Lo Finito Y Lo Infinito Del Arte

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ARTICULO LO FINITO Y LO INFINITO DEL ARTE

por Martín Soria

Convivimos en un ambiente heterogéneo, donde las superficies multiformes, cóncavas, convexas y planas, coexisten en correlatividad dentro del amplio círculo de longitudes, áreas y volúmenes, que determinan un espacio y lugar, donde sus pesos, densidades y colores, se ofrecen a la experiencia de realidad. Y cuya materialidad, depende de las fuerzas gravitatorias que lo circundan. Un universo de consecuencias múltiples, cuya realidad, es evidentemente determinada por la correspondencia, recognición y correlatividad establecida, con el propósito de la creación de cada objeto específico. ¿Qué es finito y qué es infinito en la creación artística? La correlatividad, reconocimiento y correspondencia, entre una causa originaria y su correspondiente consecuencia, no es más que una ligazón, o enlace entre dos postulados. Un postulado de contenido a priori y un postulado formal a posteriori. ¿Cuál de estos dos postulados es finito y cual es infinito? Lógicamente el postulado a priori, no es aún más que postulado pretendido. Sin embargo, el postulado a posteriori es ya un hecho realizado. ¿Se puede definir lo -no realizado- como finito o infinito? ¿Cómo determinar si es finito o infinito, algo que es supuesto postulado, o concepción de proyecto? Lógicamente dentro de la evaluación del supuesto postulado, existe un elemento importante a tener en cuenta, se trata del propósito intencional. Propósito es ya una realidad o pretensión, podemos evaluarla como necesidad y necesidad es una realidad afirmativa. Pero, como realidad proposicional, únicamente existe en el ingrediente “a priori” del postulado. Proyecto a proyectar. Aún no es realidad objetiva, pero, forma parte de la realidad subjetiva, por lo tanto, no existen elementos determinantes, como para poder calificarlo de finito o infinito. Sencillamente se trata de una realidad subjetiva. Subjetivo es algo relativo a lo interior, y por lo tanto, es una realidad imprecisa para los sentidos exteriores,

sencillamente porque los cinco sentidos físicos, no contienen la capacidad de reconocer objetos en una dimensión subjetiva interna, o espiritual. Los sentidos físicos determinan en rigor aspectos concretos, formas, tamaños, colores, temperaturas, gustos, texturas, etc. Pero no tienen la capacidad de determinar postulados propositivos, porque no pueden ser apreciados por la dimensión física, a la cual aún no pertenecen. Bajo este punto de vista, lo relativamente finito, cabría de suponerse, entre las dimensiones de una realidad finita. Y lo infinito, únicamente tendría razón de ser, en una dimensión infinita. Pensad en una realidad artística intangible, en absoluto silencio, insípida, inodora, e invisible. ¿Podéis reconocer algún objeto con esas condiciones? Sin duda que nos cuesta un poco. Nos cuesta reconocerlo, porque no hemos tenido la experiencia que nos lo acredite. A pesar de eso, todos sabemos que esa realidad existe. Y ¿porqué? Porque esa, es la realidad de nuestra conciencia. La conciencia no se ve, ni emite ruido alguno, ni huele, ni tiene gusto a nada, ni se puede tocar. La conciencia pertenece a otra dimensión, la dimensión infinita, la dimensión eterna, que ha de transformarse en incambiable y absoluta, para establecerse como libre, autónoma y responsable. Por supuesto que existen también elementos físicos que reúnen las características de ser imperceptibles por los sentidos físicos del hombre, como por ejemplo las radiaciones alfa. Pero que sólo las percibimos con la ayuda de instrumentos específicos. Pero la capacidad emocional, intelectual y volitiva, pertenece al mundo apriorístico, y por lo tanto existen en una dimensión no física. Todos y cada uno de nosotros tenemos una dimensión infinita. Los límites de la conciencia no existen. No existe el límite de la emoción, ni del intelecto ni de la voluntad. Ni la muerte puede limitarlos, porque son fuerzas y la energía ni se crea ni se destruye. La energía transforma la materia, pero no puede transformar la intencionalidad y significado del acto, porque ambos pertenecen al mundo subjetivo de la dimensión infinita. Hablemos de la dimensión infinita. ¿Qué es infinito? Infinito es algo sin fin. ¿Existen realidades sin fin? El tiempo es una realidad sin fin, el momento termina, pero el tiempo no. Hasta donde conocemos, el espacio es también una realidad sin fin, el lugar se termina, pero el espacio no. Si el tiempo y el espacio son evidentemente infinitos es lógico pensar que los atributos que dan forma al tiempo y al espacio, también han de ser infinitos, me refiero al postulado causal y consecuencia, causa y efecto, o propósito y resultado. Tiempo es la distancia entre una causa y su efecto, y espacio es la diferencia entre un sujeto y un objeto. De ser tiempo, la ligazón o enlace entre los dos postulados de causa y efecto, y de sujeto y objeto, lógicamente la dualidad de causa y efecto debe ser también infinita. ¿En qué sentido? En el sentido de realidad existencial. No habría tiempo, ni espacio, sin causa y efecto y sin sujeto objeto. Pero todos sabemos que los objetos se terminan y son finitos. Tal vez, los objetos sean finitos, pero la relación sujeto objeto no puede terminarse, porque eso significaría la nulidad del todo. Tampoco podría terminarse la dualidad de causa y efecto porque eso supondría la nulidad del siempre. Sin el todo, y sin el siempre no hay existencia infinita posible. Estamos afirmando con este postulado que a pesar de que las obras de arte

