Ramón está muy preocupado por lo que “le está pasando”. El caso es que, en los últimos cinco años, un par de veces se ha dado el caso de haber sonado el teléfono y, al cogerlo él... “le han colgado”. En ambas ocasiones, a los pocos días de la llamada, había un sujeto leyendo el periódico, en la acera frente a su casa. No era la misma persona, pero el periódico era el mismo. Examinó durante unos días otros posibles indicios y halló, a ver qué opina usted de esto, un cabello en el sofá que era demasiado corto para ser de su esposa, demasiado largo para ser suyo y demasiado claro para ser un pelo del perro. Le ha lanzado a su esposa indirectas, pero ella “se hace la tonta”. Últimamente, su mujer está yendo mucho al médico. Siempre al mismo. Eso da mucho que pensar. Aunque su esposa tiene 65 años y el médico aparenta unos 30, Ramón ha leído en internet que existe un trastorno sexual que se llama gerontofilia y en caso de que el médico lo padeciera, ya se podría ir atando cabos de todo lo que se estarán llevando entre manos.