Los Principios Divinos Guían nuestras vidas 1 Los hombres de ciencia que investigan los secretos del universo, se maravillan de la enorme cantidad de energía que hay en el cosmos. Nuestro sol, una estrella de tamaño medio, produce cada segundo una cantidad de energía comparable a la que se libera en la explosión de 100.000 bombas de hidrógeno de un megatón de potencia. El poder del Creador es ilimitado, él ha proyectado y controla todos los cuerpos celestes. Aunque su personalidad se percibe a través de las cosas creadas, su apariencia es inimaginable, y puesto que el hombre siempre ha tenido la tendencia a construirse imágenes de sus dioses, el profeta Isaías registró estas palabras que Yahúh le dirige: “’¿A quien pues me compararéis y a quien me igualaré?’ dice el Santo, ‘Levantad vuestros ojos hacia lo alto y mirad ¿Quién ha creado todas estas cosas? El Hacedor ha ordenado su multitud y las llamará a todas por nombre; por la magnitud de su poderío y de la potencia de su fuerza, ninguna de ellas ha sido olvidada”. (Isaías 40:25-26) Dios recuerda y cuida de cada una de las cosas que ha creado ¿Qué decir pues de los seres humanos, que él ha dotado de libre albedrío, de facultades morales, de lógica y de aptitudes espirituales? ¿Cuál es el modo establecido por el Creador para cuidar de ellos e indicarles el camino a seguir? 2 Dios guía a los hombres dándoles a conocer sus elevados principios, por esto escribe el profeta Miqueas: “Se te ha explicado, hombre, lo qué es el bien ¿Y que es lo que Yahúh requiere de ti, a no ser el obrar con rectitud, amar la clemencia y ser modesto al tratar con tu Dios?” (Miqueas 6:8) La modestia del hombre ante Dios es imprescindible y apropiada; él se complace muchísimo en que los hijos creados a su imagen, decidan libremente obedecerle. Por esto no quiso programar al hombre para que se sometiese ciegamente, cómo una máquina sin voluntad propia, al contrario, quiso que se sintiese libre de elegir según sus deseos y gustos, aunque igual que un buen padre, le proporcionó arquetipos o modelos a seguir, que le permitiesen obrar con conocimiento de causa y elegir lo que para él es realmente beneficioso. Jesús, que es a imagen de su Padre, dijo a sus discípulos: “Si hacéis lo que os mando, sois mis amigos, ya no os llamo siervos pues el siervo no sabe lo que hace su señor, pero yo os he llamado amigos porque todo lo que he oído de mi Padre, os lo he dado a conocer”. (Juan 15:14-15) Y verdaderamente, quienes están bajo esclavitud no tienen más remedio que obedecer en todo a su señor, en cambio, la amistad es fruto de unas cualidades que estimulan el amor, la confianza y los sentimientos recíprocos. Ahora bien, en sus palabras, Jesús vinculó la amistad con Dios y con él a la obediencia, igual que lo había hecho en otra ocasión, diciendo: “Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará, e iremos a él y haremos junto a él morada. El que no me ama, no obedece mis palabras, y la palabra que habéis escuchado no es mía si no del Padre que me ha enviado…” (Juan 14:23-24) Esto significa que la obediencia de corazón a los mandatos de Dios, nos permite demostrar que le amamos y nos da también la certeza de ser muy amados por él y por Cristo. Sin embargo ¿Cuál es la actitud que prevalece en el mundo? 3 Kungshi, kungshi fa tsai! O sea Suerte y que te favorezca la riqueza, dice el proverbio chino con el que habitualmente se felicita el primer día del nuevo año. En el mundo, la prosperidad material es de máxima importancia y cuando se tiene cómo objetivo la capacidad de enriquecerse, es posible que incluso los estudios académicos lleguen a convertirse en objeto de culto. En Japón, por ejemplo, la principal preocupación de muchos padres, es la de matricular a sus hijos en la mejor escuela y en la más prestigiosa universidad; pero también en los países occidentales hay tantísimos jóvenes que opinan que lo mejor de la vida es tener mucho dinero, y los objetivos prioritarios son para ellos la obtención de un alto nivel de ingresos y todo lo que lo hace posible. 4 Todo esto refleja en realidad, una actitud muy generalizada, por lo que podríamos preguntarnos si puede haber un acuerdo entre la búsqueda afanosa de dinero o de
