Los Ojos Culpables.docx

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LOS OJOS CULPABLES

Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y se echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió: -Tienes tan bellos los ojos, que me olvido de adorar a Dios. Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado, el hombre se afligió y le dijo: -¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor. Ella respondió: -No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios. A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía: «La muchacha disminuyó su valor para ti, pero la aumentó para nosotros y te la hemos tomado». Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.

APOLOGO

El pastorcito mentiroso

Había una vez un pastorcito que estaba cuidando su rebaño en la cima de la colina. Él se encontraba muy aburrido y para divertirse se le ocurrió hacerles una broma a los aldeanos. Luego de respirar profundo, el pastorcito gritó: — ¡Lobo, lobo! Hay un lobo que persigue las ovejas. Los aldeanos llegaron corriendo para ayudar al pastorcito y ahuyentar al lobo. Pero al llegar a la cima de la colina no encontraron ningún lobo. El pastorcito se echó a reír al ver sus rostros enojados. —No grites lobo, cuando no hay ningún lobo — dijeron los aldeanos y se fueron enojados colina abajo. Luego de unas pocas horas, el pastorcito gritó nuevamente: — ¡Lobo, lobo! El lobo está persiguiendo las ovejas. Los aldeanos corrieron nuevamente a auxiliarlo, pero al ver que no había ningún lobo le dijeron al pastorcito con severidad: —No grites lobo cuando no hay ningún lobo, hazlo cuando en realidad un lobo esté persiguiendo las ovejas. Pero el pastorcito seguía revolcándose de la risa mientras veía a los aldeanos bajar la colina una vez más. Más tarde, el pastorcito vio a un lobo cerca de su rebaño. Asustado, gritó tan fuerte como pudo: --¡Lobo, lobo! El lobo persigue las ovejas. Pero los aldeanos pensaron que él estaba tratando de engañarlos de nuevo, y esta vez no acudieron en su ayuda. El pastorcito lloró inconsolablemente mientras veía al lobo huir con todas sus ovejas. Al atardecer, el pastorcito regresó a la aldea y les dijo a todos: — El lobo apareció en la colina y ha escapado con todas mis ovejas. ¿Por qué no quisieron ayudarme? Entonces los aldeanos respondieron: —Te hubiéramos ayudado, así como lo hicimos antes; pero nadie cree en un mentiroso incluso cuando dice la verdad Quiero

FABULA

Quiero Quiero que me mires Como yo te miro. quiero que pienses en mi como yo pienso quiero que tu corazón sienta lo que yo siento por ti. Bastaba Bastaba una palabra,para decirte cuanto te necesitaba. Bastaba una caricia ,para decierte cuanto te adoraba. Bastaba una sonrisa ,para decirte que mi vida se alegraba. Bastaba una lagrima ,para decirte que sin ti no soy nada. Bastaba con decir te amo ,para que nuestro amor nunca terminara Tu Tu cabello, tus ojos, tu mirada: no dejo de pensarte, entera eres mi pensamiento, desde tu ternura hasta dulzura,

entera eres mi sueño, no dejo de extrañarte y no puedo dejar de amarte POEMAS

El anciano y la muerte Un anciano cargaba leña a su espalda tras cortarla en una dura jornada de labor. Tan dura había sido, y tan largo el camino que debía realizar para llevarla que, cansado, decidió llamar a la Muerte para poder descansar. Ésta se presentó en el lugar, y observando al anciano, le preguntó que a qué se debía su llamada. Y el anciano, repuesto tras unos minutos de reposo, y algo avergonzado, contestó: – Pues para ver si pudieras ayudarme a llevar esta carga que tanto pesa. Nada más. Las ganas de vivir, le habían hecho olvidarse del cansancio, del lamento, y del dolor, a pesar de las circunstancias. Y la Muerte, le perdonó.

