Marcas De Marie Langer

  • June 2020
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Marcas de Marie Langer Carlos Basch y Ricardo Bruno “Se ruega cerrar los ojos”. Sigmund Freud (1900a)

Puntuación Marie Langer(4) publica en los primeros números de la Rev. de psicoanálisis (1). En 1944 sale “Algunas aportaciones a la psicología de la menstruación” (12) y en 1945, “Problemas psicológicos de la lactancia” (13). La psicología ya en el título, en una época más bien de colaboración con la medicina. Incluso, plantea un desarrollo psicoanalítico a partir de Freud: “Según Freud, la relación más exenta de odio que pueda existir entre seres humanos es el amor maternal hacia el hijo varón.” Creemos que se puede extender esta afirmación también a la relación madre-hija en lo que concierne a la época que abarca el embarazo y el período de lactancia” (12, p. 213). ¿Por qué la relación con la hija, también, estaría exenta de odio? ¿Por qué durante ese período? Porque mientras esté en el vientre o mientras mame, la niña será transitoriamente como un varón lo es definitivamente. Esquemáticamente, mujer más pecho = varón más o menos pecho. Si así fuera, entonces pecho = falo. Freud había intentado articular la paranoia en la mujer con lo desmesurado de la demanda de la niña a la madre. La madre no la ha dotado de pene. Langer la atribuye, en cambio, a la representación inconsciente de haber sido dañada por la leche mala de una madre agresiva. La suya y la de Freud son versiones imaginarias de los sustitutos fálicos. Pero no dan lo mismo. Freud (1923e) había distinguido entre primacía genital y primacía del falo. Volvamos a la paranoia femenina. De las analistas mujeres Freud acepta que, en la fase más temprana, la dependencia de la niña a su madre es distinta de la del varón (1931b). La niña sale de esa fase con dos reproches

dirigidos a la madre. El primero es haberla traído al mundo como mujer o -como dice Freud- de no haberla dotado de un órgano genital completo. “Un segundo reproche, que no arranca tan atrás en el tiempo, resulta un tanto sorprendente [...]” No nos resulta sorprendente, hoy, que Freud, hablando de la niña, necesite ocuparse de los dos sexos e incluso de las “condiciones culturales”. “Un segundo reproche [... ] es el de que la madre no le ha dado a la niña suficiente leche, el de que no la amamantó bastante”. A partir de una afirmación freudiana (2), Marie Langer, sustituyendo el pene del niño por la teta de la madre, había intentado un corolario. Consideró, como hemos dicho, que también la niña vivirá un idilio con la madre... hasta el destete. ¿Un amamantamiento suficientemente bueno? ¿Corto o largo? ¿Con qué medida? Freud no está seguro: “No estoy seguro, sin embargo, de que analizando niños que han sido amamantados tan prolongadamente como los de los pueblos primitivos no nos encontraríamos también con idéntica queja [...]” Y concluye: “[ ...] tan inmensa es la voracidad de la libido infantil”. En los ejemplos clínicos que acompañan y cierran esos artículos (12-13) de los años '40, la analista, a fuer de clínica, no deja de mostrar en las complejidades de la relación de esas mujeres con sus madres, lo fallido, la inadecuación, el deseo. Como adelantamos, la representación inconsciente de haber sido dañadas por la leche mala de una madre agresiva estorba el idilio. Pero ¿cuánto hay de enfermizo y cuánto de estructural en la agresividad de la madre? ¿Lo agresivo o lo inconmesurable? Freud había tomado, de las analistas mujeres, la peculiaridad de la ligazónmadre de la niña, para decirla a su manera. En el continente negro ese explorador no se amilana y sigue pensando psicoanalíticamente. En esa ligazón persiste, ilegible, una fase prehistórica, al modo en que persiste en lo griego lo minoico-micénico. Hay un nexo particularmente íntimo entre la sexualidad femenina y la etiología de la histeria. Y la paranoia femenina (3) . Hay, para cada sexo,

