“Previamente en Capítulos Anteriores” -
Catalina y Joaquín quedan a punto de darse un beso, en el baño del Taller de Pintura. Vicente escucha a Christian, preguntar por teléfono “¿A las 12:00 en la esquina de Colón con Bories?” Catalina encuentra una foto de ella, en la billetera de Joaquín. Vicente ve a Christian subirse a un auto en la calle Colón.
Calle Colón. Centro. Pta. Arenas Viernes/ Marzo/ 00:39 AM Gabriel no sabe que decir. Simplemente opta por sonreír y subirse patudamente al jeep de Vicente. _ Gabriel. Explícame. ¿Qué onda con Christian? – pregunta Vicente, muy serio. En su mente vagaban ideas sobre lo que podía ser, pero sus percepciones sobre el muchacho le decían lo contrario. _ ¡Ay no sé! – dice Gabriel nervioso – Estas cosas no me gustan. _ ¿Tienes el celular de Christian? – pregunta Vicente. _ Sí – contesta un dudoso Gabriel. _ Llámalo entonces y pregúntale que le pasó. _ No tengo tarjeta. _ Bueno, dámelo, yo lo llamo – dice Vicente. _ ¡Ay Niña! ¡Ya basta! Que yo sepa, Christian no es tu novio, o sí – consulta Gabriel, dejando de lado su nerviosismo. _ No. No es mi novio – dice asustado. _ Bueno, entonces. Déjalo tranquilo. Yo te dije en la disco como era el Christian, y si mi memoria no me falla, también te dije que Nunca te enamoraras de alguien así... ¿Te acuerdas? – consulta Gabriel, mientras que Vicente solo afirma con la cabeza – Ya poh Vicente. De que otra forma te tienes que dar cuenta, ya está todo claro... Ahora si tú no lo aceptas es cosa tuya. _ O sea. ¿Me estás queriendo decir que Christian se fue con otro mino en ese auto? – consulta Vicente, conmoviendo a Gabriel, con su mirada inocente. _ Sí – responde Gabriel, sin poder mirarlo. _ ¡Que mal! – se dice Vicente, luego suspira mirando hacia la nada y enciende su jeep. _ En ningún momento te quise hacer sentir mal. Simplemente me da lata, que la gente tan joven como tú, sufra por tonteras. El Christian es mi mejor amigo... y yo creo que por lo que escuchas, lo dudas... Pero él sabe que no me gusta que juegue con las personas. Yo, en su tiempo, igual hice lo mismo. Incluso era más pendeja que el Christian, pero ¿de que me sirvió? De nada. Al final lo único que logré fue quedarme sola – dice Gabriel, comenzando a sentir un pequeño nudo en su garganta - ¡Ay que atroz! No me gusta llorar en público. Más encima no sé por qué te cuento estas cosas a ti, si ni quiera te conozco. _ No te preocupes. No le diré a nadie – dice Vicente, regalándole una sonrisa. _ ¡Más te vale! O si no, voy a tu casa y hago un escándalo – dice Gabriel entre lágrimas y risas. _ No pensé que eras tan... sensible – dice Vicente. _ Debo andar en mis días. Hasta yo misma me desconozco – dice Gabriel, tratando de esquivar el comentario, Vicente solo sonríe. _ ¿Quieres que te lleve a tu casa? _ No. Gracias. Tengo que bajarme – dice Gabriel, limpiando sus lágrimas con un pañuelo. _ ¿No vas a tu casa? _ ¡No! ¡Cómo se te ocurre! No puedo llegar con los bolsillos vacíos – dice Gabriel, muy normal, con lo que Vicente pone una mirada dudosa, pero prefiere guardar silencio. _ Ok. Nos vemos mañana entonces. _ ¿Irás a la disco? – consulta Gabriel, bajándose del jeep. _ Si pues. _ ¿Vas a ir con tu amiga top? _ No sé todavía. En una de esas aparezco con mi amiga top – sonríe. _ Ya Vicente. Nos vemos. Cuídate – dice Gabriel, mientras retoma el paso en la calle Colón. _ Tú igual te cuidas – dice Vicente, cerrando el vidrio. El muchacho hace andar su jeep y sigue bajando la misma calle. Antes de doblar en una de las últimas calles, mira hacia la playa y ve el auto blanco estacionado, al cual se subió Christian. Su incertidumbre le grita a mil “que vaya a ver”, pero simplemente su intuición le dicta lo que él ya sabe, Christian está con otro, y por los vidrios empañados del auto, se deduce que mal no lo está pasando. Vicente sigue su camino, tratando de ser fuerte y contener la angustia que llegaba poco a poco. A él, realmente le gustaba el muchachito rubio, había algo especial que le llamaba la atención, ni él mismo sabía que era. Nunca le habían gustado los rubios, tan rubios... Pero ésta vez lo había atrapado. Lo que más rabia le provocaba, era en como podía ilusionarse tan rápido con alguien que ni siquiera conocía... Siempre le ocurría lo mismo y ya estaba cansado de ser tan estúpido... (esa era la palabra, no había otra que lo identifique mejor). Después de pensar unos buenos minutos en silencio, pone la radio... especialmente la FM2 (Vicente, aparte de ser embobado es masoquista), justamente terminaba una canción triste y comenzaba otra, mucho peor... “Que Lloro” de Sin Bandera. Vicente, en vez de apagar la radio, le sube el volumen y pone el pie en el acelerador. La canción parecía quedarle como anillo al dedo, pero se sentía tan patético al escucharla. “La vida me dijo a gritos que nunca te tuve y nunca te perdí” “Que lloro por ti Que lloro sin ti Que ya lo entendí, que no eres para mi Y Lloro...”
