Nombre: Fabrice Feussi González Curso: Segundo “C” Fecha: 27/02/2019 En el siglo XVIII -el Siglo de Las Luces– aparecieron personas que, como faros, iluminaron el camino que propició más avances en todo el mundo. Algunos pensadores en Francia, como Voltaire, Diderot, D’Alembert, marcaron un antes y un después en todos los pensamientos e ideologías de Occidente. Los antiguos regímenes caían y allá donde fueras podías ver a intelectuales que luchaban por la enseñanza, por el nuevo derecho burgués, por la libertad de expresión. Fue el siglo de la Revolución Francesa y del gobierno del terror en Francia. Fue una época de cambios a pasos agigantados, posiblemente demasiado rápidos para que todos lo entendiesen. Algunas grandes obras de este siglo cayeron derruidas por la prisa excesiva de los ilustrados o por el conservadurismo rancio y maligno del resto de la sociedad, pero lo que ahí pasó no podrá desaparecer jamás, la gente despertó y empezó a pensar. En España la Ilustración llegó de forma más tímida que en Francia. En un país gobernado por una nobleza y un clero que deseaban perpetuarse con las normas y privilegios del Antiguo Régimen, para así mantenerse como caudillos despóticos de un pueblo, habría sido casi imposible una revolución como la francesa, por lo que los ilustrados fueron más reformistas que revolucionarios. Algunos católicos, otros ateos, pero todos tenían algo en común: querían una España mejor. En España los ilustrados coincidieron con la llegada de los Borbones al trono. La influencia de los ilustrados franceses llegó con el nuevo rey como un soplo de aire fresco. La corte barroca de los Austrias era ya una corte anticuada que tan solo recordaba los viejos tiempos de poderío hispano, sin querer ver como poco a poco su imperio se había convertido en un reino a la cabeza de la mediocridad europea, viviendo del recuerdo. Los Borbones supusieron un borrón y cuenta nueva. Carlos III fue el rey que más fervorosamente defendió ese movimiento. Por primera vez el poder y los ilustrados lucharon juntos por la modernidad. Los ilustrados rechazaban el arte por el arte y creían que la pluma debía ser la espada de la cultura para aplastar la ignorancia. Era por tanto un movimiento realista que rechazaba la poesía pues la consideraba poco útil pero que dio a los ensayos una gran importancia. Un ilustrado en especial importante fue Gaspar Melchor de Jovellanos, (1744-1811) que trabajó para el gobierno escribiendo ensayos donde explicaba su visión sobre educación, agricultura, etc. En ellos se defendían ideas, que aún en la actualidad no han sido llevadas a cabo, donde se ven su situación de avanzado. Sufrió la cárcel por esas ideas tan progresistas pero al ser liberado aún seguía amando a su país y lucho por él contra el francés.
Otro escritor igual de importante fue el famoso dramaturgo Leandro Fernández de Moratín(1760-1828). Viajó por Europa y ahí se perfiló su ideología de intelectual. Sus obras, con un tono humorístico, hacen también una dura crítica a esa España tan poco avanzada. Aunque tan patriota con su amigo Jovellanos, al que conoció cuando ambos trabajaban para el gobierno en su intento de modernizar el país, su respuesta a la invasión fue diferente y ayudó al francés creyendo que los Bonaparte traían la modernización que tanto necesitaba España. Al acabar la guerra fue tratado como un traidor y tuvo que huir para finalmente morir en el exilio. Y es que la guerra del francés dividió a los ilustrados y les debilitó. Todos dejaron sus pinceles para coger las armas en una guerra en la que murieron muchos y todos creyendo que hacían lo mejor para España. La suerte de los ilustrados españoles no había acabado de empeorar pues Fernando VII el deseado emprendió una guerra contra el liberalismo. Así fue como entre la guerra del francés y el gobierno de Fernando VII la Ilustración en España fue escasa pero siempre podremos soñar con lo que habrían hecho esos grandes personajes si hubiesen tenido algo más de suerte. Tampoco podemos creer que sus obras fueron perfectas y no deben ser corregidas pues su idea, por ejemplo, de una educación clasista y por sexos puede no convencer a los ilustrados actuales. Eran ilustrados, pero de su tiempo. Lo único que queda por hacer es imitarles en su voluntad de crear un mundo mejor, de hacerse preguntas, de negar lo establecido sin fundamento racional y recordar las palabras de Jovellanos cuando dijo que “el saber era la puerta de la felicidad”.