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El amor es una forma excelente de conocimiento que hace que la búsqueda culmine en encuentro. Es la satisfacción de haber dado con una persona que ilumina el panorama personal presente y futuro. Según Rojas, el amor es el sentimiento gratificante por excelencia, que cautiva positivamente y se acompaña de una fuerte atracción, de una tendencia a estar y a compartir la vida. Es el mejor estimulante para vivir; es una conducta de atracción recíproca, rica y compleja. No hay amor maduro y perseverante sin renuncia ni sacrificio escondido.
Los dos componentes iniciales del amor son: EL SENTIMIENTO Y LA TENDENCIA.
El amor conyugal es un sentimiento gratificante, una tendencia hacia la persona que se ama, un acto que debe apoyarse en la voluntad y en la inteligencia para que entre los dos se llegue al compromiso que conduzca a caminar juntos compartiendo las vicisitudes y las alegrías. Cuando se vive intensamente el amor, hasta el sacrificio engrandece nuestro ser, nos hace más libres, más entregados a esa persona. Es como ir entretejiendo eslabones que con el tiempo irán formando toda una cadena de experiencias que darán lugar a un orden y que tendrá el sentido para que se desarrolle toda una trayectoria psicológica. No en vano, el mismo Erich Fromm, decía que el amor requiere conocimiento y esfuerzo.
La calidad del amor conyugal solo se alcanza cuando, tras repetidos esfuerzos, sus distintos componentes viven en un equilibrio proporcionado. Es claro que el amor conyugal se aprende, es necesario un adiestramiento y acoplamiento en la relación. Se consigue el objetivo deseado cuando tras el conocimiento que vas adquiriendo del otro y del trabajo diario que resulta
de toda la relación, sus distintos componentes consiguen así ese equilibrio proporcionado.
El amor conyugal podría ser como un abanico o un arco iris lleno de matices en donde el sentimiento corrobora y ayuda a la realización de sí mismo.
Otro de los ingredientes del amor conyugal es la SEXUALIDAD. Este ingrediente básico revela la intimidad de ese encuentro en el cual dos personas se desnudan física y psicológicamente y dejan al descubierto la realidad de cada uno. Aquí sería uno capaz de percibir la generosidad o la tendencia a amarse a uno mismo. La sexualidad nunca debe ser puramente utilitaria, sino la aproximación de dos personas, la unión en profundidad.
El amor auténtico perfecciona al hombre y a la mujer; amplía su horizonte existencial y se caracteriza por la entrega. Obsérvese que hago hincapié en el aspecto “sexualidad” como un TODO y no la limitación exclusiva de genitalidad solamente o coitocentrismo exclusivamente. Por eso este concepto, sexualidad, en su más amplio sentido, en el integral, ayuda a esta entrega y relación de un ser a otro. El amor auténtico tiene siempre un valor moral.Otra dimensión del amor es lo ESPIRITUAL, que se hace trascendente; ya que la espiritualidad engrandece la relación entre esas dos personas; liga los valores sexuales con los de la persona; de esta forma el amor no se dirige solo al cuerpo, sino al conjunto y se manifiesta en la capacidad para dar y recibir afecto. Así ordenamos la vida en su cómputo dándole un sentido positivo.
Todos estos ingredientes mencionados hasta ahora vienen a sumar elementos para conseguir la base fundamental de la pareja, o lo que es lo mismo, conseguir tener y consensuar un<em>proyecto de vida en común.
Viendo la evolución de la vida de la pareja actual hay un cuarto ingrediente que brilla por su ausencia, que siendo fundamental y básico es el más impopular. Este cuarto elemento es la VOLUNTAD.
No se puede descartar este elemento si queremos sinceramente alcanzar en nuestra relación la estabilidad emocional. La voluntad está muy olvidada en la formación de la pareja que sólo basa su relación inmadura de los sentimientos y en la atracción física como elemento básico. Esta creencia hace que se rompan las parejas cuando hay cambios, precisamente en aspecto físico. Por lo que el amor no llega a ser nunca sólido. El elemento de la Voluntad conlleva un efectuar una elección, implica una inteligencia viva, una fuerza de carácter para resistir el influjo de las pasiones momentáneas. Sigo pensando que hoy, por el modo de vida, el ritmo, el estrés, el poco tiempo para llegar a conocerse, la carencia o adormecimiento de valores, llevan a que los prejuicios, la rutina, la tradición, y en definitiva, la posición social, rompan la relación de pareja, el amor. O no la rompa y se siga manteniendo sólo por niveles exclusivamente protocolarios y de imagen social.
No creo que haya hoy, en la pareja actual, en general, un amor inteligente. Toda obra bien hecha necesita esfuerzos constantes de la voluntad regidos por la cabeza; y podemos definir como “cabeza”, inteligencia, la capacidad de distinguir lo accesorio de lo fundamental; facultad para resumir la situación propia y la ajena, comprensión lógica de lo que sucede para obrar en consecuencia.
Sin querer ser negativos y con el deseo de que con el esfuerzo y con la formación adecuada cambie, pienso, que de forma general, no hay hoy en día demasiado acto de voluntad ni la inteligencia adecuada para hacer sobrevivir a la pareja en la vorágine en la que se ve sumida. No olvidemos que de cada cuatro matrimonios que se casan, tres llegan a algún tipo de ruptura; dicen los últimos datos que en España hay un divorcio cada 4
minutos. Lo que mata en la actualidad a la pareja es la limitación del amor sólo a sentimientos sin voluntad y sin inteligencia, estando así expuesta sólo a los movimientos y fluctuaciones de la vida.
Hoy viven las relaciones un amor de movimiento espontáneo y no, como debería ser el amor, como un movimiento reflexivo.
GLORIA CONESA ALBALADEJO. Orientadora Familiar