bienestar material y la obediencia a los principios bíblicos. Pues bien, la respuesta está en la advertencia que Jesús dio a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno, menospreciando al otro. No podéis servir a Dios y a la riqueza”. (Mateo 6:24) 5 El rey Salomón uno de los hombres más sabios y más ricos del mundo de su tiempo, registró una observación que refleja la realidad: “Quien ama la plata no se saciará de plata ni quien ama la abundancia, de ganancia…” (Eclesiastés 5:9) El marido y la mujer que trabajan sin descanso para gozar de un nivel de vida elevado, suelen estar los dos tan ocupados, que no tienen siquiera tiempo de disfrutar de su vida en común ni de todas las cosas que obtienen, si no es presumiendo de ellas ante los demás. En contraste con esta actitud, Pablo escribía a Timoteo, que: “…la práctica de la fe y el contentarse con lo que uno tiene, es una gran riqueza, porque nosotros nada hemos traído al mundo y nada podemos llevarnos, de manera que debemos estar contentos si tenemos con que alimentarnos y con que cubrirnos… Sin duda, el amor al dinero es la raíz de toda clase de males y por esto, algunos que lo han cultivado, se han desviado de la fe y se han buscado muchos dolores”. Y le aconsejaba: “Tú, que eres amigo de Dios, huye de estas cosas y busca la justicia, la fidelidad, la fe, el amor, la perseverancia y la humildad”. (1Timoteo 6:6-11) Los principios divinos 6 ¿Qué son exactamente los ‘principios divinos’? El Diccionario Enciclopédico Espasa, define así el término ‘principio’: “Norma que rige el pensamiento o la conducta”, y el diccionario Zingarelli dice: “Idea originaria, criterio del que deriva un sistema de ideas o sobre el que se basa un razonamiento”. Pues bien, el estudio de la Biblia nos revela que nuestro Padre de los cielos nos proporciona principios, es decir, pautas o ideas básicas esenciales, en relación al enfoque de cualquier aspecto de nuestras vidas. Él hizo escribir a Salomón: “Escucha hijo mío y aferra mis dichos, y serán muchos los años de tu vida. Te he dirigido por el camino de la sabiduría, te he encaminado hacia sendas de rectitud…” (Proverbios 4:10-11) Y es que el reflexionar y actuar según los principios básicos que Yahúh provee a través de las Escrituras, no solo nos hace sabios en cuanto a nuestra vida espiritual y a nuestras decisiones, también en lo que se refiere a nuestro trato con los demás, o sea, en nuestra vida cotidiana. 7 Recordando el principio que declara la relación que deben mantener con Yahúh sus hijos, Jesús dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. (Marcos 12:30) Y cuando habló de la relación que deben mantener entre sí las personas, dijo: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así hacedles también vosotros”. (Mateo 7:12) Estos son dos principios básicos generales que implican una multitud de cosas que deben hacerse o que no deben hacerse. Por esto el apóstol Pablo escribe a los discípulos, con respecto a los varios aspectos de la vida cotidiana: “…debéis hacerlo todo para la gloria de Dios, sea que comáis, sea que bebáis o que hagáis cualquier otra cosa, y no debéis ser un motivo de tropiezo ni para los judíos ni para los griegos ni para la congregación de Dios. Así que comportaos cómo lo hago yo, que me esfuerzo en complacer a los demás en todo, sin buscar mi propia ventaja si no la de los otros, para que todos puedan alcanzar la salvación”. (1Corintios 10:31-33) Y les aconseja: “Considerémonos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes, y no nos ausentemos de las reuniones cómo acostumbran algunos. Más bien, exhortémonos unos a otros, mientras contemplamos cómo se acerca el Día”. (Hebreos 10:24-25) Las normas que Pablo expone en sus cartas, no pueden considerarse cómo normas estrictas, todas ellas son recomendaciones basados en el principio del amor y tienen cómo finalidad el común beneficio, puesto que “Dios es amor” (1Juan 4:8) y el amor es para todas sus criaturas, la base de la felicidad. Por este motivo escribe a los discípulos: “¿Porque como si vivieseis aún en el mundo, permitís que os impongan dogmas o preceptos como "No tomar, no probar, no tocar"? Todos ellos son preceptos y enseñanzas humanas destinadas a ser abolidas, que tal vez pueden presentar una
