Nep

  • August 2019
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  • Words: 6,320
  • Pages: 16
### NADIE ES PERFECTO ### 1x06 Decisiones “Previamente en Capítulos Anteriores” - Catalina encuentra una foto de ella, en la billetera de Joaquín, y lo va a enc arar. - La madre de Vicente, al ver a Christian en su casa, no tiene una buena impr esión de él. - Vicente ve a Christian subirse a un auto en la calle Colón. - Christian le confiesa a Gabriel, que realmente está interesado en Vicente. - En el baño de la disco Maganuna, Christian toma por el brazo a Vicente y l e da un beso. A un mes de aquel beso en el baño de la disco, Christian ha dejado de trabaj ar en la Calle Colón y se está dedicando 100% a sus estudios, ya que los hab ía descuidado mucho por el trabajo y por el Taller de Pintura, al cual aún s igue asistiendo. Su vida a dado un giro, y de eso él se siente completamente orgulloso. Catalina sigue con el Taller de Pintura, al cual, últimamente, sigue llegan do gente. Joaquín ha seguido asistiendo, como si nunca nada hubiese pasado. Las relaciones con la muchacha, son simplemente normales... Han existido m iradas, que dicen mucho, pero ambos prefieren mantener la distancia y el si lencio. Por otro lado, Catalina aún no olvida la foto que encontró en la bi lletera... Pero en contados momentos... parece hacerlo. Vicente ha asistido al Taller, ahora más bien, para ayudar a su amiga... En o tras palabras se ha convertido en un monitor más del Taller, al cual varias m uchachas que asisten lo tienen en la mira. Pero él... firme con sus sentimien tos... Sigue reservando un espacio para Christian, con el cual se ha seguido viendo durante este mes... Pero no han vuelto a repetir aquel suceso de la di sco... Simplemente han utilizado las semanas, los días, las horas... para con ocerse cada vez mejor. También... aparte de dedicarle horas a Christian y al Taller... Vicente ha encontrado un trabajo, cerca de su casa y en algo que a él le apasiona. Blockbuster Video. Pta. Arenas Viernes/ Abril/ 21:39 PM

Como buen viernes en la noche, en Blockbuster hay mucha gente y los pasillos están casi repletos de personas, que no tienen idea que arrendar... Registran todas las películas, sin convencerse de ninguna en especial... A los costado s, en la parte de los estrenos, está Christian y Gabriel, en la misma situaci ón que todos los que llenan el recinto. _ ¡Dios Mío! ¡Qué calor! – dice Gabriel, haciéndose aire con una revista Blo ckbuster - ¿Soy yo o es el lugar? _ Jaja. Es el lugar. Hay demasiada gente – dice Christian, dándole el paso a una señora que pasea con su pequeña hija. _ Vicente va a quedar flaquito si sigue trabajando aquí. Esta cosa parece un sauna gigante – dice Gabriel, dirigiendo su vista hacia las cajas, en las q ue se encuentra Vicente atendiendo gente – ¡Pobrecito! Tiene una cara de est resado. _ ¡Sí! ¡Pobrecito! – dice Christian, mirando al muchacho. _ Ya... No te me distraigas mucho. ¿Qué vamos a llevar? – pregunta Gabrie l, moviendo el brazo de su amigo. _ No sé... Hay hartas películas que quiero ver... pero no sé cual llevar – dic e Christian, dando una mirada preliminar a todo el lugar. _ ¡Ya pues! Date cuenta que estoy sacrificando un viernes en la Colón... O s ea... Eso merece que me hagan una celebración o algo por el estilo – dice Ga briel. _ En todo caso. Los viernes nos iba mejor que nunca – dice Christian, recor dando con una sonrisa. _ ¡Ay Amiga! ¡Te Extraño! – dice Gabriel, haciendo un puchero. _ Pero si igual nos vemos. Solamente que ahora ya no bajamos juntos por es a calle... Igual seguimos siendo amigos – dice el muchacho sonriendo. _ Sí, pero tú ya encontraste marido... Y yo... Sigo soltera – dice Gabriel, sin dejar de hacer pucheros. _ Vicente no es mi marido. _ No me digas que es tu mujer... Jaja ¡Por favor Christian! Si tú eres más pa siva que yo – dice Gabriel, soltando una carcajada, con lo que recibe un empu jón de parte de Christian, el cual se une a las risas. _ Ya busquemos que arrendar mejor. Estamos haciendo taco – dice el muchac ho, avanzando – ¡Uuuh! Kill Bill me han dicho que es buena – dice, tomand o la carátula del dvd. _ ¿Es como media sangrienta? – dice, levantando una ceja. _ Sí, bastante – dice, leyendo la parte de atrás del dvd. _ ¡Ay¡ ¡No me gusta la sangre! Me da ganas de vomitar – dice Gabriel, haci endo un gesto de asco. _ ¡Pero ya pues! – suplica Christian, mientras le mueve el brazo. _ ¡No Christian! No me gusta la sangre. Yo soy una persona pacífica... Esa