Cap. 01 x 05 Falsas Apariencias (Parte 2) Casa de Catalina. Villa El Bosque. Pta. Arenas Sábado/ Marzo/ 15:32 PM En una pieza, llena de fotos en el suelo, estaba Catalina arrodillada. Sus manos buscaban y buscaban respuestas, en miles de fotos, que tenía en unas cajas de zapatillas. La respuesta que le había dado Joaquín, no la había dejado tranquila y en el fondo sabía, que era todo una estúpida mentira. No se explicaba el por qué, pero sabía que lo averiguaría... y muy pronto. Mientras tanto, buscaba unos pequeños sobres, en donde tenía muchas foto carnet. Quería saber en que año había sido tomada esa foto, ya que a simple vista, estaba claro que no era actual. _ ¡A ver Catalina! ¡Recuerda! ¡Cuando te fuiste a sacar fotos con el pelo liso! – se dice la muchacha, mientras busca - ¡Cuando cresta fue! A ver... Mmm... ¡¡¡Mamáaaaaaaaa!!! _ ¡¡Quéee!! – se escucha desde el primer piso. _ ¡¡¡Veen pueess!!! – grita Catalina. Poco a poco se sienten unos pasos en la escalera. Al instante, la madre de la muchacha llega a la pieza. _ ¿Qué pasó? – consulta la joven madre. _ ¿Mamá? ¿Tú te acuerdas cuando me dio la wea por alisarme el pelo? – consulta Catalina mostrándole la foto carnet. _ Mmm. No me acuerdo Cata – responde la madre, mirando la foto una y otra vez. _ ¡Pucha! ¿Por qué no te acuerdas? _ ¡No me acuerdo pues Cata! ¡Si tú no te acuerdas, menos me voy a acordar yo pues! _ ¡Ay Mamá! ¡Si eres joven todavía! ¡No puedes tener amnesia! _ ¡La que no puede tener amnesia eres tú! _ ¡Pucha! ¿Y ahora que voy a hacer? – dice Catalina, levantándose del suelo para tenderse en su cama. _ ¿Por qué quieres saber? – pregunta la madre, sentándose a los pies de la cama. _ Es un enigma – dice Catalina. _ Ya pues Cata. _ Estoy en un enigma. Un psicópata me persigue. Mi vida corre peligro. Me siento como la Sabrina buscando “el secreto de la familia” – dice la muchacha, abrazando su almohada. _ Ya no hables tonteras – dice la madre – Aparte, ¿Quién es la Sabrina? _ ¡Ay mamá! No entiendes nada. Es la bruja adolescente – dice Catalina, con un tono de aburrimiento. _ Ya sé – dice la madre, abriendo sus ojos y creando una sonrisa. _ ¿Qué sabes? – pregunta la muchacha, un tanto asustada. _ Ya sé cuando te bajó la fiebre por alisarte el pelo – dice la madre. _ ¡¡¿Cuándo?!! – consulta Catalina, soltando su almohada y poniéndose frente a su madre. _ No te lo voy a decir, hasta mañana. _ ¡Ay mamá! ¡No seas pesada! ¡Ya pues! No ves que puedes perder a tu hija en cualquier momento. _ Ya Catalina, no hables tonteras – dice la madre subiendo un poco el tono, lo que deja a la muchacha un poco cohibida. _ Ya, ya Sorry. ¿Me vas a decir? _ Fue cuando conociste a Pablo. _ ¿¡Qué Pablo!? _ ¡Ay Cata! – la madre recoge una foto del muchacho - P A B L O. _ Ahhh – Catalina se lleva una mano a la boca – Se me olvida que soy una mujer comprometida. _ Esa cabecita de pollo que tienes – dice la madre, moviendo la cabeza. _ ¡¡¡Cierto!!! Cuando lo conocí me empecé a alisar el pelo. ¡Que tonta! ¡Me veía tan fea! – dice, viendo una foto de ella – A ver... O sea eso fue en el año... mmm en el 2002. ¿¡Dios Mío cuanto llevo con Pablo!? _ ¿En agosto no cumplen los 2 años? _ ¡¡¿2 años?!! Con razón ya me siento un poco ahogada – dice Catalina echándose aire con una foto. _ Pero si Pablo no es mala persona. Que yo sepa siempre te hizo todos los gustos – dice la madre. _ Si sé, pero... es tan... ¡Ay mamá! Ya no quiero estar con él. Quiero conocer gente. Quiero estar libre, por lo menos unos meses – dice Catalina, en tono desesperado. _ Cata. ¿Estás segura? – consulta, dudosa. _ Sí. Hace tiempo que no siento lo mismo por Pablo... Es demasiado absorbente. Ni que fuese Abolengo – dice