una secuencia castración-Edipo específica... Freud explora, articula, pone en juego todos sus recursos. ¿Y lo inconmensurable? Freud había nombrado “complejo de castración” a una inadecuación entre el ser del hijo, varón o niña, y el deseo materno. La inadecuación es estructural en tanto uno de los términos es inescrutable. Pero no por inescrutable el deseo materno es del todo inarticulable, allí donde deja intuir su negrura. ¿Y dónde mejor que en la prehistoria femenina? La vaga prehistoria y lo real del cuerpo. Por cierto, esa anatomía no favorece la consolidación de la equivalencia fálica. Langer, en estos artículos, parece considerar posible una unidad de medida: la maternidad. Una medida tal apaciguaría la agresividad de lo inconmensurable midiendo sin resto, por vía de la ecuación imaginaria embarazo=falo y pecho=falo. Pero la imposibilidad se cuela por la ventana. Se reinstala como corte de la leche a partir de la menstruación, que opera como retorno de la diferencia entre falo y castración. En términos de Marie Langer, entre leche buena y leche mala, entre antes y después de las reglas. Del más allá de la significación fálica -esbozado por Freud como “continente negro”- habrá un atisbo en nuestra autora, gracias a la teoría kleiniana de la envidia, en este caso envidia de la niña pequeña a la madre, una vez que la sangre menstrual “ha tornado en mala leche a la leche buena de la madre cariñosa de la primera infancia”(18) . Voces “Piensa morir en Buenos Aires, junto a sus hijos varones.” F. Ulloa (17) “Vino a Buenos Aires dos meses antes, a morir junto a sus hijos varones.” Fidias Cesio (5) “no te moriste Mimí no te morirás nunca” E. Pavlovsky (16)

Esta segunda parte era la primera cuando, en diciembre de 1987, decidimos postergar la publicación. Había muerto

Marie Langer, y nos sorprendió su muerte, eso que la enfermedad anunciaba. Ulloa, Cesio, Pavlovsky, entre otros, escribieron los obituarios. Por segunda vez publicaríamos un trabajo textual sobre textos de un psicoanalista muerto. Por primera, sobre los de una mujer. ¿Qué nos detenía? Con Enrique Pichon-Rivière nos había resultado llevadera esa infidelidad que es una escritura y llegamos a un (provisorio) punto final, manera literaria de cerrar unos párpados, por queridos que sean (19). Pero ella tenía ojos celestes, ojos inolvidables. Todos los recordaban. En los “pasillos” habíamos oído hablar mucho de Marie Langer. Nos pusimos a leer su autobiografía (14), en busca, no de los hechos reales, sino de un relato. Y nos encontramos con una historia de militante por los derechos de la mujer, por los de todo humano, que leímos con ahínco, con interés, con distanciamiento. En ese clima, fuimos y volvimos a los dos textos puntuados más arriba. Por cierto, esto es tributario de una trabajo de Lacan sobre el padre, sobre los padres: el freudiano padre de la horda, padre real vivo en el inconsciente; el padre muerto de la ley simbólica. Sin embargo, la disyunción maternidad o sexo es estructural, ni evolutiva ni patológica, por más que varíe con la edad, por más que a veces dé tanto trabajo. Como pudo verlo, marcarlo, Freud en su psicología de la vida amorosa (1910h, 1912d, 1918a). Eso permaneció allí, “en souffrance”, ante los ojos de generaciones de analistas (entre ellos, los argentinos; entre ellos, la autora de Maternidad y sexo), que no atinaron a dar cuenta de lo irreductible de la disyunción en sus horizontes “integradores”. “[...] es el caso que mi vuelta a la política comienza exactamente con la muerte de mi marido en 1965” (14, p. 86). La tentación es trazar un itinerario, desde y hacia la política, con el psicoanálisis más como interregno que como eje. El psicoanálisis, en todo caso, ocupó muchos años (casi treinta) de esta vida. En ellos Marie Langer desempeñó todos los roles posibles para un analista: analizó, supervisó, enseñó, ejerció funciones directivas. En su juventud, en Austria, había intentado juntar marxismo y psicoanálisis (20)… hasta que llegó la orden de arriba.

