"No es bueno que el hombre esté solo..." Sí, todos conocemos estas palabras y de ahí nace la pura y simple necesidad de encontrar una pareja para complementarnos; es otro comportamiento humano que, como todo, ha de estar regulado por una ética que ofrezca camino a las costumbres, las culturas y las leyes. El matrimonio, la familia, la pareja, probablemente la institución más estable y duradera de las que componen el entramado social, reducto al que todos vuelven sus miradas y sus pasos y sin embargo, está siendo sometido - el matrimonio - a una fuerte revisión y crítica. Estamos viendo que con los cambios históricos, culturales y de nuevas formas de vivir o concebir la vida, tanto el entramado social como esa ética que pone conciencia y lucidez al comportamiento humano, se mueve, se desestabiliza y puede entrar en las "crisis del cambio". La pareja, el matrimonio, el amor conyugal, en definitiva, no es menos, y lo hace por una serie de cambios que, al contrario de lo que preconiza la moral cristiana, se convierte en algo patológico por tres causas fundamentales: la poligamia, el adulterio y el divorcio. ¿Por qué falla el amor conyugal? ¿Por qué parece que desaparece su ética ancestral que tan "puro" lo mantenía? La lógica evolución de los tiempos y los cambios suelen hacer surgir las crisis, aunque, para mí, una de las principales razones es carecer de un sincero y coherente proyecto de vida en común, desde el principio, por lo que si se forma la pareja careciendo de esta raíz, se darán situaciones viciadas desde su base. Ya es normal encontrar dificultades por factores socioculturales (egoísmo, mercantilismo, individualismo, etc.), ideologías, consumismo, mayor apertura de la mujer fuera del hogar, etc., aún habiendo formado la pareja con buenos cimientos, qué no sucederá si no reorientamos la comprensión de la pareja hacia esos principios básicos, éticos, para asegurar que su futuro sea el deseado. Obviamente hay unos cambios que traen consecuencias tras las que, siendo lo humanos que presumimos, urgen unos replanteamientos para defender los valores básicos del amor conyugal que sirvan de orientación y pistas para el futuro, tan cercano, como que mañana ya es hoy. ¿Es que desde el amor conyugal no se puede propiciar hasta la revolución femenina mediante la igualdad de y en la pareja?, o ¿ es que no se puede apoyar la igualdad social mediante la armonía en complementariedad? Desde la ética creo que sólo hay una posible respuesta ante ese 75 % de rupturas matrimoniales; respuesta que pasa por iniciarse en el amor de verdad; el amor que espera ser definitivo porque es auténtico, que no limita, que no divide, que no renuncia porque se complementa con otro ser, el tú que hará del yo algo grande ( y viceversa). Una comunión que, por sincera, ya no se va a ver retirada por esos altibajos y caprichos ocasionales que se detienen en la vida de toda pareja. Las crisis se afrontan, se viven, se discuten, se comparten y se maduran las soluciones. Todo esto se dará si el cimentado es de la calidad requerida para funcionar el "resto de la vida". Está claro que habrá cambios en el "yo" que va aprendiendo; pero aprender es madurar y el "yo" madura con el "tú". ¿Soluciones?, donde las haya, antes que decisiones traumatizantes que impregnan de culpa moral nuestras personas y, por extensión, a toda la sociedad. La ética no postula una reglamentación, unas normas para algo que se pueda soslayar y no vivirlo como parte integrante de la esencia del ser humano; la moral no aporta su bien hacer a algo intrascendente, banal, a algo que ni siquiera entra en la atmósfera de la esencia vital, pero ambas, - ética y moral - reiteran su razón de ser, puesto que desde
siempre se ha dicho que "no es bueno que el hombre [como género humano] esté solo...". Necesita al otro y sobre todo, sentir que la unión interpersonal esencial está cimentada en el amor conyugal como núcleo configurador de la pareja humana. Ahora la ética sí aparece y es necesitada para dotarlo de la normativa que entreteja la urdimbre solidificadora de la cimentación adecuada. Porque el amor conyugal ha de ser libre, totalizador, fecundo, basado en la promesa, en la fidelidad, en el compromiso y, sobre todo, ha de ser racional; impulsivamente creador de las primeras sensaciones, pero estabilizador de las futuras emociones. Queda como rescoldo, siempre vivo, del encuentro primero entre enamorados. Todo esto os puede parecer simplista y hasta utópico, pero si miramos en el fondo de nuestro ser, con sinceridad, más de una crisis se iría por el alcantarillado al darnos cuenta que lo que sentimos, o deberíamos sentir, por nuestra pareja, es más fuerte que todos los problemas que puedan venir. Y si vienen se solucionan mejor en compañía que en la soledad. JUAN JOSÉ LÓPEZ NICOLÁS. Orientador Familiar. Articulista de la Asociación Convivencia Familiar para la página Terapia y Familia. http://www.terapiayfamilia.blogspot.com