s cosas me perturban la mente – dice Gabriel, avanzando sin tomarlo en cue nta. _ ¡Ya poh! Por último te tapai los ojos cuando hayan partes sangrientas. _ Yo no voy a poner plata pa’ arrendar algo que no voy a ver – dice Gabriel , doblando por la parte de “drama”, Christian lo sigue con el dvd de Kill B ill en sus manos. De pronto Gabriel suspira y toma una película con los ojo s brillantes de expectación – ¡¡¡Arrendemos esta!!! _ No me gusta la Mariah Carey. Además esa película ya la dieron en el hbo – dice Christian, con cierto desagrado. _ Sí pero yo no tengo cable, estúpida – dice Gabriel, volviendo a internarse en la carátula de su película – Ya, yo quiero ver esta... Mira que linda se ve... El brillo de una estrella... ¡Ya pues Christian! _ ¡No! ¡Esa sí que no! Te acepto la película de la Britney pero... _ ¡Ay! ¡Todo porque a Vicente le gusta! ¡Maldita subordinada! – dice Gabrie l, dejando bruscamente la película en su lugar y avanzando hacia otro pasil lo. Unos minutos más tarde, en la caja. Vicente atiende a ambos muchachos, pero sin sacarle los ojos de encima al rubio, el cual le sonríe, sin importar las miradas que recibe por parte de la gente. _ Van a llevar – Vicente revisa las películas – Kill Bill y... Glitter, el brill o de una estrella – el muchacho aguanta su risa y busca las películas. _ ¿Y ésta de qué se ríe? – pregunta Gabriel, viendo el gesto que hizo Vicente al leer su película. Christian se traga su risa y prefiere guardar silencio. _ Son $4.400 – dice Vicente, entregando el carnet normal y el carnet de socio , a Christian. _ ¡Dios Mío! Este ni se arruga para cobrar esta estafa – dice Gabriel en voz alta, el cual recibe un seria mirada por parte del jefe de personal, que se e ncontraba a unos metros de distancia - ¿Y ese que mira? – dice en voz baja. _ Es mi jefe – dice Vicente, sin mover los labios, mientras que Christian ca ncela lo justo – Por acá les entrego las películas – dice el muchacho, incóm odo por las severas miradas del jefe, señalando una pequeña ventana ubicada a sus espaldas. Ambos muchachos salen, y reciben las películas en una bolsa. _ Kill Bill es para mañana y Glitter – sonríe, disimulando su risa – es para e l Lunes. _ No te rías de la película que arrendé – dice Gabriel, subiendo una ceja, pe ro también a punto de reírse – Es que esta cosa – se refiere a Christian – Le

gustan todas esas cosas sangrientas, a mi no... Yo soy una Lady... me espant o con esas cosas. _ Ya Gabriel vamos... Están mirando mal a Vicente – dice el muchacho, abrie ndo la puerta para salir. _ ¡Qué pesao tu jefe! – alcanza a gritar Gabriel antes de irse, con lo que Vice nte siente un calor en sus mejillas, al ver acercarse a su jefe. _ El trabajo... es trabajo – dice el jefe, con una mirada dura... al igual que el tono de voz – Si quieres hacer vida social... espera a la salida. Acá hay qu e trabajar... ¿Acaso no ves la inmensa fila que hay? Vicente, solo asiente con la cabeza, se siente avergonzado al ser retado por su jefe, delante de todos los presentes, que esperaban que los atiendan, y también por sus compañeros de trabajo. Taller de Pintura. Cerca del Centro. Pta. Arenas Lunes/ Abril/ 15:34 PM El taller estaba lleno de gente, todos escuchando el ritmo alternativo que l levaba “The Gathering” en la radio. Parecían estar en el lugar indicado para relajarse... No había mala onda con nadie, y eso permitía que cada vez la e stima vaya creciendo entre todos. Catalina, por un lado, estaba conversando con Vicente en unos sillones ubicados en el fondo. _ ¿Y cómo vas con Christian? – pregunta Catalina, con una sonrisa ansiosa. _ Nos estamos conociendo no ma’. Vamos con calma – cuenta Vicente, sin dej ar de lado la alegría que le provocaba el tener “algo” con “alguien”. _ ¡Pero llevan como un mes en eso! _ Sí, pero es preferible así. Igual voy a su casa y él va a la mía, y conver samos cada vez más – cuenta el muchacho – Pero, no nos hemos vuelto a besar. _ ¡No te creo! ¿Verdad? _ Verdad. No nos hemos besado. _ ¿¡Pero cómo te puedes aguantar!? – pregunta sin entender y recibiendo una s señas por parte de Vicente, para que baje la voz. _ No sé – responde sin, ni siquiera él, saber claramente el por qué. _ Yo de ti, me lo agarro a besos y no lo suelto como en dos días – dice Catali na, entre risas. _ Jajaja. Que más quisiera yo... Me encantaría... Yo feliz – dice Vicente, con una sonrisa. _ ¡Que bueno amigo! Sabes que me encanta verte contento. Como que me llena un montón el verte así. Estás como radiante, con buena onda, te andas riend