Catalina, tomando nuevamente una almohada para abrazarla. _ Pucha Hija. ¿Por qué no me contaste antes? _ Por que no haz estado mucho en la casa. Además esa vez que íbamos a ir a una cena, me dejaste plantada – dice la muchacha, levantando una ceja. _ Ay, yo te expliqué que tuve que hacer otros trámites. _ Sí, pero no hemos salido juntas. _ ¿Te parece si vamos a la Zona Franca? _ ¿Cuándo? _ Ahora. Nos tomamos un helado o si no comemos algo. ¿Te parece? – propone la madre, con una radiante sonrisa. _ ¡Ay! ¡Es que Sábado en la Zona Franca es un caos! – dice Catalina – Pero igual, haré el esfuerzo – sonríe la muchacha junto a su madre. Casa de Christian. Villa El Golf. Pta. Arenas. 16:49 PM _ ¿¿¡¡Qué!!?? – exclama Christian, paseándose una y otra vez, por su pieza - ¿¡Por qué le dijiste!? _ ¡Te llamé para avisarte, pero tú ya te habías subido al auto de ese viejo! – explica Gabriel, sentado en la cama. _ ¡Pero por qué no le dijiste que era un tío!... ¡No sé!... ¡Cualquier cosa! – dice Christian, llevándose las manos a la cabeza. _ El me preguntó, si te habías ido con un mino en el auto... Yo le dije que sí y punto. Nada más – dice Gabriel - ¡Ya Cálmate! _ A ver... Entonces no sabe que nosotros somos... _ ¿Putas? No. No lo sabe – dice Gabriel muy normal – Pero no creo que sea tan tonto, como para que no se haya dado cuenta. Ese Vicente es ingenuo, pero nunca tanto.
_ ¡Pucha Gabriel! Ahora sí que no me va a hablar más – dice Christian afligido, sentándose al lado de su amigo. _ ¿Y para qué quieres que te hable? Si tú lo único que quieres es agarrartelo y nada más – Christian queda en silencio – Sabes que sí... A mí esos cuentos de “Él es especial” “Él es diferente” no me llegan. Además estoy chato de que me lleguen los reclamos a mi. Ni que yo fuera tu tutora. _ ¿Quién te ha reclamado? _ Son varios. Ya perdí la cuenta – dice Gabriel, mirando para otro lado. _ De verdad tenía ganas de cambiar. Y esto es de verdad – dice Christian, mirándolo fijamente y con un tono muy seguro – Había sentido que él me podía hacer cambiar, hasta incluso me imaginé con él... Nunca antes me había imaginado con alguien... No te niego que partió como una simple calentura, suena feo, pero así es... Pero sentí que él me podía entregar tanto. _ Es que tú eres tan relativo – dice Gabriel, abrazando a su amigo – Si tú hubieses querido cambiar, lo hubieses hecho hace tiempo. _ Es que ahora tengo las ganas de hacerlo. Ahora ya estoy chato de bajar por la Colón, acostarme con un viejo asqueroso, cobrar y venir a dormir a mi casa. Ya no quiero... Me estoy sintiendo como un objeto – dice Christian, abandonando el tono seguro, para cambiarlo por uno triste. _ ¡Pucha amigo! No se me ponga tristón – dice, dándole unas palmadas en la espalda – Tu sabes que no eres un objeto. Vales mucho y yo creo que... más que yo... O sea, imagínate lo que te estoy diciendo, me estoy destronando sola – Ambos ríen, Gabriel lo toma por los hombros, quedando frente a frente – Si tienes ganas de salir de ese weveo de la Colón... Te apoyo... Y si realmente sientes, que Vicente puede hacerte cambiar... juégatelas. No te rindas sin antes haberlo intentado ¿Ya? Te lo dice una vieja sabia. _ ¡Gracias Gabriel! – dice, abrazando nuevamente a su amigo. _ ¡Ya basta de realitys baratos! Tenemos que pensar que nos vamos a poner para la noche – dice Gabriel, parándose abruptamente de la cama. _ Jajaj ¿Vas a hacer show? _ ¡Obvio discípula! _ ¿¡Y de quién!? – consulta ansioso. _ De la Daniela Castillo. _ ¿Esa mina de Rojo? – consulta Christian, subiendo una ceja. _ Sí. Hay una canción que me gusta mucho... Y con estas cosas de amores y desamores, me hacen recordar mis tiempos de conquistas y a todos los que