Modulo Unidad 1 Modalidad A 03

  • May 2020
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EMPRESAS DE EXPEDICIÓN: ANTILLAS Y MÉXICO Y CONQUISTA DEL TAHUANTINSUYO. RESISTENCIA A LA CONQUISTA ANTECEDENTES Durante la edad media los cristianos de Europa pensaban que Jerusalén era el centro del

Universo, por lo que destruyeron los hallazgos de los antiguos geógrafos. Aunque los marinos y navegantes europeos siguieron cartografiando el Mediterráneo y los mares adyacentes, fueron los chinos y los comerciantes árabes de mercancías de lujo, con sus extraordinarias habilidades cartográficas, los que hicieron la contribución más importante de su tiempo. El gran viajero veneciano del siglo XIII, Marco Polo, utilizó las rutas comerciales chinas y árabes, tanto terrestres como marítimas, en su visita al gran emperador mongol Kublai Kan, mientras que Ibn Batuta, un siglo después, utilizó barcos mercantiles para visitar la India y otros lugares del océano Índico. Zheng He, para hacer alarde del poderío del imperio chino, realizó un total de siete viajes a la mayoría de los puertos del mar de China y del océano Índico. Los viajes tuvieron lugar entre los años 1405 y 1434 y en ellos participaron un total de 317 barcos y 37.000 hombres.

ESPAÑA Y PORTUGAL En Europa, por lo general, se admite que la llamada era de los grandes descubrimientos tuvo su comienzo en el renacimiento, época en la que los estudiosos de entonces estaban redescubriendo las obras de los geógrafos griegos y latinos. El cristianismo fue ganando terreno en España, y los moros fueron expulsados de sus últimos baluartes en 1492, el mismo año en que Cristóbal Colón hizo su primer viaje al mar de las Antillas. Los conquistadores españoles y portugueses descubrieron tierras remotas. Los portugueses navegaron a lo largo de la costa atlántica africana; después de varios intentos, consiguieron bordear el cabo de Buena Esperanza cuando buscaban una ruta marítima para el comercio de especias con la

India. Cuando cuatro de las naves que capitaneaba Vasco da Gama volvieron de la India en el año 1499, la carga que traían se componía de pimienta, jenjibre, canela y clavos y valía una auténtica fortuna. Animado por tales ganancias, otro explorador, Pedro Álvares Cabral, con una flota de 13 barcos y 1.200 hombres, zarpó de Lisboa en 1500 y llegó, sin proponérselo, a las costas de Brasil, cuando en realidad se dirigía a la India. Lo mismo le pasó a Colón, que había partido rumbo al oeste, a través del Atlántico, hacia China y Japón, y acabó en Cuba. Colón fue el fundador de la primera colonia europea en América y prometió a los reyes españoles, que costeaban sus viajes, traerles fantásticas riquezas. Durante las siguientes décadas, Hernán Cortés en México, Francisco Pizarro en Perú y otros muchos conquistadores se sintieron atraídos por la esperanza de encontrar oro y plata en América. Fernando de Magallanes buscaba una ruta al Oriente cuando bordeó el extremo meridional de América del Sur, en el que fue su épico viaje de circunnavegación del mundo.

EXPLORACIONES FRANCESAS Jacques Cartier, el primero de los grandes exploradores franceses de América del Norte, murió desacreditado al volver de los tres viajes que realizó entre los años 1534 y 1542 con una carga de cuarzo en lugar de diamantes. Sin embargo, en los siguientes 80 años, sus sucesores, con la ayuda de guías indígenas, consiguieron cartografiar la mayoría de las vías navegables de la costa este de Canadá y los afluentes del río más importante de la región, el San Lorenzo. Samuel de Champlain fundó Quebec en la ribera de este río. Henry Hudson, trabajando para la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, estableció el primer puesto comercial de pieles en Manhattan, y durante su último viaje, trabajando para Inglaterra, navegó por la inmensa bahía que lleva su nombre. Le siguieron los misioneros y los comerciantes de pieles. La Compañía de la Bahía de Hudson, que se fundó en 1670, tuvo una importante rival en la Compañía del Noroeste, lo que provocó que a finales del siglo XVIII la competencia entre