o a cada rato... Sinceramente, es bonito verte así – dice Catalina, envolvi endo una sonrisa para su amigo, el cual sonríe mientras la sigue escuchando – Ya era hora de que llegue alguien... Estabas como muy solito, y se nota que Christian cambió... Se nota a leguas... Y deberías sentirte orgulloso, porque con tu ayuda, él mejoró. _ ¿Tú crees? _ ¡Obvio pues Bicho! Se nota – explica Catalina. _ ¿Y tú? ¿Qué piensas hacer? _ ¿Hacer con qué? – se hace la desentendida y mira hacia otro lado, justo en ese momento, choca miradas con Joaquín, el cual se encontraba pintando. _ Con ese mismo – dice Vicente, viendo el choque de miradas y señalando a Joaquín. _ Con Joaquín no pasa nada. Nunca ha pasado nada. Además yo estoy polol eando. _ ¡Cata! Siempre haces lo mismo. Cuando estay como enredada, sacas a Pablo a la pista... Tú misma sabes que no ya no sientes nada por Pablo... y no me puedes negar que Joaquín... te pone nerviosa. _ Nada que ver. ¿Por qué dices eso? _ Porque te conozco pues Cata. Tú crees que soy weón. Si igual te cacho – d ice Vicente, con una mirada pícara. _ Pero tu sabes lo de la foto... _ Sí, si me contaste. _ Ya poh. Yo no puedo confiar en él... Yo sé que hay algo que me esconde... y te juro que eso es lo que me frena... Porque realmente... y te lo digo por que eres mi mejor amigo... Realmente hay algo que me gusta de él – dice Cata lina, mientras entrega una fugaz mirada a Joaquín – No sé que cresta es... P ero tiene algo. _ ¿Lo vas a invitar para tu cumpleaños? _ Sí. Va a pasar piola porque voy a invitar a todos los de aquí – dice ella, parándose abruptamente del sillón – Les digo ahora mejor, antes que me olvi de – Catalina avanza un poco más, quedando casi en el centro del taller - ¡C hicos! – Todos le toman atención, sobretodo Joaquín – El viernes voy a celeb rar mi cumpleaños, así es que están todos invitados... Yo más rato les voy a pasar la dirección de la casa para que nadie se pierda en el camino. _ Yo creo que todos conocen tu casa – dice Joaquín, fijando la mirada en los ojos de Catalina. _ ¿Por qué cual es? – pregunta un muchacho. _ Es una casa esquina que está casi enfrente a la Umag – explica ella. _ ¿¡Esa casona!? – se sorprende el mismo muchacho, mientras que los otros comienzan a darse cuenta de cual casa se estaba hablando – ¿De verdad vive s ahí? o la arrendaste para el cumpleaños. _ Jaja. De verdad vivo ahí – dice Catalina, un tanto incómoda.

_ ¡¡Woow!! Que genial... Siempre quise conocer esa casa – dice una chica emocionada. _ Bueno... Espero que el viernes vayan a mi cumpleaños... y no a ver la ca sa ¿Ya? – dice Catalina, con lo que varios quedan callados, sonríen y sigu en con sus pinturas. Antes que la muchacha vuelva donde su amigo, Joaquín le toma el brazo con suavidad. _ ¡Cata! ¿Yo igual estoy invitado? _ Si pues... Yo dije “están todos invitados”... no dije “están todos invitados , excepto uno” No seas leso... Obvio que estás invitado – sonríe ella. _ ¿Y tengo que llevarte un regalo? – sonríe Joaquín, sintiéndose más a gusto con la conversación. _ Obvio. Esa es la entrada. Tienes que llegar con un regalo que me guste... Porque si no me gusta te lo devuelvo – dice ella muy seria, lo cual asusta a l muchacho. _ ¿Verdad? _ Obvio. A mi cuando no me gustan los regalos, los devuelvo... No soy cínic a – dice ella, manteniendo su seriedad, pero a punto de soltar una carcajad a. _ Ok. Trataré de llevarte algo que te guste... _ No vale preguntar que me gusta... Tienes que seguir tu intuición – sonríe el la, para luego irse a sentar junto a su amigo, en el sillón del fondo. Casa de Vicente. Villa Friburgo. Pta. Arenas. 21:35 PM En la cocina, se encontraba doña Marta preparando un café, su esposo estaba acostado, solamente Vicente la estaba acompañando. La mujer tenía muchas p reguntas que hacerle a su hijo, pero había una especie de miedo que se lo i mpedía. La noche estaba tranquila, no había viento ni frío, todo esto provo caba más tranquilidad en la casa, ya que el único sonido que existía era el toque de la cuchara con la taza... Vicente, a cada instante, miraba la hor a... Sabía que en media hora más vendría Christian... y estaba tratando de decirle a su mamá sobre aquel suceso. Doña Marta se sienta frente a su hijo y comienza a tomar sorbos de su café, recién preparado. _ ¿Mamá? – consulta con miedo. _ Dime – dice, suavemente, revolviendo su café una vez más. _ Va a venir Christian – dice, bajando la mirada y esperando la respuesta neg ativa. _ ¡¿Otra vez?! No crees que ese niñito está viniendo mucho para acá... ¿No