tengan una duración momentánea en tiempo y una posición limitada en espacio, la realidad propositiva y su consecuencia, no terminarán por esa razón. La necesidad creativa no puede terminarse, porque no participa de la realidad temporoespacial. Siempre y cuando exista tiempo, va a existir la necesidad de crear y siempre y cuando exista espacio, van a realizarse las intenciones propositivas, independientemente de la temporalidad y límites que cada objeto realizado contenga. Hablemos ahora de la dimensión finita. Cada objeto y cada sujeto, así como cada causa y cada efecto, contienen una realidad finita y una realidad infinita. La realidad infinita tiene que ver, con la ligazón o pertenencia a la dualidad original temporoespacial, mientras que la realidad finita, tiene relación con el momento y lugar donde se encuentra. En el momento de su realidad, tanto el sujeto como el objeto, así como la causa o el efecto, ocupan una posición en un espacio específico y realizan dicha posición durante un tiempo determinado. Esta realidad es finita. Finita en espacio y finita en tiempo. En el caso del artista, también existe la dualidad de finito e infinito. El artista es finito en cuanto a su realidad individual en un momento y lugar. Pero es infinito, en cuanto a su relación correlativa con el propósito de la especie humana. El artista que se realiza y completa como persona, que adquiere el grado de libertad maduro, porque sabe optar por la alternativa válida, autónomo (auto= si mismo, nomo= ley. Uno con la ley) y responsable, que cumple siempre completamente con lo que debe, adquiere una conciencia de valor universal y por lo tanto infinita. Cuando se obra, se piensa o se realiza en cohesión con los principios de la creación, el artista adquiere el sentido de humanidad, y por lo tanto, es infinito en sus opciones, puesto que las alternativas son siempre y para todo válidas. Pero cuando el artista obra, piensa o realiza de manera personal, y separado de los principios de la creación, su obra, pensamiento o realización, adquieren un carácter finito, puesto que su opción se limita a alternativas que son sólo ahora y para él válidas. Por lo tanto, en este caso, el creativo relega el sentido de humanidad y lo suplanta por el ego. El egoísta, encerrado en el perímetro del tiempo y del espacio, determinado por el radio de su escasa apreciación y percepción propia, no puede decir que tiene el sentido de libertad maduro, puesto que su libertad se reduce al límite de sus dominios. El artista con sentido de humanidad, prioriza el beneficio del todo y siempre, con lo que obtiene una apertura ilimitada de proyecciones infinitas. El todo es ilimitado y el siempre es inalcanzable, por lo mismo su libertad está garantizada por la dimensión del todo y siempre válido. Lo finito o infinito, depende de la ligazón o enlace con los atributos originales y absolutos de la creación. Todo hombre será infinito en cuanto se enlace con el sentido original de humanidad, y será finito en tanto se aleje del mismo. El valor del amor, de la verdad y de la bondad, existen por sobre lo finito del