“En Berlín Hitler ya estaba en el poder, la Gestapo aprehendió a Edith Jacobson después de seguir a uno de sus pacientes. Para proteger al psicoanálisis y a sus pacientes se reunió la plana mayor en torno a Herr Professor, como llamaban todos a Freud, y dictaminó que ningún analista podía militar en ningún partido clandestino, ni, menos aun, tratar a personas que lo estuvieran haciendo” (14, p. 55). Marie Glas entonces eligió otra lucha. Ella y Max Langer, su segundo marido, se marcharon a España, a integrarse en la causa republicana. “Leticia Buonaparte, la madre del gran Napoleón [...], durante sus embarazos acompañaba a su esposo en las guerras de liberación [...]” (12, p. 217). “Cuando tenía cuatro años (soy la menor de dos hijas y, según mi madre, debí haber sido varón) estalló la primera guerra mundial [...] y mi padre tuvo que ir al frente [...;] creo haber disimulado mi deseo de acompañarlo a la guerra [...]. Las mujeres no iban al frente” (14, p. 3). A Fidias Cesio le cuesta llegar al lugar donde se vela a Marie Glas de Langer. No encuentra rápido la dirección; se pierde (y nosotros recordamos, al leer esto, al Freud que se pierde por las callejuelas de Roma). En el velatorio, en ese momento, hay poca gente. Fernando Ulloa es de esos pocos. “Un amigo de Mimí a lo largo de los últimos años”, dice de él Cesio en el obituario (5). De sí mismo dice que fue paciente de Marie Langer entre 1948 y 1956 (21) Paciente, amigo y contertulio, “porque así eran las costumbres entonces”. Ulloa comparte con Cesio algo de sus conversaciones postreras con Marie Langer, y hasta parece acomodar su diálogo al colega de más edad, que después escribirá: “Lamenté profundamente no haber tenido la oportunidad de conversar con ella [M.L.] y contarle mis ideas acerca de la muerte...” Eduardo Pavlovsky (16) publica su obituario en Página 1 12. En prosa desbordada, sin puntos ni comas, se pregunta francamente cuál será el hijo preferido. ¿Él? ¿Hernán Kesselman? ¿Armando Bauleo? “Vieja zorra nos hizo el mismo cuento a todos.” 1

Clarín.

Diario contestario de la Argentina, propiedad de la empresa multimedios

En marzo de 1988, en Psyche, un texto de Fernando Ulloa (17) hace doblar las campanas por Mimí y reflexiona sobre la muerte. También Freud -evoca- murió con las botas puestas. En abril, en la Rev. de psicoanálisis, Cesio escribe el obituario: “El consultorio [de M.L.] tenía la ‘magia’ que dan las transferencias primordiales. El humo del cigarrillo y el olor a tabaco -era una fumadora inveterada- agregaban misterio a su presencia ‘extranjera’. En cuanto a la técnica, cumplía con el encuadre que consideramos ‘clásico’: puntual, cuatro sesiones por semana de cincuenta minutos y horarios fijos; interpretaba en pocas oportunidades” (p. 222). Como historiador del movimiento psicoanalítico de América latina (4), Cesio poco había dicho de las costumbres de entonces, que el obituario sí acentúa, y del sistema de renovación de autoridades, que Maríe Langer describe así: “Cuando en 1959 pude revalidar mi título de médica en Mendoza, adquirí mi legalidad plena junto con la posibilidad de ser presidente de la Asociación [Psicoanalítica Argentina], lo que por derecho me hubiera correspondido desde mucho antes porque los fundadores (4) nos turnábamos en la presidencia y sólo después dejamos la oportunidad a los más jóvenes. [...] Tenía que. callarme mi marxismo2; me callaba la crítica a determinado estilo de vida hipomaníaco, derrochador, exhibicionista, me callaba sobre los abusos de transferencia que hacía la gente de la APA...” (14, p. 82) Pero -si es que salimos- volvamos a la transferencia y a la necrológica escrita por Cesio a la vez como, deudo y como psicoanalista. “Magia”... “Extranjera”... “Clásico”... Él les ha puesto las comillas. Magia y misterio. Una transferencia primordial. En tanto la transferencia es por antonomasia el destino de lo primordial (pues lo primordial, sin transferencia, sería por completo inefable), poner por escrito que una transferencia es primordial es redundante pero no innecesario, si escuchamos en su resonar que algo no ha sido escrito, que hay algo cuya escritura pende. (“No te moriste Mimí no te morirás nunca” (16), “Hay restos pero está viva mi analista”) La escritura -¿se podría decir más 2