mandé a la cresta – dice Gabriel, sacando un cd de su mochila. Lo pone en la radio y busca el track, hasta que comienza a sonar “Tú Volverás” de Daniela Castillo. _ ¿Mirarás a Omar cuando la cantes? – pregunta, picarescamente. _ Es más. Le pienso dedicar la canción al Omar – dice Gabriel poniéndose frente al espejo, mientras que hace poses sensuales junto con la canción. _ Jajaja ¿De verdad? _ Si pues. Si tú sabes que él se excita conmigo – dice Gabriel, sin dejar de bailar. _ ¡Qué explícito que eres! _ ¡Ay pero si es verdad! Parece un sabueso cuando mira mis curvas perfectas – dice mientras se toca el cuerpo frente al espejo. _ Jajaja _ “Atrapado en mi red, pasarás la vida entera aahah Tratas en vano, de ocultar... que he sido yo... quien te dejó, pero en el fondo sabes muy bien que mueres por mi... Y aunque quieras intentarlo, no puedes mentir, tu ya sabes que el fondo... me quieres sólo a miiiii... Porque tú volverás... Volverás a mi lado... Aunque digas que no, estás enamorado...” – canta Gabriel, mientras baila por toda la pieza. Christian simplemente, observa a su amigo y sonríe. Zona Franca. Pta. Arenas. 17:30 PM Los tumultos de gente, se pasean de un lado a otro. Entre ellos, muchos grupos de niñitas, de milicos, de grandes familias, de kumas, de cuicos, de todo. Todos mirando vitrinas repetidas, sin saber el por qué se detienen a mirarlas. En la cafetería-heladería, ubicada al final de la zona franca, cerca de los juegos, estaban Catalina y su madre, tomándose un café-helado. _ Uhm – saborea Catalina – Hace tiempo que no tomaba uno de estos. _ A ver – piensa por un momento - La última vez que tomé uno, fue con tú papá. _ A mi papá le encantaban estas cosas – sonríe la muchacha. _ Sí. Era loco por los helados – ambas ríen, para luego quedarse en silencio. _ No lo he ido a ver – dice Catalina, mirando su copa. _ Yo tampoco. _ Antes siempre pasaba con Vicente... Pero ahora no he tenido tiempo – cuenta la muchacha, sin dejar de mirar su helado. _ Podemos ir un día de estos – propone la madre. _ ¡Ay mamá! Eso es para salir del paso... Si sabes que no vamos a ir. _ ¡Catalina no seas así! _ ¡Mamá! Te conozco, eso es todo – dice ella, sin ninguna traba, con lo que su madre queda en silencio – Más encima, ahora estás tan... diferente – La mira minuciosamente. _ ¿A qué te refieres? _ Antes nos encontraban parecidas porque teníamos el mismo color de pelo y algunas expresiones chistosas la hacíamos igual... Ahora estás rubia... y ya no estamos tan juntas como para tener las mismas reacciones – dice Catalina, revolviendo su helado con la bombilla - ¿Qué nos pasó? _ ¡Catalina no conversemos esas cosas... y menos acá en la Zona Franca! – dice la madre, mirándola severamente. _ Pero si no las conversamos acá... ¿Dónde? Si esta es una gran oportunidad – dice ella, con una mirada triste pero a la vez segura – No sé que nos pasó... Y la culpa no la tiene mi papá... Tampoco te hecho toda la culpa a ti... Fue algo que hicimos las dos... Supuestamente tendríamos que habernos unidos más... pero fue todo lo contrario. _ Bueno la gente aún piensa que somos igual que antes – dice la madre, con una sonrisa nerviosa. _ ¿Y eso te llena? – dice Catalina, dejando a su madre, nuevamente, en silencio – Nos ven por fuera... como todos, pero nadie es capaz de saber lo que nos pasa por dentro... A simple vista, somos Madre e Hija, las amigas perfectas... Pero ya no es así. _ Catalina. ¿Podemos hablar de otra cosa? – pregunta la madre, muy incómoda. En ese momento, Catalina divisa a Joaquín, este al verla, da media vuelta y se comienza a devolver. La muchacha deja la bombilla en su helado y se levanta de su asiento, sin darle explicaciones a su madre.