FABULA

El día que conocí a la francesa Florence Cassez estaba a punto de cumplir 36 años de edad, ya llevaba cuatro y medio en una cárcel de México y aún le quedaban otros 55 para ir vestida de azul. Al menos en aquella época, primavera de 2010, las instituciones penitenciarias mexicanas

disponían que las presas preventivas vistieran con ropa beis o de color café, y las condenadas, de azul. Cassez ya había sido sentenciada a 60 años de prisión por secuestrar, junto a su novio, el mexicano Israel Vallarta, a tres personas en un rancho situado al pie de la carretera México-Cuernavaca. Su detención y la consiguiente liberación de sus víctimas —al amanecer del 9 de diciembre de 2005— fueron retransmitidas en riguroso directo por uno de los informativos de mayor audiencia, el que conducía en Televisa el periodista Carlos Loret de Mola. ¿Qué podían hacer los jueces sino condenar con una pena ejemplar a quienes millones de mexicanos —hartos por la espiral de violencia que había provocado la guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón— habían visto por televisión mientras eran apresados por la Policía Federal? La respuesta a esa pregunta es Una novela criminal, premio Alfaguara de novela 2018. El escritor Jorge Volpi (México, 1968) ha recopilado de forma minuciosa datos y testimonios hasta construir lo que, a modo de advertencia al lector, el propio autor denomina como “una novela documental o novela sin ficción”. O lo que también se podía llamar “la investigación que ni los jueces ni los periodistas hicieron para desenmascarar a una policía corrupta”. Después de casi 500 páginas de viaje por el lado más oscuro de México, el lector llega a la conclusión de que todos los papeles estaban cambiados. Lo que vieron con sus propios ojos aquella mañana de diciembre era mentira. La detención de Florence Cassez y la liberación de sus supuestas víctimas no fue más que un teatro a mayor gloria de la Policía Federal y en provecho de la audiencia televisiva. Dado que las autoridades —políticos, policías y jueces— habían optado por la ficción, el novelista decidió agarrarse a los datos. Si la verdad había sido secuestrada por el poder, la literatura aceptó el reto de liberarla. Durante la presentación de su obra en Madrid, Jorge Volpi, uno de los autores más prolíficos y galardonados de la literatura mexicana, advirtió: “Si ahora nos preocupan tanto las noticias falsas, ahí estaba el germen, la primera fake news. Durante dos horas, los mexicanos vieron un montaje contra los presuntos secuestradores y contra las víctimas. El policía que llevó la investigación fue ascendido y solo un periodista fue despedido. Es inaudito”. Aquella mañana de 2010 en que Florence Cassez, vestida de azul, me invitó a un café preparado por ella misma en una galería del penal de Tepepan, no tenía demasiadas esperanzas de salir con vida de allí. A su edad de entonces, casi 36 años, le sumaba lo que le quedaba de condena por cumplir —55— y el resultado se convertía en una cadena perpetua. Por si fuera poco, un conflicto diplomático provocado por el entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy, complicó aún más las cosas. El mandatario francés visitó México con la intención de llevarse de allí a Florence Cassez a las bravas, lo que puso en pie de guerra al nacionalismo mexicano. El presidente Felipe Calderón, muy cuestionado por las dramáticas consecuencias de su guerra al narcotráfico, vio la oportunidad de rentabilizar la situación y se negó en redondo a cualquier medida de gracia. Cassez solo pedía

entonces que los jueces volvieran a examinar su caso, “pero con buena fe”. Una fe en la verdad que, en la pluma de Volpi, se convierte en un relato apasionante. El jurado del Premio Alfaguara, presidido por Fernando Savater, destaca que en Una novela criminal Jorge Volpi —“rompiendo con todas las convenciones del género”— coloca al lector y a la realidad frente a frente, sin intermediarios: “En esta historia, el narrador es tan solo el ojo que se pasea por los hechos y los ordena. Su mirada es la pregunta, aquí no hay respuestas, solo la perplejidad de lo real”. Antes de partir hacia la prisión de Tepepan para entrevistar a Cassez, su abogado de entonces, Agustín Acosta, un mexicano orgulloso de su país pero consciente de sus asignaturas pendientes, me advirtió: “México es muy luminoso, pero su lado oscuro es muy oscuro”. La novela de Volpi se compromete tanto con la verdad que cuando recurre a la conjetura o a la imaginación para llenar la ausencia de pruebas o documentos se lo advierte al lector: “Lo asiento de manera explícita para evitar que una ficción elaborada por mí pudiera ser confundida con las ficciones tramadas por las autoridades’’.

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