De algún modo su marxismo era callado o un marxismo sin Marx. Repetimos que en Maternidad y sexo no hay ninguna cita de Marx.

claramente?- de que algo (¿restos?) no se podrá pagar, pensar (en la economía fálica de la representación), para poder cerrar los ojos y decir está muerta mi analista y no clamar ya por su inmortalidad. Paciente, analista, historiador, ¿cómo no hablaría Cesio de herencias? “En la ‘familia' psicoanalítica, es notable la `herencia' que dejan los analistas didácticos, en particular los pioneros, sobre todo en sus analizados, aunque también es fundamental en sus supervisados y alumnos.” De una herencia “notable”, algo va notando y anotando: “[ ...] en la obra de todos nosotros es evidente la influencia de su pensamiento, en particular su preocupación dominante por los temas de la transferencia y la técnica psicoanalítica (p. 223). Su principal contribución fue la que recibimos directamente en el intenso intercambio que tuvo lugar entre nosotros y que, a nuestra vez, transmitimos a los que nos siguen” (p. 223 n.). En la versión de Cesio, la principal contribución de Marie Langer es directa, y la transferencia es mágica, misteriosa, primordial. Si los “intensos intercambios” son inefables no se transmiten sin pérdida. Tan sólo se los puede aludir. Lo que se transmite es una deuda que ninguna unidad de medida fálica puede colmar (en lo que se transmite de un escrito, en lo que se escribe de un análisis). Ni niña (más) pecho, ni niño (más o menos) pecho. Hay que correrse de las voces, del pasillo o del despacho del predilecto, para que haya transmisión, para que una deuda se acredite en lo simbólico. Resumen Este breve ensayo es el tercero de una serie dedicada a puntuar textos pioneros del psicoanálisis argentino. Los autores -que no conocieron personalmente a Maríe Langerofrecen al lector un ejercicio de lectura, una “puntuación”. Así este breve ensayo es un “informe de lectura”, género específico, distinto del comentario, la opinión, la crítica, la semblanza, y sobre todo distinto de la visión panorámica, generalizadora.

Marie Langer murió en 1987, y esta revista [la revista de la APA] publicó su obituario, escrito por Fidias Cesio. Bibliografía 1. En esa revista publicó 29 artículos, entre 1944 y 1970. 2. “El amor de la madre hacia el hijo varón es lo menos ambivalente que pedir se pueda.” 3. “Angustia de ser devorada por la madre” (1931 d). Sobre paranoia, véase: Basch, Carlos: “Mujeres freudianas”, presentado en las Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1991. 4. Cesio, Fidias: Historia 5. Cesio, Fidias: obituario de Marie Langer, Rev. de psicoanálisis, vol. XLV, 1987. 6. Freud, Sigmund (1900a) 7. Freud, Sigmund (1910h) 8. Freud, Sigmund (1912d) 9. Freud, Sigmund (1918a) 10. Freud, Sigmund (1923e) 11. Freud, Sigmund (1931b) 12. Langer, Marie: “Algunas aportaciones a la psicología de la menstruación”, Rev. de psicoanálisis, vol. II, 2, 1944. 13. Langer, Marie “Problemas psicológicos de la lactancia”, Rev. de psicoanálisis, vol. III, 2, 1945. 14. Langer, Marie: Maternidad y sexo. 15. Langer, Marie: Autobiografía. 16. Pavlovsky, Eduardo. 17. Ulloa, Francisco. 18. Con los matemas de la sexuación el “continente negro” avisorado por Freud en la sexualidad femenina se convierte en “geografía”. 19. Es cierto que aquel hombre -genio y figura- casi invitaba a la destitución del personaje, a la del Pichón de consumo masivo. ¿No ostentaba en público cánulas y esparadrapos con la misma temeridad -y acaso con la misma suerte- con que arremetía contra lo siniestro, con que provocaba, increpándola, a la castración, intuida como “víbora mechante”? 20. En Maternidad y sexo (1951) no hay ninguna cita de Marx. Véase (14, p. 82). 21. Es decir, los años fundacionales del psicoanálisis en la Argentina.

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