_ ¡Catalina! ¿Dónde vas? – pregunta la madre, sin entender, mientras se da vuelta para seguir el recorrido de su hija. La muchacha logra alcanzar a Joaquín, frente a los juegos, le toca la espalda, este se da vuelta y la mira con sorpresa. _ Pensé que me ibas a ir a saludar – dice Catalina, con su ceja levantada. _ Es que me acordé que tenía que ir a... _ Jajaja... Que mentiroso – dice interrumpiendo. _ ¿Aún estás enojada? – consulta Joaquín, con un poco de miedo. _ No sé. Yo creo que no – dice ella, sin dejar de mirarlo. El muchacho no sabe qué decir, se siente intimidado por la mirada de Catalina - ¿Qué te pasa? ¿Te comieron la lengua? _ No. Esto es como extraño – contesta nervioso – Ayer casi me matas, y ahora me estás alegando porque no te saludé. _ Sí. Es extraño – dice ella, lanzando una sonrisa – Debe ser porque quiero averiguar quien eres. _ ¡Sigues con eso! – dice, con un tono aburrido. _ Sí. Nadie me va a sacar de la cabeza de que algo te traes, y yo quiero ser la primera en saberlo – dice Catalina, quitando la sonrisa de su rostro, para luego irse donde su madre. Joaquín la observa nervioso por unos segundos, y luego sigue su camino. Casa de Vicente. Villa Friburgo. Pta. Arenas 00:15 AM En la pieza de Vicente, el suelo está lleno de ropa, camisas, poleras, pantalones, etc. Mientras tanto, el muchacho frente al espejo se mira, no muy conforme, con una polera blanca, encima otra polera, roja, unos blue jeans gastados y unas zapatillas rojas con negro. Al segundo, se pone un gorrito negro... Se mira por todos sus perfiles y se comienza a convencer de a poco. De un cajón saca un cinturón “alternativo”, unas cadenas y unas muñequeras negras. Se pone todos sus accesorios y sonríe. _ Ahora creo que estoy listo – dice el muchacho, quedando satisfecho con la tenida. De pronto da un salto, al escuchar su celular, rápidamente lo busca entremedio de la ropa y contesta - ¿Aló? ¡Cata! Acá en mi casa. ¿Vas a ir? Ya. Ok. Te paso a buscar. Ok. Nos vemos. Chau. Tocan la puerta, justo en el momento en que este corta el celular, Vicente abre, encontrándose con su madre. _ ¿Vas a salir? – consulta la madre, mirándolo extrañadamente. _ Sí. Voy a salir con la Cata. _ No vuelvas tarde. _ No mamá. No te preocupes. _ ¡Como vas tan desabrigado! – dice la madre al verlo en pura polera. _ Pero mamá, son dos poleras – le enseña las dos prendas. _ Sí, pero esas cosas no abrigan nada. ¿Por qué no te pones un chaleco mejor? – opina la madre. _ ¡No! _ Pero ¿Qué tiene? Así vas abrigadito – dice la madre – Yo creo que te lavé el café. _ ¡No mamá! En serio. Si voy con mi chaqueta con polar ¿Ya? _ Bueno. Después vas a andar enfermo y no va a ser mi culpa – dice la madre retirándose a su pieza - ¡Vuelve temprano! _ ¡Siii! – contesta aburrido, mientras se pone su chaqueta. Disco Maganuna. Lado Sur de Punta Arenas. 01:02 AM En el interior, ya con mucha más gente que el sábado pasado, suena en los parlantes Shup Up de Black Eyed Peas. Hay varias parejas en la pista y otras tantas en la barra. Omar sirve los tragos, como de costumbre, y frente a él se encuentra Gabriel, el cual se mueve con el ritmo de la música. _ Ya pues. Me vas a decir que canción vas a interpretar hoy – consulta el cantinero a Gabriel. _ Es sorpresa. Lo único que te puedo decir, es que la letra... es de miedo... y que la voy a interpretar mucho mejor que el sábado pasado – dice el