apariencia de sabiduría, de falsa humildad y de austeridad personal, dentro de una forma de religiosidad auto impuesta, pero que no son de ningún valor para combatir los deseos de los sentidos”. (Colosenses 2:21-23) Nuestras acciones y nuestros pensamientos deben basarse en principios 8 Aunque los mandatos de la Ley eran tantos, cuando a Jesús se le pidió que hiciera un compendio de la Ley entregada a Moisés, él dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandato. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandatos penden toda la Ley y los Profetas”. (Mateo 22: 37-40) Estos dos mandatos son en realidad, amplios principios, no entran en detalles pero constituyen el fundamento de todos los mandamientos o leyes puntuales, registradas en el capítulo sexto del libro de Deuteronomio. Pabló comentó estas palabras de Jesús, diciendo: “No debáis nada a ninguno, si no es el amor que os debéis unos a otros, porque el que ama a los demás ha cumplido la Ley. Los mandamientos ‘no cometerás adulterio, no asesinarás, no robarás, no codiciarás’ y todos los otros, pueden resumirse en estas palabras: ‘Debes amar a tu prójimo como a ti mismo’, y puesto que el amor no hiere al prójimo, el amor es el cumplimiento de la Ley”. (Romanos 13:8-10) 9 El comprender profundamente los principios que Dios provee, nos ayudará a aplicarlos apropiadamente en cualquier situación y circunstancia, dando muestras de haber alcanzado una madurez espiritual. Pero si no nos esforzamos en practicarlos a través de nuestras actitudes y decisiones, nuestra nueva personalidad nunca podrá crecer en la dirección justa y nuestra fe podría acabar debilitándose; porque cómo Pablo dice, permaneceríamos “cómo niños que se agitan por cualquier idea nueva, empujados de acá para allá por el viento”, y podríamos “caer en el error” de unos “hombres que procedan con falsedad y astucia…” Por tanto, nos exhorta a que: “vayamos creciendo en armonía con Cristo, el cabeza a quien todo el cuerpo se une armoniosamente para recibir la fuerza que le permite crecer y edificarse en el amor, con la ayuda de cada articulación y según la energía propia de cada uno de sus miembros”. (Efesios 4:14-16) 10 El recurrir con fidelidad a los principios bíblicos, no resulta en nuestro día a día, tan sencillo cómo el obedecer unas normas precisas y explícitas. Los seres humanos son imperfectos y por eso tienden a rehuir el esfuerzo que se necesita para reflexionar en cada circunstancia, la adecuada aplicación de principios, prefiriendo la comodidad de seguir unas normas establecidas y aceptadas por todos. De manera que cuando en la Biblia no se dice algo concreto con respecto a un problema, puede parecer más sencillo intentar que un anciano de la congregación proporcione una norma que evite el tener que profundizar en el asunto. Esto es lo que hizo el hombre que saliendo de entre una multitud que escuchaba a Jesús, le rogó: “‘Maestro, di a mi hermano que divida conmigo la herencia’”. Sin embargo, Jesús “le respondió: ‘¡Hombre! ¿Quién me ha constituido sobre vosotros juez o repartidor?’ Y dijo: ‘Vigilad y guardaos de toda codicia, porque no es en la abundancia de sus bienes donde está la vida de uno’”. (Lucas 12:13-15) Así, en lugar de amonestar públicamente al hermano codicioso o apresurarse a darle cualquier norma pertinente a su caso en particular, dio a todos los que le escuchaban un principio amplio y general, un modelo a seguir que fue útil entonces y que sigue siéndolo hoy en día. 11 Muchas personas tienden a obedecer meticulosamente leyes y normas, por miedo a multas y a castigos; sin embargo, el respeto por los principios no inspira esta actitud, porque su misma naturaleza estimula el corazón de quien los sigue. De hecho, la desobediencia a los principios de Dios no comporta el inmediato castigo de quienes los desdeñan, así se demuestra la obediencia desinteresada de quienes los siguen. Mientras va aumentando nuestro conocimiento y nuestro aprecio por Yahúh y por sus disposiciones, nuestra conciencia, o sea, nuestro sentido moral, nos ayudará a poner en práctica los principios divinos en cualquier circunstancia, incluso en las cuestiones
