Levantate 1_3

“Seis imperativos, un aviso y un deseo” de D. Alexaindre y JA GArcia

El encuentro con el Señor, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, podría resumirse en el gesto simbólico de levantar, enderezar, poner en pie. El encuentro con Dios genera movimiento, energía, vitalidad, desplazamiento. En contacto con Él la gente se levanta, se sacude el polvo, se libera de yugos y cadenas, se mueve, se desinstala, emprende la aventura de lo desconocido. Cada uno de estos gestos de comportarse activamente y moverse, supone la obediencia a una llamada a levantarse para salir de cualquier tipo de postración, ir, subir, pasar al otro lado, reorientar la vida en otra dirección. Hay pesos, unos nacidos dentro de nosotros y otros venidos de afuera, que no nos dejan vivir en pie, que nos mantienen encorvados como a la mujer del Evangelio o muertos y maniatados como Lázaro en la tumba. Soplar cenizas en vez de soplar dones Nadie le hace mejor a otro soplando sus cenizas, sólo hacemos bien si soplamos sus dones. Nadie se hace mejor a sí mismo si sopla sus propias cenizas, sólo si es capaz de soplar sus dones. “Reaviva el don que hay en ti”, le recomienda San Pablo a su discípulo Timoteo, como terapia contra la “paralización”. ¿Por qué las cosas son y suceden así? Existen al menos tres formas de ponernos en pie y echar a andar detrás de alguien o de algo, y sólo una de ellas funciona eficaz y cristianamente a largo plazo. Durante bastante tiempo y mientras somos jóvenes podemos dinamizarnos, movernos, apoyados en nuestros poderes: nuestra inteligencia, nuestro prestigio, la imagen social, etc. Cuando llegamos a una edad más madura, el cansancio que produce el vivir así, defendiendo constantemente la propia imagen llega a hacerse insoportable. Soplamos cenizas. Ese modo de ponernos en pie nos agota, es infecundo. Curiosamente durante algún tiempo, podemos ponernos en pie apoyados en nuestros fracasos. La conciencia de fracaso puede también dinamizar nuestro yo. Sólo que, si lo anterior cansa, esto nos lleva directamente al agotamiento y la depresión. Solamente, entrando en contacto con el don que hay en nosotros y alrededor nuestro, es decir, con DIOS EN NOSOTROS y DIOS EN EL MUNDO, como nos ponemos de pie en paz. Amados y acogidos por Él, llamados por Él Dios, tú mi Dios, yo te busco, invitados a trabajar con Él en una misión que, sed de ti tiene mi alma, mucho más que nuestra, es Suya… en pos de ti languidece mi carne, •

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Para rezar Vamos a mirar nuestro interior y tratar de descubrir en qué actitudes, situaciones de nuestra vida, deseos profundos, nos sentimos encorvados, postrados, acostados, imposibilitados de movernos y necesitamos enderezarnos… ¿Cuál es nuestro modo más común de levantarnos? ¿En qué o quienes nos apoyamos para salir adelante? ¿Dejo que Jesús me levante, se acerque a mí, me toque? ¿Qué siento frente a esto? Vamos a pedirle a Jesús que nos llene el corazón de deseos en Él Rezamos en el Salmo 63

cual tierra seca, agotada, sin agua. Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria, - pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificaban -, así quiero en mi vida bendecirte, levantar mis manos en tu nombre; como de grasa y médula se empapará mi alma, y alabará mi boca con labios jubilosos. Cuando pienso en ti sobre mi lecho, en ti medito en mis vigilias, porque tú eres mi socorro, y yo exulto a la sombra de tus alas; mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene. Mas los que tratan de perder mi alma, ¡caigan en las honduras de la tierra! ¡Sean pasados al filo de la espada, sirvan de presa a los chacales! Y el rey en Dios se gozará, el que jura por él se gloriará, cuando sea cerrada la boca de los mentirosos.