LUPE LA LEVADURA LOQUITA
Una vez, no hace mucho, vivía una granula de levadura llamada Lupe (pero sus amigos le llamaron Lupe La Levadura Loquita, porque tenía ideas muy extrañas) que era muy especial porque era el único granulo de levadura que tenía conciencia. En realidad, sabía que pasaba en su mundo…. Y además ¡la importaba! Un buen día nació. Para un gránulo de levadura esto significa que después de un tiempo dormido, fue puesto en un ambiente lleno de agua y azúcar. En específico, un día de Marzo fue depositado en el lote #2345432fd, con muchos de sus gentes, junto con una Buena cantidad de agua, azúcar, y algo de fruta. Ahora, Lupe y su gente fueron muy felices con esta situación; tenían toda el agua que podían beber, todo el azúcar que podían comer, y todo el aire que podían respirar. Fue cómo si un dios les había dicho “Vayan al mundo y multiplíquense”. Así que lo hicieron. Cada par de horas se dividieron en dos y así se multiplicaron.... 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, etc. En un par de días la fiesta se estaba poniéndose bastante buena. Pero Lupe empezó a tener dudas... El agua ya no sabía tan buena, el aire empezaba a sentir pesada, y el azúcar empezaba a escasear. Y lo que era peor, empezaba a calentarse el ambiente debido a la cantidad de levadura bailando y multiplicando.... Y todo esto en un espacio bastante pequeño.... Bueno: Así que Lupe La Levadura Loquita invitó a sus 1,024,000 hermanos y
hermanas a su pequeño rincón (que le llamaba Kyoto o Copenhague, según su antojo) y les hablo así: “Eh, chicos; digo, nos estamos divirtiéndonos bastante y bien, pero... ¿ no creen que estamos exagerando un poco? Digo, el aire ya no es tan bueno, el agua se esta ensuciando, esta haciendo mucho calor aquí, y creo que el azúcar se esta agotando. Bueno, no se si alguna vez has escuchado a 1,024,000 gránulos de levadura carcajeándose al mismo tiempo, pero no es un sonido bonito, y Lupe La Levadura Loquita, su cara sonrojada, tuvo que esconderse un rato. Después de esta experiencia tan desagradable, trato Lupe de hablar con la gente una por una. Primero habló con un economista quien la dijo que nada se destruye ni se crea, que solo se transforman las cosas; y así lo único que importa es hacer dinero transformando las cosas en otras cosas. “Pero ¿Qué pasa si transformamos las cosas que necesitamos para vivir en cosas que nos van a matar?, preguntó Lupe. “Nosotros, los economistas, no somos responsables de esto: sólo calculamos el beneficio máximo que se puede obtener de cada recurso y dejamos que las compañías deciden cómo maximizar sus utilidades”. Luego platicó con un científico, quién la dijo que la razón científica es bastante distinta del sentido común, y que él, siendo científico, o era pagado por el gobierno, o por los abogados de las grandes corporativos, o por grupos de intereses especiales, y así podría decir la verdad en tantas formas que quería Lupe. Finalmente conversaba con un gránulo de levadura de tipo sacerdotal, quien la dijo que seguramente dios había creado este lote en donde se encontraba; y que este lote era el mejor de todos los posible lotes; y que pensar que dios no proveerá para sus criaturas sería una blasfemia. Así que la pobre Lupe La Levadura Loquita regresó a su rincón y esperaba que legaba el fin; quizás soñó en ser capturada por aliens y llevado a otro mundo donde, aún cautiva, habría todavía aire y agua y azúcar. Quizás soñó de flotar en los corrientes de aire a otro lote, donde podría empezar de nuevo; quizás soñó de la estupidez de todas las levaduras que piensen que una buena fiesta nuca se acaba. Quizás todos somos levadura.