íntimas personales; entonces ya no buscaremos lagunas en las normas ni imitaremos a quienes tratan de comprobar hasta que punto pueden llegar, sin violar una determinada regla. Con respecto a estas cosas, Pablo escribió: “no intento establecer una justificación según mi punto de vista y basándome en la Ley, si no que basándome en la fe en Cristo, busco la justificación que proviene de Dios y que está cimentada en la fe”. (Filipenses 3:9) 12 Verdaderamente, para poder guiarse por principios, es esencial el deseo de conocer y de unir nuestro pensamiento al de Yahúh. En los salmos leemos: “Los que amáis a Yahúh, odiad el mal”, (Salmo 97:10) Pero ¿Qué es el mal? El mal son las cosas que Yahúh odia. Debemos pues amar lo que Yahúh ama y odiar lo que él odia. El deseo de imitar a nuestro Dios, nos hará mucho más fácil el vivir en armonía con sus principios, que se convertirán en una práctica habitual y nos protegerán de caer en la trampa de una adoración vacía y formal. No es lo mismo guiarnos por sus principios porque los tenemos en el corazón, que obedecer sumisamente y sin reflexionar, normas y dogmas. En armonía con esto, Jesús había dicho a los judíos: “…os digo que si no abunda más vuestra justicia que la de los escribas y fariseos, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos. Oísteis que fue dicho a los antiguos: ‘No cometerás homicidio y cualquiera que cometa un homicidio será culpable de condena’, pero yo os digo que todo el que esté encolerizado con su hermano será culpable de condena…’ Oísteis que fue dicho: ‘No cometerás adulterio’, pero yo os digo que todo el que mira a una mujer con la intención de codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón…” (Mateo 5:21-28) 13 Los escribas y los fariseos habían ido alejando de la Ley al pueblo, porque adosando numerosas normas y preceptos puntuales a cada uno de sus mandatos, habían desvirtuado y ocultado su sentido, construyendo una tradición que era para ellos más valiosa que los principios de la Ley. El incumplimiento del más insignificante detalle de sus normas, era interpretado cómo una violación de la Ley, pero en cambio, no reflexionaban ni instruían al pueblo en cuanto al profundo significado moral y espiritual de los principios que inspiraban aquellos mandatos de Dios. Por esto, cuando preguntaron a Jesús para poder acusarle, si era lícito curar a un hombre en Sábado, él les respondió con un principio, diciendo: “¿Qué hombre habrá entre vosotros, que teniendo una oveja, al caer esta dentro de un hoyo en Sábado, no le echará una mano y la sacará? ¡Cuánto más pues aventaja un hombre a una oveja! De modo que es lícito obrar bien en Sábado”, (Mateo 12:9-12) y entonces curó al hombre sin que nada pudieran decir de él. Jesús había reprendido a los guías religiosos de Israel por la superficialidad de su rectitud, diciendo: “…habéis dejado sin efecto la palabra de Dios por causa de vuestra tradición ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías respecto a vosotros, al decir: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón esta lejos, distante de mí y me adoran en vano, pues enseñan preceptos de hombres cómo doctrinas”. (Mateo 15:6-9) Y es que las normas pueden ser justas, pero su cumplimiento puede ser simplemente formal, mientras que el cumplimiento de los principios divinos se basa en el amor a Dios y al prójimo y proviene del corazón, conduciendo al hombre hacia la imagen moral que Dios le ha reservado. 14 En el llamado Sermón del Monte, Jesús se refirió a principios morales relacionados con la cólera, el matrimonio y el divorcio, las promesas y los juramentos, la venganza, el amor y el odio. En cada uno de estos casos evidenció el beneficio de seguir un principio y sus palabras sirvieron para elevar las normas morales de sus seguidores. Por ejemplo, cuando con respecto al adulterio, Jesús declaró que “todo el que mira a una mujer con la intención de codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”, impartió la enseñanza de que nunca debe perderse de vista el principio que da lugar al mandato o precepto de la Ley, porque no puede buscarse el favor de Dios a través de un formalismo moral; por esto dijo a los fariseos que condenaban el hecho de que sus discípulos hubiesen recogido en Sábado, granos de trigo para comer, mientras caminaban entre las espigas: “Si hubieseis comprendido lo que significa ‘Quiero
