NUESTRA VIDA OCULTA CON CRISTO EN DIOS EN EL CORAZON DEL COSMOS DESDE LA LITURGIA DE LAS HORAS
Introducción El tema propuesto para este capítulo vicarial dice de manera esencial nuestra identidad como contemplativas. Sí, estamos convencidas de que nuestra vida oculta con Cristo en Dios nos sitúa en el corazón del cosmos. En efecto, el misterio pascual nos introduce en el corazón mismo de la persona y la obra de Jesús. Somos invitadas por Él a seguirle y a poner de relieve en la Iglesia, por un lado su actitud orante de relación con el Padre y por otro a dejarnos introducir por ÉL, con Él, y en Él en su rol "cósmico". El Hijo se abre al mundo por su Encarnación, toma sobre si todo lo creado y llega a ser, por su Resurrección, el corazón del mundo, el corazón del cosmos. Es en el latido de este corazón central, donde Él nos congrega cada día como comunidad, para su alabanza. Entre millones de Galaxias y billones de estrellas, algunas mayores que el Sol, quienes creemos, vemos la tierra como "planeta privilegiado", escenario maravilloso de la Alianza, espacio escogido para la Encarnación de Dios. La oración litúrgica nos abre a ese espacio central desde el que podemos abrazar el cosmos entero. La liturgia que cada día celebramos es una auténtica celebración cósmica que abraza el cielo y la tierra. Liturgia de las Horas "La dimensión cósmica es esencial en la liturgia cristiana" nos dice Ratzinger en su libro: El espíritu de la Liturgia. El cosmos mismo celebra a Dios. Cada criatura canta la gloria de Dios por su ser profundo y por el hecho de existir. Cuando para nosotras la Liturgia de las Horas se convierte en verdadera oración personal, entonces se manifiesta mejor los lazos que unen la liturgia con toda la vida. Nuestra vida entera a través de cada una de las horas del día, y de la noche, constituye una "leitourgia". En ella, unidas a Cristo, nos ofrecemos en servicio de amor a Dios y a los hombres en el corazón del cosmos. Para que la celebración de la Liturgia de las Horas sea reflejo de la belleza de Dios, expresión de su Misterio de Amor, aceptable a los ojos de Dios, ha de desplegarse más allá de la propia celebración, en lo concreto de la vida cotidiana desde actitudes evangélicas. Este culto en Cristo, nos lleva a vivir lo que oramos y cantamos cada día y se hace exigencia de amor fraterno: " amaos los unos a los otros como yo os he amado"(Jn 13,34). Con la Lit. de las H. hacemos presente la "Iglesia en oración", que es "la oración que Cristo unido a su Cuerpo eleva al Padre". Cuando celebramos la Lit. de las H. reconocemos nuestra propia voz en Cristo y su propia voz en nosotras. Somos conscientes que esto lleva consigo olvido propio y desprendimiento de nuestro yo. Tratamos de que sean celebraciones sin formalismo religioso, porque ese culto Dios no lo soporta. (Is 10,20) Unidas a la Iglesia, deseamos que nuestro culto sea agradable a Dios. La Lit. de las H. intentamos vivirla como preparación y prolongación de la Eucaristia. De esta forma va dando unidad a nuestras vidas y va aumentando en nosotras la fe, la esperanza y la caridad. La Lit. de las H. no es un acción privada, devocional, sino que pertenece a todo el Cuerpo de la Iglesia: "la Iglesia en oración”. Esto nos hace tomar conciencia de ser fieles a la celebración de la Lit de las H. en comunidad. Vemos la importancia de los Tiempos fuertes, de las Fiestas, de las Solemnidades, de las Memorias que nos llevan a vivir el Misterio de Cristo a través del Año Litúrgico. La Liturgia nos hace experimentar en lo cotidiano la presencia de Cristo entre nosotros, hasta la consumaci6n de los siglos (Mt 28,20). La Liturgia antes que celebración es un acontecimiento pleno: el Misterio sobreabundante de Jesucristo.