tiene casa? – dice la mujer, cambiando su imagen tranquila, por una imagen seria y dura. _ Pucha Mamá. Pero si somos amigos. _ Ya. Está bien que sean amigos, pero no creo que se mueran si no se pueden v er un día – dice ella, sin parar de revolver su café. Se notaba el enojo que sentía. _ Pucha. _ Yo no saco decirte nada. Si te digo que no... el niñito ese, igual va a ven ir,... porque más que seguro ya le dijiste que venga – dice doña Marta, sabie ndo la respuesta - ¿No puedes estar tranquilo un día? Mira... Ahora empezaste a trabajar en eso de las películas... Me cuesta decir el nombre... _ Blockbuster. _ Eso mismo. Igual llegas cansado... y así te vas para la casa de este chico o él viene junto contigo después del trabajo... ¿No crees que ya es mucho? Descansa hijo. _ Sí mamá... No te preocupes, si yo sé hasta cuando puedo... _ ¿A qué hora va a llegar? _ A las 10. _ Supongo que estará un rato y de ahí volverá a su casa. _ No sé – dice Vicente, levantándose – Ya. Yo voy a ordenar un poco mi pie za. El muchacho se va a su pieza, dejando a su madre en la cocina. Una y otra v ez revolvía la taza de su café, como tratando de buscar en el fondo, una re spuesta a todas las preguntas que se comenzaba a formular... Sabía que una madre no podía pensar tales cosas, acerca de su hijo, pero ella simplemente necesitaba una respuesta. Doña Marta reacciona con el sonar del timbre, que traía a Christian junto con las 10 de la noche. Se levanta para abrir la puerta, cuando escucha el corre r de su hijo por el pasillo. _ ¡Yo abro mamá! – grita Vicente. La señora se queda apoyada en la puerta de la cocina, con la mirada fija en la puerta de entrada. Vicente abre la puerta, dejando entrar a Christian... Ambos muchachos se ve n muy contentos al verse. El muchacho rubio mira hacia la cocina, viendo a la madre de Vicente y se acerca a saludarla. _ Hola tía – saluda, alegre. _ Hola – responde, fríamente. _ ¿Cómo está? – pregunta Christian, sonriendo.

_ Bien, bien ¿No van a querer tomar un café? – ofrece doña Marta, tratando de olvidar las preguntas que tenía en su cabeza. _ No mamá. No te preocupes – contesta Vicente, al ver a Christian decir que no. Luego juntos se van a la pieza. La mujer, nuevamente vuelve a la cocina, se sienta, apoyando los codos en la mesa y sus manos en la frente. Con la mirada fija en su mantel, trata de pe nsar en otra cosa que no sea, en la homosexualidad de su hijo. Casa de Catalina. Villa El Bosque. Pta. Arenas 22:35 PM Entremedio de un montón de fotos, encima de su cama, se encontraba Catalina . Las miraba una por una, con algunas sonreía y con otras simplemente ocult aba un toque de nostalgia. Luego, toma una, en donde sale ella junto a Pabl o, salen los dos abrazados y con unas sonrisas muy amplias. Justo en ese mo mento suena su teléfono, el cual lo tenía al lado. Contesta, dejando la fot o con las otras. _ Alo? _ ¿Gatita? – se escucha la voz de Pablo. _ Hola – dice ella, con desgano y perdiendo la mirada en un mal gesto. _ ¿Cómo haz estado? _ Super bien – contesta Catalina, sin ninguna expresión. _ ¡Ah! ¡Que bueno!... ¿Sabes? _ Que cosa... _ Te extraño un montón. Tengo muchas ganas de verte. _ Mmm Yo igual. Si supieras las ganas que tengo de verte – dice ella suspir ando, mientras adopta una posición aburrida. _ ¿De verdad? – se escucha contento. _ Si pues. _ ¿Cómo te ha ido con las cosas del taller? _ Va todo bien. Incluso invité a todos los que van, para mi cumpleaños... Te ngo ganas de que se reviente la casa – dice ella, en un tono más relajado. _ Con tal de que no te revientes tú... – dice Pablo, en tono serio. _ Na’ que ver. Yo sé tomar – dice ella, sabiendo que no es verdad. _ ¿Oye? _ Qué – dice ella, retomando su tono de aburrida. _ Quiero verte. _ Ay pero si no se puede... y falta hasta... _ ¿Puedo subir a tu pieza? – interrumpe Pablo. _ ¡¿Ah?! – se asusta Catalina.