momento o del lugar. La circunstancia, o la situación quedan dentro de lo finito, pero el valor producto de ellas, o gestado en ellas, permanece siempre. La experiencia del amor que tuviste hace años, queda contigo para siempre, a pesar de olvidar las circunstancias. ¿Cuándo se acaba el amor por tus hijos, o el amor por tus padres? Si la experiencia de valor no se termina, es porque la conciencia que los posee, tampoco se termina. ¿Qué sentido tendría el hecho de madurar la conciencia, para terminar en el momento de su maduración? ¿Se acaba acaso el fruto cuando está maduro? No, es en ese momento cuando puede ser sembrado, comido utilizado, etc. Cuando maduran las cosas, cumplen con el propósito para el cual fueron hechas. ¿Algún artista destroza su trabajo cuando logra su perfección en él? ¿Porqué razón debería terminarse la conciencia humana cuando acaba de madurar? El arte adquiere su valor después de ser completo y maduro, es más, su valor aumenta en la medida que satisface, posteriormente a su realización, por la suma de experiencias apreciativas que acumula en él. La conciencia proporciona la experiencia de valor, al propósito originario que lo creó. Y recién, establece la correlatividad, correspondencia y parecido con el propósito originario en el momento de su plena madurez, lo que implica que el artista, ha de haber experimentado el desarrollo completo de su crecimiento, multiplicación y dominio, para estar en calidad de apreciar al objeto creado, con una conciencia madura. Se podría augurar que a los “ochenta años de edad, viviendo una vida centrada en el cumplimiento de los principios universales de la creación”, el hombre y la mujer, se encontrarían en el periodo de madurez emocional, intelectual y conductual suficiente, como para iniciar el proceso de ligazón con lo absoluto, con el todo y siempre válido. Lo que transforma a la conciencia del ser, en eterna, o infinita. Es posible que el arte y el artista enfocados en esa dirección, alcancen en su desarrollo, la realización del propósito que los valida. Martín Soria [email protected] www.martinsoria.cl comparte este artículo con tu mejor amigo, te lo agradecerá

Proyecto Mural para la Iglesia del Colegio Tabancura En ocasiones dejamos a un lado posibilidades que muy bien podrían realizarse, por ignorar los medios de producción, o las personas capaces de llevarlo a cabo. Hemos visto templos despojados de imágenes y desprovistos de aquellos elementos visuales, tan importantes en el desarrollo devocional del creyente. El artista ha sido a lo largo de la historia co-participe de la devoción. No se conserva ningún retrato fidedigno ni de Confucio, ni de Buda ni de Jesús, pero todos los asociamos a

la imagen creada por algún artista. Esta es la labor que realizaron Andrés Baldwin y Martín Soria en la construcción de un mural, sobre la Natividad de Jesús. Al ilustrar situaciones o escenas sin un referente temporoespacial fidedigno, el artista no tiene otra alternativa que idealizar la personificación de sus protagonistas. Por esta razón, los referentes de esta obra, no tienen ninguna pretensión de ser, o no ser, los personajes reales, que por otro lado todos ignoramos. La intención fue, la de crear una imagen mediática entre el creyente y su objeto de fe. El inicio de un proyecto compartido, conlleva enfrentar el reto de un amplio cúmulo de factores que deben ser equilibrados, y este trabajo no siempre es fácil. En ocasiones, para mantener el equilibrio de las diferencias que surgen en función de un determinado criterio, o apetencia personal, es necesario sacrificar alternativas que pudieran también ser válidas, pero la moderación, permite la continuidad, y ese, definitivamente fue el enfoque central de estos dos artistas. Llegar hasta el final para dignificar nuestro esfuerzo. En determinados momentos históricos, se despiertan las preocupaciones convencionales y se enaltece la glorificación del trabajo por su propio ejercicio creativo. Los focos explicativos de este nuevo despertar, generalmente se encienden, como producto de “grandes apagones sociales” o vacíos de valor. ¡Necesidad obliga!. Necesidad inmortal que germina otra inmortal necesidad. Este ciclo histórico, serpentea sus coletazos, en el ámbito sociocultural al cual se asocia el arte de la plástica. El momento invita a renacer, a meditar sobre las razones que fomentan el “apagón”, y a evitarlas, en pro del fuego de un nuevo amanecer axiomático y globalitario. El Proyecto del Mural para la Iglesia del Colegio Tabancura, se inició de una manera paradójica. Al ofrecer el presupuesto de Martín Soria, se le comentó que también estaba postulando al mismo, su amigo Andrés Baldwin, a lo que Martín respondió que no quería entrar a competir con un amigo, por el riesgo de crear una situación difícil de abordar y que derivara en la ruptura de la amistad, por lo tanto prefería no concursar en el proyecto. Pero se propuso la idea de realizarlo juntos y conversaron los dos. La idea les pareció estupenda, porque ambos podían complementarse. E iniciaron el proceso, con la elaboración de bocetos. La elaboración de los bocetos, tomó su tiempo. Cada uno desarrolló una proposición desde distintos puntos de vista. Por un lado, se pensó en hacer algo inserto dentro del planteamiento de una estructura de proporciones áureas, pero la rigidez del planteamiento le restaba libertad a las imágenes. A Andrés Baldwin, se le ocurrió aproximarse a la escena, como para participar de ella y realizó un boceto a primer plano. A Martín Soria, le interesaba la escena panorámica de la Natividad, con una iluminación teatral, dramática y encendida, como llama que surge para prender, como dijo Jesús ¡Y qué he de querer sino que arda!. La suma de estas dos intenciones fue decantando la ordenación actual de las imágenes. Una vez aprobado el boceto, se inició el proceso de la construcción del soporte. Las dimensiones del cuadro (8 metros de largo por 2 mtrs de alto) obligaban a encontrar un lugar donde trabajarlo. En un momento, se pensó que podrían repartirse el trabajo entre los dos, en sus respectivos talleres. Cada uno haría una porción en su propio taller y después se intercambiarían para visualizarlo en su totalidad, pero esta idea no fructificó, y decidieron

