un diálogo entre Mario Vargas Llosa y los jóvenes. En marzo de 2009 quedó como finalista del VIII Premio Internacional de Poesía Martín García Ramos, de Almería – España. Ha publicado el poemario Arquitectura de un día común (Ediciones OREM, 2009). Algunos de sus poemas han sido publicados en la Revista de Cultura Almiar / Margen Cero, de Madrid – España. Escribe de manera casual en su blog: http://elhabitaculodeorem.blogspot.com

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Para contactos con el escritor: [email protected]

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RADIONOVELA

Cuando el camino estuvo cerrado, a Martín no le quedó más remedio que dormir en el coche. No era la primera vez, pero un miedo algo absurdo lo tomó por sorpresa. Luego acomodó las cosas en la parte trasera y, colocándose al borde de la carretera, se dejó invadir por el sueño. Para evitar cualquier inconveniente, desconectó la batería y guardó la llave debajo del asiento del copiloto. Esta maniobra lo había salvado en dos oportunidades, pero, por la desidia de los asaltantes, terminó como huésped durante una semana en la posta del pueblo. A pesar de la costumbre de controlar la demora de los viajes, le era difícil evitar encontrarse privado de ingreso. Las normas eran claras: pasadas las diez de la noche nadie entraba. Siendo el principal distribuidor de Santa Luisa, le hubieran sido necesarios algunos atributos y compensaciones, pero como en todo ciudadano, los privilegios eran letra muerta. Lo peor de aquella noche era que Martín regresaba con la mitad del cargamento. Siendo así, era presa incluso de los mismos pobladores. Nadie le prestaría atención ni socorro, y dado el caso de la ignorancia de las circunstancias, le era comprensible el temor durante la soledad.

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Si bien él soñaba, el sueño no le advertía que alguien vigilaba su sueño. Quien observaba mantenía la convicción de la futura acción; el observado, la convicción del olvido. Sólo un descuido: la puerta del piloto carecía de seguro. En el transcurso del sueño varias imágenes torpes e infinitas: un caballo al borde del abismo, un libro abierto y leído a medias, un buzón lleno de cartas sin motivo de escritura y un hombre desde la ventana apreciando su descanso. No intentó prender el coche, porque así encontrase la llave éste no encendería. Los pies, atracados en la manta de dormir, impidieron levantarse y huir. Luego, un golpe en el vacío; la respuesta hizo que la sangre brotara de su nariz. En la desesperación arañó con violencia al intruso; la certera puñalada en el brazo izquierdo no permitió volver a intentar el ataque. Una frase lo perturbó, ¡Dispara!, ¡dispara! Martín no entendió en un principio. Pronto la fuerza de su agresor le invadía el rostro, la sensación de asfixia, el miedo y ¡dispara! Poco antes de desfallecer, Martín atinó la acción más pronta y desesperada: sacó el arma del bolsillo derecho y disparó. El agresor cayó. No hubo heridas ni sangre. Al amanecer, una mancha oscura y casi deshecha se dibujaba en el terral. Sin explicarse razón, el agresor había desaparecido. Fuera el sueño o el temor, pero la herida del brazo ya no goteaba. Un ruido lo atrajo a la cabina del coche: en la radio culminaba la historia de un asesino asesinado.

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CAPÍTULO I (micro novela)

Esta es la historia de un grupo de chicas que se reúnen una noche para conversar, tomar un poco y fumar algo de marihuana. Vestidas como en toda típica pijamada, las chicas juegan con las almohadas mientras escuchan una música estridente. Como se supondrá, la casa de la que organizó la reunión está vacía, porque o bien los padres salieron de viaje o la chica vive en casa de algunas tías que discuten menos y permiten más. Hasta aquí, la primera parte de la historia.

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EN BLANCO6

Antes de que se vayan, y nos veamos de aquí hasta cuándo, les voy a contar una historia bien extraña, ok, pero siéntense para comenzar. Resulta que una vez a un escritor, ya de muchos años y prestigio, lo invitan a ser parte del jurado de un concurso de cuentos, y éste acepta porque le ofrecen una buena cantidad de dinero… en la vida ustedes saben cómo es, ni por amor al arte ni por dárselas de buena gente, uno tiene que ganar algo, sino nada. Pero sucede que este señor detestaba ser jurado de concursos, porque siempre que leía los cuentos, uno: o eran demasiado tradicionalistas, de esos que escriben sin aires de universalidad, de los que creen que porque hablan de tradiciones la gente va a cambiar y va amar más a su patria, los típicos regionalistas; o dos: eran muy burdos, burdos en el sentido de que no valían la pena, muy simples o eran copias de generaciones anteriores, nada nuevo. Pero ve el cheque, acepta y ya. Los que organizaban el concurso le dieron total libertad, es más, lo nombran presidente del jurado, como para que no halla problemas, porque los demás eran muy 6

Con este cuento, el autor obtuvo una mención honrosa en el Concurso de Cuento de la IV Feria del Libro de Trujillo, 2009.