_ ¿Puedo subir? La muchacha se levanta, torpemente, de la cama y abre la puerta de su piez a... Poco a poco sentía su corazón como un gran bombo. _ Pablo... Tú sabes que no me gustan esas bromas – dice Catalina, caminando p or el pasillo, para llegar a la escalera. _ Si sé mi amor... Disculpa. _ ¡Maldito! Me asustaste – dice ella, mucho más aliviada... y más aún, al lle gar a la escalera y no ver a nadie en el primer piso. Vuelve a su pieza. _ ¿Qué hubieses hecho? – pregunta ansioso. _ No sé. Grito y me desmayo... y como justamente te iba a encontrar en la e scalera, lo más probable es que me hubiese caído y golpeado en la cabeza al llegar abajo... Abría llegado la ambulancia y me hubiesen llevado de urgen cia a la UCI, en la cual comenzaría mi nueva vida rodeada de tubos, máquina s y de enfermeras correctas que tratarían de hacerme sentir que lo que me p asó no fue tan grave; pero ellas, en el fondo, sabrían que no tendría vuelt a y que tendría que estar ligada a los tubos y a las máquinas por toda mi h ermosa vida... Yo creo que eso hubiese pasado – dice ella, en tono sarcástico. _ ¡Wow! _ Viste... Así es que mejor avísame con anticipación para que nos evitemos el atentado que puede ocurrir en mi vida – dice Catalina. _ Ya Gatita... Mejor dejo que duermas. _ Ok. _ ¡Te Amo Mucho! ¡Sueña conmigo! _ Si, si, si... Yo igual te amo... _ ¡¡Te Extraño!! Chauu!! Besoos!! _ Ya. Ok. Chau!! – Catalina corta el teléfono con fuerza y suspira - ¡Díos Mío! ¿Por qué pones en estas situaciones a tu sierva? – comienza a actuar m irando hacia el techo de su pieza – ¿Acaso no soy una buena oradora? ¿Acaso es por que se me ha olvidado el ángel de la guarda? ¿o simplemente es porq ue no voy a la iglesia los domingos? Por más que te pido respuestas... No h ay caso... Tu siempre tan silencioso...Pero no importa... Seguiré digna... Como buena sierva tuya que soy Dios Mío... Trataré de encontrar la luz. Catalina, se ríe por unos minutos y luego comienza a ordenar las fotos que tenía encima de la cama. Estaba dispuesta a acostarse temprano, ya que su m adre no estaba en la casa. Casa de Vicente. Villa Friburgo. Pta. Arenas 23:58 PM Vicente estaba recostado, y a su lado estaba Christian, el cual poco a poco

se corría más hacia Vicente. El muchacho se daba cuenta, pero prefería guard ar silencio y simplemente sonreír mientras miraba la televisión. _ ¿Quieres que te abrace? – consultó Vicente, buscando respuestas a los mo vimientos del muchacho, con lo que el otro se cohibió. _ ¿Ah? _ ¿Quieres que te abrace? _ No, nada que ver... Si me estaba apoyando bien no ma’ – dice Christian, s intiéndose como un niño de 13 años. Vicente sonríe, y estira su brazo, pasa ndo por detrás del cuello, lo mueve unos centímetros más cerca y siente com o Christian, apoya su cabeza en su pecho. Poco a poco Vicente comienza a ac ariciarle el pelo, con suavidad. _ ¿Vicente? – pregunta, mientras estira su mano para alcanzar el control remo to del televisor, y apagarlo. _ Dime – dice, sin dejar de hacerle cariño. _ ¿Qué somos? _ Ehm... No sé que somos... – responde Vicente. _ Porque no somos pololos... y tampoco andamos... O sea nos decimos cosas l indas y todo eso... pero no somos nada... Ahora esto no significa que te es té apurando así como para que me pidas pololeo... pero no sé... es raro – d ice Christian, con un tono calmado, mientras disfruta el sentir las manos d e Vicente en su pelo. _ Sí... Realmente es extraño... pero no sé... Sabes que igual me da miedo – cu enta Vicente, con lo que Christian se sale de esa posición y se sienta frente a él. _ ¿Qué te da miedo? _ Esto... Todo esto... El llegar a sentir cada vez más – dice Vicente, preoc upado – Me siento muy inseguro aún. _ ¿Todavía? Pero ¿Por qué? – pregunta, llegando a sentir una especie de angu stia en su interior. _ Porque... _ ¿No te doy confianza? _ No. No es eso... O sea... igual un poco. _ ¿Qué quieres que haga para que me creas? Vicente mírame... ¿Qué quiere s que haga? _ Nada. Nada... El problema es mío... – dice Vicente, prendiendo un cigarro – Tengo que confiar más no ma’... Eso es todo. _ No nos hemos dejado de juntar desde aquel día en el baño de la disco... H emos hablado un montón... Te he contado cosas que ni siquiera el Gabriel sa be... He tratado de ser lo más auténtico posible... Con cada día que fue pa sando, me fueron dando ganas de compartir y hacer un montón de cosas contig