muchacho, mientras sigue bailando sin tomarlo en cuenta. _ ¿Es tan buena como las de la Mónica Naranjo? _ ¡Ay que arcaica! O sea, igual la mina es diva, no más que yo obvio, pero no... la que voy a hacer hoy es una artista mucho más juvenil... Va más conmigo... _ Ella... la Joven – se ríe Omar. _ Oye wuachita. Tengo 24 años no ma’. Los años pasan, pero yo sigo regia como siempre – dice Gabriel, haciéndole un desprecio. _ Le voy a preguntar a Christian de quien es la canción. _ Ya le dije que no te diga, así es que no vas a sacar nada. _ ¡Ya pues Gabriel! – dice Omar insistente, entregando un trago. _ ¡Ay que hostigosa esta bicha! – dice Gabriel, tomando su vaso con pisco sour para irse a bailar a la pista. Se ubica justo en el centro, cierra los ojos y comienza a bailar solo. _ ¿Te acompaño? – pregunta Christian, el cual hace despertar a Gabriel. _ ¡Ah eres Tú! – dice, haciendo un gesto de aburrimiento. _ ¡Oh que pesado! – dice Christian, comenzando a bailar con él. _ ¿No ha llegado tu mino? – consulta Gabriel. _ No – dice, mirando hacia la entrada y hacia la barra – Quizás ni venga. _ Si va a venir. A mi ayer me dijo que iba a venir. _ ¿Verdad? _ Si poh. Así es que deja de andar depresiva y baila como yo. ¡Pareces una muerta! – dice Gabriel, observando los movimientos apagados de su amigo. _ De a poco. Deja concentrarme – dice Christian sonriendo. En los parlantes se escucha Maganuna de Dana
International, la cual da por iniciada la disco – ¡Uhh! ¡Con esta sí! Ambos amigos empiezan a saltar con los brazos arriba, los ojos cerrados y una sonrisa en sus rostros... Los dos disfrutaban, con una especie de éxtasis, la canción que estaba sonando. Por lo visto, ellos no eran los únicos, varias parejas disfrutaban de la misma forma, el golpe de energía que tenía ese tema. En ese momento, entran a la disco Vicente y Catalina. Los dos amigos quedan con una expresión de sorpresa, al ver tanta gente en la pista y en la barra. _ ¡Wow! Ahora realmente no se puede bailar en la pista – dice Catalina sorprendida. _ ¡Realmente hay harta gente! – dice Vicente, con un poco de temor. _ ¿Vamos a la barra? – consulta ella, con lo que él afirma con la cabeza. Ambos se acercan a la barra y saludan a Omar. _ ¡Que bueno que vinieron! – dice Omar, en tono de bienvenida. _ Casi no vengo, pero igual... tenía ganas de bailar y divertirme un rato – explica Catalina sonriente. _ Supongo que me seguirás contando que pasó con tu novio pegote – dice Omar, con lo que la muchacha sonríe y siente un calor en sus mejillas. _ ¡Qué vergüenza! – le dice a Vicente en voz baja, mientras mantiene su sonrisa. El muchacho se apoya en el balcón y comienza a ver las parejas, que se encuentran en la pista. De pronto ve una mano alzada, haciéndole señas, es Gabriel, el cual le avisa a su amigo, para que éste se de vuelta y lo salude. Justo en el momento en que Christian se da vuelta, para saludar a Vicente, este se voltea hacia la barra. _ ¡Omar! ¿Me sirves un pisco sour? – dice Vicente, apoyándose en la barra. El cantinero lo escucha y le comienza a preparar su trago. _ ¡Bah! ¡Que llegaste sediento! – dice Catalina, poniéndose a su lado. _ ¡Hoy tengo ganas de tomar! – dice Vicente. _ ¡Ahh! ¡Mira Tú! ¡Qué lindo te vas a ver tratando de caminar después! – dice Catalina, regañándolo. _ ¡Pero Cata! Es un decir no ma’. Además tú no hables mucho – dice Vicente, a punto de