ambas compañías diera lugar a numerosas exploraciones de las vías fluviales de las vastas tierras interiores de Canadá. Alexander Mackenzie navegó hasta el Ártico por el río que hoy se conoce como Mackenzie, en su honor, que es uno de los más importantes de América del Norte. Cuatro años después, en 1793, hizo la primera travesía por tierra del continente, encontrando una ruta a través de las montañas Rocosas hasta el océano Pacífico. En tierras más al sur, La Salle había descendido el río Mississippi hasta su desembocadura en el golfo de México, tomando posesión en nombre de Francia de las tierras bañadas por la cuenca del río,

en 1682, a las que llamó Luisiana. Cuando en 1803 las tierras fueron vendidas a los Estados Unidos, el presidente Thomas Jefferson envió la expedición de Lewis y Clark a explorar el nuevo territorio. Con esta expedición por tierra, que consiguió llegar al Pacífico, se abrió todo el inmenso territorio a la imaginación de la joven nación. COMERCIO EN EL NUEVO MUNDO Muy pronto, la actividad comercial generada requirió de puestos comerciales permanentes, lo que llevó a su vez a una ocupación colonial creciente. Los escasos lujos de los primeros exploradores se vieron pronto superados por la necesidad de un mayor número de productos que, para ser rentables, requerían una abundante mano de obra barata. Se trataba de productos como el azúcar, el algodón, el oro, la plata, los diamantes y las esmeraldas, que había que extraer de las minas; las perlas, que eran recolectadas por buceadores nativos; y, posteriormente, productos como el café, el cacao, el té y el tabaco. De esta forma empezó la trágica historia de la esclavitud de la mano de la colonización europea. Primero se utilizó a los indígenas de América como mano de obra. Luego, debido a las enfermedades traídas por los conquistadores que causaron una merma importante en la población aborigen, se inició el inhumano tráfico de esclavos procedentes de África a través del Atlántico. Los exploradores jugaron un papel activo en estas actividades, quienes muchas veces olvidaban el propósito colonizador y se lanzaban a la búsqueda de oro, plata, pieles o esclavos.

En el siglo XVII las cosas empezaron a cambiar y fueron motivos más nobles los que guiaron a los exploradores. Algunos de ellos se lanzaron a la aventura por el simple placer de viajar. Otros, como los misioneros, tenían como meta convertir a la fe cristiana a los pueblos que habitaban las lejanas tierras. Entre ellos destacaron el jesuita san Francisco Javier, que desarrolló su labor en Japón durante el siglo XVI; los franciscanos que en el siglo XIII llegaron a Mongolia; o Matteo Ricci, que impresionó al mismo emperador de China. Todos ellos fueron auténticos exploradores, ya que se adentraron en lugares remotos y dieron más tarde noticias de sus hallazgos.

Otros simplemente viajaron para satisfacer su curiosidad científica, como el capitán James Cook, que volvió en 1771 de realizar su primer viaje de circunnavegación en el que observó un eclipse de sol en Tahití, trazó los mapas de las dos principales islas de Nueva Zelanda y de la costa este de Australia, y trajo, además, un cargamento de desconocidas especies botánicas y zoológicas. En su segundo viaje navegó por la gran masa de hielo antártica hasta un punto tan meridional que no había sido alcanzado anteriormente por ningún otro explorador, y abrió la posibilidad de que existiera un continente habitado al sur. RESISTENCIA A LA CONQUISTA La conquista española de México comenzó en 1519 y concluyó con el asedio y la captura de Tenochtitlan en 1521 y Yucatán en 1527. Los conquistadores españoles marcharon entonces a Centroamérica, donde subyugaron a los pueblos indígenas locales. Grandes contingentes de población murieron en combate y a causa de las enfermedades que los conquistadores trajeron consigo. Muchos de los supervivientes de la conquista padecieron después la esclavitud, el trabajo forzado y la aculturación. La conquista europea puso el punto final a las civilizaciones indígenas mesoamericanas. Los españoles reemplazaron a las elites locales, el cristianismo sustituyó a las religiones nativas y