o... Como yo en una oportunidad le dije al Gabriel... Yo nunca antes me hab ía imaginado con alguien... y cuando te fui conociendo... lo hice... Me ima giné contigo... y ahora que, en cierto modo, lo he logrado, tú no me crees nada... Realmente es muy fome – dice Christian, con cierto toque de angusti a en su voz. Todo lo que él decía, se lo dictaba su corazón, realmente quer ía compartir con Vicente sin ningún problema. _ Pucha Christian. Si no es tan así como para no creerte nada... Pero me da miedo arriesgarme... _ Vicente... Tarde o temprano te vas a tener que arriesgar... No puedes que darte con suposiciones... eso no te sirve de nada. Tienes que arriesgarte y comprobarlo por ti mismo... es la única forma de que te des cuenta... No p uedes quedarte esperando siempre... Eso ya no funciona – dice Christian, ad optando un tono de voz mucho más grave, lo cual hace parecer que dentro de él... hay alguien mayor. _ Igual tienes razón... Es eso lo que me falta... Siempre soy como tan... no sé... Lo único que tengo claro, es que contigo me he sentido muy bien... me h aces sentir querido... y eso ha sido lo mejor... _ Yo igual... Contigo me siento super bien... No tengo dramas en estar conti go... Me encanta estar contigo... Y créeme, te he respetado el tiempo para “ conocernos”... Miles de veces he estado a punto de besarte... pero prefiero mantener la magia que le das al asunto... Nunca antes me había pasado... Sie mpre las relaciones gays son como tan... rápidas, que había pensado en que l a nuestra sería así... Tampoco tenía dramas en que lo sea – sonríen ambos – Pero, me gustó este proceso... y me hizo pensar más en lo que quiero... _ ¿Y qué quieres? _ Quiero estar contigo – dice Christian, mirándolo fijamente y poniendo su m ano encima de la de él. Vicente le entrega una mirada tierna junto con una s onrisa, y dejando el cigarro en el cenicero, junta su mano con la de él. _ Yo también quiero estar contigo – dice, sin para de sonreír. _ ¿De verdad? _ Sí. De verdad... Christian se acerca a Vicente y lo besa, entregándole todas las respuestas a las dudas que este tenía, demostrándole que realmente se moría de ganas por e star con él... Vicente lo entendió todo a la perfección... y no se sintió tan cohibido como ese día en el baño de la disco... Esta vez estaba más seguro.. . y si su corazón latía rápido, era porque simplemente la alegría lo estaba l lenando. Casa de Catalina. Villa El Bosque. Pta. Arenas Viernes/ 18:35 PM