misericordia y no sacrificio’ no habríais condenado a los que no tienen culpa”. (Mateo 12:7, donde Jesús cita Oseas 6:6) Si seguimos los principios que las Escrituras nos muestran, nos haremos libres y responsables. Nuestras acciones no significarán la obediencia a un conjunto de reglas de comportamiento, que tampoco pretenderemos de los demás y comprenderemos los dichos de Jesús, aproximándonos a Dios a través del amor y de la fidelidad, sin preocuparnos de las manifestaciones exteriores de espiritualidad. El feliz resultado de guiarse por principios 15 Debemos tener siempre presente que los mandatos impartidos al hombre por Dios a través de sus servidores, se basan en principios fundamentales. Por ejemplo, Lucas escribe en los Hechos de los Apóstoles, que Santiago junto a todos los ancianos de la congregación de Jerusalén, dieron a las personas de las naciones que se convertían a Cristo, este mandato: “…ha parecido bien al espíritu santo y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: El abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, o sea de la sangre y de la fornicación; guardándoos de estas cosas haréis bien”. (Hechos 15:28-29) ¿Cuál es el principio que hay tras ‘estas cosas necesarias’? El amor y la fidelidad exclusiva a Dios y a nuestro cónyuge. Comprender que los mandatos bíblicos se basan en principios fundamentales facilita su obediencia, puesto que no proceden de imposiciones dogmáticas si no de instrucciones divinas que obran en nuestro beneficio. Al obedecerlas, los discípulos de Cristo no solo obtienen bendiciones espirituales, reciben también beneficios materiales, porque quien no fuma ni bebe en demasía y no hace uso de drogas, manteniendo una vida moralmente pura, favorecerá su vida familiar y disfrutará, dentro de sus circunstancias, de buena salud, permaneciendo a salvo de muchas enfermedades que podrían afectar también a sus hijos. Pero aún así, los discípulos de Cristo obedecen a Yahúh porque le aman. Esperan con confianza su justicia y su reino, e igual que los poderosos espíritus de los cielos, desde su corazón glorifican al Padre y creador de la vida, diciendo: “Tú, Yahúh, eres digno de la gloria y del poder, porque tú creaste todas las cosas, y estas existen y llegaron a existir por voluntad tuya”. (Apocalipsis 4:11) 16 Dios, que es padre de todo lo existente, desde el principio ha concedido al hombre su cuidado y su guía paternal. Por este motivo le avisó de que no era cosa beneficiosa para él, decidir subjetivamente con respecto a lo moralmente bueno y lo moralmente malo, y cuando el hombre desdeñó su guía, siguió amando a la humanidad y propició su supervivencia a través del diluvio. Más tarde eligió a un pueblo para que observase su guía y sus mandatos y aconsejo a Josué: “No apartarás de tu boca este libro de la Ley y meditarás en él día y noche para que cuides de obrar según todo lo escrito el él, puesto que entonces harás prosperar tu camino”. (Josué 1:8) Cuidó de Israel mediante jueces y profetas, hasta que llegó el momento de enviar al mundo al redentor de la vida de la humanidad, y mediante su espíritu, hizo que la buena nueva de la redención y de su Reino, se extendiese a todas las naciones. El aceptar la guía de sus principios, orienta nuestras vidas y las hace provechosas ahora y en un futuro eterno; pero no es solo esto, ya que mediante nuestro ejemplo podemos colaborar en su propósito atrayendo hacia él a otras personas y participando así en los designios del Dios, “que desea que todos los hombres sean salvados”. (1Timoteo 2:4) Consideremos pues la importancia que el honrar a Dios tiene en nuestro modo de vivir. El hecho de que nuestras decisiones estén en armonía con los principios de su guía, nos aproximará a él y a sus bendiciones, y podemos estar seguros de que “ni muerte ni vida, ni ángeles ni gobiernos, ni cosas presentes o futuras, ni poderes, ni altura o profundidad, ni ninguna otra creación, podrán separarnos del amor de Dios y de Jesús Cristo, nuestro Señor”. (Romanos 8:38-39)