construir un espacio en el taller de Martín Soria, que pudiera soportar las dimensiones de este cuadro. La importancia del trabajo obligaba a preparar un soporte con una preparación duradera, para lo que utilizaron un soporte de madera sobre un bastidor de roble. Sobre este soporte se adosó el lino con engrudo de centeno y se preparó una base, a la media creta, que absorbiese el óleo con facilidad. Se evitó fijar la tela con clavos o corchetes de metal, para evitar su posterior oxidación, lo que destruiría la tela en sus proximidades, en un corto plazo de tiempo. Para evitar esto, se entarugó la tela con húmedos tapones de madera. El fondo se preparó al bolo tradicional y siguiendo una receta de Pedro Pablo Rubens, lo que les permitió ordenar cromáticamente el cuadro desde sus inicios. El traspaso del boceto desencadenó nuevos problemas estructurales. La composición debía ajustarse a los paneles, puesto que el trabajo se instalaría en un espacio semicircular. Algunas imágenes se aproximaban demasiado al borde del panel, por lo que debieron reestructurar de nuevo la composición entera. Algunas cosas que en el boceto se veían bien, al ampliarlo ganaban demasiado predominio, por lo que debieron sustituirlas, o redibujarlas. Tanto Andrés como Martín, pusieron sus habilidades y conocimientos al servicio del mural, y no tardaron mucho en ajustar sus diferencias. Ambos tienen mucha experiencia docente, llevan años educando a jóvenes promesas, han trabajado como profesionales desde que se iniciaron en el arte, y han formado un criterio académico muy sólido. Formar escuela no es tarea fácil, requiere de condiciones poco comunes y de sacrificios que no todos están dispuestos a sumir. Estas condiciones, quizá sirvieron para que estos grandes de la pintura pudieran equilibrar sus diferencias y demostrar que juntos también se pueden proponer soluciones. Para actualizar el tema y hacerlo más participativo dentro del ambiente escolar, se insertaron elementos locales como el paisaje chileno, los personajes y niños actuales, entre los que sobresale la imagen de San José María Escrivá de Balaguer. Se pretendió una ambientación nocturna porque invita a la meditación, a la reflexión, y al encuentro en la celebración del logro de cada día. El candor de los colores cálidos recoge la atención del observante y le sumerge en el hallazgo inspirado, de sentimientos y pensamientos profundos. Recordemos que el propósito del cuadro, es el de inspirar al re ligio, inspirar a la unión entre -padre e hijo- en sus dualidades masculinas y femeninas, mediante la unión matrimonial. La finalidad de la imagen es la de consolidar a la familia entorno al ejemplo sagrado de unidad familiar cristiana. Andrés Baldwin y Martín Soria, realizaron un trabajo excelente en el mural de la iglesia del Colegio Tabancura, Esperemos que esto despierte el ánimo de otras iglesias y que imiten la idea de decorar sus recintos con murales y trabajos de calidad y buen gusto. [email protected]

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