Catalina corría por toda la casa, dejando a la vista todos los preparativos para la fiesta de la noche. En la radio, sonaba a todo full, la canción “Des eos de Cosas Imposibles” de La Oreja de Van Gogh. Era un tema, que no era mu y del estilo de Catalina, pero no le molestaba escucharlo, hasta incluso en algunas partes cantaba sin darse cuenta. _ ¡¡¡Maaaamaaaaaaa!!! – grita Catalina, mientras en la mesa deja varios plat os con cosas para picar (Pichangas, papas fritas, canapés, empanadas, gallet as saladas, pequeños posillos con salsas para untar, etc). _ ¿Qué quieres? – pregunta la madre, mientras baja de la escalera. _ ¿Las bebidas? _ Están en la despensa. _ ¿Y el trago? – consulta, sin importarle. _ También – la madre de Catalina se acerca a ella – Hija, no porque hayas cumplido 22 años vas a quedar como trapo. _ ¡Ay mamá! Na’ que ver. Yo soy responsable – dice, riendo mientras arregl a la mesa. _ ¿A que hora llegarán los invitados? – consulta, sacando un canapé. _ Como a las 10... _ Mmm. No crees que es muy pronto para que pongas la mesa. _ ¡Ay no importa! ¡Estoy nerviosa! ¡Tengo que hacer algo! Si me quedo en la pieza yo cacho que voy a andar rebotando por todos lados... ¡Estoy ner viosa mamá! _ Cuando eras chiquitita, también te ponías nerviosa y te daba por llenar to dos los vasos con bebida... Llenabas como 40 vasos y tus invitados eran como 12... _ ¡Ay bueno! Desde chica era precavida – ríe Catalina junto a su madre. _ ¿Te acuerdas cuando te tomaste el vino de tu papá? – la madre de Catalina no para de reírse – Jajaja. _ ¡Ay mamá! ¡Siempre te acuerdas! – dice Catalina, aún arreglando la mesa, para que todo quede a la perfección. _ Quedaste tranquilita después... Me acuerdo que te tomaste un gran sorbo de vino... y ni siquiera lo escupiste. _ ¿Estás tratando de decir que desde chica era buena para el trago? _ Jajaja. No, Hija. Eso fue lo extraño, porque un niño siempre que toma un tr ago por accidente... lo expulsa. Pero tú no... Hiciste una mala cara, pero te tragaste todo el sorbo. Después cuando ya tenías los cachetitos rojos, te fu imos a acostar. Que manera de reírnos con tu papá ese día. El siempre decía “ ¡Esa es mi hija!”. _ Jajaja. ¿Qué edad tenía yo en ese tiempo? – consulta Catalina, muy entusi asmada. _ Más de 4 no tenías – responde la madre, aún con la risa dentro.

_ ¡Wow! Realmente era chica. Juntas se sentaron en el living, y empezaron a relatar historias de años atr ás, ambas muertas de la risa y comentando cosas que creían esfumadas. Catali na ya no se sentía tan nerviosa y su madre podía sentir que la relación con su hija, nuevamente había tomado un proceso para mejorarla, de eso ella esta ba feliz. Así pasaron las horas, hasta que llegó el primer invitado... 22:13 PM _ ¡¡Feliz Cumpleaños!! – dice Vicente, abrazando a su amiga. Christian obser vaba la situación y esperaba su turno – Ojalá te guste el regalo. _ ¡Ay Bichito! Si no me gusta me quedo callada no ma’ – dice Catalina, pro vocando risas. _ ¡Feliz Cumpleaños Cata! – saluda Christian, entregándole su regalo. _ Pasen... Tengo todo listo en la mesa, así es que coman no ma’ – dice una a celerada Catalina. _ ¡Con calma amiga! ¡Tienes que estar relajada! Este es tu día, así es que ti enes que calmarte y estar tranquilita. ¿Ya? _ Ok. Ok. Voy a respirar profundo y voy a exhalar – dice Catalina, haciendo el pequeño ejercicio, mientras los tres avanzan hacia el living - ¿No te pus ieron atao en Blockbuster? _ No. Menos mal – cuenta Vicente – ¿No ha llegado nadie más? _ No. ¡Que mal! Esto me pone nerviosa. Yo que soy fiel a la puntualidad... Me carga que me hagan esperar, y más encima en el día de mi nacimiento... No puede ser. ¡¡¡Aaaahh!!! – dice Catalina, acordándose de algo - ¿Adivin a quién va a venir? _ ¿Quién? – pregunta un dudoso Vicente. _ La Giselle. _ Nooooo. ¿Verdad? _ Sí. Me llamó. Bueno primero me contó que recién había llegado de sus vaca ciones... y que por ningún motivo se perdía mi cumpleaños, además que intuí a... que tú venías – cuenta Catalina, entre risas. _ ¡Que mal! – dice Vicente, haciendo un mal gesto. _ ¿Quién es ella? – consulta Christian a Vicente. _ Es una amiga de la Cata, que anda tras mío. _ ¡Ah! ¡Mira tú! – dice Christian, no agradándole mucho los antecedentes d e aquella muchacha. El timbre, nuevamente suena, Catalina va a abrir, encontrándose con el gran grupo del taller (cerca de 25 personas), los cuales le llevaban una torta he