Cuando celebramos el Oficio no es que estemos dando algo de nuestro tiempo a Dios. La Liturgia es un Don de Dios a la Iglesia . Él es el que nos regala su tiempo y quiere que vivamos al ritmo de su Pascua. La Lit. de las H. es un tiempo de gratitud y de gratuidad. Cuando celebramos la Lit. de las H. no es que estemos "'santificando el tiempo", más bien estamos viviendo el tiempo desde el corazón de Cristo. "Santificar la jornada" no es otra cosa que consagrar a la alabanza, referir a Dios, todo el tiempo del día y de la noche. Esta liturgia es la irrupción en la tierra de la alabanza del cielo. "'Ocultas con Cristo en Dios prolongamos la alabanza en el tiempo desde el corazón del cosmos". Sabemos que: "'La Liturgia introduce el tiempo cósmico en el tiempo de Jesucristo y en su presencia. En ella somos incluidos en el gran proceso histórico en el que la creación entera avanza hacia la promesa de 'Dios todo en todos’ ". (Ratzinger) Nuestra Lit., la que cada día celebramos sobre esta tierra, es alabanza a Dios en unión con la Iglesia del cielo, que es celebrada plenamente ante el Padre, junto con todos los ángeles y todos los santos. Nos preguntamos: -“¿quién celebra esta liturgia?” Y contestamos: -“Esta Liturgia celeste la celebra Jesucristo, el Hijo del Padre”. Cristo es el centro de la liturgia del cielo y de la tierra, el Orante y el Templo. Unidas a Él oramos y alabamos al Padre, elevando nuestras suplicas y terminamos diciendo: "Por Cristo nuestro Señor". Jesús nos introduce a la alabanza, a la adoración, a la acción de gracias y a la intercesión del cielo. En la Liturgia terrena pregustamos y tomamos parte de la Liturgia del cielo, hacia la cual nos dirigimos coma peregrinos. Los que celebramos aquí abajo, participamos ya de la liturgia del cielo, allí donde la celebración es plenamente amor, comunión y fiesta. Somos conscientes de que la Lit. de las H. es más que una oración comunitaria, una puesta en común, devociones. Al celebrarla somos sacramento, signo de la Iglesia universal en el cosmos. Somos "expresión orante de la fe de la Iglesia", de la "Iglesia en oración". El tesoro de la Palabra de Dios entra de lleno en la Lit. de las H. La Sagrada Escritura nos enriquece, y se convierte en la fuente principal de toda la Lit. de las H. Vemos la importancia de dejarnos educar y penetrar por la Palabra que nos introduce en el Misterio de Cristo durante todo el Año litúrgico. Las lecturas, los salmos, las preces, las oraciones, himnos, están penetradas de su Espíritu. Los salmos son centrales en estas celebraciones. Valoramos cómo se vigoriza la fe en torno a la Palabra de Dios que nutre, enriquece y fortalece nuestra vida en estas celebraciones. Constatamos la importancia del estudio de la Biblia. Aludimos aquí a una de las celebraciones de la Lit. de las H.: La Vigilia del Día del Señor. Esta celebración no está en la línea del Oficio de Lectura de cada día, sino que es una vigilia de contemplación y aclamación en honor de la Resurrección del Señor, con características de oración en la noche. Estas vigilias semanales en honor de la Resurrección nos llevan a vivir en comunión con la celebración de la gran Vigilia del Triduo Pascual. Esta celebración es querida y valorada. Nos va centrando en la Resurrección de Cristo, el Señor, en la vida de cada día, en su Misterio Pascual. Las personas que vienen, participan con agrado en esta Hora Litúrgica. Proclamamos todos los sábados un fragmento de la Resurrección del Señor que es corazón del mundo y corazón del cosmos. Seguimos el esquema que presentó el Vaticano II, después de la renovación litúrgica. Nos unimos a la liturgia del cielo que " día y noche cantan sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo; el que era y es y viene". (Ap 4,8) Mensaje que queremos comunicar: Que haya una formación de base y permanente de la vida Litúrgica desde esta dimensión cósmica. Despertar a esta dimensión de la Liturgia que cotidianamente celebramos, para ir descubriendo en todos los elementos de la Lit. de las H.: Lectura de la Palabra de Dios, Salmos, Patrística etc. la dimensión cósmica. De esta manera como "comunidad orante" con Cristo, por ÉI y en ÉI con la Iglesia, estamos alabando, adorando dando gracias, intercediendo con la humanidad entera, comprometidas en la verdad de la celebración, en la vida cotidiana.