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NÁUTICA
Domingo, 31 de julio de 2005 / Diario de Mallorca
HISTORIA NAVAL
Historia de la Patente de Corso
y, por supuesto, a los connacionales. Los neutrales que transportaban según que tipo de mercancías a país enemigo, sí que podían ser apresados. A menudo surgían dudas sobre la legalidad de los apresamientos. Unos tribunales especiales determinaban si la presa era buena o no. En el primer caso, se procedía a la incautación, venta y reparto, según lo dicho. En caso contrario, se ponía en libertad al apresado, al que se indemnizaba por los perjuicios causados. Era muy frecuente en los cargamentos mixtos, que solo parte de las mercancías, fuesen prohibidas, incautándose de estas y
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Cambiado con la DEMO VERSION de CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). Ilustración de una goleta armada para la práctica del corso
No son pocos, los que al oír hablar del corso y los corsarios, lo asimilan a piratas, o como, si de bucaneros o filibusteros se tratara. Nada más lejos de la verdad, ya que precisamente el cometido principal de los corsarios era combatir la piratería . Otro error sería su ubicación en el tiempo, pues al hablar de corsarios parece que tuviésemos que retroceder a la época del “pirata Barbanegra“, cuando en verdad España abolió la guerra de corso por Real Decreto de 20 de Enero de 1908. En tiempos pasados, la guerra en el mar, se llevaba a cabo de dos formas diferentes:Una, la clásica, en que los diversos paises disponían de sus escuadras, constituidas por buques debidamente armados y tripulados por marinos de guerra, que actuaban según reglamentos, altamente jerarquizados y con el sueldo correspondiente. La otra, sería el corso propiamente dicho, en que el Estado, pactaba con el na-
ILUSTRACIÓN: RAMÓN SAMPOL ISERN
viero o armador, de uno o varios buques de comercio, que los armaba y contrataba una tripulación, para combatir a los buques y enemigos de la Corona. Esta institución tuvo gran auge durante los siglos XVII, XVIII y el primer tercio del siglo XIX. En España aparecieron Reales Ordenanzas para su regulación; en los años 1748, 1751, 1801 y 1805. La guerra del corso, fue habitual en nuestras islas, especialmente contra los árabes. Para llevarla a cabo era necesario solicitar un permiso al Rey, o patente y al ser concedida, se procedía a equipar el buque; según la normativa. Las armas y pertrechos debían proveerse de los almacenes y arsenales de marina. Era obligatorio depo-
sitar una fianza en metálico que se devolvía una vez transcurrido el plazo convenido y devueltas a los arsenales las armas y demás efectos prestados. En caso de naufragio o apresamiento de la embarcación, el armador quedaba libre de responsabilidad y se le devolvía el importe de la fianza . La mayor fianza ascendía a sesenta mil reales de vellón (Según Ordenanza de 1805, que obra en la biblioteca de este centro), y que con buen juicio podía rebajarse dependiendo entre otras consideraciones, del tamaño que tuviera la embarcación. En cuanto a la dotación, se contrataba un capitán, así como oficiales y marineros. De todos ellos solo una cuarta parte podían ser marinos matriculados. Durante su estancia a bordo del buque corsario, gozaban del fuero de Marina y los servicios prestados se consideraban, como servidos a la Armada. El sueldo de todo este personal se obtenía de los buques que apresaban. Un porPase a recoger el catálogo más completo, centaje de las presas era para la Real Hacienda y con precios incluidos. el resto se repartía según las diversas categoLa mejor relación calidad/precio. rías, de acuerdo con lo legislado. Totalmente gratuito Los buques apresados debían ser de naMAS DE 500 NOVEDADES ción enemiga o de sus aliados estando absolutamente prohibido ataPº Marítimo, 38 - 07014 Palma de Mallorca. Tel. 971 28 10 11 - Fax 971 28 08 88. e.mail:
[email protected] car a buques neutrales
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La patente de corso contribuyó eficazmente a combatir las flotas enemigas durante bastantes siglos
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En las aguas de las baleares se ejerció el corso de manera habitual, especialmente contra los árabes
dejando partir a la embarcación con el resto. De todo lo dicho, podemos sacar la conclusión, que la guerra de corso era para la Real Hacienda, un negocio redondo. La guerra en la mar, en los términos tradicionales, suponía una enorme inversión: arsenales, con sus astilleros, diques secos, costear la construcción de buques, pertrechos, armas, provisiones, sueldos , mantenimiento de las embarcaciones, por no citar otros. En caso de confrontación, la perdida de una flota, podía significar, el declive de un nación. Por el contrario, recurriendo al corso, la Real Hacienda, arriesgaba bien poco. Si el buque corsario era apresado o echado a pique, todas las pérdidas eran para el naviero o armador, pues hasta las armas, municiones y utensilios, habían sido pagadas por adelantado al almacén oficial. Si por fortuna el corsario conseguía realizar buenas presas, un elevado porcentaje del valor de lo requisado iba directamente a las arcas del Rey. No es de extrañar, entonces, que las naciones marítimas fueran tan reacias a suprimir, la institución del corso, reclamada desde hacia tiempo por muchos Estados, sobre todo a partir del año 1830 en que Francia conquistó Argelia, acabando con las incursiones piratas de sus navegantes. En 1856, treinta y cinco Estados firmaron en París una Declaración que ponía fin al corso, como institución legal, para acabar con toda una serie de abusos que de hecho se producían. La práctica desaparición de la piratería berberisca, la hacía innecesaria. Por otra parte, el importante predominio naval de británicos y franceses en el Mediterráneo, tras la guerra de Crimea, permitió un normal desarrollo del tráfico mercante. España estaba entre los Estados reacios a firmar la Declaración, aunque manifestó estar de acuerdo con los principios que la inspiraron, se reservó el derecho de armar buques en corso, en caso de necesidad, con el pensamiento puesto en los restos de nuestro imperio de ultramar. Tras ser derrotados por los Estados Unidos, con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y con la moral del “Desastre”, España tuvo que replantear nuevamenter su situación. Con respecto al tema que nos atañe, perdidas ya las lejanas colonias, así como las flotas que las protegían, poco protagonismo restaba ya a los corsarios, en el año ya citado de 1908, más de medio siglo después de su creación, España pasó a formar parte del grupo de paises signatarios de la Declaración de París. MANOLO RIVES Director Escuela Náutica Palma