cha por ellos mismos, entraron todos cantándole Cumpleaños Feliz... La mucha cha apagó las velas y recibió la torta. _ ¡Chicos se pasaron! ¡Está super linda! – dice Catalina, observando la deco ración. _ Ojalá esté rica – dice una muchacha, con lo que varios se ríen. _ ¡Pasen! Allá hay más chicos de la familia taller – dice ella, señalando a su amigo y a Christian. Va a dejar la torta a la cocina. _ ¿Y esa torta? – pregunta la madre, con una sonrisa y observando cada detal le. _ La hicieron los chicos – sonríe ella. _ ¡No te creo! _ Verdad. _ ¡Mira que lindo!... Oye hija. ¿Qué hora es? _ Como las 10 y media – dice sin tomar importancia. Por lo visto, la madre s i lo está – Yo voy con los chicos. Me guardas la torta por fa’. La madre guarda la torta en el refrigerador y justo en ese momento suena su c elular. Baja la voz para hablar y se va a la despensa. Mientras tanto en el living, nuevamente suena el timbre. Una Catalina energé tica llega abrir la puerta, llenándose inmediatamente de cosquillas al ver q uien era. _ Hola, ¡Feliz Cumpleaños! – dice Joaquín, sosteniendo un gran regalo en s us manos. _ No crees que te tomaste muy a pecho lo del regalo – dice Catalina, sorpren dida. _ Tómalo con cuidado. Es frágil, se mueve... y es pesado – dice entregándos elo. _ ¡Mi regalo está vivo! – dice Catalina, sintiendo como algo se mueve dentr o de la caja cuadrada y relativamente mediana. _ Pero ábrelo – insiste Joaquín, esperando que sea algo que le guste. La muchacha deja la caja en el piso, saca la cinta que mantenía la tapa bien puesta, y la tapa salta, dejando al descubierto un hermoso cachorro color c afé claro. Los ojos de Catalina casi desaparecen y la sonrisa no pudo ser má s amplia. Estaba feliz... lo primero que hizo fue tomarlo y abrazarlo. _ ¿Te gustó? – preguntó Joaquín, con una sonrisa. _ ¡Mucho! ¡Te pasaste! En serio... – dice ella, feliz mientras acaricia a su m ascota.

_ O sea... ¿No me lo vas a devolver? _ Nunca – dice ella, sin dejar de abrazar al perrito que no paraba de olorosar la. Ambos se disponían a pasar al living, cuando nuevamente suena el timbre. Ca talina, con su perro en brazos, va a abrir. _ ¡¡¡Feliz Cumpleaños!!! – exclama Gabriel, con un grito y con sus brazos e xtendidos. _ ¡Gracias! Pensé que no ibas a venir – dice Catalina, recibiendo un abrazo. _ Como iba a faltar a tu cumpleaños... Eres mujer, pero da lo mismo... Tenía ganas de venir... ¿Los tórtolos ya llegaron? _ Sí. Están en el living con los otros – dice Catalina, mientras cierra la puert a. _ ¿Hay mucha gente? _ Más o menos... Pero filo... _ ¿Me tengo que controlar? – pregunta Gabriel, para no ser tan eufórico. _ No. Na’ que ver. No te preocupes. Sé libre no ma’ – dice Catalina, dejando a su perrito en el suelo. _ ¡Ah que regio! ¿Oye y esa cosita café quien te la regaló? – pregunta refirié ndose al perro. _ El Joaquín – dice ella, señalándolo. _ ¡Wow! Está bueno el Joaquín – dice en voz baja. _ ¡¡Catalinaaaa!! – se escucha de la cocina, con lo que la muchacha va en se guida. _ ¿Qué pasa mamá? _ Anda arriba a buscarme la cartera, por favor. _ ¿Dónde está? – pregunta antes de ir. _ Encima de mi cama, parece. La muchacha sube a la pieza de su mamá, comienza a buscar la cartera por tod os lados, sin llegar a encontrar nada. Revisa los armarios, debajo de la cam a, los veladores... y no encuentra nada. Cuando se disponía a bajar las esca leras... En su pieza suena su celular... Hace un gesto de aburrimiento y va a contestar... Al ver en la pantalla, quien era, nuevamente hace el gesto. _ ¡¡Feliz Cumpleaños Mi Gatita!! – se escucha. _ Gracias... _ ¿Creíste que me había olvidado? _ Ehh. Sí... Me estaba preocupando – dice Catalina, sabiendo que ni siquier a se había dado cuenta de que Pablo no había llamado. _ Pucha... Ya no aguanto... _ ¿Qué cosa? _ Necesito verte.

_ ¡Ya no queda nada! ¡Ya nos vamos a ver! – dice Catalina, hablando un poc o apurada, por el motivo de que sus invitados estaban solos. _ ¿Estás con tus invitados? _ Estoy en mi pieza ahora – explica Catalina – Tengo a mis invitados solos. _ ¡Invitaste a un montón! _ Ni tanto... Son pocos, en comparación con otros años – cuenta Catalina, ab urrida. _ ¿Y ese perrito quien te lo regaló? _ ¿Perdón? – dice Catalina, llenándose de escalofríos y comenzando a senti r mucho más fuerte los latidos de su corazón - ¿Qué dijiste? ¿Aló? ¿Pablo? ¿Aló? Al segundo, unos pasos se sienten en la escalera... Catalina, con el corazón en la mano, sale de su pieza rápidamente y va a la escalera, llevándose la sorpresa más grande de toda la noche. _ ¡¡Feliz Cumpleaños Mi Gatita!! – dice Pablo, con una gran sonrisa, mient ras sube con los brazos extendidos. Catalina parece no reaccionar.

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