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jóvenes y esas cosas. En fin, cierran el plazo de la convocatoria, recogen los cuentos y se los entregan a todos los del jurado para que lean, porque tenían, creo, como dos meses para dar el veredicto final, y luego de dos semanas venía la premiación, y todo lo demás. Entonces, el escritor empieza con la carnicería: lee uno y lo deja a la mitad porque no merece gastar vista, viene otro y resulta más aburrido, otros parecían escritos por niños de jardín, otros eran muy sufridos, misma telenovela mexicana; y así estuvo como un mes y medio, sin nada, hasta que le llega un cuento de una sola página. El escritor mira el cuento, lo inspecciona, se ríe, porque, creo, que el máximo de hojas era diez, y se pone a leer. Fueron los cinco minutos más intensos de su vida, el cuento era perfecto, genial, tenía una contextura tan exacta, sin ninguna palabra de más o de menos, que el escritor pensó que los ángeles había escrito eso. Sé que suena cursi, pero déjame terminar. El escritor se levanta y les dice a los demás miembros que ya había ganador, que estaba demás seguir leyendo. Pero si faltan como treinta cuentos, le dijeron los más jóvenes, pero él les dice que no, que ya era suficiente. Sin saber cómo, pero terminó convenciendo a los demás, tanto así que empezaron a vanagloriar el cuento de una página. Sí pues, te imaginas, una sola página. Llega el día de dar los nombres de los ganadores. Se juntan todos en una casona antigua: el jurado, la prensa, el notario y alguno que otro chismoso. Después de mandarse con un discursazo de casi media hora, llega el momento de abrir los sobres, tanto del ganador

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como de las menciones honrosas. El escritor es el encargado de hacerlo. Primero dan las menciones, sin mucha palabra, algo demasiado escueto. Luego viene el ganador. El escritor abre el sobre, no sin antes exaltar las cualidades del cuento. Se llena de silencio la sala, se va abriendo poco a poco el sobre donde están los datos. Fuera de éste, ojo, sólo se lee un seudónimo que dice “Sin nombre”. Misma película de terror, todos los presentes están a la expectativa de saber quién es el ganador. El escritor saca la hoja de datos y su rostro cambia. Los presentes ven que se queda perplejo mirando la hoja, y antes de dejarla caer, sale como perdido del estrado. Los demás miembros del jurado, luego de que la calma volviese a la ceremonia, dijeron con sorpresa que la hoja de datos estaba en blanco.

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CAPÍTULO II

Ya entrada la hora del descanso, deciden fumar, primero tabaco y luego marihuana. Mientras el grupo fuma, dos chicas se desviven intentando formar de manera adecuada el cigarrillo burlón. Le dan la forma fálica, le pasan algo de saliva por la ranura, lo sellan despacio y listo. Con este serían tres, dijo la más delgada de las dos. Ahora imaginarían los cuerpos desnudos de sus amigos y hermanos fornicando con ellas en un elixir de imposible sueño. Encienden uno, lo acaban demasiado rápido. Viene el otro, ahora sí lo disfrutan, pero en el momento de buscar el encendedor, el tercer cigarrillo se les cae. Estaba demás increpar a la culpable, así que entre todas inician la búsqueda del ansiado viaje. Debajo de la cama, entre los zapatos, metido en alguna de las rendijas de los muebles o la mesa de noche. Pero si ni siquiera me he movido mucho, sólo avancé y se cayó, trataba de excusarse la chica de la pérdida. De pronto, en medio del griterío, se oye un susurro.

[continuará…]

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SIN TÍTULO

El niño preguntó: —Mamá, qué hago ¿leo o duermo? —Es tarde, mejor descansa. El niño se quedó pensativo. —Mamá, ¿y si sueño que leo?

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CAPÍTULO III (final)

Delgado, como una línea de viento, un murmullo llega a todas con una sensación de pena y miedo. Aquí está, grita una de las chicas entre la sorpresa y el delirio. Todas se agrupan donde nace el viento. Arrinconado, pegado a una esquina, el cigarrillo de marihuana observaba asustado el informe cúmulo de jovencitas. Por favor, les dijo con tristeza, no me fumen.

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ÍNDICE

PRÓLOGO

9 / Éstos cuatro, por Julio Arguedas GONZALO DEL ROSARIO

13 / fea 14 / carroza 15 / morfeo 16 / escribiente 17 / globo 19 / kany, la semillita [bonus story…] RICARDO CALDERÓN INCA

27 / el maquillista 28 / el niño grimaldo 32 / la casa habitada 34 / el verdugo 37 / el usurpador DAVID NAVARRETE CORVERA

41 / monólogo 43 / el escritor 45 / la peña del olvido 47 / funeral 48 / la espera 49 / sindicato 50 / la primera vez 51 / el viaje

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67 /

OSCAR RAMIREZ

57 / radionovela 59 / capítulo I (micro novela) 60 / en blanco 63 / capítulo II 64 / sin título 65 / capítulo III (final)

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La vehemencia impulsa el accionar de toda libertad. En este caso, la vehemencia de estos cuatro nos dará la libertad de leerlos. Julio Arguedas

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