reírse. _ ¡Maldito! – dice pegándole en la espalda – Eso no se cuenta. _ Gracias – dice Vicente, recibiendo su pisco sour. _ A ver. Dame un poquito – dice Catalina, mirando la copa con incertidumbre. _ Un poquito – dice, entregándole la copa. Ella prueba un poco y lo aprueba como una perfecta catadora. _ ¡Omar! ¡Me sirves uno también! – dice Catalina, señalando el pisco sour. _ Jajaja. ¡Que llegaste sedienta! – dice Vicente, haciéndole burlas. Ambos se ríen, cuando en eso, llega Gabriel junto a Christian. _ ¡Hola wuachitas! ¡¿Cómo están?! – dice Gabriel, saludando a ambos con un beso en la mejilla. _ Bien ¿y tú? – pregunta Catalina. _ Excelente como siempre – sonríe Gabriel, luego baja la voz para dirigirse a Christian, el cual se encuentra tras de él – Ya pues Christian, salúdalo. El muchacho se acerca y tratando de mirarlo a los ojos, sin sentir esa vergüenza, lo saluda, sintiendo una fría mirada por parte de Vicente. _ ¿A que hora harás tu show? – consulta Catalina a Gabriel, para cortar la tensión que se estaba creando. _ Como a las 3, más o menos ¿Por qué? ¿Me vas fotografiar? – consulta Gabriel, poniendo una pose sensual. _ Si pues – dice Catalina, siguiéndole el juego. _ Ya. Dejemos a estos que conversen y nosotros vamos a bailar, antes de que me tenga que arreglar para el show – dice Gabriel tomándole la mano a Catalina y llevándosela a la pista. _ ¡Me retiras mi pisco sour! – grita Catalina mientras baja a la pista. Vicente mantiene firme su copa. No existe ninguna palabra que piense salir de su boca. Su mirada está centrada en todos esos rostros que jamás había visto en su vida. Por otro lado, Christian se pone las manos en los bolsillos, su mirada está ansiosa por reflejarse en los ojos de Vicente, pero este parece no hacerle caso. _ Ahí está el pisco sour – dice Omar, dejando el trago al lado de Vicente. _ Ok. Gracias – contesta el muchacho. _ ¿No me vas a hablar? – pregunta Christian, consiguiendo una mirada. _ ¿De qué quieres que te hable? – consulta, tomando un sorbo de su copa. _ ¡Estás pesado! – dice Christian, mirando hacia otro lado, haciendo un gesto de cansancio. _ Na’ que ver. Estoy igual que siempre – dice Vicente, sin mirarlo. _ ¿Acompáñame al baño? – pregunta Christian. _ ¡¿Al baño?! _ Sí. _ ¿Para qué? – consulta, extrañado. _ No me gusta conversar acá – dice Christian, señalando con la mirada al montón de gente que tenían a los costados. Vicente respira y toma un sorbo de su pisco sour – Ya pues. ¿Me acompañas? _ Ya. Ok. Pero deja llevarle el trago a la Cata – Vicente toma la copa y baja junto a Christian a la pista. Busca a su amiga y le entrega el trago – Ahí está. Tómalo despacio. _ ¡Oye que te pasa! – sonríe Catalina - ¿Van a bailar? _ No. Vamos a conversar al baño. _ ¿Al baño? – pregunta Catalina, extrañada. _ Sí. De ahí nos vemos – dice Vicente, avanzando al baño junto a Christian. _ ¿Siempre se conversa en el baño? – consulta Catalina a Gabriel. _ Sí. Es que cuando hay harta gente, es como el único lugar “tranquilo” _ Ese niño rubio ¿No le hará nada malo a mi amigo? – pregunta, tomando un sorbo de pisco sour. _ Jajaja. No. No te preocupes. En el baño, del costado derecho, Vicente y Christian estaban frente a frente, este último buscando la palabra adecuada para empezar la conversación. _ ¿Qué querías conversar conmigo? – pregunta Vicente, apurando al muchacho y poniéndolo mucho más nervioso.