se introdujeron nuevos alimentos y animales. No obstante, muchos elementos de la cultura mesoamericana sobrevivieron y se mezclaron con las tradiciones europeas, alumbrando una nueva civilización.

El proceso de transformación de la sociedad andina a partir del asentamiento de los españoles y el establecimiento del virreinato del Perú, se interpreta como una adaptación a las formas impuestas por el modelo colonial, como medio de supervivencia, sin abandonar los elementos fundamentales de la cultura indígena. Es la fórmula que la moderna historiografía peruana denomina ‘aculturación y resistencia’. Entre las primeras noticias que recibió Pizarro sobre la existencia del Estado inca estaban las relacionadas con la muerte del emperador Huayna Cápac, y la lucha que por la sucesión mantenían sus hijos Atahualpa y Huáscar, apoyados cada uno de ellos por los diferentes grupos de poder que reflejaban el complejo sistema de relaciones de parentesco por el que se regía aquella sociedad. Los partidarios de Atahualpa habían conseguido apoderarse de la capital del Imperio, Cuzco, y apresar a Huáscar, muerto por orden de su hermano, antes de ser ejecutado él mismo por los

españoles en julio de 1533. A partir de ese momento se sucedieron los nombramientos de nuevos incas por parte de los españoles, quienes intentaron con ello utilizar el prestigio de su autoridad ante los indígenas. Pero el primero, Túpac Hualpa, fue envenenado antes de entrar en Cuzco, y el segundo, Manco Inca (Manco Cápac II), acabó levantándose contra los españoles estableciendo en Vilcabamba un reducto de enfrentamiento permanente, hasta que fue asesinado en 1544 por los seguidores de Almagro. La resistencia i ndígena

se

mantuvo

viva

tanto

en

la

elite cuzqueña de Vilcabamba (hasta

1572)

como en las numerosas acciones

que

se produjeron a lo largo de todo el periodo colonial, en las que está presente la idea mesiánica del inca, que cristalizó de forma especial en los levantamientos del siglo XVIII, protagonizados por Juan Santos (Atahualpa), en 1742, y, en 1780, por José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru). Al mismo tiempo, la incorporación de la nobleza inca a la colonia era utilizada como una legitimación,

fórmula de

que

se

expresó

incluso con la publicación de grabados en los que aparecían los reyes

de

España

como

continuadores de la dinastía inca. Las reclamaciones para que se reconociesen nobiliarios

los de

(destacadas

los

figuras

derechos curacas de

la

estructura social inca) fueron muy numerosas faltaron

las

y

entre

ellas

no

falsificaciones

de

quienes se fabricaban a la medida una ascendencia inca, que les aseguraba

una

posición

de

prestigio ante las autoridades coloniales. Cuando los nombramientos de autoridades indígenas coincidían con los esquemas andinos, la relación entre la comunidad y el curaca era fluida, ya que respondía a una idea muy precisa de la procedencia de las fuentes de poder. En el caso contrario, se producían numerosos problemas derivados de la presencia de una autoridad no aceptada por la tradición indígena. En el terreno religios o,

el

sincretismo

facilitó

el

mantenimiento

de

una

de

actitud

aceptación

del

cristianismo junto a la

pervivencia

culto

a

del las

divinidades andinas. La persecución de la idolatría, en la que jesuitas

destacaron como

el

padre Pablo José de Arriaga, no impidió que otros miembros de esta misma orden favorecieran la identificación de la Virgen María con la Pachamama inca y la superposición de símbolos cristianos a las divinidades andinas.

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