_ Gabriel me contó que ayer me viste – dice Christian, mirándolo a los ojos. _ Sí. Te vi. _ Me hubieses llamado. _ No tengo tu celular – dice Vicente, tomando un nuevo sorbo, y tratando de no poner mucha atención a las palabras de Christian. _ Pucha Vicente, yo sé que ahora ya no tienes una buena percepción de mi. Sé que te desilusioné y realmente me siento mal por eso – explica Christian, con un tono triste. _ Hablas como si nosotros hubiésemos tenido algo – dice Vicente, muy cortante. _ No. O sea... Nos estábamos recién conociendo...Mas encima justo se dieron las cosas, para que nos veamos más seguido. Fue una muy linda coincidencia, y no sabes cuanto me alegro por ese momento. Además te encontré tan tierno cuando me llevaste a mi casa ¿Te acuerdas cuando me torcí? – pregunta Christian, con una sonrisa. _ Sí, si me acuerdo – dice Vicente, mirando para otro lado. _ Además ayer... Dime que no fue una gran coincidencia habernos encontrado en el cementerio. O sea, es que nadie se encuentra en el cementerio – dice Christian, contándolo como una experiencia extraña. _ En todo caso. _ Fue entrete que nos hayamos conocido – dice Christian, con lo que Vicente simplemente escucha. _ ¿Por qué te subiste a ese auto? – pregunta Vicente, de repente, dejando helado al otro muchacho. Christian comienza a mirar para todos lados, como buscando alguna respuesta atinada para darle, algo que suene suave y no tan fuerte como lo era realmente. _ Porque eso es lo que hago – dice Christian, bajando la vista, llegando a sentirse humillado. _ ¿Eso es lo que haces? ¿Cómo? ¿Te subes a cualquier auto? _ Y cobro por lo que hago – dice, sin despegar la vista del suelo. _ ¡¿Cobras?! – pregunta, sin poder creerlo. Era algo que se imaginaba muy fugazmente, pero al escucharlo tan explícito, bebe hasta la última gota de su copa. _ No entiendo como en una semana, te pudiste enterar de esto. El sábado pasado fueron miradas tan inocentes y ahora... grandes confesiones – dice Christian, sin poder entender la relatividad de la vida. _ ¿Piensas seguir con eso? – consulta Vicente. _ No. Hoy estuve hablando con Gabriel, y le dije que ya no podía más... Y que... pensaba en que tú me podías ayudar... _ Ayudar a qué... ¿¡No me digas que igual te drogas!? _ ¡No! ¡Leso! Que me podías ayudar, en el sentido de que me acompañes... que estés conmigo – dice Christian, ubicando sus ojos en los de Vicente, el cual se pasa una mano por su frente. _ Tengo que conocerte mucho como para estar contigo – dice Vicente, muy serio. _ Pero tú sabes que... – Christian titubea en terminar la frase. _ Sé qué... _ Sabes que me gustas – dice Christian, retomando la fuerza para mirarlo a los ojos. _ Pero si no me conoces. ¿Cómo te voy a gustar? _ ¿Yo no te gusto? – pregunta Christian, con lo que intimida a Vicente, haciéndolo que se trague la pregunta que había hecho recién – Dime. ¿No te gusto? _ No sé. _ Entonces ¿Quién sabe? ¿La Catalina sabrá? ¿Quién lo sabe? _ No sé Christian. Ya no quiero seguir hablando – dice Vicente, dirigiéndose a la puerta. Christian lo toma del brazo y lo devuelve a su lugar. Se acerca lentamente hacia él, llegando a sentir en su pecho el corazón acelerado de Vicente, le toma el rostro suavemente y lo besa despacio. En ese momento entra Catalina y Gabriel, quedando ambos con la boca abierta al ver a sus amigos, dándose un beso. _ ¡Biiicho! – celebra Catalina, sosteniendo, ahora, un vaso de piscola. Vicente aleja a Christian, y el rojo comienza a apoderarse de su rostro – Nunca te había visto dar un beso, así como tan de cerca. _ ¡Ya Cata! – dice Vicente, sintiendo que su cara va a explotar. _ Dale un poco a esa niñita, que se nos va – dice Gabriel a Catalina, para que le de trago a Vicente. _ Gracias – dice, recibiendo el trago y tomando gran parte del vaso. Luego Christian le arrebata el vaso y se toma lo que queda. _ ¡Dios! Estas niñitas se exprimieron con ese beso – dice Gabriel riendo – Ya chicas. Las dejo... ¡Me voy a arreglar para mi show! Un gusto haber bailado contigo, mujer. _ Igualmente – sonríe Catalina. Gabriel sale del baño. _ Bueno... Yo iré a la barra – dice Catalina, sintiéndose un poco apartada. _ ¡Yo te acompaño! – dice Vicente, para luego mirar a Christian - ¿Tú no vas? _ Sí – sonríe Christian. Ambos muchachos, se habían llenado de cosquillas al sentir como sus labios se acariciaban. A pesar de que haya sido por unos segundos, los dos se habían llenado de una especie de dulzura, que se veía reflejada en la mirada de cada uno de ellos. Vicente se sentía dudoso, ya que no confiaba 100% en Christian, pero sabía que con el tiempo llegaría a hacerlo... En cambio el otro muchacho, estaba con la esperanza de que Vicente lo cobije, lo proteja... Ya estaba cansado de ser el chico vividor, que se besa cada sábado con uno diferente y que más encima, contados días a la semana se pasea por la Colón para cobrar por servicios sexuales. Christian encontraba que ya era hora de parar con el juego, era hora de darse una oportunidad para demostrarse que él también se puede enamorar de alguien.